Los Desastres Naturales

Está aún muy fresco en nuestras mentes y en nuestros corazones la dramática escena de la tragedia de Armero y Chinchiná, como consecuencia de la erupción del Volcán Arenas del Nevado del Ruiz, que dejó devastada una amplia zona productiva de nuestra Geografía Nacional, pero que especialmente dejó grandes consecuencias en la vida, en el hombre, en toda una comunidad.
Desde el momento mismo de los hechos hasta la fecha y aún antes de ellos aunque en menor escala, mucho se ha especulado y se ha dicho a través de todos los medios de comunicación y en todas las posibles circunstancias de reunión del hombre, que van desde los más formales hasta el diálogo pasajero e informal entre dos personas. Se habló de lo que se pudo prever antes de la tragedia, de lo que se hizo bien o mal en el momento inmediato y ahora sobre las consecuencias de tipo social y humano. Será que las palabras o las múltiples interpretaciones alcanzan a describir en toda su magnitud la «realidad» de quienes vivieron personalmente un desastre su vidas, en su integridad personal, en su estabilidad familiar y en sus bienes?
El sentido de este escrito no consiste en decir una vez más lo que tanto hemos escuchado acerca de los hechos mismos; quisiera poner en consideración de la Comunidad Universitaria Javeriana algunos mensajes que me han quedado de la experiencia vivida en relación con las circunstancias de Facultad y personales frente a la tragedia de Armero.
Los desastres naturales, como los terremotos, huracanes, inundaciones y erupciones volcánicas entre otros, dejan en el hombre una sensación de total impotencia e inseguridad por las pocas posibilidades que tiene de control frente al poder de la naturaleza. Pero dicha afirmación no puede reducirnos a la ignorancia o a la indiferencia; somos como hombres, seres inteligentes quienes podemos hacer uso de nuestra racionalidad para enfrentar un monstruo que sabemos existe: Los desastres naturales. Existen pocas posibilidades de preverlos en su momento y sitio hasta que ello ocurre, pero es posible prepararnos, conociendo los riesgos y el manejo de éstos y sus consecuencias.
«Prepararnos para los Desastres», parecería una idea un poco masoquista o alarmista, pero no lo es; debemos aceptar que Colombia como otros países de América es altamente vulnerable a tipos de desastres como los ya mencionados, los hemos visto en el pasado y están latentes sus posibilidades en el futuro.
Tenemos como entidad educativa una gran responsabilidad en la formación de profesionales integrales y lo estamos haciendo con verdadera excelencia académica, pero ahora cabe la pregunta: ¿existe algún momento curricular en las diferentes disciplinas para tratar el tema de los Desastres Naturales? ¿Qué tanto conocemos acerca de su origen, las clases, los efectos inmediatos y posteriores, los procedimientos para su adecuada atención, la organización necesaria, las medidas de prevención y control, la vigilancia de sus diversas consecuencias, la rehabilitación?
Estoy segura de que los anteriores interrogantes y muchos otros se pueden plantear y encontrar respuesta desde el campo de competencia de cada disciplina profesional; porque si nuestro sujeto de atención es el hombre y la sociedad, los Desastres Naturales los afectan en todas las dimensiones: La Salud Física, la Salud Mental, el Trabajo, la Educación, las Comunicaciones, la Vivienda, los Sistemas y Recursos Comunitarios tangibles e intangibles, las Instituciones, la Familia, los Derechos Humanos, la Economía, la Cultura, las Creencias, los Valores y otros que surgen del análisis específico desde cada área profesional. Debemos pues, hacer una valoración académica de la necesidad de incluir actividades de aprendizaje y de investigación sobre esta importante realidad.
En cuanto a la investigación de tipo social y de salud el campo está totalmente abierto, los problemas están ahí y requieren un análisis más objetivo, más científico tendiente a la búsqueda de soluciones. La Universidad por lo tanto puede y debe contribuir en este otro campo.
Finalmente es necesario plantearnos como institución que agrupa alrededor de 13.000 personas o más: ¿Qué tan preparados estamos para enfrentar o manejar un desastre natural en nuestro lugar de trabajo, estudio o vivienda? ¿Conocemos los lugares de mayor o menor riesgo? ¿Conocemos las medidas de seguridad como el empleo de extinguidores o evacuación de edificios? ¿Conocemos el tipo de comportamiento individual y colectivo deseable en estos casos? ¿Conocemos los procedimientos necesarios para la atención inmediata de las personas afectadas? ¿Conocemos el tipo de organización requerida y que evitaría mayores complicaciones?. Todos estos interrogantes deberían servir de base para estructurar un plan de preparación y prevención que urge para una institución como la nuestra.