El campo se transforma como respuesta a los altos índices de pobreza. Un grupo de investigadores de la Universidad Javeriana escogió algunas comunidades de los departamentos de Boyacá y Nariño, que presentan condiciones de pobreza, para analizar el fenómeno de la nueva ruralidad que incluye actividades distintas a la agrícola y abre nuevas perspectivas para sus habitantes.
Por medio de la investigación se evidenció un importante desarrollo de las zonas rurales, que está acompañado del retorno de mano de obra y el interés de las comunidades en la participación de actividades productivas. De igual forma, se ha establecido un interés en la inclusión de factores como el Medio Ambiente y la equidad de género por medio de los cuales se garantiza una mejora en la calidad de vida.
La directora de la investigación, Edelmira Pérez, junto con las investigadoras María Adelaida Farah y Patricia Muñoz realizaron la investigación Pobreza rural y trabajo femenino en Colombia, como parte de los proyectos desarrollados por el Departamento de Desarrollo Rural y Regional de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, de la Universidad Javeriana.
Entre otros resultados, las investigadoras observaron cambios de los roles dentro de las comunidades. En el caso de los hombres se observó el traslado de su mano de obra a actividades como el turismo, la minería, la industria, la construcción y el transporte. En Boyacá, los hombres también se dedican al comercio.
En el caso de las mujeres, hay una sobrecarga de trabajo a causa de la sumatoria de las labores domésticas y el desarrollo de actividades productivas que generan ingresos. Entre estas actividades emergentes se encuentra la elaboración de prendas para empresas nacionales. Este es un ejemplo de cómo las zonas rurales se acoplan a las lógicas de producción de las grandes urbes.
Por medio de la implementación de talleres y actividades participativas con las comunidades estudiadas, el grupo de investigadoras, además de trabajar los roles de hombres y mujeres al interior de los hogares, identificaron los cambios históricos, las condiciones de vida y el papel desempeñado por ellos. Para María Adelaida Farah, investigadora del proyecto, dicho estudio ayudó a que estas personas identificaran su condición actual ya que “la gente es agente de su propio desarrollo y sus decisiones. Analizan su situación, la hacen consciente, la hablan con otras personas, y tienen la posibilidad de tomar decisiones sobre su vida personal, familiar y comunitaria”.
Otro de los factores importantes en la transformación del escenario rural está relacionado con el mal uso de los recursos naturales, como el caso de Nariño donde “ha existido una fuerte presión sobre los recursos hidrobiológicos como el manglar y el ecosistema marino, que constituyen la base de la supervivencia de la población”, afirma Farah.
Sin embargo, la nueva ruralidad busca equilibrios territoriales, entre las zonas urbanas y las rurales. En este nuevo fenómeno se identifica la necesidad de que haya gente en el campo que agencie su propio desarrollo. En ese sentido, el repoblamiento de los territorios rurales, observado en la investigación, se ve como una necesidad para lograr los equilibrios económico, social y ambiental, como forma de alcanzar ese equilibrio territorial. Estos repoblamientos pueden formar parte de las soluciones a los problemas del contexto rural, contrario a la idea ya revaluada de la “conservación sin gente”.
Estas nuevas circunstancias surgen como respuesta a los índices de pobreza presentes en la comunidad de Nariño y Boyacá, que se evidencian en el acceso limitado a educación, salud, vivienda y alimentación.
En el marco de la investigación, se encontraron casos en los cuales se están desplegando nuevas alternativas lideradas por organizaciones o personas que buscan beneficiar a la comunidad como parte del desarrollo de este nuevo fenómeno. En el caso específico de Duitama, Boyacá, la Fundación San Isidro realiza trabajo de campo para brindar soluciones a la comunidad, por medio de capacitaciones que ponen en práctica nuevos conocimientos para un mejor desarrollo de las actividades agrícolas a través de las huertas caseras, los cultivos orgánicos y la recuperación de reservorios de agua, agregando valores que contribuyen al bienestar del consumidor y benefician el medio ambiente.
Otro de los actores identificados por el rol que juega en el contexto rural es la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata) que acompaña a los habitantes en procesos de formación y planteamiento de soluciones a sus necesidades. Se determinó, a su vez, que el Estado participa por medio de proyectos y políticas de apoyo; sin embargo, hay una gran falencia en la continuidad de los planes porque, de acuerdo con lo encontrado en las comunidades, este toma decisiones cortoplacistas que reducen el impacto y el desarrollo de soluciones para el sector rural.
Ante este nuevo cambio, las investigadoras establecen la necesidad de tener en cuenta las condiciones específicas de las áreas rurales, como el caso de Tumaco, donde se evidenció que elementos como la violencia, el desplazamiento forzado y el cultivo de coca requieren soluciones integrales que busquen el bienestar de las comunidades. Si bien esta problemática conllevó al desplazamiento de cultivos agrícolas por generar menores ingresos, dicha transformación vino acompañada de iniciativas para promover la sustitución de cultivos patrocinados por diversas entidades.
Por lo tanto, el grupo de investigadoras hace énfasis en que los responsables de tomar las decisiones deben hacer lo posible por construir políticas basadas en los elementos otorgados por trabajos como el presente; que contextualicen las decisiones en escenarios reales y garanticen la solución a necesidades específicas de las comunidades.
“De acuerdo con el estudio Poverty Reduction and Growth: Virtuous and Vicious Circles” publicado en el 2006, por el Banco Mundial, durante los últimos 15 años, la pobreza aumentó en la Comunidad Andina: pasó de un 25% a un 31%”