IV. Comunicación, política y cambio social

Comunicación, cambio social y buen vivir: énfasis, necesidades y sentires

Jorge Mauricio Escobar Sarria

Doctor en Información y Documentación (2013). Becario del Banco Santander - Universidad de Zaragoza (España). Magíster en Educación, énfasis en Desarrollo Comunitario y Educación Popular de la Universidad del Valle (Cali, 2004). Comunicador social - periodista de la Universidad Autónoma de Occidente de Cali (1998). Profesor e investigador del Departamento de Ciencias de la Comunicación (Programa de Comunicación Social - Periodismo) de la Universidad Autónoma de Occidente.

Resumen

La complejidad del abordaje de los paradigmas del desarrollo y la diversidad de nociones emergentes, con sus definiciones, sus migraciones y los distractores teórico-conceptuales, ameritan una revisión panorámica de la tríada entre las concepciones de la comunicación, el cambio social y el buen vivir. En el marco del Centro de Investigación en Comunicación para una Sociedad Sostenible (CICOM), se desarrolló el proyecto de investigación Comunicación, cambio social y buen vivir para la sostenibilidad. Fase I (Estado del arte) y fase II (Reflexión, producción y acción), que dio cuenta de una “revisión y construcción crítica de un estado del arte de las concepciones epistemológicas y diversas cosmovisiones sobre el buen vivir y la sostenibilidad con relación a la comunicación y el cambio social”. Con un grupo interdisciplinario de 17 profesores investigadores, integrantes de 6 grupos de investigación, coordinados por el grupo de Comunicación y Cambio Social de la Universidad Autónoma de Occidente, se desarrolla una permanente discusión epistemológica, teórica y de caracterización de las organizaciones, experiencias y/o proyectos clave, para la reinterpretación e interlocución de los entramados comunitarios, relacionales, comunidades en resistencia, que faciliten la construcción de “otras miradas de mundo” y cosmovisiones autodeterminadas, en las que la comunicación facilita la discusión, los disensos, las controversias y los tejidos para el diálogo abierto, participativo y democrático.

Palabras clave: comunicación, cambio social, buen vivir y sostenibilidad.

“Un mundo donde quepan muchos mundos (mundos en movimiento), donde se pueda ir de a poco… tejiendo el diálogo y el “pluriverso” de los saberes de todos y para todos. Una comunicación que haga “sentipensar” desde el territorio y la vida de los sueños del buen vivir de los pueblos que caminan la palabra con argumentos” (Escobar, 2016).

Énfasis: Abordajes y perspectivas de inicio

Los discursos recurrentes, teóricamente elaborados y las nociones institucionalizadas sobre la comunicación, el cambio social y el buen vivir, están permeados previamente por concepciones y los paradigmas del desarrollo. Los proyectos de intervención con sus nuevos horizontes de la cooperación internacional transitan con la diversidad miradas, trayectorias (a veces recurrentes) sobre la concepción instrumental y mediática de la comunicación, ignorando la construcción participativa, dialógica y consensuada que implica los procesos en comunidad de mediano y largo plazo. Ya lo menciona Arturo Escobar (1998) cuando define que el desarrollo se había convertido en una certeza en el imaginario social. El término se concibe como una construcción social e histórica, y por lo tanto, su contenido queda definido a partir de los medios, necesidades y valores que tiene una sociedad en determinado momento bajo ciertos parámetros culturales, políticos y económicos.

El objeto primordial del desarrollo es la gente. El desarrollo era, y sigue siendo en gran parte, un enfoque de arriba abajo, etnocéntrico y tecnocrático que trataba a la gente y a las culturas como conceptos abstractos, como cifras estadísticas que se podían mover de un lado a otro en las gráficas del progreso. El desarrollo nunca fue concebido como proceso cultural (la cultura era una variable residual, que desaparecería con el avance de la modernización) sino más bien como un sistema de intervenciones técnicas aplicables más o menos universalmente con el objeto de llevar algunos bienes indispensables a una población objeto (Escobar, 1998, p.137). Por otro lado, Gilbert Rist citado por Carvajal (2008) precisa que el principal defecto de la mayoría de las definiciones de desarrollo se debe a que están basadas, por lo general, en la manera en que en las personas presentan las condiciones ideales de la existencia social. No obstante, si el desarrollo no es más que un término cómodo para reunir el conjunto de las virtuosas aspiraciones humanas, puede llegarse inmediatamente a la conclusión de que no existe en parte alguna y de que, probablemente, no existirá jamás.

Una clave para la discusión de la relación entre comunicación y desarrollo se fundamenta entender la comunicación “como un proceso de construcción de sentidos sociales, de creación de imaginarios, y producción y circulación de contenido. Es la constructora de sentidos, articuladora de procesos sociales y generadora de puentes entre diversos actores, para asumir un rol de transformación social” (Ayala y Zambrano, 2015, p.19).

Los enunciados previos y las referencias de la comunicación para el cambio social, tienen el contexto de otras concepciones, discusiones y denominaciones. Los tránsitos y los enfoques que pasan por la comunicación popular, la comunicación alternativa, la comunicación comunitaria, la comunicación rural, la comunicación participativa y/o comunicación para el desarrollo.

En diversos periodos y contextos, se marcan tendencias de repertorios discursivos como se nombran, se enuncian y se caracterizan procesos de transformación de los paradigmas del desarrollo. De igual manera, en directa relación se enuncia el desarrollo en diversidad de contextos, con una amplia revisión de las concepciones, orígenes y visiones del desarrollo como proyectos de modernización (perspectiva economicista), de dependencia y de multiplicidad. El bienestar, la calidad de vida, el desarrollo rural, el desarrollo humano, el desarrollo a escala humana, el desarrollo local - regional, el desarrollo comunitario, el enfoque de desarrollo endógeno, el etnodesarrollo, el desarrollo sustentable y sostenible, son temas nodales de la discusión teórico – conceptual planteadas en la actualidad. En consonancia con las múltiples enunciaciones se identifica una línea alternativa que pregona “otro desarrollo” y el postdesarrollo, como discurso y una forma de desligarse de los paradigmas de modernización y dependencia. La comunicación para el cambio social, abre un nuevo espacio para evidenciar los procesos de participación y construcción democrática. En el caso de países en vías de desarrollo, como es el caso de América Latina, se hace necesario que las mismas comunidades se involucren en las interlocuciones a través del diálogo. Será la misma comunidad la que decide quiénes son, qué quieren y cómo pueden obtenerlo. Por cambio social se entiende una transformación en la vida de un grupo de acuerdo con los parámetros establecidos por este mismo. Este busca mejorar la vida de los grupos marginados –tanto política como económicamente– guiado por los principios de la tolerancia, auto-determinación, equidad, justicia social y participación activa. Para enfocarse en la comunicación para el cambio social, se debe conocer primero la comunidad, estudiar el contexto en la que se inscribe, acercarse a las personas del grupo y preguntarles qué piensan de la situación, qué se concibe como problema, cuáles son los cambios que se deben hacer y lo más importante, tener en cuenta los saberes sociales para, en conjunto, trabajar en la búsqueda de soluciones y diseñar una estrategia que se acomode a las identidades, condiciones y necesidades de esa comunidad.

Es necesario también, identificar cuáles son los medios que se adecuan para ejecutar la estrategia con una comunidad específica. No se deben olvidar los canales de comunicación propios del grupo, ya que la utilización o activación de éstos pueden garantizar una mayor efectividad de la estrategia. Al referirse a comunicación para el cambio, se habla de participación, de democracia y por ende, de un proceso, el cual viene a ser más importante que los productos –videos, cartillas, volantes y demás.

La participación juega un papel muy importante en la comunicación para el cambio, con ésta, se estimula el pensamiento crítico, se motiva a la construcción participativa y a la apropiación de procesos internos. Sin embargo, las comunidades necesitan ser motivadas a participar activamente en la toma de decisiones, la puesta en marcha y la evaluación de proyectos. Este planteamiento, pretende rescatar la capacidad de la comunicación para desarrollar estrategias, la comunicación tenida en cuenta desde la concepción, la investigación, el diseño y la intervención, y no como simple distribuidora de información. La comunicación debe ser una práctica horizontal e incluyente y no vertical, pensada desde arriba hacia abajo y ajena a los beneficiarios y es necesario definir el papel que juegan los actores; maestros y estudiantes. De igual manera es clave, tener en cuenta los aportes más recientes, con la completa compilación que desde 1930 hasta el 2000 se realiza en la obra de la Antología de comunicación para el cambio social: Lecturas históricas y contemporáneas (2008) y el artículo Mapa de objetos y perspectivas en comunicación, desarrollo y cambio social (2016).

Necesidades: Enfoques desde donde se pueden abordar.

La necesidades de las nuevas perspectivas hacen retan para pensar la comunicación como un facilitador del diálogo transformador donde se encuentran intereses comunes, colectivos, solidarios e ideales de construcción participativa, donde los entramados comunitarios relacionales (Escobar, 1998) toman sentido en la acción colectiva, la autogestión y la autodeterminación de comunidades en movimiento, empoderadas y en trincheras permanentes por la defensa del territorio, como lugar del ecosistema vital y espacio de encuentro coherente entre lo qué se es, lo que se piensa y como se actúa. Emergen discusiones y nociones, tales como, la comunalidad que proponen principios claves como es concebir a la tierra como la madre/territorio propio (lugar de encuentro con uno y para uno mismo), la asamblea, el cabildo abierto y el disenso para la toma decisiones connaturales a la vida cotidiana y transcendental, que conllevan al trabajo articulado y colectivo por los sueños, los ideales y los aprendizajes donde el otredad, le da sentido ante todo, a la creación de escenarios de intercambio simbólico y confrontación de cosmovisiones de procesos autodeterminados por las comunidades. La comunicación como tejido de las cosmovisiones relacionales, apunta a las ya apropiadas metáforas, del tejido de la comunicación como “una red conformada por hilos, nudos y huecos. Los hilos son los medios de comunicación apropiados y todas las formas de comunicarse con otros; los nudos son las personas y las organizaciones que dentro y fuera de la comunidad hacen parte y apoyan la comunicación para la resistencia y los huecos son los temas críticos y de fondo que se abordan en espacios de información, reflexión, decisión y acción en la comunidad” (Almendra, 2010, p. 62). Esta perspectiva de la comunicación, implica pensar los planes de vida de las comunidades y prospectiva de desarrollo sostenible como centro y foco de las actividades estratégicas de una comunidad. La corriente latinoamericana, resalta la influencia de la educación popular, especialmente la educación no formal y el desarrollo comunitario. Esta comunicación reitera la importancia de la construcción participativa que propicia un diálogo, permeada por una tendencia ideológica, con una fuerte presión por parte de los medios masivos como aparatos e instituciones que refuerzan la dicotomía entre dominados versus dominantes y centro, versus periferia.

Esta postura latinoamericana, presenta la tensión entre los poderes económicos, políticos y culturales que insisten en la concepción del desarrollo como continuidad de la modernización y que posiciona la dependencia ideológica y una forma explícita que referencia un nuevo colonialismo, expresado hoy en la privatización de las telecomunicaciones y antes referenciado en la presión de implementación de políticas públicas de élites y en la explotación económica disfrazada de fenómenos de innovación y transferencia. La llegada de una mirada crítica latinoamericana a los procesos de producción, el consumo y el sentido de los medios de comunicación masivos, replantea su papel en la identidad latinoamericana y refuerza la necesidad de creación de “medios propios”, también llamados alternativos, artesanales o marginales, adaptados al contexto de la zona, la comunidad y sus necesidades e intereses. De la reflexión sobre la participación y el diálogo en la construcción de interacciones comunicativas, se deriva un amplio impulsor de modelos de comunicación para el desarrollo; la comunicación participativa, comunicación alternativa o comunicación para el cambio social. Un ejemplo sería la consideración de diversos actores sociales desde la comunidad, el conjunto de barrios, la ciudad o la región, como escenarios graduales que representan las instancias y niveles de participación.

Sentires: Aperturas y utopías

En la perspectiva de la apertura de nuevos enfoques y nociones para comprender la diversidad de posturas de la comunicación y el cambio social, se dimensiona pensar la metáfora de un mundo donde quepan muchos mundos (mundos en movimiento), donde se pueda ir de a poco… tejiendo el diálogo y el “pluriverso” de los saberes de todos y para todos. Una comunicación que haga “sentipensar” desde el territorio y la vida de los sueños del buen vivir de los pueblos que caminan la palabra con argumentos. Por ello, toma sentido la “utopía” del buen vivir, que dimensiona la resistencia y postura crítica latinoamericana, donde los pueblos ancestrales (en especial los andinos) piensan las armonías entre la comunidad y el cosmos, con proceso para llegar a una vida plena (Cabral, 2013).

Para Max-Neef, Elizalde, y Hopenhayn (1986), el buen vivir ofrece un camino hacia la satisfacción de las necesidades humanas, que privilegie la diversidad y la autonomía. Hablan de un desarrollo con mayor articulación, que promueva espacios propicios de encuentro entre heterogeneidades y desde una escala más humana. Advierten que no es quitarle responsabilidad al Estado sino incrementar las voces de los que aún no han sido oídos, tampoco es despreocuparse por la democracia política, sino pensar en una democracia de la cotidianidad rescatando una escala de actuación más pequeña que se traduce en micro organizaciones, espacios locales de participación, y relaciones a escala humana. De igual manera, la propuesta de un desarrollo más humano en la ciudad debe ser trasversal a sus diferentes escalas “la habitacional, la residencial y la territorial” (Alguacil, 2000). Ahora bien, si “la ciudad ha sido el lugar dónde los sujetos han podido encontrarse y asociarse para mejorar sus condiciones de vida de forma común” (Ibíd., 2008: 200) hablar de desarrollo o calidad de vida implica preguntarse por la ciudad (Cárdenas, Sabina, y D’Inca, 2015, p.44).

Con diversas acepciones del buen vivir, se destacan las perspectivas de Allin Kghaway (Bien Vivir) o Allin Kghawana (Buena Manera de Vivir) o “Sumac Kawsay” y se traduce en español como “Buen Vivir”. Pero “Sumac” significa bonito, lindo, hermoso, “Sumac Kawsay” se traduciría como “Vivir Bonito” Inclusive, no faltan desavisados eurocentristas que pretenden hacer de Sumac lo mismo que Suma y proponen decir Suma Kawsay (Quijano, 2011).

El “buen vivir” alude a una propuesta diferente a la noción de desarrollo del neoliberalismo dominante de los demás países del continente. El concepto de “buen vivir” es la traducción de la expresión Sumac Kawsay proveniente de la lengua indígena kichwa. Dicha expresión pone énfasis en la protección del medio ambiente y en el despliegue de la solidaridad. También promueve la democracia a través de una serie de derechos y garantías sociales (Avendaño, 2010 p.34).

Sin embargo, pensar la comunicación, el cambio social y buen vivir, asociado las traducciones y expresiones de las cosmovisiones originarias de los pueblos andinos conllevan la posición “alternativa”, planteada como integradora/armoniosa entre individuo, sociedad y naturaleza, en un ecosistema sostenible que no se situada en la materialidad, sino en prácticas de vida austeras, sin despilfarros, en la defensa de las identidades y en consonancia con la autodeterminación (tema central en la concepción de “territorios vivientes”), con énfasis en los procesos de apropiación social del conocimiento propio, tradicional y vernáculo. El plan de vida emerge como la orientación filosófica que acompaña de manera integradora visiones de la comunicación y la transformaciones de pensares y haceres en colectivo, donde la puesta en común y el diálogo parecen tener lugar de encuentro para soñar, construir y dotar la palabra con argumentos para las acciones consensuadas. Se teje la palabra que convoca desde los saberes y las prácticas cotidianas la diversidad de formas de pensar y sentir el territorio, donde las miradas de mundo son múltiples y las dinámicas la creación de espacios para el debate y el diálogo participativo de cara a lo público. Otro referente importante de carácter conceptual, está enunciado desde la noción de la “comunalidad” (Rendón, 2003), propuesta y reflexionada en las comunidades indígenas por Juan José Rendón, cuando sugiere una forma de nombrar y entender a la acción colectiva, mediante interrelaciones duraderas, prácticas cotidianas rutinarias y la promoción del escenario de la vida de encuentro comunitaria utilizando una excusa y herramienta a través de las tecnologías de información y comunicación. La tesis implícita dimensiona que todos los hombres son iguales ante la necesidad y ante el principio de satisfacción, pues todos los hombres son iguales ante el valor de uso de los objetos y de los bienes (mientras son desiguales y están divididos ante el valor de intercambio). Puesto que la necesidad está indexada según el valor de uso, se tiene una relación de utilidad objetiva o de finalidad natural ante la cual ya no hay desigualdad social ni histórica. Se establece entonces, un modo de desarrollo en relación directa con la información y el conocimiento que está ligado al advenimiento de la sociedad postindustrial. Estamos ante el llamado de la “esclavitud voluntaria del usuario” (Innerarity, 2011), que pareciera sumiso y abnegado, esperando recibir su mediación o transferencia automática a través de un paquete estándar de conocimiento formal e institucional para sus actividades laborales, sociales e incluso ciudadanas. En la enunciada sociedad de redes parece contradictoria la premisa sobre la ignorancia, el desconocimiento y la urgencia para gestionar los límites del conocimiento. Es decir, entre los referentes de lo inmediato, los excesos y la confusión en muchos casos conllevan la discusión sobre la reducción, la simplicidad o practicidad del conocimiento.

Referencias

Angel, A., y Barranquero, A. (2016). Mapa de objetos y perspectivas en comunicación, desarrollo y cambio social. Universitas Humanística. Recuperado de https://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.uh81.mopc

Avendaño, O. (2010). El buen vivir. Una vía para el desarrollo, de Alberto Acosta y Esperanza Martínez (comp.). Polis: Revista Latinoamericana.

Cabral, M. C. (2013). Aportes de la comunicación popular al Buen Vivir. Buenos Aires, Argentina. Tram [p] as de la Comunicación y la Cultura.

Cárdenas, O’B., Sabina y D’Inca, M. V. (2015). Qué significa buen vivir en los asentamientos irregulares de América Latina. Recuperado de https://dx.doi.org/10.4067/S0718-65682015000100003

Escobar, A. (1998). La invención del tercer mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo. Bogotá: Editorial Norma.

Gumucio, A., y Trufte, T. Compiladores. (2008). Antología de comunicación para el cambio social: Lecturas históricas y contemporáneas. La Paz: Consorcio de Comunicación para el Cambio Social.

Innerarity, D. (2011). La democracia del conocimiento: Por una sociedad inteligente. Barcelona: Paidós.

Quijano, A. (2011). Bien vivir”: entre el” desarrollo” y la des/colonialidad del poder (Tema Central). Buenos Aires: Viento Sur.

Rendón, J. (2003). La comunalidad. Modo de vida en los pueblos indios (Tomo I. Cultura Indígena ed.). México D. F.: Consejo Nacional para la Cultural y las Artes.


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