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Las prácticas sociales en la Pontificia Universidad Javeriana: Aportes a la construcción del país

Para entender este tipo de prácticas sociales, se hace necesario comprender primero el ecosistema en que se dan. Uso esta categoría para resaltar la interrelación de elementos, tanto institucionales como normativos y espirituales, que se entretejen en la formulación y ejecución de las prácticas.

Por: Daniel Eduardo García Suárez[1]

Para entender este tipo de prácticas sociales, se hace necesario comprender primero el ecosistema en que se dan. Uso esta categoría para resaltar la interrelación de elementos, tanto institucionales como normativos y espirituales, que se entretejen en la formulación y ejecución de las prácticas.

La Compañía de Jesús en Colombia tiene diversas Obras que están direccionadas al campo social desde una perspectiva de servicio. Ello tiene sus fundamentos en la espiritualidad ignaciana y en el recorrido que ha hecho la Compañía en el país junto con las opciones que ha tomado, especialmente en los últimos cincuenta años. Como elemento común a las actividades de las Obras, está la vinculación directa y comprometida con las comunidades, privilegiando los contextos de vulnerabilidad y expandiéndose por las regiones. En ese proceso, se han logrado identificar necesidades y problemáticas críticas que, con bastante trabajo comunitario, gestión e incluso cooperación internacional, han dado origen a estrategias de solución y acompañamiento. En otras palabras, lo que han hecho las Obras es todo un ejercicio de innovación social en campos y territorios diversificados.

La Pontificia Universidad Javeriana es una Obra de la Compañía de Jesús, que se inserta en su apostolado intelectual que a lo largo de 500 años ha dado origen a colegios y universidades jesuitas por todo el mundo. En la misión de la Javeriana se consagra la formación integral de los estudiantes como uno de sus principales objetivos, en orden al “logro de una sociedad justa, sostenible, incluyente, democrática, solidaria y respetuosa de la dignidad humana” (Misión PUJ). En ese horizonte, el Proyecto Educativo Javeriano contempla la formación integral como un desarrollo armónico de las potencialidades de los estudiantes, la cual encuentra sentido en la construcción de un mundo más justo (PEJ 7 y 9). Desde esa perspectiva, el currículo ha de dar cuenta de estos horizontes, planteando formas concretas para desarrollar estas intenciones educativas.

En este contexto surgen las prácticas sociales con Obras de la Compañía de Jesús. Básicamente, de lo que se trata es de un semestre, ya finalizando el pregrado, en el cual los y las estudiantes optan voluntariamente por presentarse a la convocatoria que realiza la Oficina de Fomento de la Responsabilidad Social Universitaria, quien desde el 2015 está a cargo de la gestión de estas prácticas. La Oficina, previa consulta y coordinación con las Obras, oferta a las facultades las plazas disponibles y estas a los estudiantes, quienes deciden, en el marco amplio de prácticas sociales, si desean realizarlas con la Compañía de Jesús. Este elemento voluntario ha resultado ser un factor clave, ya que los estudiantes entran a la experiencia con la total disponibilidad de desacomodarse y prestar su servicio en los territorios donde están las Obras.

Una vez los estudiantes son admitidos a la Obra a la que cada cual se presenta, hay un proceso de inducción, en el cual la Oficina se centra en tres aspectos: 1) La explicación detallada de la misión y actividades de las Obras en cada territorio; 2) La capacitación en técnicas de investigación cualitativa y modelos participativos con comunidades; y 3) Los aspectos logísticos que implican irse a vivir cinco meses a un territorio. Durante la inducción, los estudiantes resuelven sus dudas, tienen contacto con estudiantes y egresados que pasaron por la práctica y se preparan para lo que es toda una experiencia de vida.

Posterior a la inducción por parte de la Universidad, los estudiantes viajan a las ciudades donde están las sedes de las Obras, generalmente organizados por equipos. Allí surten procesos institucionales y personales. Entre los procesos institucionales, está el conocimiento del equipo de las Obras, sus lugares de trabajo, los proyectos a los que se van a vincular y todas las indicaciones necesarias. A nivel personal, deben alquilar un lugar para vivir, ver si van a preparar sus alimentos, ubicarse en los lugares y adaptarse rápidamente. A lo largo de la práctica, los estudiantes son enviados varias veces a los territorios, al trabajo con las comunidades donde desarrollan su labor las Obras, muchos de ellos sin acceso a internet, con vías bastante deterioradas, a veces transportándose por río, con las dificultades del clima y la precariedad. En todo este trabajo, las Obras coordinan sus equipos para que los estudiantes vayan acompañados y debidamente identificados, lo que garantiza su seguridad.

Para que los estudiantes puedan sostenerse económicamente en los territorios, la Universidad destina unos fondos, los cuales son administrados por las Obras, quienes mensualmente dan este apoyo a los practicantes. Este es un apoyo de sostenimiento, ya que las prácticas sociales con las Obras son gratuitas. 

Durante el transcurso de la práctica, los estudiantes reciben tres tipos de acompañamiento. El más directo es el que cada Obra realiza, encargando una persona que funciona como un tutor y es quien les distribuye el trabajo y lo retroalimenta. Por otra parte, está el acompañamiento que hace el coordinador de práctica de cada facultad, quien tiene contacto permanente de forma remota con los estudiantes y es el que evalúa el desempeño en el semestre. Y finalmente, está el acompañamiento que realiza la Oficina de Fomento de la Responsabilidad Social Universitaria, cuyo equipo visita a los estudiantes en los territorios una vez durante el semestre y les hace seguimiento telefónico para solucionar cualquier dificultad que se presente con las Obras. 

Actividades de los estudiantes en las Obras

Como producto de este caminar, se pueden distinguir las siguientes actividades de los estudiantes en las Obras en las que se han venido realizando las prácticas.

  • JSR. Es el Servicio Jesuita a Refugiados, que básicamente se dedica a atender la compleja problemática migratoria, tanto interna como externa, que Colombia ha vivido por causa del conflicto interno y, últimamente, por las aguda crisis políticas y sociales venezolana y haitiana. Allí los estudiantes reciben el encargo de los procesos de atención, información y orientación a personas víctimas del desplazamiento forzado, desde el enfoque de acción humanitaria, al tiempo que participan en proyectos para la transformación de dinámicas violentas: formación de niños, niñas y adolescentes en derechos humanos y prevención del reclutamiento forzado. También han tenido que hacer análisis de contexto e información relacionada con las realidades territoriales, asesorar proyectos de emprendimiento para la integración de las comunidades y la construcción de proyectos de vida dignos, así como la planeación y ejecución de estrategias de comunicación con incidencia social. Las regiones a donde han ido son básicamente Nariño, Valle del Cauca, Norte de Santander, Magdalena Medio y Soacha.

En el último tiempo, también han prestado su servicio al JRS Latinoamérica, donde han tenido que hacer gestión de conocimiento para proyectos en México, Ecuador y Venezuela. Así mismo, han elaborado textos de análisis de contexto basado en los informes de los equipos de campo, han contribuido a la estrategia de comunicación para la incidencia nacional y han apoyado la búsqueda de recursos de cooperación internacional.

  • PDPMM: El Programa de Desarrollo Y Paz del Magdalena Medio surgió como respuesta a la crítica y compleja realidad de violencia, desaparición forzada, masacres y desplazamiento que ha vivido históricamente esta región del país a causa del paramilitarismo, las luchas territoriales con movimientos guerrilleros, el despojo de tierras y el narcotráfico. En este territorio, que fue en los 80 el hogar de Pablo Escobar, la Compañía de Jesús hizo una apuesta por el desarrollo territorial de la mano con las comunidades. Allí, los estudiantes han participado en proyectos como el Observatorio de Paz Integral del Magdalena Medio, la formación para la ciudadanía y el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos, el acompañamiento al comité cívico del sur de Bolivar, generado a partir de la ley de víctimas de 2011, el acompañamiento a sujetos constructores de política pública y fortalecimiento institucional en los municipios del Magdalena Medio, el proyecto de Participación Ciudadana e Incidencia en Planes de Desarrollo 2016-2019, el acompañamiento a las zonas de reserva campesina de sur del Cesar y sur de Bolívar y la elaboración de biografías de personas objeto de desaparición forzada.

  • Fundación Suyusama e IMCA: Esta fundación, que trabaja de la mano con el Instituto Mayor Campesino, nace bajo la premisa de la capacitación y formación de los campesinos para que puedan desarrollar proyectos productivos sostenibles y sustentables. Su radio de influencia es Nariño y Valle del Cauca. Allí los estudiantes han asesorado a la población campesina en la transformación de las fincas tradicionales en fincas agroecológicas, la gestión de los grupos de ahorro, los procesos de asociatividad, cooperativismo y formación política, así como el acompañamiento a empresas solidarias como la Corporación de productores de leche en el Valle del Cauca y los productores de cacao y café.

  • CINEP Programa por la Paz: El Centro de Investigación y Educación Popular produce conocimiento sistemático sobre la realidad del país, centrándose en los Derechos Humanos, al tiempo que genera diversas propuestas de educación popular. En esta práctica los estudiantes han apoyado procesos de investigación-acción en iniciativas de paz, al igual que en temáticas de dinámicas de Estado y conflicto armado y en la construcción de bases de datos conflicto-víctimas. También han participado en el acompañamiento a iniciativas de paz, la mesa de reconciliación, proyectos en el marco del derecho a la tierra y al territorio, la escuela de paz y convivencia ciudadana, los procesos de educación intercultural por la defensa de los derechos de los grupos étnicos y los proyectos de investigación- acción del territorio Pacífico. Han participado igualmente en la revista Controversia y el programa radial Rompecabezas.

  • Fundación fe y alegría: Es una fundación internacional dedicada a la educación popular de niños y jóvenes en contextos de vulnerabilidad en orden a construir sistemas sociales justos y democráticos. En esta práctica los estudiantes javerianos han apoyado el proyecto de participación política y encuentro juvenil, la generación de emprendimientos comunitarios, el fortalecimiento de organizaciones o redes de género e identidades diversas, los grupos juveniles de memoria histórica, la organización de mujeres pacífico, así como la innovación para el aprendizaje y la transformación social.

  • Santuario San Pedro Claver: En la ciudad de Cartagena se encuentran los restos del santo jesuita que en los tiempos de la colonia se caracterizó por su preferencia y servicio a los esclavos negros, traídos en condiciones inhumanas en barcos desde las planicies africanas, donde eran capturados como animales. De aquellos tiempos data la presencia de los jesuitas en el territorio, con una impronta especial por la defensa de los Derechos Humanos. Los estudiantes javerianos han acompañado allí a las poblaciones afrodescendientes de cinco corregimientos del norte de Cartagena, cuyos territorios han sido absorbidos por el expansionismo turístico de la ciudad, trabajando en Derechos Humanos, memoria histórica y construcción de identidad.

Aprendizajes y reflexiones

Entre el 2015 y el 2021 han participado 442 estudiantes en las prácticas sociales con las Obras de la Compañía de Jesús. Los programas de los que han hecho parte son Psicología, Ciencia Política, Comunicación Social, Antropología, Enfermería, Filosofía, Relaciones Internacionales, Licenciatura en Educación Infantil, Sociología, Diseño Industrial, Historia, Economía, Ciencia Política, Ecología, Microbiología, Administración de Empresas, Ecología, Artes Visuales, Ingeniería Industrial, Licenciatura en Filosofía, Estudios Literarios, Ingeniería de Sistemas, Biología, Ingeniería Civil, Ingeniería Electrónica y Matemáticas.

Lo anterior da muestra de varias cosas. En primer lugar, que, aunque se trata de prácticas con una organización religiosa como lo es la Compañía de Jesús, el campo de acción ha sido lo social, lo que implica y da la posibilidad de participación a todas las disciplinas. Por otra parte, destaca el número de estudiantes que han pasado por una práctica elegida voluntariamente y que tiene un componente de presencialidad en las regiones.

Con relación a los aprendizajes de los estudiantes, habría que decir que se trata de una innovación de gran calidad, si tenemos en cuenta la definición que propone Escala I:

Una innovación educativa supone la implementación de un cambio significativo en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de los materiales empleados para el mismo, de los métodos de entrega de las sesiones, de los contenidos o de los contextos que implican la enseñanza. La diferencia percibida debe estar relacionada con la calidad de novedad del elemento mejorado, así como la aportación de valor de este al proceso de enseñanza aprendizaje. Esta diferencia se percibe en la comparación con el estatus previo del contexto educativo” (López y Heredia, 2017, p. 18).

Claramente, en Educación Superior una de las oportunidades para que se pueda dar la innovación educativa, así entendida, es en el campo de lo social, y las prácticas sociales con la Compañía de Jesús han explotado esta gran potencialidad. Nada tan complejo y retador para aprender que la misma realidad, más si se trata de involucrarse con iniciativas de innovación social como las que realizan las Obras. Precisamente, lo que han mostrado las investigaciones es que la enseñanza fuera del aula y vinculada a contextos concretos, problemáticas, comunidades vivas y organizaciones, deja como rédito mucho más que la prestación de un servicio bien intencionado (Jacoby, 2015). Los estudios han mostrado que los estudiantes alcanzan a desarrollar una serie de competencias y habilidades profesionales que logran establecer un diferencial respecto a las típicas clases en el aula donde el profesor y un manual son el centro (Furco, 2003; Celio, Durlak y Dymnicki, 2011). En el caso de las prácticas con Obras, los aprendizajes han circulado por todos los niveles de la taxonomía revisada de Bloom, llevando a los estudiantes a los niveles superiores, donde tienen que tomar decisiones, crear estrategias y productos, evaluar escenarios, desarrollar análisis usando diversas fuentes de información y liderar grupos comunitarios para impactar sus contextos. Todo ello sin entrar a hablar de las habilidades investigativas, que hacen parte de todo este trabajo de forma transversal. 

El estudiante que sale a campo tiene que aprender a dialogar con otros lenguajes y epistemologías no académicas, lo que le supone un esfuerzo por entender a sus interlocutores desde un ejercicio de escucha y continua observación. El campesino, el emprendedor, el grupo de mujeres, los niños de una escuela, ninguno de ellos le va a hablar de integrales, estrategias de marketing, discursos filosóficos posmodernos, desviaciones estándar, jurisprudencias, estocástica o variables econométricas. Y aún así, sus vidas y las de sus comunidades pueden cambiar si el estudiante hace un esfuerzo por aplicar los conocimientos de su disciplina, esos del lenguaje académico y especializado, a la realidad y el contexto de aquellos a quienes va a servir.

Del mismo modo, salir de la universidad también implica encontrar problemas reales. Esta fue la base de la propuesta del Aprendizaje Basado en Problemas en la Universidad de McMaster en Canadá. Organizaron el proceso de enseñanza-aprendizaje de manera que el estudiante activamente se comprometiera a encontrar respuestas por sí mismo a problemáticas reales a partir de la formulación de hipótesis y un análisis integral de la situación (Graaff y Kolmos, 2007; Tafur, Restrepo y Hernández, 2017).

Esto es exactamente lo que pasa en las prácticas sociales con Obras de la Compañía. El estudiante encuentra problemas reales, los cuales no vienen fragmentados por disciplinas, sino que tienen componentes diversos y un alto grado de complejidad. Sin embargo, el gran valor agregado de estas prácticas es que las Obras de la Compañía ya han desarrollado a lo largo de los años un diagnóstico y conocimiento lo suficientemente profundo de la realidad, lo que les ha permitido generar programas y proyectos en los que los estudiantes no llegan a empezar de cero, sino a integrarse a equipos de trabajo colaborativamente. A esto se añade todo un acompañamiento institucional, tanto en lo pedagógico como en lo logístico, para que el relacionamiento con las Obras y el desarrollo de las prácticas se puedan llevar a cabo exitosamente. En eso radica el ejercicio de la responsabilidad social universitaria a través de las funciones sustantivas, en este caso, de docencia (García, 2019).    

Al ingeniero le tocó aprender a dialogar con las comunidades, a la psicóloga le ha tocado hacer pedagogía con niños, mientras que a los historiadores les ha correspondido observar el presente de la desigualdad y la violencia. Sin un computador portátil o un proyector, viajando en campero o en lancha, han tenido que usar los recursos a la mano, a veces en la única escuela veredal disponible. Así es la vida real, polifacética, impredecible, desestructurada, a veces caótica. Esta es quizá la cereza del pastel de las prácticas sociales, ya que rompen disruptivamente con esos esquemas tradicionales cristalizados en las universidades hace siglos. En las prácticas sociales, el mejor laboratorio pedagógico es la realidad y, los muros de sus aulas, las comunidades.

Pero no solamente hay un contacto mayor con la realidad social. Lo mejor de todo es que los estudiantes ven con sus ojos que su trabajo va más allá de la calificación del profesor. Al estudiante le asombra, le fascina, incluso le conmueve, que lo que hace tiene un impacto social. Ese o esa estudiante, acostumbrado a presentar trabajos escritos sobre temáticas y contenidos, en disputa con ese profesor que lucha para que nadie corte y pegue escritos disponibles en internet, ese estudiante descubre que el conocimiento que tiene puede servir a otros, servirle de manera efectiva, servirle transformando un contexto. Al estudiante poco o nada le importa ya la nota, porque su implicación está con un proyecto, un sueño, una comunidad, una región, que hacen ahora parte de su vida y de su historia, a quienes ha aprendido a amar porque se ha involucrado emocionalmente con rostros concretos. Para quienes han estudiado la correlación entre motivación y aprendizaje seguramente les encantaría analizar lo que ocurre en estas prácticas sociales.

Las prácticas sociales son herederas de un modelo pedagógico en el cual se consideraba que lo teórico y lo práctico eran cosas separadas. Este modelo bebía de la filosofía aristotélica, donde lo teórico tenía incluso un aspecto contemplativo, con una impronta especulativa, mientras que la praxis era el campo de la tecné. Pero en la Ética a Nicómaco (Castelló, 1993), el mismo Aristóteles devela que no existe solamente un saber teórico y uno técnico, sino que hay un saber al que llamó phrónesis, que es la sabiduría práctica. Este saber contiene razonamientos éticos y procedimentales, conduciendo al discernimiento, a la valoración integral de los fenómenos, a un actuar con sentido, teleológico. El ámbito de la phrónesis es precisamente el escenario para pensar críticamente, para emitir juicios sustentados sobre la realidad, e incluso para proponer soluciones innovadoras a las diversas problemáticas sociales.

Con relación a la phrónesis, los diálogos con los estudiantes, una vez regresan de los territorios, son bastante iluminadores. Una de las practicantes decía que su gran aprendizaje había sido sobre los privilegios. Al principio pensé que iba a hablar de la conexión a internet, los smartphones o hasta de una habitación confortable y cálida. Pero no. Ella habló de la libertad de expresión, los derechos políticos y la democracia. Dijo que al llegar a la ciudad se sintió privilegiada por poder expresar lo que pensaba sin ningún temor ni constreñimiento, sin arriesgar la vida. Y empezó a reflexionar sobre las personas con las que había convivido, quienes viven todo el tiempo amenazadas, donde una opinión mal expresada puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, porque los actores armados están en todas partes. Contaba que su única protección institucional era un chaleco del Servicio Jesuita de Refugiados y que gracias a ello tenía un “status” diferente en medio de las comunidades, un respeto y admiración debido a lo que ella representaba para aquellos campesinos. Y se cuestionaba sobre por qué tenía que ser así, por qué unos colombianos vivían con miedo y amenazados y otros libres y tranquilos. Y esto la hacía pensar en que debía comprometerse, en su vida profesional, con la construcción de un país donde la democracia fuera una realidad para todos y todas.  

Otro estudiante narraba su experiencia haciendo un atlas sobre amenazas y ataques a defensores de derechos humanos en unas poblaciones críticas. Lo excepcional de este estudiante es que era oriundo de la región en la que estaba haciendo su práctica. Esto hacía que tuviera una motivación muy particular por devolver a su tierra algo de todo lo que había recibido. Por ello, ante la dificultad para manejar el programa de software en el que se estaba haciendo el atlas, buscó un curso gratuito online, lo tomó y no descansó hasta que culminó todo el proyecto. Como fue en un momento álgido de la pandemia del Covid 19, tuvo poco acompañamiento del tutor de la Obra. Sin embargo, el estudiante sorteó los obstáculos y logró completar la tarea que se le había encomendado exitosamente.

Estas y muchas otras narraciones de la experiencia vivida por los estudiantes, dejan ver que al final de la práctica terminan lo suficientemente informados de las problemáticas del país, así como con una mirada distinta sobre los fenómenos sociales y medioambientales que antes no eran tan significativos para ellos. En este orden de ideas, sus comprensiones y razonamientos alcanzan una profundidad existencial, que modifica sus criterios de juicio y compromete sus opciones de vida.   

Prospectiva

La idea de toda innovación es que pueda tener una cierta replicabilidad. En este sentido, el centro de la innovación que contienen las prácticas con las Obras de la Compañía de Jesús está en un relacionamiento y comunión de ideales entre la Universidad y los sitios donde se desarrollan estas experiencias. Tanto a la Universidad como a las Obras las anima el espíritu de servicio a la sociedad desde una perspectiva de justicia social, cuidado de la casa común, construcción de paz y cercanía con grupos en vulnerabilidad social y ambiental. De ahí nace la sinergia que en las prácticas de los estudiantes posibilita que estos se integren a los proyectos de innovación social desplegados en los territorios de la mano de las comunidades.  Como lo afirmaba al principio, se trata de un ecosistema, donde confluyen valores, relaciones interinstitucionales, modos de proceder e intencionalidades.

Toda universidad que quiera formar integralmente a sus estudiantes puede asumir el modelo de estas prácticas, haciendo una selección lo suficientemente direccionada de las instituciones aliadas para el acompañamiento del proceso y su acercamiento a las comunidades en proyectos e iniciativas concretas. 

Referencias

Alcocer, M. & Hernández, C. (2017). Possibilities of a project oriented Problem Based Learning curriculum for the training of natural sciences teachers. 6th International Research Symposium on PBL (pp. 480-490) Aalborg, Dinamarca: Aalborg University Press

Castelló, S. F. (Ed.). (1993). Ética a Nicómaco (Vol. 9). Valencia: Universitat de València

Celio, C. I., Durlak, J., & Dymnicki, A. (2011). A meta-analysis of the impact of service-learning on students. Journal of Experiential Education, 34(2), 164-181. https://doi.org/10.1177/105382591103400205

López, C. y Heredia, Y. (2017). Escala i: Marco de referencia para la evaluación de proyectos de innovación educativa. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Recuperado de  http://escalai.com/wp-content/uploads/2018/12/Gui%CC%81a-de-aplicacio%CC%81n-Corregida_2.pdf

Furco, A. (2003). Service-Learning: A Balanced Approach to Experiecial Education. En Introduction to Service-Learning Toolkit. (pp. 11-14). Boston: Campus Compact

García, D. (2019). La formación de profesionales socialmente responsables en la universidad: una utopía posible en el currículo. Bogotá: Ediciones Uniandes

Graaf, E. y Kolmos, A. (2007) History of problem-based and problem-based learning. En Management of change: Implementation of Problem-based and Problem-based Learning in Engineering (pp. 9-30). Rotterdam, Holanda: Sense publishers

Jacoby, B. (2015). Service Learning Essentials: questions, answers, and lessons learned. San Francisco: Jossey-Bass

 

[1] Jefe de la Oficina de Fomento de la Responsabilidad Social Universitaria de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctor en Educación de la Universidad de los Andes y posdoctoral visitor en el Service Learning Center en Duke University, Carolina del Norte. Investigador sobre innovación educativa y responsabilidad social universitaria. Miembro de las redes de responsabilidad social universitaria de AUSJAL y coordinador de la mesa de RSU del nodo centro de la Red de Universidades Católicas de Colombia. Correo: garcias_d@javeriana.edu.co