El consumo de alcohol por parte de jóvenes universitarios ocurre a la vista de todos, sin que la cuestión aparezca con mucha frecuencia en las discusiones públicas. Aunque en los últimos meses han circulado iniciativas políticas que buscan restringir la cercanía de bares y discotecas a los centros universitarios –uno de los factores, aunque no el único, que favorece el consumo–, el tema parece enfriarse frente a problemas aparentemente más urgentes.
El estudio “Niveles, situaciones y características del consumo de alcohol en estudiantes universitarios. Elementos para el diseño de programas de promoción y prevención”, de los grupos de investigación en Psicología y Salud y Laboratorio de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, es una contribución desde la academia a la búsqueda de entender las dimensiones de un asunto que afecta distintos niveles de la vida estudiantil: disminuye el rendimiento académico, acrecienta problemas de depresión, contribuye a la deserción universitaria y puede estar asociado –según la literatura científica al respecto– con el riesgo de embarazos no deseados, el consumo de drogas, los accidentes de tránsito, las lesiones personales y el deterioro físico y psicológico.
¿Bebedores sociales?
El consumo de alcohol es, a pesar de la tolerancia cultural y legal que lo rodea, un problema de salud pública, como lo ha reconocido la Organización Mundial de la Salud y lo puede corroborar cualquiera.
Según la Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de Protección Social y la Pontificia Universidad Javeriana, publicada en 2008, entre los 18 y los 29 años, un 8,4% de la población presenta características de alcohol-dependientes. Este rango de edad es muy similar al de la población –entre los 19 y los 27 años– que fue objeto de estudio en la investigación dirigida por María Liliana Muñoz Ortega, y corresponde a las edades habituales en que se vive la experiencia universitaria.
En la investigación se tomó la opción de medir los porcentajes de sujetos que pueden estar en riesgo de presentar alguno de los niveles de consumo y las situaciones que llevan a él, y a partir de este conocimiento fundamentar posibles programas de prevención, mientras se dejó de lado la atención sobre las consecuencias de la ingesta de alcohol. Se trata, según la profesora Muñoz, de la primera fase de una pesquisa que debe continuar con el tiempo hasta lograr desarrollar estos programas en la práctica.
La investigación, de acuerdo con su explicación, fue de carácter no experimental, descriptiva y de asociación. Es decir, se trató de analizar el fenómeno como se está dando en este momento entre la población universitaria, describiendo las experiencias y buscando asociaciones entre unas variables y otras, para determinar las características y los niveles del consumo en relación con determinadas situaciones.
Se convocó la participación de diez universidades de Bogotá, entre las cuales se tomó la muestra de 2.910 estudiantes. Los jóvenes, que voluntariamente accedieron a participar en el estudio, pertenecían a las jornadas diurnas de alguna de las diez universidades.
Entre los centros educativos los había grandes y pequeños, tradicionales y nuevos.
Según los investigadores, no hubo un estudio estadístico sobre el estrato social que permita cuantificar dicha variable, y aunque todas las universidades que aceptaron la convocatoria son privadas, se tuvo participación de distintos grupos de población. Queda abierta, entonces, la oportunidad para estudios posteriores que confirmen o no si se obtienen resultados similares en universidades públicas.
El grupo de investigación, del que también hicieron parte Lucía Carolina Barbosa Ramírez, Arturo Bríñez Horta, Claudia Caycedo Espinel, Margarita Méndez Heilman y Raúl Oyuela Vargas, aplicó tres instrumentos iniciales para la cuantificación y el análisis de la información: una ficha de datos generales, un cuestionario para evaluar el Nivel de Desarrollo de los Problemas Relacionados con el Consumo de Alcohol (CEAL), y el Inventario Situacional de Consumo de Alcohol (ISCA).
El primero de ellos es un instrumento diseñado por el grupo de trabajo en una investigación previa; esta herramienta, tipo cuestionario, se utilizó para determinar las características del consumo y tuvo validación por expertos. El CEAL es un instrumento diseñado en Colombia y que también ha tenido su proceso correspondiente de validación; se usa para medir niveles de consumo y determinar los riesgos de intoxicación, dependencia y abuso.
En estos tres niveles, la investigación mostró que el riesgo de intoxicación es alto en un 52,6%, y moderado en un 47,4%; el de dependencia es muy alto en un 1%, alto en un 37,6% y moderado en un 69,1%. Finalmente, el riesgo de abuso es muy alto en 1,5%, alto en 21,2% y moderado en 77,3%.
El ISCA, por su parte, es una herramienta que ha sido utilizada y validada en México y da información de las situaciones personales (emociones desagradables, malestar físico, emociones agradables, probando control, necesidad física y urgencia por consumir) y las situaciones con otros (momentos agradables, presión social, conflicto con otros), en las que la persona bebió en exceso en el último año.
Mientras en las situaciones personales el riesgo mayor se da cuando se experimentan emociones agradables, en situaciones con otros se encontró que el mayor riesgo se presenta en los momentos agradables, seguido de las situaciones en que se ejerce presión social para el consumo.
Más que estadísticas
Posteriormente, 80 de los 2.910 estudiantes participaron en 15 grupos focales, en los cuales se encontraron claves sobre el contexto cultural en el que los jóvenes universitarios consumen alcohol. “Concebimos el consumo de alcohol del joven bajo una mirada sociocultural”, asegura Muñoz. En la mayoría de las respuestas los estudiantes reconocen el problema sin que eso implique necesariamente la capacidad de actuar sobre él, o la existencia en ellos de mecanismos que les permitan controlarlo. “El comportamiento es distinto a la verbalización”, dice la coinvestigadora Margarita Méndez, quien insiste en que “actuar sobre el tema sociocultural es uno de los grandes retos, ya que implica trabajar el problema desde las mismas familias, en los colegios, las universidades y los distintos entornos. Es un tema multifacético que requiere atención a todos los factores”.
La frecuencia de las respuestas que se escucharon en los grupos focales, lo mismo que una investigación anterior titulada “El consumo de alcohol en escolares”, muestran evidencias de la intervención de los entornos y los contextos en la aparición de la problemática, como se ve en expresiones que revelan patrones culturales como “el más macho toma y revuelve tragos”; o competitivos: “los muchachos se bajan las cervezas de un sorbo”, y la insistencia en que existe una “cultura universitaria” y que los “bares incitan a tomar”.
Se argumentan como motivaciones para consumir alcohol el “conflicto armado”, “el país vuelto mierda”, “masacraron a no sé cuántas personas”, los “conflictos familiares”, “el papá le pega a la mamá”, “la mamá está deprimida”, “el alcohol que es legal”, “los papás que están trabajando”. La soledad, la independencia recién adquirida y la distancia de la familia, se mencionan insistentemente.
Los mismos jóvenes coinciden en que cuando ingresan a la universidad ganan en libertad y muchas veces no saben hacer uso de ella. Se sienten muy sujetos a las presiones de los compañeros. “Cuando se llega a la U uno puede liberarse de las prohibiciones y se quiere experimentar”, reconoce alguien en sus respuestas. La dificultad de socializar sin licor muchas veces se deriva del propio ambiente familiar: “Tómese unito, y diez personas encima de uno”, “los padres les ofrecen vinitos a los niños”, “si tu papá y tu mamá toman, cuando llegues a la universidad te va a parecer bien tomar” son otras de las respuestas.
Más vivencias y menos miedo
Esta investigación, que sin estar centrada en lo cuantitativo midió las situaciones de consumo y los niveles de riesgo de intoxicación, abuso y dependencia, aporta elementos para una segunda investigación que se dirigirá a la solución de la problemática, a través de un programa de prevención diseñado en la universidad y por estudiantes universitarios.
“En la prolongación de la investigación se parte de una mirada integral donde intervienen los distintos actores: los jóvenes, los padres, la legislación, entre otros”, afirma la profesora Méndez. Los lineamientos de la segunda investigación, en proceso, se desprenden de las ideas expresadas en los grupos focales, donde los jóvenes manifiestan la convicción de que no es generando miedo como se va a producir un cambio de actitud frente al consumo de alcohol.
“En contraste, proponen campañas de tipo propositivo que permitan generar en el joven otras alternativas de diversión, facilitar o favorecer habilidades específicas de autocontrol y socialización, para lograr un mejor desenvolvimiento y poder controlar así las presiones que tienen frente al consumo”, dice Liliana Muñoz. Aunque advierte que “no sobra que se den otras condiciones, como conocimiento sobre las consecuencias del consumo en la salud, inmediatas y a largo plazo”.
Pero lo claro es que se buscan mecanismos de persuasión más amigables. Los jóvenes proponen que estos programas de prevención sean desarrollados por los propios estudiantes, porque ellos mismos son los que saben qué los motiva y “entre pares se podrían hacer frente, cuestionarse y entenderse”.
Están convencidos, asimismo, de que estas campañas deben involucrar el entorno familiar, el escolar y los entes públicos, y que en ellas se deben emplear componentes visuales que evoquen aspectos vivenciales.
“Lo pedagógico no son las charlas pichas”, dice uno de ellos. “Aquí hay electivas sobre consumo de alcohol pero que sea más real, como ver los accidentes, videos, eso llega más, así le entra a uno más que las estadísticas”.
La segunda parte de la investigación “Niveles, situaciones y características del consumo de alcohol en estudiantes universitarios. Elementos para el diseño de programas de promoción y prevención”, tiene por delante el reto de transformar esta información en programas con resultados eficaces.
Acuerdo de voluntades
Paralelamente, las universidades bogotanas, representadas por los propios rectores, se han aliado en un acuerdo de voluntades que las compromete a trabajar de manera permanente con los congresistas, los concejales, la Secretaría de Gobierno Distrital y la Policía para intentar formalizar una propuesta de legislación más restrictiva frente al consumo de alcohol, sobre todo en los entornos que rodean a las universidades.
Sin desconocer que una nueva ley, más estricta, no evitaría el consumo de manera total, mientras no se actúe al mismo tiempo sobre las variables culturales, que tienen un proceso de transformación muy lento. Por lo pronto, en la Pontificia Universidad Javeriana se busca lograr una mayor formalidad y centralización de una política corporativa frente al consumo de alcohol de los estudiantes.
En estas iniciativas participan la Vicerrectoría del Medio Universitario y el programa Universidad Saludable, apoyados por la Facultad de Psicología. La investigación ya concluida y la que está en marcha se inscriben dentro de esta iniciativa mayor. Se quiere de esta manera ofrecer unos lineamientos que puedan ser aplicados por todas las facultades, y que en el futuro provoquen transformaciones sociales más allá de la Universidad.
En la Oficina de Asesoría Psicológica, que también depende de la Vicerrectoría del Medio Universitario, cualquier estudiante puede acercarse y solicitar orientación. Es un primer paso, estrictamente individual, sin el cual ninguna propuesta de mayor alcance puede tener éxito.
Para leer más…
<style=”color: #999999;”>+Londoño, C., García, W., Valencia, S., Vinaccia, S. (2005), “Expectativas frente al consumo de alcohol en jóvenes universitarios colombianos”, en Anales de Psicología, Vol. 21, núm. 2, pp. 259-267.<style=”color: #999999;”>+Ministerio de Protección Social y Pontificia Universidad Javeriana (2008), Encuesta Nacional de Salud, Bogotá, Ministerio de Protección Social.
<style=”color: #999999;”>+Muñoz, L., Barbosa, C., Bríñez, A., Caycedo, C., Méndez, M., Oyuela, R. “Niveles, situaciones y características del consumo de alcohol en universitarios. Elementos para el diseño de programas de promoción y prevención”, Encuentro de Investigación sobre Consumo de Drogas REDLA, 21-23 de octubre de 2009, disponible en:<style=”color: #999999;”>https://es.calameo.com/read/0000133024d014dc32434. Recuperado 03/03/2010