Mis palabras suelen deslizarse suavemente por mi lengua, salivando la tinta que encapsula mi pensamiento si digo que juego con la verdad, pues las falacias de mi vida suelen esconderse y me atormentan sin piedad. He logrado entender que lo que veo no siempre es realidad, en mis sueños ya no logro volar, acurrucado en una bola me quiero quedar, hasta que logro despertar, el arco iris queda después de la tempestad, el atardecer se esconde en lo alto de la montaña y aquí me quedo yo, en el lago de mis lágrimas, con sonidos de pájaros que vuelan sin parar, en busca de un sentido, en busca de un hogar.


Yo me pregunto a veces por ese “hogar”, el nido que me dice “aquí es donde debes estar”.
Mis sentimientos y recuerdos logran pintar unos indicios de identidad, una no hallada, un acertijo que no para de engañar. Hay figuras y sombras que duermen conmigo en mi cama, hay luces y sombras que rodean mi alma, mi cuerpo se cansa, mis ojos se cierran, el aire que entra es frío y me quema. Unos llantos silenciosos que asustan a cualquiera, mientras yo froto mis manos escribiendo poemas.
Jaime
Fuera de órbita
Mi cuerpo es cansancio, me acurruco en mi vientre, donde los hielos formados en mis extremidades se desvanecen. No siento mis brazos ni mis piernas, mis brazos se mecen hacia adelante y hacia atrás, mis manos andan frágiles y deprimidas al no lograr encontrarse en ningún punto de su trayectoria, pues al momento de cruzarse interfiere un muro que les separa. Están llenas de morados, golpes y cortadas que aparecen por su ceguera amorosa por estar unidas; son ajenas a mi, tienen vida propia y por estar mirándose la una a la otra se estrellan contra lo que sitúe enfrente.
Mis ojos viven perdidos en la inmensidad del cielo, llevan a mi mente miles de imágenes al ver la luna gorda y redonda que aparece a través de mi ventana. Quisiera estar acostada en medio del campo, en el pasto solo viéndola brillar, me picaría el cuerpo entero pero valdría la pena. Los grillitos cantando se roban mi atención y me pregunto ¿dónde están? ¿por qué nunca los veo si los escucho todas las noches cantar y arrullar mi sueño? Seguro son tan tímidos como yo, un día les conoceré, tendré paciencia. Siento que se me van a caer los dedos de los pies del frío que tengo, y seguramente la punta de la nariz también. La nariz se rinde y queda congelada tras ahogarse bajo las cobijas, mientras los dedos del pie derecho se arrunchan los unos con los otros y se esconden bajo el metatarso del pie izquierdo, luego cambian y pasan la noche así, hasta que una masa gorda y pesada llega a incomodar. Es mi gato. El frío se ha ido. Hormigas comienzan a caminar en la punta de mis dedos hasta que ya no los siento. ¿Se habrán caído mis dedos?
Hannah