IV. Prácticas de comunicación y procesos socioculturales

Más zanahoria para el Antropoceno: prácticas comunicativas desde la Red de Huerteros de Medellín

María Isabel Correa

Estudiante de pregrado de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.

Paula Restrepo

Doctora en Filosofía por la Universidad del País Vasco. Profesora asociada de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.

Resumen

El problema moderno se viene gestando desde 1492, cuando tuvo origen la Primera Modernidad, ya desde sus inicios enmarcada en el sistema-mundo capitalista. Desde esta perspectiva, el Antropoceno, la era geológica que venimos viviendo, sería moderno, colonial y capitalista. La presente ponencia no profundiza en esta crisis geopolítica; interroga sus alternativas urbanas, con poca credibilidad entre diversos círculos intelectuales, al ser consideradas como enteramente subsumidas por la modernidad. Nuestra propuesta busca comprender un movimiento urbano, como la Red de Huerteros de Medellín, como alternativa al desarrollo y a muchas determinaciones modernas, en franca resistencia a las características sociales y culturales que han configurado el Antropoceno. En su articulación con el movimiento de datos abiertos y su uso de redes sociales, proponemos entender este actor colectivo en los procesos comunicativos que lo constituyen, desde la perspectiva de las prácticas comunicativas, que afianza su propuesta teórica en las prácticas sociales.

Palabras clave: prácticas comunicativas, agricultura urbana, datos abiertos, movimientos sociales.

Introducción

De acuerdo a Crutzen y Stoermer, la expansión de la humanidad y la explotación de los recursos de la Tierra han constituido una nueva era en la que los seres humanos se han convertido en una gran fuerza geológica y morfológica global con altos impactos en el planeta y con gran determinación en las consecuencias ambientales (2000). Para estos dos científicos, esta era geológica que llamaron antropoceno habría comenzado con la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII debido a que:

durante los dos últimos siglos, los efectos globales de la actividad humana han sido notables. En este período, los datos recuperados de las muestras de hielo de los glaciares muestran el comienzo de un crecimiento de las concentraciones atmosféricas de varios de los gases de efecto invernadero, en particular, CO2 y CH4. Esta fecha también coincide con la invención del motor a vapor por James Watt en 1784 (2000, p.17).

En ese momento se empiezan a requerir enormes cantidades de combustibles fósiles para poner a andar motores, que serán empleados en diferentes procesos de producción y desplazamiento humano y de mercancías. Por este proceso, la Tierra se ha convertido para Latour, en un agente de nuestra geohistoria común (2014, p.3). El inicio de esta era coincide, con lo que los teóricos de la modernidad/colonialidad nombran como Segunda Modernidad, al verla como una etapa tardía de un proceso que hunde sus raíces en el siglo XVI, donde se ubicaría la primera modernidad.

A finales del siglo XV, con la llegada de los europeos a un lugar que los Cuna ya conocían como Abya Yala, se comienza a engendrar, según Wallerstein, el primer sistema-mundo, cuyas características sistémicas serían el capitalismo y la modernidad. Capitalismo, porque se crean las primeras rutas de tráfico mundial de diversos elementos que eran tratados como mercancías, seres humanos y otros seres vivos. Modernidad, porque Europa, un lugar en el globo que no tenía mayor importancia, se ubica en el centro del conocimiento y el reconocimiento. Esa relación de continuidad entre la primera y segunda modernidad, nos lleva a plantear que si bien el antropoceno no comenzó con la primera, sí tiene sus raíces más profundas en las transformaciones políticas, económicas, espirituales y epistemológicas que inician con ésta. Por lo que lo vemos como una era determinada por las prácticas coloniales, capitalistas y modernas que han recaído en la naturaleza, los seres humanos y el conocimiento.

Un hito en esta historia fue el discurso del presidente Truman en 1949, quien declaró ante el Congreso la necesidad de un proyecto global en el que todos los países, en especial los denominados tercermundistas, debían caminar en la misma dirección civilizatoria guiada por Estados Unidos, con la convicción de centrar el progreso en los avances industriales y científicos. Ideas que desde 1960 sustentaron la Revolución Verde bajo la promesa de acabar el hambre y la desnutrición de los países subdesarrollados, provocando la destinación de mayores áreas de tierra para la agricultura de producción de biocombustibles, la ganadería intensiva, los monocultivos, la utilización de químicos en la producción de alimentos, la modificación genética de las semillas, y demás consecuencias desfavorables.

Crutzen y Stoermer, y muchos otros, consideran que en esta crisis que representa el antropoceno, la estrategia aceptable para paliar los estragos de esa fuerza geológica, vendrá de la investigación científica y la creación de soluciones ingenieriles. Otros, como Sousa Santos, Escobar, Fornet-Betancourt y Estermann afirman que no hay soluciones modernas para problemas modernos, sino que es necesario pensar en soluciones radicales y alternas al paradigma actual que permitan mitigar el impacto ya ocasionado.

En este contexto, los movimientos étnico- territoriales han generado movilizaciones de base con gran visibilización, sin embargo, la gente de las ciudades también ha aprendido a crear tácticas cotidianas que le permiten transgredir los modelos hegemónicos. Personas y colectivos que desde el entorno urbano luchan por otras formas de vida al construir comunidad, controlar los ámbitos de la vida social y colectiva, y detentar su libertad de organizarse sin intermediarios. Existencias que reconocen que la lógica desarrollista y moderna no sólo define el ámbito laboral y productivo, sino el modo como las personas descansan, viven y se alimentan, produciendo asimetrías que no se reducen a las clases sociales, sino que afectan todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Al contrario que Crutzen y Sotermer, consideramos que las soluciones tecnológicas y científicas no son suficientes para enfrentar las transformaciones ambientales enmarcadas en el Antropoceno. Proponemos que es necesario emprender una transformación de nuestras maneras de vivir y de nuestra relación con la naturaleza, no ya como objeto, sino como agente geohistórico (Latour, 2014).

En Medellín encontramos un colectivo social que se fundamenta en esta visión, la Red de Huerteros. Una iniciativa de base que desde el 2013 ha permitido que se unan diferentes personas y grupos interesados en la agricultura urbana, o en alguna de las actividades que la soportan, con miras a generar espacios colaborativos y alternativos que alrededor de las huertas propician intercambio de saberes, apropiación del territorio y articulación del tejido social. Sus acciones se mueven en un amplio rango que combina perspectivas modernas y críticas, y genera redes de saber y acción cosmopolíticas y tecnopolíticas. Tal como afirma Bernardo Gutiérrez (2016) “el ADN ancestral colaborativo latinoamericano (mecanismos orientados al bien común como la minga kichua, el tequio náhuatl o el ayni aymara) y algunas cosmovisiones como el Buen Vivir conviven en la región con las dinámicas tecnopolíticas y el hacktivismo”.

La comunicación como proceso de constitución de la Red de Huerteros

La idea de comunicación que queremos plantear aquí es performativa (Casado, 2007), procesual, descentrada de los medios (Martín-Barbero, 1991; Casado, 2007), descentrada de la visión idílica de lo común y lo comunitario (Martín-Barbero, 1991; Casado, 2007) y de la visión informacional. También queremos proponerla, tal como la entiende Kavada (2016), no como un elemento más en las dinámicas de la acción colectiva, sino como su núcleo, al ser la que permite la construcción de la colectividad.

La Red de Huerteros surgió por un grupo de amigos que después de percibir un interés en el tema de la agricultura urbana por parte de las personas de la Zona 4 de Medellín empezaron a realizar actividades que les permitieran reconocer el espacio, conocerse y unirse. Activaciones de huertas, construcción colectiva y emergente de conocimiento y reuniones del grupo base han sido algunas de las actividades que han tejido los vínculos de la Red vista como un proceso en el que la comunicación entre los nodos transforma las decisiones y acciones cotidianas de cada una de las personas involucradas, así como el surgimiento de nuevas subjetividades y saberes, y el despliegue de discursos, prácticas y técnicas. Es decir, la comunicación vista como proceso, más que como producto unificado, homogéneo y coherente (Kavada, 2016).

Las herramientas digitales en la Red han sido de gran ayuda para convocar, generar espacios de discusión, producir conocimientos y mapear experiencias. Facebook ha sido una herramienta importante de difusión de información, para visibilizar el proceso y convocar a más personas a la participación. A pesar de que en el grupo virtual existan más de 3.700 miembros, la comunicación no se reduce al uso de este medio, de ahí que Javier Burgos, integrante del grupo base de la Red y uno de sus fundadores, afirme: “La Red no es el Facebook. El Facebook es una herramienta potente como la pica. Si nos vamos a organizar el huerto y no llevamos pica se nos dificulta (Comunicación directa, Septiembre 20 del 2016).

Además, se le ha apostado a la sistematización de procesos, la conservación de memoria y la generación de contenido con código libre y abierto a través de la página web basada en la plataforma Tupale, enlazada con Open Street Map. Este espacio les ha permitido gestionar, documentar y visualizar la información de manera sistematizada. Cualquier persona puede crear contenido, ya sea un catálogo de plantas, saberes agrícolas o ubicación de algunas huertas. Un trabajo en marcha que tiene como objetivo contrarrestar los usos comerciales de la minería de datos de las grandes compañías agrícolas y las instituciones estatales a través del control de la propia sistematización de los procesos sociales con fines políticos; así como sensibilizar en las problemáticas ambientales, cuestionar el sistema de producción, comercialización y consumo de alimentos, e interrogar las formas de vida contemporáneas basadas en el consumo.

Todo este proceso que viene desde el 2013 ha constituido una estructura en red con características específicas que detentan muchos actores colectivos. Uno de sus nodos, el que llamamos grupo base, es el más fuerte y el más articulado con el resto de la Red, rompiendo con la visión ideal de horizontalidad e igualdad que han planteado muchos teóricos. A nuestro juicio esto sucede porque hay ciertas personas que buscan hacer un trabajo en beneficio de todos y que suelen ser llamados “líderes”, mientras otras se unen a los procesos que se proponen desde el nodo articulador, con diferentes niveles de participación y con diferentes intencionalidades. Ya el mismo grupo base es una estructura diversa en la que cada persona sustenta una idea distinta de la filosofía de la Red y de su importancia en sus vidas. Grupo en el que persiste la búsqueda, desde la cotidianidad, de crear un mundo nuevo en el que se detente el poder propio a partir de la autonomía, la identidad y la producción de conocimientos.

La importancia de la Red no reside en sí misma como organización, sino en las relaciones y vínculos que surgen entre los diferentes nodos y que tienen distintos niveles de fortaleza en los que la comunicación juega un papel fundamental, no como forma de relacionar sujetos preexistentes sino como performance, ya que obra como dinámica de traducción transformadora (Casado, 2007).

Construcción y circulación de saberes y discursos en la Red de Huerteros

La Red de Huerteros está continuamente cambiando. Es una organización sin estructura fija en la que todas las personas son integrantes latentes que pueden decidir participar, aprender y/o aportar desde las diversas posibilidades que ofrece la agricultura urbana. Pues la huerta se entiende como un espacio multifuncional que permite el diálogo de todo tipo de conocimientos, habilidades y saberes: apicultura, espiritualidad, sistemas de riego y de siembra, procesamiento de residuos, abonos, biopreparados, arte, mapeo, datos abiertos, educación ambiental, custodia de semillas, fotografía, cocina e investigación. Esta última es la actividad en la que nosotras hemos venido interviniendo y en la que se ubica esta ponencia.

La huerta permite la generación de comunidades de aprendizaje en las que cada persona aporta desde sus saberes y habilidades. En ella el conocimiento no se entiende como algo que se transmite, sino como algo que se construye en comunidad, en la relación existente entre el sentir, el pensar y el hacer. Los conocimientos nacen de la experimentación, la necesidad o la carencia de recursos. El aprendizaje no se queda solo en lo técnico sino que trasciende las discusiones que sensibilizan y cuestionan las problemáticas ambientales y los patrones de consumo, no desde un discurso impuesto sino desde la misma experimentación.

El diálogo de saberes si bien alude a la relación horizontal entre los participantes, no suprime el pulso de fuerzas y negociaciones de poder entre los diferentes integrantes (Gashé, 2010). De ahí que coexistan opiniones, intereses y técnicas diferentes e incluso opuestas dentro de la misma Red. Así, por ejemplo, mientras algunos integrantes insisten en la idea de lograr generar huertas productivas que permitan el autoabastecimiento, otros mantienen su interés en el tejido social que propicia la agricultura urbana. Interacción entre diferentes subjetividades que nutren el proceso y mantienen una discusión activa sobre el quehacer.

Estas negociaciones de poder se dan también con las instituciones públicas o privadas que pretenden tener algún tipo de interacción con el colectivo. Se han presentado discusiones con entidades que generan proyectos que aparentemente siguen las lógicas comunitarias de la Red pero que terminan por ser procesos de extracción de información y autoría reservada de los resultados obtenidos. Estefanía Marulanda, una de las integrantes del grupo base, a partir de la discusión que tuvieron con una institución de la ciudad, afirma en este sentido que “La institución pretendía relacionarse con nosotros, extraer la información pero no compartir ni darnos derechos sobre esos datos. Esos datos que ellos sacaran no los podíamos usar. Entonces nos preguntamos: ¿esos datos para quién, para qué?” (Comunicación directa, Septiembre 9 del 2016).

La relación con instituciones tiene implica un cambio en la construcción y circulación de saberes al realizar una crítica al conocimiento académico e institucionalizado. Por un lado implica una apuesta por la circulación libre, abierta y colaborativa de los datos, y por el otro, una lucha por reivindicar el saber popular y valorar el conocimiento propio generado a partir de la experiencia.

La cotidianidad como espacio de poder político en la Red de Huerteros

La cotidianidad está cargada de actividades políticas donde se reproducen y enuncian discursos, se organiza la comunidad y se dan los intercambios básicos. Es en los espacios de la vida cotidiana, como los mercados, las casas de familia o las huertas comunitarias, donde se toman las grandes decisiones, surgen la indignación y la rebeldía y se generan tácticas para vivir por fuera de lo establecido.

Esto es precisamente lo que ocurre en la Red de Huerteros. Un entramado de saberes y discursos que se tejen y que configuran los cimientos estructurales y culturales de la acción política que se da en el día a día de las comunidades. Siguiendo a Bourdieu (1991), una transformación por incorporación del habitus, de los esquemas interiorizados, al generar prácticas que negocian de manera discreta las relaciones de poder y al crear nuevos límites de lo que está permitido con el fin de extender el control material y las libertades simbólicas.

Esto se refleja en las palabras de Guillermo Silva, uno de los integrantes de la Red que más le apuesta al manejo de los residuos orgánicos: “Hay una ley que dice que los residuos son del estado. Es una ley estúpida. Según eso manejar los residuos en pacas es violatorio de la ley. Yo estoy promoviendo un delito. Yo soy un delincuente en Colombia”. (Comunicación directa, Septiembre 21 del 2016).

O bien, el testimonio de Diana, una mujer que se dedica a ser custodia de semillas libres de transgénicos: “Cuando uno decide hacer prácticas orgánicas o ser custodio de semillas es porque decide ir en contra de todo. Desobediencia y autogestión”. (Comunicación directa, Octubre 1 del 2016).

Estos testimonios reflejan cómo las realidades sociales no responden únicamente a estructuras fijas, objetivadas por personas que se comportan de acuerdo a unas reglas establecidas, sino también a realidades subjetivas que las personas adquieren desde otras sensibilidades, representaciones, percepciones y conocimientos (Bourdieu, 1991). Es decir que, existe un juego constante entre lo establecido y lo creativo, lo que se debe hacer y lo que se hace, o en los conceptos de De Certau (1925-1986) entre las estrategias y las tácticas que se evidencian en la cotidianidad.

En el proceso de conformación de la Red se generan construcciones de nuevas identidades a partir de la diversidad y la polisemia, significaciones que parten de la acción e implican una reflexión y producción de nuevos sentidos y discursividades que transforman los modos de percepción de las personas (Martín Barbero, 1990). De esta manera, la cotidianidad se convierte en un espacio de poder político en el que a partir de tácticas artesanales, fruto de las subjetividades, interacciones, conocimientos y acciones populares, se transforman las estructuras aparentemente inmutables.

Conclusiones

A diferencia de autores como Crutzen y Sotermer (2000), quienes consideran que la solución a la crisis que presenta el antropoceno son la investigación científica y el desarrollo tecnológico, proponemos emprender una transformación en la relación con la naturaleza vista como agente geohistórico y no como objeto o recurso.

Planteamos como ejemplo el proceso de la Red de Huerteros de Medellín para visibilizar cómo en la ciudad se generan alternativas que combinan perspectivas modernas y críticas, y generan redes de saber y acción cosmopolíticas y tecnopolíticas (Gutiérrez, 2016). Es decir, procesos en los que la tecnología y las prácticas modernas se combinan con las técnicas y cosmovisiones ancestrales para generar transformaciones políticas que no se reducen a los mecanismos estatales, sino que también apelan a las interacciones cotidianas donde las personas adquieren otras sensibilidades, representaciones, percepciones y conocimientos. La cotidianidad como espacio de poder político en el que día a día se transforman los cimientos estructurales y culturales a partir de los saberes y discursos que se tejen en las comunidades. Un juego constante entre lo establecido y lo creativo, las tácticas y las estrategias (De Certeau, 1996).

Para esto centramos la discusión en la comunicación vista como práctica performativa (Casado, 2007) y procesual (Kavada, 2016). Es decir, como práctica que permite que los agentes que interactúan entre sí pasen por transformaciones subjetivas, construyan nuevos conocimientos y saberes, y desarrollen nuevas técnicas y discursos a partir de la diversidad, la polisemia y las negociaciones de poder.

Referencias

Bourdieu, P. (1991). El sentido práctico. Madrid: Tauros.

Casado, E. (2007). La des/reconstrucción de la comunicación en las sociedades de la información. En M. J. Sánchez Leyva y A. Reigada Olaizola (coords.), Crítica feminista y comunicación. Sevilla: Comunicación Social Ediciones y Comunicaciones.

Crutzen, P., y Stoermer, E. (2000). Anthropocen. Global change Newsletter, 41.

De Certeau, M. (1996). La Invención de lo Cotidiano: Artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana, A. C.

Gasché, J. (2010). ¿Qué son “saberes” o “conocimientos” indígenas, y qué hay que entender por diálogo? En C. Pérez y J. A. Echeverri (Eds.), Memorias (pp. 17-31). Primer Encuentro Amazónico de Diálogo de Saberes. Noviembre 10 al 12 de 2008. Leticia: Editorial Universidad Nacional de Colombia Sede Amazonía.

Gutiérrez, B. (2016). América Latina de la cosmopolítica a la tecnopolítica. Disponible en: https://www.opendemocracy.net/democraciaabierta/bernardo-guti-rrez-gonz-lez/am-rica-latina-de-la-cosmopol-tica-la-tecnopol-tica

Kavada, A. (2016). Social Movements and Political Agency in the Digital Age: A Communication Approach. Media and Communication, 4(4), 8.

Latour, B. (2014). Agency at the time of anthropocene. New literary history, 45(1), 1-18.

Martín-Barbero, J. (1991). De los medios a las prácticas. En: G. Orozco (comp), La Comunicación desde las prácticas sociales. México: Programa Institucional de Investigación en Comunicación y Prácticas Sociales.

Sousa Santos, B. (2001). Los nuevos movimientos sociales. Debates. Recuperado de: https://www.boaventuradesousasantos.pt/media/pdfs/Los_nuevos_movimientos_sociales_OSAL2001.PDF

Zibechi, R. (2015). Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias. Bogotá: Ediciones desde abajo.


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