enero-febrero 2017 | Edición N°: año 56, nro. 1324
Por: Carlos José Herrera Jaramillo | Profesor de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana y Doctor en Estudios de Paz, conflictos y democracia, Universidad de Granada, España. Asesor de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.



El pasado 7 de febrero, en Quito (Ecuador), finalmente se dio inicio a al fase pública de negociación entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. Tras casi tres años de negociaciones reservadas, el inicio de la fase pública permitirá, finalmente, saber cuáles pueden ser las posibilidades de éxito de estas negociaciones. El inicio de las negociaciones ha coincidido con el inicio del proceso de implementación de los acuerdos logrados por el gobierno con las Farc y es de presumir que el curso que tome esta implementación tendrá una importante influencia en el curso y resultado de la negociación con el ELN. Por otro lado, como lo ha dicho reiteradamente el Gobierno, la negociación del ELN, que es una negociación específica, con su identidad propia, negociadores propios de alto nivel encabezados por el ex ministro Juan Camilo Restrepo y agenda propia, forma parte, no obstante, de un único proceso de paz al igual que lo fue la negociación con las Farc. Gobierno y ELN han acordado una agenda que contempla los siguientes puntos: 1. Participación de la sociedad en la construcción de la paz 2. Democracia para la paz 3. Transformaciones para la paz 4. Víctimas 5. Fin del conflicto armado 6. Implementación A pesar de las dificultades que se han presentado en el país en relación con el proceso con las FARC, incluyendo los resultados del plebiscito, las negociaciones con el ELN han tenido un importante respaldo en la opinión pública. El concepto favorable a que se desarrollen ha oscilado entre 65 y 80 por ciento, según diferentes encuestas. Ahora bien, es necesario comprender que esta negociación tendrá sus propias oportunidades y dificultades. En primer lugar, el ELN es una guerrilla muy distinta a la de las FARC. No es una guerrilla que tiene su origen en movimiento campesino como las Farc. Es una mezcla particular de un origen en un grupo estudiantil, que se fusiona con sectores campesinos, particularmente colonos en el nororiente del país, algunos de los cuales habían tenido vínculos con las guerrillas liberales, además de grupos tradicionales del movimiento obrero, mineros artesanales y un importante sector cristiano, en el cual confluían la figura del sacerdote bogotano Camilo Torres Restrepo y su Frente Unido, con comunidades eclesiales de base y una corriente de curas españoles radicalizados, entre los cuales se contaron Domingo Laín, quien dio su nombre a un importante frente que opera, con ramificaciones nacionales, en Arauca y la zona oriental, y Manuel Pérez, quien llegó a ser comandante general de la organización hasta su muerte por causas naturales. Este origen múltiple le otorga al ELN un carácter especialmente complejo y puede ser una de las causas de su estructura federada, que hace más lentas y consultivas las discusiones que tome, particularmente en unas negociaciones que explícitamente han pactado que se enmarcan claramente tras el objetivo de lograr el fin del conflicto armado. Quizás por esa estructura originaria tan variada y compleja, el ELN tiene una relación distinta con el movimiento de masas. Con frecuencia apela, en su discurso, a plantear que lo más importante que debe tenerse en cuenta es la participación de la gente en los procesos políticos, sociales o económicos que los afectan. Este punto de la participación, que ocupa un lugar primordial en su elaboración discursiva, es el primer punto de la agenda y sin duda un elemento distintivo del “adn” del ELN. Por otra parte, el proceso de implementación de los acuerdos con las FARC también será un elemento de importante influencia en el desarrollo de la negociación. La negociación tendrá, a favor, el entusiasmo que ha generado en el país el logro histórico de la paz, y tendrá en contra todas las dudas y oposiciones que sobre él se ciernen. En ese sentido será crucial llevar a cabo una negociación innovadora y compleja que sepa guardar el equilibrio central entre lo nuevo que ella abordará y lo que ya se pactó en La Habana. Un verdadero ejercicio de equilibrio político que marca un nuevo y enorme reto a la paz de Colombia.