IV. Comunicación, política y cambio social

La radio sin radio

David Fayad Sanz

Comunicador social, Magíster en Historia y estudiante de Doctorado y magíster en Historia de la Universidad de la Plata. Comunicador social. Ha trabajado como guionista de series radiales, consultor en comunicación para el desarrollo y evaluador en proyectos sociales.

Eliana Herrera Huérfano

Estudiante del Doctorado en Comunicación en Sociología IV de la Universidad Complutense de Madrid, con la tesis Prácticas de comunicación y pueblos indígenas, mediaciones de la cultura y el desarrollo en la Amazonia colombiana. Magíster en Comunicación. Comunicadora social.

María Fernanda Peña

Estudiante del Doctorado en Comunicación de la Universidad de la Plata, Argentina. Magíster en Antropología Social. Especialista en Gestión Regional del Desarrollo. Comunicadora social. Actualmente es coordinadora académica de la Maestría Comunicación, Desarrollo y Cambio Social, de la Universidad Minuto de Dios.

Resumen

El resguardo Ticoya, ubicado en el Amazonas colombiano, que integra tres pueblos indígenas (tikunas, cocamas y yaguas), viene trabajando desde el 2013 en la recuperación de su radio comunitaria como espacio para preservar y cuidar sus territorios, sus recursos, y en especial, para proteger y defender sus raíces culturales y cosmovisión. Durante este proceso, que inicialmente buscaba recuperar una emisora, se ha indagado en cómo apropiar esta tecnología para representar en ella las prácticas de estos tres pueblos, y en las expectativas y necesidades de comunicación intercultural de las comunidades del resguardo. El proceso motivó una serie de reflexiones colectivas alrededor de la comunicación, y propició espacios de diálogo con autoridades (abuelos, abuelas, curacas), jóvenes y mujeres de varias comunidades. Aunque la emisora sigue siendo un sueño, buscarlo de manera colectiva ha llevado a un diálogo de largo aliento entre el resguardo, las comunidades y la academia. “La radio sin radio” recoge en un video —del mismo nombre— el proceso que, más allá de la radio, ha logrado tejer vínculos entre las comunidades para llenar ese sueño de contenidos propios.

Palabras clave: comunicación propia, radio indígena, tikunas.

Contexto

La Asociación del resguardo Tikuna, Cocama y Yagua - Aticoya - reúne a 23 comunidades asentadas a lo largo de los ríos, caños y lagos de una parte del trapecio amazónico (Loretayacu, Amazonas, Amacayacu, Atacuari, Boyahuasú y Tarapoto). El resguardo Ticoya es una comunidad pluriétnica que congrega a miembros de los pueblos tikuna, cocama y yagua. Como resguardo comparten la organización territorial y política asignada por el Estado Colombiano pero como pueblos conservan cada uno su identidad cultural (aunque los cocamas están en riesgo de perder su lengua materna). Las relaciones de unos con otros han dado origen a los paisanos, es decir indígenas que tienen padres de diferentes pueblos. Además, en el territorio también habitan migrantes colonos asentados principalmente en el casco municipal de Puerto Nariño. Ambas figuras administrativas: resguardo y municipio se sobreponen en diversas partes del territorio, por lo cual se hacen necesarios los procesos de diálogo y concertación entre curacas (autoridades administrativas indígenas) y servidores públicos municipales para la toma de decisiones.

Esta investigación con la comunidad del resguardo Ticoya- Tikuna, Cocama y Yagua - en el Amazonas colombiano, buscó generar la construcción de conocimiento conjunto a largo plazo.

El propósito de la investigación fue facilitar espacios de diálogo, reflexión y análisis para que la comunidad iniciara la construcción de un proyecto radial que respondiera a sus formas de organización, expectativas y necesidades y así apropiar un medio no indígena en función de sus propias prácticas y narrativas. Por esta razón, la meta a mediano plazo no es la construcción de una emisora, sino el fortalecimiento del diálogo entre los miembros de la comunidad para reinterpretar la producción radial como un proceso de construcción conjunta que les permita pensarse una herramienta para el fortalecimiento de su cultura, su identidad y la articulación con su plan de vida.

La propuesta se desarrolló a través del diálogo, la consulta y la concertación con autoridades ancestrales (abuelos sabedores), autoridades administrativas de las comunidades (curacas), autoridades del resguardo (presidente de la asociación y representante legal de resguardo) y jóvenes y mujeres líderes en algunas de las comunidades.

Así, se caracterizaron algunas prácticas de comunicación propias de estos pueblos y se identificaron las expectativas y las necesidades de comunicación intercultural, a partir de un diagnóstico participativo que sirvió de guía y soporte para el proceso de pensar un proyecto de emisora con carácter comunitario. Dicha propuesta de emisora se plantea como un proyecto social y cultural, es decir, como una práctica comunicativa que permita la integración y el mejoramiento de la red de comunicaciones entre las comunidades que habitan en el casco urbano del municipio, en el marco de los proyectos planteados por la comunidad misma a través del Plan de Vida 2007- 2017 del resguardo Ticoya.

En este contexto, la pregunta que orientó la investigación-innovación fue ¿cómo son las prácticas (ancestrales y actuales), las expectativas y las necesidades de comunicación intercultural de las comunidades del resguardo Ticoya y su relación con los procesos de acompañamiento para la recuperación de la emisora comunitaria? Se derivaron de esta pregunta los siguientes cuestionamientos: ¿qué caracteriza las prácticas de comunicación ancestral y actual en los pueblos tikuna, cocama y yagua?, ¿cuáles son las necesidades de comunicación intercultural en el resguardo?, ¿cuáles son las expectativas de la comunidad frente a la posibilidad de recuperación de la emisora comunitaria?, ¿cómo reflejar en los procesos de acompañamiento para la recuperación de la emisora las características de las prácticas de comunicación ancestral, las necesidades y las expectativas encontradas en el diagnóstico participativo?

El proceso

Puerto Esperanza es una de las comunidades que conforma el resguardo Ticoya, queda entre Leticia y Puerto Nariño, en el Amazonas colombiano. Para llegar hay que tomar un bote que tarda cerca de una hora y media, si es de los rápidos. En “peque peque”, como se les dice a los motores pequeños y ruidosos, el viaje puede tardar hasta 8 horas río arriba, debajo del rayo del sol. Sólo hasta hace un par de años hay servicio de electricidad en Puerto Esperanza, esta es una de las comunidades más cercanas al casco urbano de Puerto Nariño, donde se ubica el centro político y administrativo del Resguardo que reúne a las etnias tikuna, cocama y yagua. En muchas de las otras 23 comunidades sólo hay una planta eléctrica que se prende algunas horas en la noche, momento en que hoy día todos corren a cargar sus celulares y, entre 2008 y 2009, quizás corrían a encender sus radios.

Es el año 2013, la Guardia Indígena recibe a los visitantes: hombres jóvenes, mujeres, abuelos y niños, lo que contrasta con los centros políticos de los “blancos” altamente custodiados, cerrados, herméticos, mayoritariamente masculinos, pomposos y hostiles en los que rondan las camionetas blindadas y los guardaespaldas. Puerto Esperanza está la orilla del río amazonas, de ésta se destaca una maloka grande con capacidad para cien personas o más. En esta ocasión se celebra la Asamblea Wone, momento de planeación y toma de decisiones para los pueblos que componen el resguardo. Es de los pocos momentos en los que coinciden personas de las 23 comunidades. Es una inversión importante traer tanta gente. Convocar no es tarea fácil: donde hay servicio de telefonía con marcar durante algunos días y si el teléfono no ha caído al río todo funciona, pero donde no, hay que conseguir un bote, un motor y pagar gasolina que resulta siendo cuarenta por ciento más cara que en el resto de Colombia. Así se entrega el mensaje, puerta a puerta, desplazándose en el espacio como antes de la invención del telégrafo.

Dos hombres llegan de la selva, cargan un animal recién cazado, quizás un venado, ya está despellejado, listo para ponerse a la parrilla. Éste y otros platos, como la fariña (harina de yuca), serán la comida para todos los asistentes a la Asamblea que durante tres días estarán pensando sobre su organización, sobre su territorio, sobre su manera de dialogar con el mundo de los “blancos” y sus políticas. No sobran los discursos soñadores con promesas de aeropuertos, ni la tampoco las reflexiones sobre la educación propia y la incompatibilidad entre muchos elementos del marco político del Estado y la forma de vida de algunos pueblos indígenas, sus ritmos construidos por la lógica del río, sus retos para mantener a raya el turismo devastador que llega con grandes cadenas hoteleras, la tala indiscriminada… Mientras tanto, un hombre y dos mujeres se bajan una lancha rápida, con camisa blanca, sudados, como todos los que no nacieron en el ambiente húmedo de la selva. Vienen del Ministerio del Interior y de Justicia. No duran mucho antes de que se les haga un espacio en la agenda, no tienen tiempo porque deben regresar a Bogotá el mismo día. Se toman la palabra y el ritmo tranquilo del diálogo se rompe con presentaciones de Power Point, decretos, leyes y, lo más sorprendente, un aplicativo web para asignación de regalías. En muchas de las comunidades, si alguien quiere hacer una llamada por celular, la primera condición es que sea de una empresa en particular, la segunda es que se ubique bien, donde le digan, sin moverse mucho, porque sólo ahí le entra algo de señal… que a veces sólo alcanza para mandar un mensaje de texto. La tercera es tener suerte con que ese día la red funcione. Entonces, ¿un aplicativo web que sirva para acceder a recursos públicos? Si hasta ahora se está negociando la llegada del proyecto “Vive Digital” en Puerto Nariño. El funcionario termina su power point, pregunta si entendieron, y muchos contestan que sí. Algunos les hacen caer en cuenta de lo incoherente que resulta la propuesta con la realidad del territorio; pero los voceros del ministerio vienen preparados y ya saben qué responder: “en realidad esto no depende de nosotros, sino de otro Ministerio, nosotros sólo lo estamos socializando”. Entonces quedan como los buenos, y de paso insisten que así sea difícil, ahí están las oportunidades, que hay que esforzarse, buscar la manera para poder acceder a esos recursos públicos, irse hasta Leticia en el rápido, con el plan bien escrito y subirlo a la web.

De manera muy parecida llegó la emisora Ticoya Estéreo a Puerto Nariño en el año 2008. Traída por el proyecto “Plan Comunidad” duró sólo algunos meses en funcionamiento. Poco a poco los equipos terminaron en casa de unos y otros miembros de la comunidad que, viendo cómo se desmoronaba una tecnología sin proyecto comunicativo, prefirieron llevársela que dejarla ahí para que se la humedad de la selva la acabara sin ningún uso. Algunos locutores alcanzaron a dar en ella sus primeros pasos, otros encontraron un gusto por la comunicación y se las arreglaron para seguir hablando a su gente a través de otras iniciativas como altoparlantes y periódicos murales y, aquellos que tenían visión política, la aprovechaban para que las comunidades alejadas pudieran enterarse de lo que ocurría en el centro del resguardo y en las otras comunidades sin tener que gastar gasolina y tiempo en desplazamientos. La radio se convirtió en una herramienta necesaria, pero mal aprovechada. Cuando la tecnología se perdió el sueño emergió y, desde entonces, construirla ha sido un proceso valioso que les ha permitido a estas comunidades reconocerse a través de las voces de las comunidades, de los abuelos y las abuelas, de las músicas, de los retos, de la vida del río.

El año en que los funcionarios del Ministerio del Interior irrumpieron en la asamblea Wone, el curaca mayor del resguardo, Manuel Ramos, y Emperatriz Cahuache pidieron a parte de este equipo de investigación que los acompañaramos en la recuperación de la emisora. Entonces nos contaron la experiencia, sin mucha claridad tampoco sobre lo ocurrido, los hechos y los protagonistas, lo que nos llevó a buscar, de la mano de un grupo de la comunidad, qué había pasado. Si queríamos una emisora antes teníamos que saber qué había pasado con la anterior.

Con grabadora en mano recolectamos testimonios y relatos de quienes habían estado frente a los micrófonos de Ticoya Estéreo, a los gestores, a los técnicos y a los oyentes. Y nos encontramos con que la emisora llegó como un paquete modernizador, como un regalo del blanco para promover el desarrollo. Encontramos que transmitía música, que quienes ahí trabajaban no recibían sueldo, que nunca se pagaron las tarifas estipuladas por la legislación de entonces… Encontramos una emisora comercial sin gerentes, con muchos que imitaban las voces de los locutores juveniles de la radio colombiana, con sonidos y ritmos de las tres fronteras.; vimos una historia de potencial y fracaso convertidos en oportunidad, que entonces como proyecto colonizador, se cayó de su propio peso.

Al tiempo que acompañábamos la recolección de testimonios hacíamos talleres de producción radial. Talleres sin talleristas, sin tizas ni marcadores; talleres de botas pantaneras, largas caminatas y espacios para compartir con las personas entre risas, comidas e historias; de eso que algunos llaman educación y etnografía. Entonces hablábamos sobre su cotidianidad, sobre sus lenguas, sobre sus comidas, sobre el papel de los abuelos, sobre lo que sobrevive en los relatos, sobre los mitos, sobre la música. Y, año tras año, en sesiones de una o dos semanas trimestrales, habíamos conformado un equipo de comunicación que empezó a soñarse su radio, no como tecnología sino como diálogo. Entonces se preguntaban no sólo cómo llevar la radio hasta los abuelos, sino cómo traerlos a ellos hasta la radio. Porque si no ¿de qué se trata la radio o cualquier proceso de apropiación de tecnologías?

Resultado de estas entrevistas entre ellos, conversaciones, charlas, caminatas y convivencia comprendimos las dinámicas de la comunicación propia y apropiada. Entendimos que la vida de estas comunidades rompe la lógica lineal del tiempo y que por tanto, las formas de comunicación ancestral siguen presentes y vigentes…. Lo ancestral no está en el pasado, es lo que sobrevive hoy a través de la palabra, y la lengua es uno de los medios a través del cual éste se transmite en los espacios de la vida cotidiana como las malokas, el río y la chagra.

Son estas las experiencias que inspiran y animan a apropiar las tecnologías con un sentido de lo propio para fortalecer su cultura, como se ve en el objetivo del proyecto de radio construido durante estos años, que no se centra en la herramienta, sino en su aprovechamiento para “Generar un proceso de fortalecimiento del territorio y recuperación de las culturas Tikuna, Cocama y Yagua a través de la radio indígena como medio de comunicación que permita la recuperación y visibilización de lo propio y la articulación entre las 23 comunidades pertenecientes al resguardo Ticoya” (Equipo de trabajo de comunicaciones, 2015, 4). El proyecto recoge unas líneas de acción que se unen al plan de vida de estos tres pueblos, como el mantenimiento del territorio y de los recursos naturales, la educación intercultural, la salud, la jurisdicción especial indígena y la organización política del resguardo.

Este proyecto de radio se construyó desde la experiencia del fracaso con el Plan Comunidad, desde las voces y las expectativas de las comunidades que se reunieron para imaginar la radio, sus temas, sus protagonistas, y desde el aporte de la academia como interlocutor entre el lenguaje del Estado y el de las comunidades, entre el conocimiento académico y la vida cotidiana, entre los ritmos del río y de los años fiscales.

Las expectativas de la comunidad sobre la radio resultan tan claras que, si en el Plan Comunidad se les hubiera consultado, seguramente el resultado de Ticoya Estéreo hoy sería otro. ¿Qué se espera de ésta? Que sea un espacio que refleje la interculturalidad, en la que haya espacio tanto para información de salud vista desde las prácticas occidentales, como para la salud propia, que haya programas en lenguas propias y en español, que aproveche el saber de los abuelos y de las abuelas, que acerque a las comunidades; en otras palabras, que la radio se adapte a ellos y no ellos a la radio.

La radio sin radio

Y ahora nos habíamos ido para el otro lado, teníamos una radio como proyecto, unos temas, un objetivo integrador como resguardo, un diálogo entre las tecnologías, la comunidad y la academia y un equipo en formación. Sólo nos falta la radio, la que el Estado había traído hace unos años y que cuando llegó no se supo qué hacer con ella, cómo mantenerla, para qué servía. Para entonces ya estamos en 2016 y hay un nuevo curaca: Gin Rusbel. Emperatriz, quien nos recibió hace varios años, murió, y el equipo de comunicaciones del resguardo se ha fortalecido. El reto es lograr lo que se tuvo en términos materiales con la claridad de hoy de cómo usarla.

Esta experiencia muestra algunos elementos clave de la relación entre el Estado y algunas comunidades indígenas, que se materializa en recursos y leyes que se conciben como fines y no como procesos. Claro que hace falta la radio, nada mejor que poder acceder a recursos públicos a través de Internet; pero antes debemos saber para qué una radio, para qué aprender a usar Internet y tener acceso a esta tecnologías. Y no se trata de traducir a tikuna las plataformas de recursos públicos ni de facilitar el acceso a Internet, sino de hacer posible su apropiación, de tener la disposición de demorarse en la toma de decisiones, de hacer procesos de formación concertados y de largo aliento.

De alguna manera acá se ve la distancia entre las lógicas de la planeación del Estado y la vida de los resguardos; pues a pesar de que éstos tienen autonomía política y administrativa, no dejan de tenerla en el marco de una constitución política, de unos años fiscales y de otras maneras de concebir los resultados que se reducen a indicadores de gestión y de gasto que los hacen pensar en esa lógica

El Futuro

El actual curaca mayor del resguardo nos pidió que lo acompañaramos al Ministerio de las Tics (tecnologías de la información y las comunicaciones) para saber qué hacía falta y lograr, ahora sí, la emisora con proyecto comunicativo y tecnologías a la vez. La antigua emisora nunca entró en funcionamiento ante el Estado, y por lo tanto no hay una deuda que impida al resguardo seguir en la búsqueda de este espacio. Aunque la legislación hace viable conseguir la licencia nuevamente, sin un acompañamiento este diálogo entre las lógicas del Estado y las comunidades indígenas sería mucho más difícil, lo que evidencia que quizá estamos preparados para legislar para el otro, no siempre con él, pero sin facilitar las condiciones para lograr que esas políticas lleguen a buen término.

Referencias

Resguardo Ticoya (2015) Proyecto de Radio. Puerto Nariño.

Resguardo Ticoya. (2007). Actualización del plan de vida de los pueblos tikuna, cocama yagua. Documento síntesis. Puerto Nariño: Resguardo Ticoya


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