La ola de calor que desató el fenómeno del niño hizo que, durante el cierre de 2009 y comienzo de 2010, los bogotanos tuviéramos que convivir con la imagen de varias columnas de humo que se elevaban desde distintos puntos de los cerros orientales. Sin embargo, la temporada de lluvias llegó, disminuyendo la frecuencia de los incendios forestales y el problema volvió a archivarse. Lo que pocos saben es que, tras un evento como este, la vida microbiana del suelo afectado puede tardar entre dos y tres años en recuperarse.
Eso fue lo que Diego Sáenz, microbiólogo industrial de la Universidad Javeriana, pudo constatar hace cinco años, cuando en la población de Suesca, Cundinamarca, tuvo lugar un incendio forestal que afectó cerca de 1.000 hectáreas de bosque. Por ese entonces, Sáenz terminaba sus estudios de pregrado y decidió realizar, como trabajo de grado, una evaluación de la manera en que esas llamas habían afectado las bacterias del suelo y sus propiedades. Hasta ese momento, no había en Colombia ningún trabajo en esa línea.
De acuerdo con las expectativas del joven bogotano, la evaluación permitiría identificar que, pasado un año del incendio, las condiciones del suelo estarían restablecidas. No obstante, al comparar el número de bacterias y la actividad de las mismas en el suelo adyacente al afectado, con el de la zona impactada por el fuego, Sáenz pudo identificar que en tres años el suelo no se había podido recuperar.
“La calidad del suelo puede verse afectada por la alteración de sus procesos, ya que la pérdida de su fertilidad puede llevar a la erosión”, señala Sáenz, quien hoy, a sus 29 años, adelanta estudios de doctorado en Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Cuando Sáenz cursaba octavo semestre en la Universidad, se enamoró de la microbiología ambiental. “Particularmente, el tema de suelos es muy apasionante y me gustó por el rol que uno puede llegar a ejercer. Tiene mucha aplicabilidad y es una herramienta clave para el desarrollo de un país, ya que desde aquí es posible impulsar mejoras en la agronomía y también en el medio
ambiente”.
Desde ese entonces, Sáenz ha seguido desarrollando su producción investigativa en torno a los suelos. En su trabajo de Maestría en Gestión y Auditorías Ambientales, abordó el tema de la afectación que, por cuenta de los fertilizantes químicos, se puede registrar en agrosistemas cafeteros, y, actualmente, en el doctorado, pretende analizar la influencia positiva de los suelos en el cambio climático.
A través de este proyecto, busca explorar cómo se puede capturar el carbono que está en la atmósfera, y que contribuye con el cambio climático, mediante diferentes herramientas como el biochar, una técnica basada en la tradición de una antigua civilización amazónica que empleaba mezclas de residuos domésticos para recuperar la fertilidad de suelos ácidos y estériles y que permite captar hasta el 50% del carbono atmosférico. El biochar, además de servir como soporte de crecimiento a los microorganismos del suelo, y como receptor de agua y nutrientes, es depósito de carbono estable en el suelo, que no se libera a la atmósfera sino después de miles de años. El trabajo de Sáenz consiste en probar distintos tipos de biochar.
La conciencia ambiental
Aunque Diego es el único microbiólogo de su familia, la preocupación y el compromiso medioambiental que hoy enmarca su actividad profesional no es un asunto ajeno en su hogar. Los padres de este científico, una santandereana y un boyacense hoy radicados en Bogotá, decidieron ganarse la vida a través de un negocio responsable:
la gestión de residuos industriales. La hermana de Diego gerencia la empresa familiar, mientras él brinda asesoría técnica.
Quizá por eso, cuando Sáenz tuvo en sus manos el programa de la carrera de Microbiología Industrial, no dudó en tomar ese camino. Luego, mientras adelantaba su maestría, tras obtener la beca de Colciencias para convertirse en joven investigador del Laboratorio de Ecología de Suelos y Hongos Tropicales de la Universidad Javeriana (en donde trabajó en 2008 en el proyecto “Valoración de bienes y servicios de la biodiversidad para el desarrollo sostenible de paisajes rurales colombianos: Complejo Eco regional de los Andes del Norte”), descubrió que quería dedicarse a la ciencia.
“Mientras haya mentes científicas, se puede hacer ciencia”, asegura Sáenz, y por eso planea regresar al país cuando acabe el doctorado, aunque considere que en Colombia es necesario que el Estado destine mayores recursos para la investigación y la ciencia. Este joven cree en el potencial del país, por lo que le gustaría poder contribuir, desde la docencia, con la formación de nuevas generaciones de científicos.
La vida de Diego siempre se ha dividido entre su familia y el estudio, y hoy, cuando se encuentra a kilómetros de su hogar, pasa los días en compañía de su novia, Diana Santos, una joven microbióloga industrial que también adelanta estudios de posgrado en Barcelona. Juntos se han dedicado a conocer la ciudad española en la que vivirán durante los próximos dos años. Ambos aprovechan la oportunidad de hacer inmersión en una cultura distinta, mientras disfrutan su pasión por la ciencia.
1 comentario
Utilice el biochar en Australia y estoy muy interesada en producción aqui en colombia. Agradeceria si pudiera establecer contacto con ustedes.