“Lo que pasa es que en Colombia nadie quería ver la guerra y ahora nadie quiere ver la paz”.
Esta reflexión, expresada por la historiadora colombiana Diana Uribe Forero define, en toda su magnitud, la obra artística Examen de visión 20/20, que llegó a la Pontificia Universidad Javeriana con el nombre Cero miopía durante la Semana por la Paz.
La obra nació en 2007 cuando, al comentar sobre las masacres cometidas por los grupos paramilitares, la respuesta más común de la gente era: no quiero ver, no quiero saber. En el fondo se entiende el porqué la recurrencia de cerrar los ojos ante situaciones como ésta: “…eran personas de edad que llevaban en camiones amarradas y las instrucciones eran quitarles brazos, piernas, descuartizarlos vivos”, como relata Reinaldo Spitaletta, comunicador social y periodista de la Universidad de Antioquia, magister en Historia de la Universidad Nacional y columnista de El Espectador.
Trasladar 20 noticias de similar horror al lenguaje visual se convirtió en un propósito de una década, agregando a la obra las minas antipersonales sembradas por las guerrillas y los homicidios en persona protegida causados por el Ejército. Cabe recordar que esta situación tan penosa para el país ya había sido expuesta en 2011 en esta misma sede de la Universidad Javeriana.
La obra abordó tres años más tarde la violencia sexual contra la mujer y la población LGBTI (atribuidos a todos los actores del conflicto armado), con el consecuente desplazamiento y desaparición forzada de la población civil. Lo expuesto en diversos lugares del país se basó en la frase “el horror que no quisimos ver, que no pudimos evitar, que no debemos repetir jamás”, de mi autoría. En 2015 por primera vez incorporé un testimonio positivo inspirado en el poema Siempre, de Pablo Neruda: “El día más esperado de nuestra historia es el día final del sufrimiento”. Pasados dos años, en 2017 , se incorporaron los asesinatos a líderes sociales con veinte testimonios más, etapa que coincidió con la visita del Papa Francisco a Colombia y se trasladaron sus mensajes de perdón a la obra gráfica, tal y como lo cita el pontífice: “Es hora de sanar heridas, tender puentes, desactivar odios, renunciar a las venganzas y reconciliarnos en un encuentro fraterno”.
Para este año se recreó un “laberinto” de testimonios que narraban paso a paso los antecedentes a los diálogos de paz, extraídos del informe La posibilidad de la Paz, escrito por Sergio Jaramillo, entonces alto comisionado para la PAz. También se realizó una exposición digital de 20 testimonios en la pantalla gigante institucional con textos tomados de escritores, columnistas, politólogos y académicos. Entre estos, el del expresidente uruguayo Pepe Mujica: “El pasado nunca ha sido enmendable, lo que es reparable es el porvenir. Si el proceso de paz de Colombia fracasa, fracasa América Latina”.
Cero miopía invitó a la comunidad javeriana durante una semana a ver la luz al final del túnel, a encontrarnos con la memoria de un país que pide a gritos que abramos los ojos y que actuemos, cada uno desde nuestras posibilidades por un mejor porvenir. Pero se observó muy poca participación y poco interés de los jóvenes ante esta muestra. Yo esperaba que, en el hall principal del edificio Emilio Arango, S.J., se acercaran más estudiantes a preguntar por la exposición; sin embargo, los jóvenes pasaban de largo, ocupados en sus conversaciones apresuradas, en su “corre, corre”. Por eso, la propuesta Cero miopía concluye con una calificación de miopía total; salvo unos contados casos de javerianos que, al ver y analizar los 60 testimonios expuestos, fueron tocados por el arte y su contenido. Ellos hicieron de esta intervención algo memorable por el significativo aporte de su reflexión. A ellos, gracias sinceras.
A la comunidad general les recuerdo que fuimos una sociedad urbana que se hizo “de la vista gorda” durante la guerra. Nuestro compromiso con la no repetición es fundamental, y para ello debemos estar informados, alertas y participativos. No está en manos de unos pocos la transformación de nuestra sociedad, está en manos de todos; pero la indiferencia abona el terreno para que la impunidad se imponga. Aún seguimos ciegos.