junio 2010 | Edición N°: año 49 No. 1258
Por: Luis Carlos Valencia Sarria | Pontificia Universidad Javeriana



Las certezas: los nueve millones de votos, que le dan una legitimidad electoral y una fuerza sin antecedentes al nuevo presidente. Los tres millones y medio de votos por el Partido Verde y Mockus, que constituyen la mayor votación independiente desde la vigencia de la Constitución Política de 1991. La debacle electoral en las presidenciales de los dos históricos partidos, liberal y conservador. Y se ratifica la altísima abstención histórica, 55.53% del electorado, que le pone un manto de duda a la legitimidad y la fortaleza del proceso electoral. Las incertidumbres: Bajo el gobierno de santos ¿en qué sentido se despejará el umbral de indeterminación entre la democracia y autoritarismo en el que nos puso la pretensión reeleccionista del presidente Uribe? ¿A favor de la democracia o a favor del autoritarismo? La reelección de Uribe habría significado el camino hacia formas autoritarias del régimen político: híper presidencialismo de excepción, sustentado en una primera reelección producto de un cohecho (Yidispolítica) y una segunda, mediante un cuestionado referendo impuesto con fraude y falsedad, como hoy lo reconoce ante la Fiscalía el promotor del referendo, Luis Guillermo Giraldo. este híper presidencialismo de corte autoritario, habría consolidado una ruptura de los equilibrios y controles del poder, inclinando la balanza a favor del ejecutivo y en desmedro del poder judicial y de un legislativo totalmente dominado y amaestrado por los mecanismos de las transacciones clientelares.

El nuevo presidente ha anunciado la conformación de un Gran Acuerdo de Unidad Nacional, hasta ahora con los partidos uribistas (Partido de la U, Conservador, Cambio Radical) y el Partido Liberal, con lo que garantiza una amplísima mayoría parlamentaria. se ha reunido con los altos mandos militares para reiterarles la continuidad y profundización de la Política de seguridad Democrática contra las Farc y el narcotráfico. santos ofreció pasar la página de la confrontación entre el ejecutivo y el poder Judicial. “Trabajaremos en una reforma a la justicia concertada para trazar linderos y dotar a la justicia de herramientas y mecanismos que la hagan más ágil”, le dijo a las Cortes, a cuyos magistrados convocó para hablar de los parámetros necesarios para recomponer la armonía, resquebrajada en los últimos tiempos por airados y sucesivos reparos del presidente Álvaro Uribe a los jueces y a sus fallos. Anuncia su voluntad de restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela y Ecuador.

“Santos es santos y Uribe es Uribe”, ha sentenciado el nuevo presidente. La herencia a la cual no puede renunciar santos: la desinstitucionalización. De la manera como se resuelva la crisis institucional, dependerá en qué sentido se inclina el péndulo de la indeterminación: si por la vía democrática, por abajo, convocando una Asamblea Nacional Constituyente que asuma las reformas al Régimen Político que quedaron pendientes de la Constitución Política de 1991: presidencialismo moderado, semi presidencialismo, semi parlamentarismo con partidos fuertes, estatuto de oposición, reforma del régimen territorial, estatuto del trabajo, reforma a la justicia, reforma al sistema de partidos políticos. Así las cosas, la pregunta queda planteada: ¿A qué se refería santos cuando dijo que además de Presidente el 20 de junio se eligió “una forma de concebir la democracia”? según él mismo, a entenderse “con la institucionalidad de los partidos, no con el clientelismo” para trabajar “por una democracia moderna, fuerte, con partidos sólidos y representativos, ya sea para apoyar la obra de gobierno o para hacer una oposición constructiva”. Para responder la pregunta debemos tomar nota de lo siguiente: 1. la crisis institucional que deja el presidente Uribe pone de presente que el camino autoritario, con abuso del poder (chuzadas del DAS), por arriba, es altamente crítico y generador de inestabilidad. 2. La votación del 20 de junio pone de presente que santos tiene suficiente poder para decidir por sí mismo, independiente de Uribe, y que la ola Verde de la primera vuelta, el millón y medio de votos por el Polo Democrático Alternativo y los tres millones y medio de la segunda por Mockus, indican que por debajo, existe una corriente de opinión, una sensibilidad social y antipolítica contra la corrupción y las relaciones del poder político con las mafias y el crimen, que no quiere más vías de hecho, ni abusos de poder.