marzo 2017 | Edición N°: año 56, nro. 1325
Por: Camilo Alejo*, Erika Salazar* y María Ángela Echeverry Galvis** | *Estudiantes de la Maestría en Conservación y Uso de la Biodiversidad - **Directora de la Maestría en Conservación y Uso de la Biodiversidad



La crisis planetaria que se sitúa sobre la biodiversidad, se resume en lo que científicos han definido como el Antropoceno, o el periodo geológico actual, caracterizado por la alteración humana en diversos procesos del planeta. Esta crisis se viene discutiendo décadas atrás, y tuvo como respuesta conceptual en la década de los ochentas, a la Biología de la Conservación. Esta área de integración de conocimientos, más allá de la solución a los procesos de transformación y motores de pérdida de biodiversidad, como la polución o deforestación, busca garantizar los beneficios, directos e indirectos, que se derivan de la naturaleza. Ello comprende procesos, bienes y servicios ecosistémicos en el escenario indisoluble de la relación sociedad-naturaleza, y por tanto, demandando conocimientos más allá de la biología y la ecología. De ahí, que hoy en día nos refiramos a las ciencias de la conservación, como la búsqueda de una multidisciplinariedad, que integre no sólo las Ciencias Naturales, sino también las Ciencias Sociales y las Humanidades. En medio de la incertidumbre de un viraje hacia una economía fuerte a costa del negacionismo ambiental en EEUU, mientras Colombia y otros países impulsan una agenda de desarrollo integral y sostenible, dos estudiantes y la directora de la Maestría en Conservación y Uso de Biodiversidad, de la Pontificia Universidad Javeriana, asistimos en octubre del 2016, a la Conferencia de estudiantes en Ciencias de la Conservación (SCCS-NY) en el Museo Americano de Historia Natural.

Reflexiones

Esta conferencia anual es un espacio de debate para incentivar el diálogo y la colaboración en torno a la conservación. Allí nos encontramos con una participación prominente de mujeres, quienes presentaron sus investigaciones a través de plenarias y posters. La diversidad temática fue muy acorde con la variedad de las problemáticas colombianas. Por ejemplo, la precisión del conocimiento indígena para comprender poblaciones de osos polares en Canadá; el efecto de la cobertura de bosques en cafetales de Brasil; la ineficacia para proteger peces Loro en las Islas Salomón, de Oceanía; la conservación de lagos-cráteres de Camerún; y el valor de sitios sagrados en la conservación de sabanas en China; son una muestra de los esfuerzos de universidades, organizaciones no gubernamentales y agencias gubernamentales en proteger el patrimonio natural de la humanidad. La participación de cerca de 350 estudiantes, 31 países y más de 80 investigaciones alrededor de la conservación, es un panorama alentador en medio de la incertidumbre. Sin embargo, de las investigaciones expuestas, casi el 70% corresponde a temas de ecología, especialmente ecología de poblaciones y de comunidades, centradas en especies amenazadas por pérdida y degradación de hábitats. Solo un trabajo se presentó en torno al papel de la biodiversidad en las ciudades, a pesar de tener un rol importante en la provisión de agua potable, regular el clima o mejorar la calidad del aire, entre otros servicios. También encontramos que las culturas y conocimientos locales sobre la biodiversidad, fueron temas abordados por pocas investigaciones, aunque la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), reconoce que los conocimientos indígenas y locales son parte fundamental en la planeación y acción en conservación. Pese a que desde distintas orillas se discute sobre alternativas económicas responsables con el ambiente, tampoco fueron frecuentes los estudios que analizaran la relación entre sistemas de uso y la biodiversidad. Más sorprendente aún, es que a sabiendas de que las decisiones trascendentales en temas ambientales se toman en agencias gubernamentales y poderes ejecutivos, ningún trabajo abordó temas en políticas e instituciones. Frente a este panorama, es casi anecdótico afirmar que se presentaron tres investigaciones de Colombia, dos de ellas, desarrolladas por estudiantes colombianas.

Retos de la academia

Cuando a nivel mundial se ponen en duda y se desestiman trabajos científicos, o pasan a segundo plano los desafíos del posconflicto en el patrimonio natural colombiano, la academia tiene un reto fundamental y responsabilidad ética de gran envergadura. Ante esto, tenemos como tarea pendiente, visibilizar y contrastar la megadiversidad colombiana y los conflictos que se asocian a ella en escenarios internacionales. Es decir, construir la conservación desde diversas visiones locales y territoriales, que tengan un impacto a escala regional y global. Necesitamos superar la visión retrógrada que separa la sociedad de la naturaleza, o las ciencias “duras” de las “blandas”. La coyuntura actual requiere de profesionales intrépidos que superen las barreras disciplinarias y se atrevan a abordar con rigor, pero irreverencia metodológica, otras ciencias y formas de conocimiento. Así pues, las ciencias de la conservación requieren de cualquier disciplina que desee arriesgarse a descifrar las problemáticas ambientales actuales; que las descifren para el día a día de la especie humana, de sus líderes y tomadores de decisiones, pero también para los ciudadanos del común. Ese es el reto que hemos asumido desde la Maestría en Conservación y Uso de Biodiversidad.