IV. Prácticas de comunicación y procesos socioculturales

Geopolítica comunicacional de mi barrio. El exitoso fracaso de un proyecto de intervención comunitaria en el barrio Asís Boyacense, de Tunja

Laura Carolina Herrera Villamarín

Estudiante de Comunicación Social. Integrante del semillero de investigación en comunicación comunitaria, popular y alternativa Trama Invisible, del programa de Comunicación Social de la Universidad de Boyacá.

Jaime Alberto Pulido Ochoa

Comunicador social - periodista. Docente universitario. Investigador del grupo de investigación en comunicación UB, de la Universidad de Boyacá.

Resumen

Esta ponencia habla de un proyecto de intervención comunitaria que un grupo de estudiantes de Comunicación Social adelantó en uno de los barrios periféricos de Tunja. Tenían la idea de reactivar el desaparecido periódico comunitario Asistamos, que alguna vez surgió por iniciativa de los vecinos, como medio informativo y activador de la organización comunitaria. Sin embargo, el contacto con la comunidad fue develando a los estudiantes una singular historia y características del barrio que relegó a asegundo plano la idea de reactivación del periódico. Como dijera Martín-Barbero: “se perdió el objeto para ganar el proceso”. Y precisamente el trabajo comunitario mutó de la intrusa intervención a la interacción. En este intercambio de epistemologías, el barrio emergió como un territorio que reproduce las complejidades históricas y de la memoria, las disputas por el poder, las tensiones entre generaciones, las legitimidades entre residentes y visitantes, las luchas por el sentido y los intentos por hegemonizar las voces y la comunicación. En ciertos aspectos, las encrucijadas de la comunicación comunitaria no son tan distintas ni tan distantes de la comunicación de masas.

Palabras clave: comunicación, interacción comunitaria, barrio, Tunja.

Este quizá no sea un tratado sobre cómo abordar con éxito un problema de comunicación desde la academia. Más bien es un relato del fracaso en la reactivación de un periódico comunitario de Tunja que permite a la academia y a la comunidad vivir una experiencia de aprendizajes compartidos. Sobra decir que estos aprendizajes se dan entre tensiones, omisiones, opacidades (Martín-Barbero, 1986, p.18) y una nutritiva sociología de las emergencias (Sousa Santos, 2010, p.25).

Comienzo del viaje hacia el fracaso. El síndrome del aguacate

El origen del exitoso fracaso de un proyecto de intervención comunitaria en el barrio Asís Boyacense de Tunja fue muy similar a la mayoría de investigaciones de la academia. Unos estudiantes querían resolver su requisito de grado y buscaron un profesor que les recomendó el tema que a él le gustaba. En una semana los estudiantes llegaron a un barrio cercano de la universidad –para ahorrarse esfuerzos- donde crearían un periódico con dos o tres ediciones, y listo! Luego organizarían el documento con un problema inventado, los objetivos, la marquetería (marco teórico, conceptual, histórico, demográfico, etc.), su metodología y lo presentarían al comité como proyecto de comunicación comunitaria. Todo iba bien. Su propuesta era original (en la academia todas lo son), ganarían la amistad del profe izquierdoso, salvarían su grado y sus compañeros los envidiarían por el compromiso social.

En las facultades y programas de comunicación social todavía opera la fuerte herencia del funcionalismo informacional estadounidense de la primera mitad del siglo XX. Esta tradición teórica, que como argumenta Schramm (1969), creyó dar cuenta del poder omnipotente de los medios, ha permeado el universo académico con tres agravantes. a). se desprecia la voluntad humana para construir su propio conocimiento y acciones, b). se hace una sociología de las ausencias, al desconocer, como dice Boaventura Sousa Santos, la historia, la cultura, contexto y valores de las comunidades; y c). Existe el impulso arbitrario y dominante de intervenir los espacios sociales y comunitarios con recetas y artefactos mediáticos que pocas veces preguntan, comprenden ni comprometen a las comunidades.

Y como decía Murphy, todo tiende a empeorar. Una de las chicas se presentó como estudiante de comunicación social ante dos vecinos y tímidamente les expresó el deseo de crear un periódico para el barrio. Su compañero se adentró en la conversación y con más desparpajo les habló de la originalidad del proyecto: -será único en la ciudad porque hasta el momento ningún barrio tiene periódico comunitario-. Uno de los vecinos respondió: -Único no, porque aquí tuvimos hace años un periódico, el Asistamos, y fue después de que murió el curita Urrea, cuando nos tocó demandar a los franciscanos para que nos escrituraran nuestras casas-.

Descubrimos cuatro cosas dolorosas para la autoestima del académico. Una, no éramos originales, sino ignorantes; dos, la gente puede hacer comunicación sin comunicadores; tres, el barrio tenía una historia fascinante; y cuatro, la comunidad necesitaba resolver problemas más serios que ponerse a crear un periódico.

Cuando examinamos la soberbia instrumental con la que llegamos al barrio Asís Boyacense de Tunja para instalar la idea de hacer un periódico que ayudaría a resolver todos los problemas de la comunidad, me acuerdo de la explicación del maestro Jorge Velosa sobre la irrupción de su “muy local” grupo de música carranguera en el escenario nacional: -A los Carrangueros de Ráquira nos maduraron como a los aguacates. A punta de periódico”-. Es fácil suponer que la prensa no fue necesariamente la que maduró a los Carrangueros. En aquellos años, la ruralidad asentada en las ciudades y desterrada por la violencia política en décadas anteriores pugnaba por hacerse visible. La carranga fue la vía que documentó y habló por el campesinado ante la incapacidad del cine, la televisión, la antropología y la sociología para narrarlo. Lo que hicieron los medios, fue convertir en fenómeno masivo un valor de la cultura popular que tuvo que abrirse camino en las culturas urbanas con la fuerza de la música.

¡Sé quién eres y los que te pasa! El síndrome del brujo

Sabernos ignorantes, humildes, desconectados e impotentes, nos aportó una dosis de realidad y por ese resquicio el grupo de trabajo fue abriendo senderos. El primer sendero, fue suspender cualquier acción o pensamiento que provinieran de las teorías traídas la academia. Por primera vez el profesor se sintió feliz de que sus estudiantes no hubieran incorporado ninguna de las enseñanzas porque entre menos supieran, mejor.

De la caja de herramientas cambiamos el concepto de intervención por interacción. Entendida esta última como encuentro en una experiencia mutuamente transformadora, desprovista de la clásica relación observador-observado y distante de cualquier rasgo de subordinación. Queríamos apostar a una relación igualitaria con la comunidad para entenderse en ella como actores transformados y transformadores. Don Pedro Barrera, pionero en la construcción del barrio, nos explicó que en verdad nadie sabe con la sed que otro vive y nos hizo abandonar nuestra pose de expertos y comprender que es la comunidad la que mejor sabe cómo es, qué ha sido, qué tiene, qué necesita y hacia dónde quiere ir. Al comienzo la comunidad no quiere que la ayuden sino que la oigan; después, que uno sienta con ella; luego, que uno se deje querer, y por último, caminar juntos.

Se nos comenzaba a olvidar el embeleco del periódico. Pero no el de la comunicación porque esta comenzó a emerger de otro modo. Los estudiantes, todopoderosos con el micrófono, tartamudeaban al entablar una conversación con los vecinos. Poco a poco, fuimos descubriendo que existe comunicación sin artefactos, que el lenguaje no es un sistema de signos sino un fluir de coordinaciones consensuales (Maturana, 2001) y que el interaccionismo simbólico de Blumer y Mead (Citados por Perlo, 2006) tenían más sentido cuando nos hicimos acoger por la comunidad y pasamos largas tardes tomando café y viendo álbumes familiares en las salas de los hogares. La epistemología comenzó a circular de otra forma: la comunidad nos conocía y nosotros a ella, pero sin pretensiones de explicar, sino de comprender, como decía Dilthey (citado por Corona, 2005).

Por el camino íbamos arreglando las cargas. El segundo sendero nos enseñó a no juzgar. Le hicimos caso a Ferro (2010) cuando aconseja construir una primera impresión del barrio, pero no una valoración o juicio subjetivo. Y caracterizar sus principales elementos que le dan sentido y la manera como aportan a al contexto económico, histórico y cultural de la ciudad. En esta tarea, nos dimos cuenta que el barrio Asís Boyacense tenía una historia singular que debía ser reconstruida y narrada a las nuevas generaciones. La comunidad estuvo de acuerdo y nos dimos a la tarea de emprender un proceso de reconocimiento de su pasado, conformación social, economía, procesos políticos y organizativos, vida cultural, líderes, entre otros. Hicimos lo que Jesús Martin-Barbero (2012) proponía en los ochenta: perder el objeto para ganar el proceso. El profesor que acompañó este proyecto ya lo había leído, pero apenas ahora, lo entendía.

Historia y geopolítica del barrio

La frase de uno de los vecinos “murió el curita Urrea y nos tocó demandar a los franciscanos para que nos escrituraran nuestras casas” nos había rondado por semanas. Comenzamos buscando los orígenes del barrio y encontramos que es surgió a comienzos de los setenta por iniciativa de Fray Mario Urrea. Era un sacerdote franciscano, paisa, que practicaba la radiestesia y lo definía un temperamento de hierro y una decidida vocación de servicio.

Fray Mario Urrea pertenecía a la Orden Tercera Franciscana de Tunja, comunidad que hacia 1968 adquirió un predio, llamado El Carvajal, en el despoblado sector norte de la ciudad. Sobre este predio de unas 10 hectáreas, Urrea decide crear un barrio modelo. Hacia 1974 comienza la construcción de las viviendas. Cada lote medía aproximadamente 20 metros de frente por 40 de fondo y solo se podían construir casas de un nivel y que no ocupara más del 30 % del predio. La parte restante sería habilitada como un gran solar en el que las familiar pudieran sembrar hostilizas y frutales o establecer galpones para aves de corral o criaderos de especies menores. Podían acceder a estas viviendas solamente familias casadas formalmente por lo católico, preferiblemente con hijos. El predio era adquirido con una cuota inicial muy pequeña y el compromiso del pago de cuotas mensuales igualmente mínimas. La comunidad religiosa proveía los materiales para edificar las viviendas y las familias se comprometían con su trabajo para construirlas y apoyar la construcción de las casas vecinas.

En sus primeros 15 años, el barrio Asís Boyacense estaba regido por unos estatutos emanados de la Orden Franciscana, que incluso excedían las leyes ordinarias. Se prohibía el chisme, la infidelidad, las borracheras, las apuestas, entre otros. En el Artículo 12 de los estatutos, recogidos en una breve monografía que la profesora Carmenza Romero (2007), residente del barrio había escrito alguna vez, se puede leer: “No se admitirá en el Asís Boyacense, bebedor consuetudinario, chismoso, jugador y defraudador de la dignidad de la mujer; quien quebrante en cualquier forma las leyes de la moral, será excluido del Asís Boyacense, sin derecho a ningún reclamo”.

El 1985, posterior a la muerte de Fray Mario Urrea, la comunidad del barrio Asís sufre un quiebre notable. Las familias se percatan que no son dueñas de sus casas. Los títulos de propiedad que el padre Urrea había otorgado a los vecinos, no tenían valor de escritura pública. Entonces la comunidad, que antes se mantuvo cohesionada por la figura de su mentor, se siente desprotegida y sin referentes de liderazgo. En medio de este vacío de autoridad, los vecinos promueven el surgimiento de líderes propios. Estos líderes nuevos, pronto comprenden que deben activar prácticas de autonomía y autogestión laica e independiente de la Orden Franciscana. Es en este contexto cuando uno de los líderes, Hernando Delgado, considera necesario crear un medio de comunicación: el periódico comunitario Asistamos.

Hacia 1997, luego de más de diez años de lucha jurídica y convulsivas situaciones organizativas al interior del barrio, el Concejo confiere poderes al alcalde para expropiar por vía administrativa a la Orden Tercera Franciscana de Tunja de los predios que serían declarados de interés público y social y entregados en titularidad a las familias originalmente propietarias. Esta decisión, curiosamente genera un retraimiento negativo de la comunidad en su vida colectiva. Sintiéndose propietarios legítimos, los vecinos parecen haber perdido el sentido de organización y la comunidad en su conjunto, se queda sin una causa común de lucha. Del periódico Asistamos se publican unos números más y desaparece. Sin embargo, en los rezagos de la memoria comunal quedó que Asistamos fue un medio de debate, información y participación que permitió a la comunidad construir lazos para la autogestión.

En las dos últimas décadas el barrio Asís Boyacense se sufrido unas transformaciones de orden social, cultural y organizativo importantes, que en cierta medida han puesto su identidad histórica y el legado comunitario en un segundo plano. En su territorio conviven tres generaciones: la de los pioneros que construyeron el barrio; los hijos de éstos nacidos en el barrio, y los nuevos habitantes que después del 97 adquirieron viviendas o las habitan en calidad de alquiler. Bajo estas nuevas dinámicas demográficas, el barrio ha experimentado un repoblamiento que hoy hace más rica, compleja y tensa su convivencia. Ferro (2010) expone que historiar un barrio es identificar y comprender un proceso complejo de ocupación y transformación de un territorio y de un grupo humano en la ciudad. Y es en este panorama donde se asienta nuestro trabajo.

Conclusiones

En este proceso, las transformaciones y fisuras epistemológicas han sido múltiples. Primero, el grupo de académicos aprendimos a conocernos y descubrimos. Luego, la comunidad descubrió aspectos de nosotros que no pensaba, tuviéramos. La comunidad también ha descubierto cualidades de ella a través de nosotros. Estos descubrimientos y reconocimientos se han dado en la interacción y han valido para desvelar los prejuicios, arrogancias, preconceptos y rígidas creencias fundadas en teorizaciones hechas en el vacío. La interacción ha ayudado a la academia a organizar sus prácticas y éstas a su vez, a comprender el sentido de la teoría.

En las últimas reuniones, el grupo de la academia se ha reunido con representantes comunitarios del barrio Asís Boyacense y les ha presentado los avances de la reconstrucción histórica y otros aportes para la vida cultural de la comunidad. El efecto ha sido sorprendente. Los vecinos han comenzado a ver su historia barrial con otros ojos. Han emprendido una práctica de re-significación y algunos quieren creer que la historia si se puede cambiar.

Hacía mucho que desde el grupo de investigación no tocábamos el tema del periódico. Uno de sus líderes expresó: -No será bueno reactivar el periódico?- Se oyó fascinante pero porque esta vez lo dijo alguien de la comunidad y asís tiene todo el sentido del mundo. Ahora parece que Asistamos ha recuperado su legitimidad, pero no por la obsesión artificial de la academia o por simple nostalgia de la comunidad. Es porque entre comunidad y academia, construyeron una idea de historia y de memoria que los transformó. Es porque en medio del fracaso epistemológico de la academia y de la desmemoria colectiva de la comunidad se tendió un puente para recorrer el territorio desde otras coordenadas.

Referencias

Corona, P. (2005). Paul Ricoeur: lenguaje, texto y realidad. Buenos Aires: Biblos.

Ferro, G. (2010). Guía de observación etnográfica y valoración cultural a un barrio. Apuntes, 23 (1), 182-193.

Martín-Barbero, J. (2012). De la Comunicación a la Cultura: perder el “objeto” para ganar el proceso. Signo y Pensamiento, XXX(60), 76-84.

Maturana, H. (2001). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago de Chile: Dolmen

Perlo, C. (2006). Aportes del interaccionismo simbólico a las teorías de la organización. Invenio, 8(19), 89-107.

Romero, C. (2005). Monografía del barrio Asís Boyacense. Recuperado de https://barrioasis.blogspot.com.co/2013/02/monografia-del-barrio-asis-boyacense.html

Schramm, W. (1969). El desarrollo de las comunicaciones y el proceso de desarrollo. En W. Lucian (comp.), PYE Evolución política y comunicación de masas, Recuperado de https://www.infoamerica.org/documentos_pdf/schramm_01.pdf

Sousa Santos, B. (2010). Descolonizar el saber, reinventar el poder. Montevideo: Trilce.


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