El valor de publicar libros y artículos científicos radica en la circulación del avance del conocimiento, ya que permite la discusión académica bien fundamentada, cuestionar y refutar esos saberes y, muy especialmente, expandir las fronteras de lo conocido. Con esta tradición de cientos de años, las diferentes disciplinas han dialogado y evolucionado con el firme propósito de transformar el mundo y nuestra comprensión de él. Sin embargo, la dinámica de circulación del conocimiento científico se ha visto afectada por acciones poco éticas que, en últimas, le hacen daño a la ciencia y a todos como sociedad.
Son diversas las practicas desafortunadas en las cuales se puede incurrir durante el proceso de una investigación. Por mencionar algunas, relacionadas con las publicaciones científicas, están la autoría presionada, en la que un investigador aprovecha su posición de autoridad con sus colegas para ser incluido en artículos sin tener mayor participación en el trabajo, o la autoría fantasma, que ocurre cuando no se reconoce la participación de una persona que ha contribuido sustancialmente en la investigación o redacción del articulo. Estos conceptos, retomados de Dianne M. Bennett y David McD. Taylor en “Unethical practices in authorship of scientific papers” (2003), son una muestra de acciones perjudiciales y deshonestas.
Otras prácticas que se suman a este panorama son la dilución de responsabilidad en trabajos en coautoría, la fragmentación o subdivisión de los resultados de una investigación en demasiadas publicaciones o la utilización de los mismos hallazgos para publicarlos en diferentes revistas, entre otras prácticas. Estas actuaciones afectan el entorno científico, puesto que, por un lado, pueden llegar a reducir la credibilidad social en la ciencia y el valor de la producción del nuevo conocimiento o, por el otro, pueden sobrecargar innecesariamente los canales por los que este circula.
Para enfrentar hechos como los mencionados, se han diseñado e implementado en diferentes países marcos regulatorios sobre el desarrollo de las actividades científicas, comprometiendo la financiación y el respaldo institucional para fomentar prácticas más sanas y constructivas que impulsen un conocimiento realmente novedoso, pertinente y transformador.
Algunos de estos ejemplos son el Responsible Conduct of Research (RCR) en Estados Unidos o la European Federation of Academies of Sciences and Humanities (ALLEA). Ambos sistemas buscan que las universidades desarrollen políticas institucionales, procedimientos y capacitaciones en temas como la autoría en publicaciones; el cuidado y uso de animales; la investigación colaborativa, los conflictos de interés, el uso y manejo de datos, y los ambientes propicios para la investigación, entre otros.
Colombia viene dando pasos iniciales hacia el fortalecimiento de sus normativas nacionales a partir de la Política de ética, bioética e integridad científica, aprobada en 2017. Ahora, son las universidades las llamadas a desarrollar los lineamientos institucionales que respondan a esos propósitos.
La Pontificia Universidad Javeriana ha implementado estrategias en la búsqueda de la consolidación de una cultura de la integridad científica. Los lineamientos y la reflexión permanente sobre los comités de investigación y ética, el fomento de la formación de los profesores en las mejores universidades del mundo y la oferta de capacitaciones sobre estos temas son acciones orientadas a la incorporación, en su cotidianidad investigativa, de la ética como un elemento esencial. Una de estas acciones fue la visita en la Javeriana, en 2018, de expertos de la Universidad de Harvard para promover en la comunidad una conducta responsable de la investigación y el conocimiento. De igual forma, el año pasado se promovió́ el desarrollo de foros virtuales sobre el consentimiento informado, la autoría y el manejo de datos en la investigación.
Es de ingenuos desconocer que existen presiones de toda índole en el recorrido de la producción de nuevo conocimiento. Sin embargo, se requiere mayor pedagogía y conciencia para identificar que las buenas prácticas sustentadas en la ética e integridad científica facilitarían comprender cuándo y cómo se debe reconocer en una publicación el trabajo o la participación de diferentes investigadores. No es lo mismo ser autor que reconocer y agradecer una participación puntual o reflejar la vinculación institucional de manera correcta.
Esas buenas prácticas éticas y responsables de la comunidad científica colombiana deben ser la garantía para generar un conocimiento trascendente y transformador de nuestra sociedad.
* Luis Miguel Renjifo Martínez, vicerrector de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana .