Abril 2018 | Edición N°: Año 57 No.1336
Por: Jorge Andrés Alvarado | Director de la Maestría en Analítica para la Inteligencia de Negocios



El asunto es así: un profesor inescrupuloso desarrolla una aplicación para Facebook que recopila información sicográfica de sus usuarios con fines investigativos. Facebook le permite acceder no sólo a los datos de los usuarios, sino a algunos datos de los amigos de dichos usuarios. El profesor entrega sin autorización todos los datos de decenas de millones de personas a una empresa (Cambridge Analytica). La empresa utiliza los datos para hacer mercadeo político explotando las debilidades sicológicas de los usuarios, intentando influenciarlos para elegir una u otra opción, en particular para el Brexit y la campaña presidencial de los Estados Unidos en 2.016. Un error definitivo cometido por Facebook fue permitir el acceso a los datos de los amigos de los usuarios que descargaron la aplicación. Por lo menos desde el año 1.973, con el establecimiento de los Fair Information Practice Principles en la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos, un principio fundamental del acceso a la información electrónica privada de una persona es el consentimiento informado de dicha persona. Dicho principio se ha replicado en las legislaciones de muchísimos países, incluido Colombia. Si bien las personas que descargaron la aplicación dieron permiso para acceder a sus datos, los amigos de esas personas no dieron el permiso. Facebook se equivocó y una jugosa multa es altamente probable. Punto. Sin embargo, ¿qué decir del consentimiento informado de los usuarios de cualquier servicio o aplicación de redes sociales? Es posible decir que en el caso de Facebook hubo consentimiento, pero lo que está en discusión es la palabra “informado”. La discusión es general a cualquier servicio o aplicación, y allí hay responsabilidades compartidas entre los usuarios que sin leer nada aprueban su conocimiento de los términos y condiciones, y las empresas que escriben largos, farragosos e inaccesibles textos. Ni qué decir de la posibilidad para un ciudadano de a pie de entender las reales posibilidades de uso de los datos sin ser letrado en las minucias del big data. Como ciudadanos no sólo es bueno que leamos lo que aprobamos, sino que también exijamos que se nos explique lo acordado en un lenguaje accesible para todos.

Respecto al mercadeo y la propaganda, la discusión es vieja pero el asunto tiene hondas implicaciones sociales y humanas. La gran promesa del análisis masivo de datos siempre ha sido la de ofrecer justamente lo que usted quiere en el momento que lo necesita, evitando ser bombardeado por publicidad que a usted no le interesa y facilitando para usted la búsqueda de productos y servicios adecuados a sus necesidades (microtargeting). Sin embargo, ¿es lo mismo ofrecer ropa y zapatos que opiniones políticas? ¿es lo mismo las verduras para mañana que un programa educativo de baja calidad a través de un crédito oneroso?  ¿le ofrezco lo que usted necesita o simplemente exploto una debilidad sicológica para venderle lo que tengo? ¿cuáles son las reales necesidades y realizaciones de una persona? ¿ayudo a construirlas o a manipularlas? En suma, ¿cómo cuido lo humano desde el microtargeting? Por último, pero quizá lo más novedoso e importante, está el carácter masivo y asimétrico del conocimiento personal. En la aldea de nuestros antepasados, la privacidad simplemente no existía. Los abuelos lo decían en una frase: “pueblo chiquito, infierno grande”. Todos sabían o se enteraban de la vida privada de los otros. En nuestra aldea global la privacidad está volviendo a desaparecer, y debiera parecernos normal excepto por un punto importante: antes el conocimiento era mutuo. Yo me daba a conocer si el otro también lo hacía. Ahora hay una asimetría en el conocimiento: Facebook conoce a millones de personas en detalle, pero esos millones no conocen a nadie en reciprocidad. Están surgiendo inteligencias artificiales que saben mucho sobre nosotros, pero nosotros no sabemos casi nada sobre ellas. El conocimiento es poder, acumulado masivamente es un gran poder y su carácter asimétrico lo hace un gran y peligroso poder: es hora de reflexionarlo y regularlo adecuadamente