IV. Prácticas de comunicación y procesos socioculturales

Relatos de las relaciones íntimas en internet: amor y sexualidad en la red

Javier Andrés Arias Bernal

Comunicador social y periodista de la Universidad Central. Investigador del semillero Por(no)amores, en el que adelantan estudios sobre comunicación y cuerpo.

Resumen

Esta investigación explora en qué medida la irrupción de Internet en el campo emocional altera la construcción y el desarrollo de las relaciones íntimas, y transforma así la manera en la que los sujetos asumen sus relatos amorosos y sexuales. Dichas narraciones, junto con las tecnologías de la información y la comunicación, y la influencia de las industrias culturales, permiten una reapropiación de la subjetividad, que, enmarcada bajo un actuar posmoderno, estaría evidenciando nuevas formas de socializar amorosa y sexualmente.

Palabras clave: comunicación, Internet, relaciones íntimas, industrias culturales.

La presente discusión surge a partir de la investigación titulada, Relatos de las relaciones íntimas en Internet: Amor y sexualidad en la Red, que permitió explorar y conocer cómo las personas pertenecientes al grupo de estudio seleccionado y que aquí han preferido preservar su identidad, construían y vivían los relatos de sus relaciones íntimas, dentro y fuera de la Red, al ser Internet una alternativa que le permite al sujeto tener un rol en los relatos ficcionales que se le venden desde las industrias culturales.

Relatos románticos de resistencia y de legitimización

El amor romántico es un modelo tradicional de amor que se fundamenta en los metarrelatos de la modernidad como por ejemplo los discursos del matrimonio. Es un compromiso afectivo que se supone es para siempre, duradero, exclusivo, incondicional y que implica un elevado grado de renuncia, valores que, paradójicamente, son contrarios a las experiencias “fugaces” que ofrece Internet. La Red se presenta como un escenario que podría romper esos moldes esperables, pero como se verá, son los individuos los que refuerzan las conductas modernas desde sus búsquedas virtuales.

Al Participante A (Hombre, 22, heterosexual) le gustaría que su vida amorosa fuese como su película favorita, Celeste and Jesse Forever (2012) dirigida por Lee Toland Krieger, pero el afán por encontrar algo que no llegaba, lo frustró. Como lo expone Illouz (2010), este síntoma es frecuente cuando existe una dificultad para desplazarse de lo imaginario a lo real. Él se proyecta dentro de la relación de los protagonistas de la cinta, quienes luego de varias adversidades acaban por casarse. En este caso, el matrimonio como enunciado social es trasmitido al Participante A, quien se adueña de dicha discursividad.

Esta necesidad obliga al participante mencionado a migrar hacia Internet para buscar a su pareja ideal. De este modo, las industrias culturales refuerzan significados emocionales al punto de ejercer presión en los individuos que se sienten en la necesidad de vivir los guiones afectivos que consumen. Sin embargo, el nuevo panorama relacional que le ofrece Internet lo lleva al desencanto y allí, el Participante A, construye un autorrelato diferente.

Las industrias culturales venden la idea de un amor ideal pero los consumidores se encuentran con un panorama desolador y confuso, puesto que ese amor deseado se constituye como un imposible. Es esa idealización, sin embargo, la que mantiene activo el mercado de lo emocional. Es por ello que autores como Illouz, Giddes y Bauman advierten la crisis de las relaciones íntimas.

La sociedad actual, consciente de la dificultad que supone vivir un amor ideal, ha hecho que el romance se convierta en un bien sobrevalorado en un mundo en el que cada vez se cree menos en el amor, pero en el que todos lo codician.

Una vez desencantados, como el caso del Participante A, los sujetos asumen autorrelatos a partir de la imposibilidad de vivir la experiencia romántica idealizada. El Participante A ha mantenido, como relatos de resistencia, encuentros sexuales sin compromiso, pero sabe bien que su ideal supremo es el amor, mientras que el sexo es una forma de sobrevivir a la ausencia del sentimiento romántico. El autorrelato del Participante A no invalida del todo el metarrelato del matrimonio, sino todo lo contrario, parece reforzarlo. En este orden de ideas, los autorrelatos de resistencia enaltecen los metarrelatos románticos como la única solución posible a su desilusión, pues se siguen proyectando hacia los mismos ideales románticos.

El amor romántico permitió una distribución social de los géneros que recalcó un sistema binario desde el cual se fundamentan las relaciones íntimas, siempre proyectadas al matrimonio o a la reproducción, aspectos fuertemente ligados al pensamiento heterosexual de la modernidad. En este sentido, la homosexualidad es un autorrelato en contravía del metarrelato de la distribución del género dentro de la pareja. Es interesante analizar, sin embargo, como la homosexualidad termina por convertirse en un discurso de legitimización de los metarrelatos heteronormativos, cuando desde el núcleo de las parejas del mismo sexo se busca reproducir estructuras tradicionales de la sexualidad, del matrimonio y de la familia.

La vida amorosa de la Participante B (mujer, 21, lesbiana) se sustenta en la virtualidad. Ella ha construido su idealización romántica con base a la idea del amor a primera vista. Este es un escenario prototípico creado y anunciado por las industrias culturales, que predispone las emociones ante un momento dotado de características mágicas y que el sujeto reproduce inconscientemente. De esta forma los productos culturales anticipan, generan y ambientan las emociones de las personas en repertorios específicos y convencionales del romance, “Las emociones generadas de la imaginación de ciertos relatos, se combinan con imágenes de carácter vivido, que inscriben determinadas escenas narrativas en nuestros esquemas mentales y así las tornan más proclives a incorporarse en nuestros modos de imaginar y anticipar” (Illouz, 2010, p. 277).

Se podría pensar que la interacción en la Red anula un escenario como el amor a primera vista, pero lo que realmente sucede es que lo trasforma. De esta forma la Participante B se ha sentido enamorada a primera foto, pues se siente atraída con solo ver la imagen del perfil de quienes pretende. De allí radica la importancia de la imagen en lo virtual. De este modo las emociones se articulan con los productos que se publican en la virtualidad, pues los usuarios basan sus decisiones románticas en imágenes o en afinidades compartidas. De este modo la relación virtual parte desde una noción de consumo.

El autorrelato de la Participante B vincula ciertas características del amor romántico tradicional. Al igual que los demás participantes, ella espera encontrar el amor verdadero. La Participante B espera complementarse con otra persona y formar un compromiso serio y duradero. Ella tiene una concepción muy marcada de los valores que acompañan una relación tradicional como por ejemplo la fidelidad, la confianza y la entrega. De esta forma su autorrelato potencia las estructuras convencionales del noviazgo, prescribiéndolas desde la vivencia homosexual.

Las vivencias románticas cotejadas con el impacto mediático de la cultura, permiten ver que la construcción sociocultural en torno al amor de cada uno de los sujetos de estudio se da a partir del consumo de los mensajes románticos que circulan en las industrias culturales. La imaginación, por su parte, es un elemento central en la vida emocional moderna, la misma que se trasforma en una fuerza de producción, consumo, anticipación y simulación. Este fenómeno se desplaza a Internet para desarrollar vivencias virtuales ligadas a búsquedas y escenarios culturales insertados en la concientización emocional de los individuos. Muchos de estos relatos ficcionales son incompatibles con la realidad, lo que genera que el desencanto se convierta en una práctica social cada vez más tangible.

Tecnologías de lo sexual: nuevos espacios de subjetivación

La pornografía es la industria cultural que más afecta la configuración subjetiva de la sexualidad de los sujetos de estudio. El porno es la espectacularización plastificada de la sexualidad llevada al límite, “en estos performances cuantificables lo importante son, por tanto, los tamaños, los récords, el número de personajes implicados, las posiciones y la intensidad de los orgasmos” (Gubern, 1989, p. 26). Dicha escenificación de la sexualidad causa inconformidad en los sujetos cuyas experiencias sexuales escapan de la narrativa de la cultura porno.

Los relatos sexuales del Participante A permiten pensar que la porno gobierna las sensibilidades y potencias del cuerpo de quienes se reprograman para ser parte de tal experiencia. Ya lo decía Byung-Chul Han en su obra titulada La agonía del Eros (2014), cuando señala que lo pornográfico recibe su fuerza de la anticipación del sexo muerto en la sexualidad vida. La pornografía es el sexo deformado, fragmentado y detallado que aniquila la sexualidad misma (Han, 2014). Por lo tanto, se simplifica y fracciona en determinadas partes un conjunto que es mucho más amplio y complejo. Dentro de la ficción del Participante A y en la sobreexplotación de su vida sexual en la Red, paradójicamente, hay todo menos su propia sexualidad, ya que al buscar reproducir los relatos pornográficos que consume, su intimidad se ha convertido en un mero holograma.

El porno tiene un único mensaje para su espectador, y es el de recalcarle que todos tienen mejor sexo que él, idea que moviliza a los sujetos a plantear su sexualidad en los seductores terrenos de la pornografía; narrativas, que llevadas a lo real más apuntan al desencanto o a la insatisfacción, pues las relaciones reales son incompatibles con los repertorios idealizados de la pornografía. En este sentido, Illouz señalará que “La tecnología de Internet exacerbaría una dimensión de la experiencia que se considera especifica moderna: La disparidad entre las propias expectativas y la propia experiencia” (Illouz, 2007, p. 203).

La conectividad de lo virtual, permite que los sujetos almacenen y compartan fragmentos de su sexualidad y de sus cuerpos en enunciados textuales o audiovisuales que constituyen performances de una sexualidad virtualizada, administrada en prácticas tales como el sexting (envió de imágenes sexuales), el cruising (concertación virtual de encuentros sexuales físicos), o por medio de la interacción por webcam. Estas dinámicas impulsan ciertas formas de vivir la sexualidad más allá de lo tradicional, involucrando nuevas expresiones de la comunicación vía Internet (Sibilia, 2008).

La Participante C (mujer, 23, heterosexual) ha concertado varios encuentros sexuales en la Red y para ella el amor desapareció cuando Internet hizo que el sexo fuera algo fácil de conseguir; dinámica a la que se inscribió luego de fracasar en el amor.

Para esta joven, el sexo en Internet se reduce a un objeto y la tecnología le ha sido útil para generar nuevos tipos de placer y de seducción. Es así como esta mujer ha interiorizado el uso de las TIC en su intimidad, apropiándose de repertorios tecnológicos para interactuar íntimamente. Su sexualidad se ha adueñado de dinámicas como el sexting, que constituye en sus relaciones nuevos espacios de socialización e interacción íntima. Esta modalidad le permite compartir con sus amantes rastros virtuales y gráficos de su cuerpo, pero al tiempo, ha hecho que el aparato tecnológico, en este caso su celular, se convierta en una extensión orgánica y casi genital de su cuerpo, porque es mediante su uso que da, recibe y siente placer. “El cuerpo humano, en su anticuada configuración biológica, se estaría volviendo obsoleto […] Un nuevo imperativo es interiorizado: El deseo de lograr una total compatibilidad con el tecnocosmos digital” (Sibilia, 2005, p. 13).

Aquí se observa como los cuerpos desde la virtualidad se empiezan a entregar unos a otros de forma fragmentada, incluso antes del encuentro físico, en el que ya no queda nada que no haya sido revelado, acabando así con todo tipo de misterio. “A través de los medios digitales intentamos acercar al otro tanto como sea posible, destruir la distancia para establecer la cercanía. Pero con ello no tenemos nada del otro, sino que más bien lo hacemos desaparecer” (Han, 2012, p. 24-25).

El sexo virtual permite que los cuerpos y las sexualidades se confiesen de forma indiscriminada, lo que a su vez genera con mayor rapidez el desencanto, la desilusión y la inconformidad, porque ya no hay espacio para la sorpresa en las relaciones que se llevan a lo físico. Poco es lo que asombra cuando ya todo se ha compartido y virtualizado.

En la experimentación sexual desde lo virtual, los dispositivos tecnológicos se concentran fuertemente en estimular la imaginación. Muchas de estas tecnologías se centran en la sobreexplotación de la imagen, entendida como el artefacto más certero para provocar fantasías. Es así como la Participante C busca despertar deseo en quienes reciben sus fotografías íntimas, pero ella también se estimula con las imágenes que recibe. Ello crea dos fenómenos. En primera instancia, los estímulos tecnológicos, en este caso el sexting, crean ficcionalidades que se anidan en la imaginación, lo que resulta problemático cuando en el encuentro real esta imaginación sobreexcitada se encuentra con un panorama lejano a las narrativas que evocaba. De otro lado, las imágenes virtuales de la Participante C que narran su sexualidad y los sentires de su cuerpo, deben apuntar a despertar fantasía y deseo, ello hará que el producto de su sexualidad se “venda” en la Red. De esta forma, “el otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir. En este sentido el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentado en objetos sexuales parciales” (Han, 2012, p. 23).

Los autorrelatos sobre la sexualidad de los sujetos de estudio, permiten pensar que Internet se presenta como un nuevo momento de la Revolución Sexual, ya que las prácticas y las posibilidades tecnológicas que ofrece, constituyen nuevos escenarios y despliegues para los sentires y los autorrelatos de los individuos, así mismo como nuevas formas de socialización sexual que parecen cada vez más relevantes e importantes dentro de las parejas contemporáneas. Muchas de estas prácticas, como el sexting, el cruising o el sexcam, constituyen rituales que digitalizan los enunciados sexuales de las corporalidades virtualizadas, reduciendo la sexualidad a una mera representación compartida e inmortalizada, “Internet convierte al yo privado en una representación pública” (Illouz, 2007, p.170).

A manera de conclusión: la imaginación y lo íntimo en Internet

¿Internet se ha convertido en el escenario contemporáneo donde los sujetos pueden vivir las ficciones románticas y sexuales que se les vende desde las industrias culturales? Es la pregunta clave que se planeó al inicio del texto y que sustenta esta discusión. Volviendo a ella, y con base al análisis de los autorrelatos anteriormente expuestos sobre el amor y la sexualidad, se puede afirmar que las representaciones del amor y del sexo que circulan en la cultura, sobreexcitan a los individuos que esperan ser parte de las historias que consumen. Relaciones que se venden como ideales, como perfectas, donde sus personajes son prodigiosos, exitosos y felices, y cuya trama únicamente se centra en simples fragmentos de la vida, olvidando la complejidad y los desencuentros emocionales que se experimentan en la realidad. En este sentido, Eva Illouz dirá que los relatos se construyen con base a la idealización y a la capacidad de imaginar esos mundos perfectos, pero también, desde el deseo de ser parte de ellos y de querer reproducirlos en la realidad. La imaginación sustenta el mercado del amor y del sexo, ya que con la posibilidad de imaginar se invita a las audiencias a formar parte de estos mundos emocionales.

Según los relatos analizados, las personas empiezan a tejer sus discursos emocionales saltando de una virtualidad a otra, es así como pasan de la ficción de las industrias culturales para embarcarse en otra empresa de la cultura como lo es Internet. En esta última, ellos pueden ser parte del discurso, ser activos y encarnar las tramas que la Red les permite desarrollar, característica que no se tiene al otro lado de la pantalla del televisor, en un cinema o frente a una valla publicitaria. Internet les da la oportunidad a las personas de involucrarse con mayor facilidad en esas historias amorosas y sexuales de las que tanto quieren ser parte.

Sin embargo, y contestando a la pregunta inicial, Internet no es el escenario contemporáneo donde los sujetos viven las ficciones románticas y sexuales que se les vende desde las industrias culturales. En el estudio realizado, se ve claramente como muchas de las relaciones que se dan en la Red, trasciendan de ella. Los encuentros físicos siguen siendo fundamentales en la experimentación del amor y de la sexualidad. Internet tan solo es un medio que facilita las búsquedas y que permite acceder a las vivencias.

Para concluir la presente discusión, cabe señalar como los autorrelatos sobre la sexualidad y sobre el amor de los sujetos de estudio, no son necesariamente contrarios a los metarrelatos de la modernidad. Cuando los individuos seleccionados emulan las ficciones del romance, calcan implícitamente los valores tradicionales del amor romántico, concepción con la que los sujetos de estudio han configurado su idea de amor y de sexualidad. En cuanto a los contenidos circundantes sobre el sexo, se pueden apreciar enunciados que plastifican los valores de la sexualidad libre y emancipada de la Revolución Sexual, para generar productos basados en una lógica pornográfica de confesión y de exhibición desmedida. Lo anterior evidencia como Internet se adapta u obedece a los paradigmas de una sociedad, pues se consolida como un microcosmos de la misma cultura que lo ha forjado.

Se interpreta entonces que Internet no cambia las concepciones sobre el amor o la sexualidad. Tan solo ofrece nuevas dinámicas y escenarios. En la Red, las relaciones no cambian, de hecho, son una representación de las tradicionales. Las relaciones en lo virtual asumen nuevas lógicas basadas en la inmediatez que ha acelerado todos los procesos del romance y de la sexualidad; en la hipertextualidad que ha diseccionado los relatos del amor y del sexo en múltiples imágenes y textos que dan cuenta de una biografía emocional fragmentada y manipulable, pero ello no implica que se han dejado atrás los metarrelatos que gobiernan lo íntimo.

Referencias

Bauman, Z. (2007). Vida de consumo. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

Byung-Chul, H. (2014). La agonía del Eros. Barcelona: Herder.

Giddens, A. (1995). La trasformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas (2ª edición). Madrid: Ediciones Cátedra S. A.

Gubern, R. (1989). La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. Barcelona: Anagrama.

Illouz, E. (2007). Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Buenos Aires: Katz.

Illouz, E. (2009). El consumo de la utopía romantica. Buenos Aires: Katz.

Sibilia, P. (2005). El hombre postorgánico, Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Sibilia, P. (2012). Videos confesionales: Narrativas de sí y exhibiciones de la intimidad en Internet. En Codificar/decodificar prácticas, espacios y temporalidades del audiovisual en Internet, 1, 37-51. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.


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