marzo 2017 | Edición N°: año 56, nro. 1325
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Asesor del Secretario General.



Hace 50 años, en la fiesta de Pascua, Pablo VI promulgó su quinta encíclica, un documento que se convertiría en referencia obligada para el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia. Para algunos, la síntesis de este texto se encuentra en una expresión que se ha hecho conocida: “Los pueblos hambrientos interpelan hoy, de manera dramática a los pueblos opulentos. La Iglesia se conmueve ante este grito de angustia…” (n. 3). En enero de ese mismo año (1967), el Papa Montini, que dos años antes se había presentado ante la Asamblea general de la Organización de Naciones Unidas como “el abogado de los pueblos pobres”, había instituido la Pontificia comisión Iustitia et Pax, organismo encargado de promover “el progreso de los pueblos más pobres, de favorecer la justicia social entre las naciones, de ofrecer a los que se hallan menos desarrollados una tal ayuda que les permita proveer, ellos mismos y para sí mismos, a su progreso”. En este contexto, el Santo Padre, el hombre que en 1963 había sucedido a ese coloso que fue Juan XXIII y había retomado las labores del Concilio Vaticano II, hacía un “solemne llamamiento para una acción concreta en favor del desarrollo integral del hombre y del desarrollo solidario de la humanidad” (n. 5); y anunciaba que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” (n.65-66). El nombre de la Encíclica, como ha sido la tradición, entró en la historia con las primeras palabras del texto en latín, Populorum progressio. En su primer párrafo, Pablo VI señaló de manera directa lo siguiente: “El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia; que buscan una más amplia participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de sus cualidades humanas; que se orientan con decisión hacia el pleno desarrollo, es observado por la Iglesia con atención” (n. 1). En nuestra Universidad se recordó el cincuentenario de esta Encíclica con un panel organizado por la Facultad de Teología, realizado el 13 de marzo, en el cual participaron Martha Lucía Márquez, directora del Instituto Pensar, y Monseñor Pedro Barreto Jimeno, S.J., Arzobispo de Huancayo (Perú). El P. Antonio José Sarmiento, S.J., Profesor de la Facultad, encargado de la moderación del panel, subrayó que Pablo VI hace referencia al “modelo económico vigente – capitalista – señalando que no tiene en su raíz una inspiración humanista, destaca la inequidad existente entre naciones ricas y naciones pobres, señala el mecanismo de la economía que no promueve el desarrollo en igualdad de condiciones y ‘necesita’ mantener la pobreza para que haya ‘equilibrio’ en la producción y en el mercado. Para el Papa- advierte el Padre Sarmiento-, esto es un grave pecado que atenta contra la voluntad de Dios y contra la dignidad humana”. En la Populorum progessio encontramos, pues, una hermosa huella del Papa Montini, el inolvidable pontífice que inició los grandes viajes apostólicos, el primero que visitó América Latina, cuando en 1968 vino a Colombia con ocasión del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional.