Todo empezó en Dibulla, el 16 de agosto de 1970, con el asesinato de Hilario Valdeblánquez por parte de José Antonio Cárdenas. Desde ese momento las familias, pioneras de la colonización dibullera de la Sierra Nevada, y opulentas, gracias a la llamada bonanza marimbera, comenzaron una venganza de sangre.
Ése fue el relato que Nicolás Cárdenas Ángel oyó de boca de los habitantes más viejos en Villanueva, Guajira, cuando en julio de 2001 suspendió un semestre de su carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional para emplearse en el programa Computadores para Educar. Desde entonces, su primer viaje a la zona más septentrional de Suramérica no fue el único.
Cuatro años después, al empezar su trabajo de grado, no lo pensó dos veces: agarró su mochila y junto al también politólogo Simón Uribe partió hacia la costa atlántica a desentrañar una de las historias más famosas de la región. El resultado fue La guerra de los Cárdenas y los Valdeblánquez, una investigación casi antropológica de una guerra familiar que duró cerca de 20 años debido a “un lío de faldas”.
Fuera de los enfoques de análisis del Estado y del sistema político, se arriesgaron a explorar una sociedad casi hermética para dos cachacos que corrieron con suerte al encontrar una especie de padrino bogotano en Dibulla y le apostaron a una escritura sencilla, testimonial, de tal manera que “la pudiera leer hasta la mamá”, como dice Cárdenas.
El proceso de investigación incluyó un arduo trabajo etnográfico en lugares como Villanueva, Riohacha, Dibulla, Santa Marta y Barranquilla, con el cual los jóvenes alcanzaron uno de sus propósitos más importantes: corroborar la riqueza de la tradición oral y entender lo invaluable del conocimiento del otro en la producción de registro histórico.
El estudio empezó a dar frutos cuando fue laureado y publicado por el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional. A la vez, los autores fueron merecedores del primer lugar en el área de Ciencias Sociales y Económicas del Concurso Nacional Otto de Greiff de Mejores Trabajos de Grado, año 2006.
Como parte del premio, Cárdenas recibió la beca Jóvenes Investigadores otorgada por Colciencias. Fue acogido entonces por el grupo de investigación Política Social y Desarrollo de la Pontificia Universidad Javeriana, consiguió hacerle el quite al mundo oficinista que aborrece y, entre el calor y los vallenatos, siguió descubriendo la realidad caribeña, esta vez bajo una propuesta titulada: La cultura política en la sociedad criolla de La Guajira.
Conducido por su inquietud profesional vivió en Villanueva durante 2007, año de las elecciones departamentales y municipales. Con el objeto de conocer cómo la cultura intervenía en la participación política, realizó una inmersión en las prácticas cotidianas que los villanueveros tenían para acceder al poder del Estado y a sus instituciones.Concluyó que las elecciones en esta región eran como una dramatización conformada por escenarios, actores y estrategias, en las que los candidatos parecían gallos de pelea, los electores ponedores y el voto, una simple apuesta.
Según Socorro Vásquez, directora del departamento de Antropología de la Pontificia Universidad Javeriana y tutora de este proyecto, Nicolás, “además de tener un alto interés por el conocimiento, siempre estuvo dispuesto a aprender y a someter su escritura a la crítica de profesores y grupos de estudio que enriquecieran su trabajo”.
El análisis de los fenómenos sociales desde la interdisciplinariedad, la constante interacción con la gente y su autoexigencia le han permitido forjar con éxito un camino en el campo investigativo; sin embargo, ésta no es su única destreza. Cárdenas también ha sido profesor de ciencias sociales, editor, diagramador y redactor de revistas universitarias como Vanalidades y Juventud Titiritera y, además, actualmente es pieza clave de Chanfle, el equipo de fútbol de ex alumnos del Colegio San Carlos de Bogotá.
Este politólogo de 29 años, para quien la investigación en Colombia es una opción de vida y una herramienta de trasformación social, desea seguir trabajando en programas sociales que le permitan ampliar su visión de mundo, tal como sucedió con los talleres de recuperación histórica que impartió en los corregimientos guajiros de Mingueo y Tomarrazón y, como sucede hoy, cuando adelanta junto al Instituto Colombiano de Antropología e Historia un estudio sobre el impacto de la declaratoria como patrimonio cultural en San Basilio de Palenque.