marzo 2010 | Edición N°: año 49 No. 1255
Por: Andrés Casas-Casas | Profesor de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales



En la edición noviembre-diciembre de 2009 de esta revista, en la sección Opinión estudiantil, se exploraron las preferencias de 5 estudiantes en torno a la pregunta ¿Cuál es su mayor deseo para Colombia en el 2010?, uno de ellos contestaba: “que hubiera un cambio político importante”, depositando su deseo en las elecciones.

Como profesor de ciencia política es mi tarea poner en contexto ese tipo de deseos. Como ciudadano que cree en la democracia estoy obligado a ver si este deseo se desvaneció, o expresa una convicción que está viva. Pretendo en este espacio dar respuestas a la pregunta de ¿qué pasó? en los comicios del 14 de marzo, viendo los pros y los contras de los acontecimientos de una de las semanas más intrigantes de la historia reciente, con el fin de establecer qué queda del deseo expresado por la voz de un estudiante que representa la de muchos colombianos, que tenemos una sensación ambigua de cara a los comicios presidenciales del 30 de mayo, y a la renovación de nuestra confianza en el proceso electoral.

Amo el país, pero no soporto la escena En una democracia que se caracteriza, como lo explica el profesor Francisco Gutiérrez Sanín, por ser un sistema de reglas ciertas con resultados inciertos, es difícil pensar que las elecciones de Congreso constituyan un ejemplo estricto de dicho rasgo. Pues ocurrió lo que parafraseando la elucubración de alguna reina de belleza, podemos resumir en la frase: pasó lo mismo pero en sentido contrario. El sistema de reglas electoral sentó las bases del proceso, pero la acción humana y múltiples omisiones en el proceso generaron una cantidad alarmante de factores inciertos que ponen en vilo la confianza ciudadana. lo anterior agravado por la ausencia de definición de responsabilidades y de sanciones a los responsables. la sensación que queda en los electores comprometidos con la democracia coincide con la canción del poeta canadiense Leonard Cohen, amamos el país pero no soportamos la escena.

¿Qué pasó? Más allá de la ineptitud de funcionarios y organizaciones clave en este proceso, de las habilidades pugilísticas de algún candidato, de sorprendernos con las capacidades adaptativas de engendros de la ilegalidad y del autoritarismo local, de no sorprendernos con el oportunismo de diversos sectores para pescar en río revuelto sin ocultar los ánimos de vendetta; lo más sensato es centrar la atención en los factores que están mostrando resistencia al cambio, así como observar el sentido positivo de algunos indicadores de paso hacia una situación distinta a la vivida entre 2006 y 2010. Primero es útil tomar dos perspectivas usando dos metáforas: la de ver el vaso medio lleno y la del vaso medio vacío. advierto que no es este el espacio para caerle al caído, con el tema de los whiskys en medio del desastre de la Registraduría. Simplemente la metáfora resulta afortunada para esbozar algunos aprendizajes de esta situación.

El vaso medio lleno

Tomo como referencia el análisis del profesor Felipe botero de la Universidad de los andes para la Revista Razón Pública, “Estamos pasando de un bipartidismo decimonónico, esclerótico y falaz a una nueva configuración con partidos para todos los gustos […]. El efecto reductor de la Reforma de 2003 sigue vigente […]. Es de esperar que el espacio político se siga encogiendo en elecciones futuras y que el sistema converja hacia un equilibrio con cuatro o cinco partidos”.

Pese a los enigmas no resueltos del fallo organizacional de la Registraduría, de sus contratistas y de los errores cometidos por jurados y votantes ante la poca preparación para ir a votar; estos inaceptables factores pueden estar asociados con el tránsito hacia una democracia más madura. Esto implica comprender que va a haber partidos para todos los gustos, incluidos los de los clientes del Pin. Es tarea de los ciudadanos y de los organismos de control buscar mecanismos de veto, de bloqueo y de desincentivación oportuna de iniciativas y proyectos como ese. Se deben tener en cuenta los retos de una ciudadanía que se mueve de lo tradicional a formas más posmodernas: casi 1.000.800 votos inválidos son prueba de ello. Es tarea de votantes y jurados informarse sobre los aspectos más engorrosos de la votación como el funcionamiento del tarjetón y el procedimiento del conteo, escrutinio y divulgación. Así mismo, es un llamado para ‘pararle bolas’ a los procesos de contratación y a las dinámicas intra-organizacionales de la Registraduría y el Consejo nacional Electoral. Sobre todo porque las instituciones no son neutras, y hay que proteger el método del conteo de votos, si creemos que en la democracia cada voto cuenta.

Hay que prever fenómenos como las pugnas entre directivos y sectores influyentes dentro de estos organismos, así como incentivos rencorosos entre poderes que puedan afectar el proceso electoral por incidentes previos como la no aprobación de iniciativas de referendo, por dar un ejemplo.

El vaso medio vacío

Se habla de influencia indebida, de delitos electorales, de transmutación efectiva en política en cuerpo ajeno, incluso de la política ‘manimal’ -de mujer a gatico-, de democracia hackeada, de cortinas de humo, de compra de votos, y de hechos que deben investigarse con calma. Pero son tres los efectos que más desaniman a quien esperaba cambios en estas elecciones. Primero, no hubo una recomposición de fuerzas en el Congreso. Segundo, ganaron de nuevo las maquinarias, y el voto de opinión es un fenómeno marginal y superficial que no logra impactar. Tercero, las denuncias son preocupantes y están sustentadas. Reportes de diferentes regiones son respaldadas por aumentos extraños en porcentaje de votaciones en zonas cuyos patrones de votación estaban lejos de los resultados actuales. aunque disminuyó la influencia de grupos ilegales, preocupa que en regiones como Antioquia, Nariño, Valle del Cauca y la Costa Caribe persista la participación indebida en política de funcionarios públicos, así como la mutación de grupos cercanos a la ilegalidad. además preocupan las quejas de los sectores étnicos que advierten la ilegitimidad de muchos de los representantes elegidos en nombre de sus movimientos. ni hablemos del Parlamento andino o de los congresistas en el exterior.

La esperanza que queda

En donde hay un obstáculo puede haber una oportunidad. aunque sería un autoengaño suponer que el deseo del estudiante javeriano ha quedado intacto, su esperanza de ver un cambio no se ha perdido del todo. Estamos frente a una transición que sufre los efectos de las viejas prácticas y se mide por los estándares de expectativas ciudadanas posmodernas y autoexpresivas, en un contexto de adaptación y mutación de organizaciones que persiguen objetivos perversos y que no se resisten a influenciar indebidamente procesos de decisión colectiva. lo vivido el 14 de marzo llama a revivir el elogio a la dificultad, a transformar heurísticamente la esperanza hacia la expansión efectiva de una comunidad moral que pueda corregir los fallos generados por las limitaciones de las instituciones. Como todo diseño humano la democracia, y en particular las elecciones, son imperfectas. las comunidades morales de ciudadanos están llamadas a resolver las tensiones entre representación y gobernanza, así como a aprovechar la oportunidad de resolver los problemas de acción colectiva que las elecciones plantean a las sociedades y a los individuos en el momento de votar. Quedamos ante un reto y debemos estar a la altura del mismo.