Hijo de un veterinario y una contadora santandereanos, Ricardo Wilches Buitrago desarrolló una destacada capacidad de observación y análisis a la que él atribuye su fascinación por las ciencias. Por eso, pese a que muchos en su familia habían optado por la arquitectura, y ésa era la profesión de moda a finales de los años noventa, la balanza se inclinó a favor de las ciencias naturales en el momento de escoger carrera. “Cuando estaba en el colegio creía que la única opción para profesionalizarme en la biología era la medicina, pero luego, al indagar con más gente, vi que el mejor camino era estudiar la primera, pues lo que me interesaba era usar el conocimiento para hacer ciencia”, explica Wilches.
Con ese objetivo se matriculó en la Universidad Javeriana para formarse como biólogo; uno bastante particular como él mismo explica: “Yo era de esos escasos estudiantes a los que les interesaba muy poco ir al campo a contar animales. Lo mío era el trabajo en el laboratorio entre procesos biológicos a menor escala”. Cuando cursaba segundo semestre, se presentó al Instituto de Genética de la Universidad para que le permitieran “estar en el laboratorio y ver qué era lo que hacían allí”. Lo aceptaron como pasante en el de Citogenética. Desde ese entonces, Wilches se apasionó por la genética.
Luego vendría el hallazgo del que él considera su nicho: la genética de poblaciones. Este descubrimiento se dio a partir de la realización de su segunda pasantía, esta vez en el Instituto de Errores Innatos del Metabolismo, de la misma institución. Allí, bajo la supervisión del profesor Luis Alejandro Barrera, se acercó a la bioquímica y encontró su primer modelo para llevar a cabo un estudio con enfoque genético. Desarrolló una investigación sobre la enfermedad de Gaucher, desorden generado por la ausencia de una enzima en el hígado que produce la acumulación de sustancias y el consecuente agrandamiento del órgano.
Después de esa experiencia, Wilches ganó una beca como joven investigador de Colciencias para desarrollar un estudio sobre la hipolactasa, nombre de la condición con la que se denomina la intolerancia a los lácteos. Sin embargo, antes de que la investigación concluyera, debió renunciar por cuenta de otra beca que ganó, esta vez para realizar sus estudios de posgrado en Alemania.
Wilches siempre había tenido claro que debía familiarizarse mejor tanto con la teoría como con las técnicas para el estudio de la genética, por eso uno de sus objetivos era salir del país y acceder a las herramientas y conocimientos disponibles en Norteamérica y en Europa. Así, con mucha expectativa, se radicó en la ciudad alemana de Múnich en 2007.
Pese a que en Colombia venía trabajando con seres humanos, escogió investigar en genética evolutiva, área en la que el modelo de estudio no son las personas sino, para su caso, la mosca de la fruta, científicamente denominada Drosophila melanogaster, un organismo con el que se empezó a investigar en genética a principios del siglo XX y que hoy se usa para estudios en neurobiología y biología del desarrollo, entre otros. Actualmente, para su tesis de doctorado, este colombiano de 28 años se ocupa de identificar, en la Drosophila, los genes responsables de su adaptación climática, pues aunque estas moscas son originarias de África, han sobrevivido por generaciones a las frías temporadas del invierno en las zonas templadas.
Precisamente, durante la última semana del pasado mes de agosto, Wilches viajó a la ciudad italiana de Turín para participar en el congreso de la Sociedad Europea de Biología Evolutiva (ESEB), en donde presentó la primera parte de su trabajo.“Encontramos dos genes que tienen que ver con esa adaptación, sin embargo, el genoma de la Drosophila tiene cerca de 15.000 genes y posiblemente muchos estén involucrados en esa adaptación”. Por eso, tiene claro que lo que queda de su estancia en Alemania lo dedicará a continuar experimentando con las moscas y sus genes.
Varias opciones conforman su baraja de planes para el futuro. Una de ellas es regresar a Colombia a trabajar en genética de las poblaciones humanas. Indagar sobre la historia genética de los pueblos del país y el continente, e identificar si ha habido cambios adaptativos. Los demás intereses, que debió aplazar por cuenta de los genes y las mutaciones que hasta ahora lo han ocupado, no están descartados por completo. La posibilidad de hacer una maestría en historia de la arquitectura, por ejemplo, sigue latente.
Entre tanto, Wilches disfruta la vida en Alemania, intercalando sus compromisos académicos con los conciertos de música clásica a los que asiste para evocar los sonidos con los que creció, y con el aprendizaje de un par de platos de las distintas tradiciones europeas que prepara por placer propio y para poder compartir con sus hermanas cada vez que tiene la oportunidad de escapar hacia estas latitudes.