Nuestro país, a pesar de su reconocida diversidad y riqueza natural, enfrenta el reto de alcanzar el desarrollo económico fundamentado en el manejo sostenible de sus recursos naturales y de los servicios que proveen los ecosistemas. El actual Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 (Todos por un nuevo país), pretende construir una Colombia en paz, equitativa y educada, con un crecimiento económico basado en la promoción de cinco motores de desarrollo (agricultura, minero-energético, infraestructura, vivienda e innovación) que afectarán, en mayor o menor medida, la integridad del Capital Natural de Colombia generando conflictos entre ambiente y crecimiento económico.
Esta Megadiversidad biológica, étnica y cultural que caracteriza a Colombia y hace parte integral de los discursos a todos los niveles e inclusive de la cultura popular, evidencia una ventaja comparativa¿y competitiva para nuestro país, que ha sido muy nombrada pero realmente poco apreciada, conocida y manejada.
En este contexto socioeconómico y ambiental de la Colombia moderna, aparece la actividad minero ¿ extractiva como uno de los motores centrales del desarrollo económico del país. Esto sin duda alguna ha despertado los más variados debates: políticos, filosóficos, éticos, culturales, nacionalistas, conservacionistas, desarrollistas, e incluso normativos. Desafortunadamente buena parte de estos debates y sus aportes a la opinión pública están muchas veces más fundamentados en la percepción que en el conocimiento y las evidencias científicas o técnicas disponibles. Cuando el debate cae en la percepción y en la "pasión" se pierde la objetividad del problema o la cuestión a debatir, desencadenando movimientos sociales que luchan, sin la comprensión adecuada de los hechos, por causas principalmente emotivas.
Sobre el debate de la actividad minera en Colombia
El debate, frente a la actividad de minería en Colombia, es más complejo de lo que vemos en la prensa o en los escenarios mediáticos disponibles; este se debería fundamentar en las relaciones entre la visión de país y de su economía en el largo plazo, la visión de desarrollo, de sostenibilidad, de equidad, de conservación de la biodiversidad, entre otras, que convierten en políticas los mandatarios que elegimos cuando ejercemos nuestro derecho al voto. En este debate están presentes las visiones humanas, las necesidades sociales más apremiantes, el abandono del estado o su presencia marginal en los territorios, las consecuencias de más de seis décadas de conflicto armado y la escasa cohesión urbano ¿ rural que caracteriza la historia de nuestro país.
No es posible que hablemos bajo las anteriores condiciones, de minería sostenible en Colombia. No es adecuado considerar esta actividad como uno de los pilares centrales de nuestro desarrollo económico nacional. No es posible que tengamos en el país un sano y responsable ejercicio de esta actividad si no hemos solucionado lo fundamental, como es la ordenación socioambiental de nuestros territorios y la adecuada presencia del estado y sus organizaciones en las regiones más remotas de nuestro país.
La actividad minera si se puede desarrollar de forma responsable en un país como el nuestro, solo que se necesitan las reglas, los códigos y las señales adecuadas; que deben venir de un debate amplio y serio de esta actividad y sus alcances. De una visión integral de la minería en Colombia, de unas políticas incluyentes que consideren nuestras diferencias culturales y étnicas y de unas prácticas sociales renovadas en escenarios de integración que un pos - conflicto ayudarían a construir.
La actividad minera, como cualquier otra actividad económica, es tan responsable como quien la ejecuta, es tan ética como el que la desarrolla y es tan equitativa como el que la lidera. Sin duda alguna, es un importante renglón de nuestra economía actual y futura, pero no debe ser el único.
Algunas vías generales y fundamentales para balancear este debate y permitir que los beneficios (económicos y sociales) sean para el disfrute de los colombianos en general, y no solo de algunos en particular, podrían ser:
- Recuperar la gobernanza del sector.
- Fomentar el trabajo coordinado de los municipios, los gobiernos departamentales, el gobierno nacional y las autoridades ambientales.
- Trabajar en la unificación de políticas en materia minera.
La academia sin duda alguna también tiene un papel fundamental en este debate y sus desarrollos, capacitando en los temas claves de minería responsable, formando en los procesos técnicos y legales más relevantes que caracterizan y definen esta actividad, fortaleciendo escuelas de pensamiento y acción que diriman con argumentos técnicos las cuestiones más apasionadas. La academia puede aportar a que el desarrollo (Responsable, por supuesto) de esta actividad económica no vaya en contravía del interés colectivo.
Tal vez nunca sea posible hablar de minería sostenible, pero ojala sea posible (más temprano que tarde) tener en Colombia una actividad minera responsable.
Link de interés:
Autor:
César Augusto Ruiz Agudelo
Gerente Socioeconómico de Conservación Internacional - Colombia.