Cada seis meses y durante cuatro semanas, Salim Chalela visita la Universidad Pinar del Río, en Cuba, para sustentar los avances en su investigación doctoral. Desde noviembre de 2014 hasta junio de 2018, este investigador vivirá entre la isla y Medellín desarrollando su proyecto de investigación en Ciencias de la Educación.
Cuando se realiza un doctorado en Cuba no solamente se presenta la propuesta y se sustenta ante un comité científico de la Universidad. La rigurosidad de este proceso implica presentarse ante un tribunal científico nacional integrado por diferentes académicos de todas las universidades del país, elemento de disciplina y exigencia en el proceso de formación en la educación cubana que quizá fue lo que más llamó la atención de este investigador para elegir Cuba como destino.
Mientras en Cuba se hospeda en una residencia local para conocer más de las tradiciones y conectarse más con la cultura, lo que alterna con su desplazamiento permanente a la universidad, en Medellín vive con su esposa y trabaja como coordinador de investigaciones de la Escuela de Posgrados en la Universidad Autónoma Latinoamericana. A su oficina llega a las siete y media de la mañana, y entre los cinco tintos que se toma, lee noticias, selecciona lecturas académicas y adelanta trabajo de campo para su doctorado.
Chalela Naffah aprovecha las lecturas tanto para su trabajo doctoral como para el desarrollo de sus actividades laborales diarias. A las cinco de la tarde cambia por completo de labor: su filosofía de vida hace que no lleve trabajo a la casa, pues considera que, si se organiza lo suficiente, es posible hacerse cargo de todas las tareas en orden y con metodología.
Desde pequeño, la vida misma lo inquietaba y le generaba millones de preguntas, actitud que heredó de su padre, el ingeniero electrónico de ascendencia libanesa Alberto Chalela, profesión que también eligió su hermano, mientras su hermana prefirió la ingeniería industrial. Don Alberto siempre se preocupó porque sus hijos conocieran de primera mano las innovaciones tecnológicas, como por ejemplo el primer computador, que hoy en día Salim recuerda como uno de los momentos clave en su vida que incentivaron la curiosidad y el pensamiento crítico y lógico que hoy inculca en sus alumnos.
Estudió en el Colegio Nacional Francisco Hernández de Contreras en Ocaña, Norte de Santander, donde por su formación normalista desarrolló un profundo interés por la docencia. A los 17 años ingresó a la Universidad Jorge Tadeo Lozano; aunque quería ser abogado, una prueba psicotécnica le hizo cambiar de opinión y lo llevó a estudiar relaciones internacionales.
Sin haber tenido un acercamiento a la investigación, después de terminar su pregrado, y tras algunas experiencias profesionales, desde el 2008 se dedicó a la docencia e ingresó a la maestría en Estudios Políticos en la Pontificia Universidad Javeriana, y se concentró en el estudio del impacto que genera la internet en la confianza de los ciudadanos con respecto a las instituciones públicas. En 2010 ingresó como joven investigador de Colciencias al Instituto Pensar, donde desarrolló una investigación sobre democracia electrónica.
Las circunstancias de su vida personal le permitieron evidenciar la importancia de la descentralización, ligada no solo a lo laboral, sino a la educación. Por esto, no dudó un minuto cuando se le presentó la oportunidad de vivir en Medellín. Identificó la pertinencia de que, sin importar donde trabajara, podía dedicarse a su labor investigativa sin problema.
“La investigación potencia habilidades y miradas más profundas, para resolver conflictos en cualquier campo y desde cualquier ámbito académico”, dice. En este sentido, su propuesta en el doctorado es diseñar procesos de gestión de la investigación que respondan a las necesidades de las instituciones de educación superior de carácter autónomo, como es el caso de la universidad en la que se encuentra vinculado.
Salim Chalela es una multiplicidad de gentilicios, acentos y curiosidades. Un docente que invita a que no se conciba la investigación como una carga académica, sino como una herramienta para desarrollar estrategias que van más allá de producir artículos científicos, desarrollar productos resultado de un proyecto o alcanzar un estatus dentro de un ranking. Invita a entenderla desde la experiencia y su pertinencia para la transformación de la sociedad.
“Hago lo que me gusta y de manera desinteresada. Ese apasionamiento que tengo es el que todas las personas deberíamos buscar cuando nos formamos, es el que me da la tranquilidad de poder decir que hago lo que me gusta hacer y vivo de ello”.