IV. Comunicación, educación, formación y profesiones

Nuevas tecnologías, cibercultura y cultura escrita: entre la educación y la comunicación

Alejandro Ulloa Sanmiguel

Antropólogo. Profesor titular de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle.

Resumen

La cultura escrita (CE) y la cibercultura (CBC) constituyen dos mediaciones cognitivas de la sociedad contemporánea, que pueden ser vistas en sus tensiones y complementariedades. El aula de clase universitaria es un escenario privilegiado para observar esa dialéctica, sobre todo en los talleres de análisis textual y de escritura, como estudio de caso, dedicados a la comprensión y producción de textos expositivo-argumentativos (la reseña y el ensayo), y textos narrativos como la crónica y el cuento. En la ponencia se analiza la presencia de la cultura escrita en la cibercultura, mediante el uso del computador y sus aplicaciones en el aula, a partir de los siguientes conceptos: las relaciones entre oralidad y escritura; la enunciación virtual; la convergencia o no de los conocimientos procedimentales de cada mediación; la producción de inferencias como legado de la cultura escrita impresa y su continuidad en la escritura digital; los cánones de la cultura escrita, en tensión con las variantes sociodialectales del idioma; la fuerza ilocutiva como “representación” de lo no verbal y su simulación en el texto escrito; y la edición textual como un proceso de reescritura potenciado por el computador. Estos conceptos permiten una aproximación pedagógica que optimiza los usos del software digital, a la vez que se sintoniza con las tendencias sociocognitivas y culturales de las nuevas generaciones, específicamente los millenials.

Palabras clave: Cultura escrita, cibercultura, oralidad, edición textual.

En esta ponencia analizo las relaciones entre Cultura Escrita (CE) y Cibercultura (CBC) como dos mediaciones cognitivas con sus respectivos conocimientos semánticos y conocimientos procedimentales, las diferencias entre ellos y las maneras como estos dos conjuntos de saberes se materializan y “conviven” en diferentes contextos educativos y comunicacionales de la sociedad actual. Si la Cultura Escrita designa la relación entre leer, escribir y conocer, o lectura, escritura y conocimiento, la Cibercultura alude a las nuevas tecnologías en dos áreas: la inteligencia artificial, en tanto tecnologías de computación para la comunicación entre las máquinas; y, por otro lado, la circulación de información a través de la red. La Cibercultura, como mediación cognitiva, requiere también de un sistema de conocimientos procedimentales para que los usuarios puedan ejecutar las operaciones que hacen efectivas la comunicación entre los dispositivos electrónicos; y para acceder a la circulación, uso y producción de información en la red.

Con las políticas de los gobiernos para expandir el uso de las Tic se busca implementar estrategias masivas de aprendizaje y conectividad con el fin de reducir la brecha tecnológica entre diversos sectores de la sociedad, y mejorar la educación. El auge de la Cibercultura, dentro y fuera de la escuela, configura un nuevo sistema cultural y cognitivo que debe ser comprendido en su complejidad para situar los nuevos problemas pedagógicos y vislumbrar posibles soluciones.

Sin embargo, existe otra brecha, relacionada con la Cultura Escrita, que aún no ha sido superada, a pesar de los intentos por lograrlo ya que es una de las áreas donde se concentra el fracaso de los estudiantes colombianos en las evaluaciones internacionales a través de las Pruebas Pisa. En la actualidad, nos enfrentamos a esos dos grandes desafíos, que no sólo han sido planteados por separado, sino que, en determinados discursos suelen oponerse, como si fueran antagónicos o excluyentes en sí mismos.

En el mundo contemporáneo se considera la brecha digital como una nueva forma de exclusión que consiste en el acceso desigual al uso y apropiación de las nuevas tecnologías, por amplios sectores sociales que no pueden integrarse a ellas. Hay una brecha digital internacional entre países y regiones, y una brecha digital interna dentro de un mismo país o región. Actualmente se busca reducir la brecha digital que constituye una nueva forma de “brecha cognitiva” la cual separa los “conectados” de los “no conectados” y limita, a estos últimos, en sus posibilidades de vincularse efectivamente a la “sociedad del conocimiento”, ejercer su ciudadanía e intentar mejores condiciones de vida dentro del orden establecido.

Por otro lado, si nos comparamos con otras naciones de América Latina y Europa, encontramos que históricamente ha existido en nuestro país una precaria relación con la Cultura Escrita alfabética problema que se evidencia en los bajos índices de lectura per cápita y en los resultados de las pruebas internacionales que evalúan la educación colombiana. Problemas que han confirmado diversas investigaciones en Colombia, entre ellas la nuestra. Dicha precariedad ha configurado igualmente otro tipo de “brecha cognitiva” en un mundo regido por diferentes manifestaciones de la escritura, requeridas para el funcionamiento social. En otras palabras, a la “brecha cognitiva digital”, asociada con la Cibercultura de las últimas décadas, se suma la “brecha cognitiva” asociada con la Cultura Escrita, brecha que data por lo menos desde el siglo XIX y que configura un deuda social con las clases menos favorecidas. Visto así, hay entonces dos formas de exclusión por contrarrestar. Para luchar contra ellas no basta solo con lograr la conectividad de los desconectados. Es necesario reconocer la existencia de la Cultura Escrita, que hoy está presente en la Cibercultura a través de libros, revistas, artículos, periódicos y otras textualidades que circulan por internet y a las cuales podemos acceder.

El concepto de Cultura Escrita (ya trabajado en otros textos), tiene sus orígenes en la obra de investigadores como Eric Havelock, Walter Ong y David Olson, quienes a su vez lo retoman de Jack Goody. Aunque aquí especifico un planteamiento distinto al dado por dichos autores. En principio, la Cultura Escrita es diferente a la noción de “cultura letrada” o “ilustrada”, propia del discurso académico; y mucho más distante aún de la manida noción de lectoescritura presente en el discurso oficial y los docentes, pues la CE no está hecha sólo de contenidos, información y datos célebres o interesantes, como tradicionalmente se ha considerado la cultura letrada, es decir, como saber enciclopédico, signo de educación y civilización; lugar de la diferencia social y razón para el estigma eurocentrista en el proyecto moderno de la Ilustración.

Desde nuestra perspectiva, Cultura Escrita no se refiere sólo a la lectura y la escritura (un binomio propio del sentido común) sino a las relaciones entre éstas y el conocimiento; tanto el conocimiento que se requiere para poder leer y escribir, como el conocimiento que se deriva de las prácticas de lectura y escritura1. Tanto conocimientos semánticos (saber qué), por ejemplo, que “la segunda guerra mundial terminó en 1945”; y conocimientos procedimentales (saber cómo o saber hacer), que son los que evalúan directa e indirectamente las pruebas internacionales y en los que tenemos resultados desfavorables, ya constatados. Por ejemplo, conocimientos para: (a) poder identificar quién dice qué en un texto o “quién habla” en él; es decir, para que el lector reconozca las huellas de la enunciación propias de la escritura y especifique cada uno de los enunciadores, tanto el enunciador-autor como los enunciadores referidos; (b) explore las relaciones entre ellos, y a su vez pueda verificar los desacuerdos y las diferencias de opinión presentes en un texto. Esto implica que reconozca las marcas que el texto ofrece para decidir si lee en sentido literal o en sentido metafórico; (c) para saber si el enunciador-autor cita literalmente, parafrasea o parodia el discurso de otros; (d) para ver si complementa o refuta un punto de vista. Es decir, para (e) comprender las relaciones intertextuales y su significación en el contexto donde aparecen como parte de la coherencia global del escrito. Conocimientos necesarios para (f) ”descubrir” el punto de vista o la tesis de los enunciadores que “hablan” en el texto; (g) examinar los argumentos que sustentan sus puntos de vista ; (h) entender la función de los signos de puntuación y la ortografía en la construcción del sentido y la coherencia local de los enunciados; (i) diferenciar los conectores en su función y su sentido para “enlazar” los enunciados entre sí, o los párrafos dentro de un contexto más amplio; (j) producir inferencias relacionando los conocimientos previos del lector 1con los conocimientos nuevos que le aporta el texto (lectura en doble vía).

Este conjunto de conocimientos procedimentales, junto a su explicación conceptual, ilustran nuestro concepto de la Cultura Escrita como mediación cognitiva. Ella proporciona los recursos lingüísticos y discursivos necesarios para producir las inferencias durante el proceso de lectura y comprensión textual. También para la escritura. Y si bien, en la vida cotidiana todo el tiempo estamos haciendo inferencias, las inferencias que debemos realizar para generar nuevos conocimientos a partir de lo escrito, son de naturaleza diferente2.

Ahora bien; este tipo de conocimientos son los que no provee la escuela, ni la primaria ni la secundaria y hasta cierto punto la universidad. Esto es lo que queremos significar con nuestra tesis según la cual los estudiantes que ingresan a la educación superior (pública y privada) en su gran mayoría tienen una relación precaria con la cultura escrita, sin que la universidad haga su mayor esfuerzo por transformar dicha relación. En realidad, lo que constatamos a través de la investigación empírica y la práctica pedagógica es que en un alto porcentaje, la educación formal no garantiza una relación intensa con la Cultura Escrita, fenómeno que Emilia Ferreiro (2002) llama Iletrismo. “El iletrismo es el nuevo nombre de una realidad muy simple: la escolaridad básica universal no asegura ni la práctica cotidiana de la lectura, ni el gusto por leer, ni mucho menos el placer por la lectura”3.

De ahí que, la adquisición de la Cultura Escrita como mediación cognitiva, supone una transformación de la conciencia, en el sentido de ser más consciente del lenguaje, del significado de las palabras, de los modos como están escritos los textos, de sus propósitos e intenciones, de los modos como deben producirse y como deben leerse para poder ser comprendidos, según determinados “mercados lingüísticos” (Bourdieu 2000) y contextos de comunicación.

La carencia de estos conocimientos genera diferentes tipos de problemas para la lectura y la comprensión textual de los estudiantes. Problemas que hemos podido diagnosticar e inventariar como parte de nuestra investigación en el aula. En síntesis, este tipo de conocimientos procedimentales no se enseñan ni para leer ni para escribir, a pesar de que la educación, sobre todo universitaria, los exige implícitamente a través de las pruebas de admisión, las evaluaciones escritas, la presentación de ensayos, reseñas, monografías y trabajos de grad. En este sentido, es que la Cultura Escrita es una mediación cognitiva, es decir, un sistema de conocimientos, (anterior a la Cibercultura), que nos permite acceder a otros conocimientos, para lo cual se requiere aprender a leer desde la perspectiva de la organización del texto y no sólo desde la perspectiva del lector y sus saberes previos.

En cuanto mediación cognitiva, la Cultura Escrita ha funcionado como un puente que permitió el diálogo entre generaciones sucesivas o discontinuas; entre naciones cercanas y distantes; entre culturas y civilizaciones de distintas épocas y lugares; entre el pasado y el presente de buena parte de la humanidad. Los conocimientos acumulados y agenciados por ella, como producto de la humanidad, permitieron los avances de la ciencia y el desarrollo tecnológico. La filosofía, la historia, la teología y la antropología, junto a las demás ciencias sociales, se han valido de ella, así como dejaron constancia de tales avances en diferentes épocas. Ese puente, que vinculó distintas orillas, es el que cruzaron los estudiosos de la biblia en la edad media, intentando descifrar los misterios sagrados; interrogándose por el sentido literal o metafórico de los enunciados; buscando verificar la existencia física de los autores; comparando las diferentes versiones bíblicas en distintas lenguas (hebreo, griego, arameo, latín). Es el puente que atravesaron los hombres del renacimiento para retomar y reinterpretar la herencia grecolatina de la antigüedad en su lectura de los clásicos. Es el puente que le permitió a Cervantes tener conciencia de su época y la relación con el pasado a través de los libros, cuando puso a leer al Quijote todas las novelas de caballería, y cuando después de ordenarlo caballero, lo dotó de una plena consciencia sobre la posibilidad de trascender, como efectivamente lo ha logrado hasta después de cuatro siglos, gracias a la escritura, la lectura y los conocimientos asociados a ellas.

Es el puente que cruzaron los filósofos gestores de la ciencia moderna y de la Ilustración, y gracias a él trascendieron al siglo XIX y su impacto se prolongó hasta el siglo XX, aun después de la crisis de la modernidad. Ahora bien, ese puente es el que parece estarse derribando en el siglo XXI bajo el imperio de la Cibercultura. Algunos autores sugieren que el vínculo construido a la largo de varios siglos se ha ido rompiendo, generando una especie de salto al vacío en el actual sistema-mundo globalizado, a pesar de la presencia cada vez más amplia de la Cultura Escrita en el ciberespacio, y a pesar de la promesa de tener próximamente una biblioteca universal digitalizada.

Aunque dicha mediación cognitiva es anterior a la nueva mediación configurada por las tecnologías digitales durante los últimas tres décadas, es evidente que ha perdido terreno frente a la hegemonía de la Cibercultura entre las nuevas generaciones.

Ahora bien, con el advenimiento de las TIC, estos saberes específicos, propios de la Cultura Escrita, se pueden aprender también a través del computador y los procesadores de textos que potencian el proceso pedagógico y favorecen la apropiación y el uso creativo de tales saberes, siempre y cuando se disponga de un método para realizarlo. Una vez comprendidos conceptualmente y aprendidos en las prácticas de escritura (para lo cual se requiere trabajar con diferentes tipos de textos), se incorporan al acervo de conocimientos previos integrados en la cognición social de los estudiantes.

La cibercultura, otra mediación cognitiva

La Cibercultura constituye una nueva mediación cognitiva conformada por saberes semántico (saber qué) y saberes procedimentales (saber cómo, saber hacer) distinta de la cultura escrita y hasta cierto punto independiente de ella, aunque podamos identificar diferentes tipos de articulaciones entre ellas en las prácticas sociales.

De lo anterior se deduce que no se trata de un desarrollo evolutivo, en el sentido de que una nueva fase significa la superación o la desaparición de la anterior. Así, a pesar del advenimiento de la Cibercultura, la Cultura Escrita sigue existiendo, incluso expresándose a través de los dispositivos electrónicos como sucede con la escritura en el computador. Observamos por ejemplo, cómo el software del procesador de textos en el computador permite una potenciación de los procesos de escritura, gracias a que proporciona herramientas para identificar y corregir algunos errores ortográficos, usar el diccionario de sinónimos y facilitar la edición permanente del texto, una vez se adquiere conciencia de esta operación que es un saber desarrollado por la relación intensa con la cultura escrita. Este saber hacer, que es la edición de un texto, constituye un saber integrado a la mediación cognitiva que es la CE. Una vez adquirido, este saber se potencia y agiliza extraordinariamente gracias a Word, con el cual ha sido posible que lo que antes era un secreto profesional de los escritores y los buenos periodistas, (la edición de un texto, como parte de su construcción), ahora esté cada vez más al alcance de otras personas. Pero para hacerlo se requiere, no sólo conocer y manejar el software correspondiente, sino conocer las operaciones de edición, como por ejemplo: la selección (lexical, sintáctica y semántica); la combinación entre los elementos seleccionados; el desplazamiento para trasladar una frase o un fragmento de un lugar a otro donde sea más apropiado según el contexto; la permutación, para cambiar un elemento por otro, alternarlos o intercalarlos según las necesidades comunicativas. Es decir, la aplicación de Word, potencia la edición una vez que se conjugan los dos saberes en uno, como convergencia puntual de las dos mediaciones cognitivas. Esto significa que el mero conocimiento de Word, no es suficiente para editar bien un texto, aunque sea muy útil para el copy page de los estudiantes, que es otra cosa. Pensamos que el proceso de edición del texto escrito corresponde a un saber hacer, es decir un procedimiento cognitivo, propio de las prácticas de escritura que bien pudo haberse aprendido por fuera del uso del computador, y antes de él, como sucede con las generaciones mayores. O bien, se aprendió formalmente, en el uso del computador, simultáneamente con el manejo del software.

En otras palabras, en la edición textual pueden converger las dos mediaciones cognitivas, si al manejo operativo de Word, se suman las operaciones propias de la edición, como otro saber diferente, que igual, puede aplicarse al escribir con lápiz sobre el papel. De nada sirve, manejar muy bien Word, si no se conocen las operaciones de edición textual que permiten depurar un escrito, corregirlo y reescribirlo, hasta lograr las formas canónicas deseadas o exigidas.

En cuanto mediación cognitiva, la Cibercultura se expresa en los cambios en los modos de leer y escribir propiciados por el soporte electrónico, así como en la capacidad para usar técnicamente los equipos, operar el distinto software, las aplicaciones y toda clase de herramientas informáticas. En otro sentido, se manifiesta también en los discursos y representaciones sociales de las tecnologías, en las nuevas formas de percepción de lo real y en los nuevos modos de sociabilidad que mediatiza. Ahora bien, al igual que en la cultura escrita, en la Cibercultura debemos considerar grados diferenciados de competencias en los actores sociales, desde las más simples, hasta las más complejas.

La Cibercultura designa el sistema de conocimientos semánticos y procedimentales para utilizar creativa y/o funcionalmente las herramientas puestas a disposición en sus respectivos entornos y mediante determinadas prácticas. Los nuevos saberes desplegados por ella en el ámbito familiar, escolar o laboral, constituyen sin duda una nueva forma de conocimiento inédita en la historia de la especie humana. Hoy sabemos que buena parte de la relación con la Cibercultura se ha dado informalmente por fuera de la escuela: en los video juegos, ubicados en lugares públicos o domésticos; en los usos de las tecnologías informáticas para diversos fines; en el empleo de cámaras y equipos de sonido; en la telefonía celular; en el cajero automático, etc.

Aunque en muchos casos la adscripción de los jóvenes puede estar asociada a la recreación y el entretenimiento, en interacciones informales y más o menos espontáneas (antes que vinculada a la apropiación de saberes académicos), de tales interacciones se derivan saberes procedimentales básicos y conocimientos semánticos que pueden ser aprovechados en los procesos pedagógicos escolarizados. Por ello, consideramos fundamental pensar la Cibercultura al lado de la Cultura Escrita, analizar sus tensiones y sus posibles articulaciones en las prácticas sociales, específicamente en la educación.

La Cultura Escrita y la Cibercultura constituyen dos mediaciones cognitivas independientes que bajo determinadas condiciones pueden llegar a ser pedagógicamente complementarias. Las nuevas tecnologías permiten un acceso ilimitado a la información existente, en tanto conocimientos semánticos de diferente naturaleza. Así mismo, favorecen el desarrollo de algunas habilidades procedimentales, como por ejemplo destrezas manuales para operar los controles de los juegos electrónicos y otros dispositivos digitales, rapidez en la coordinación psicomotriz, sensibilidades auditivas y visuales para captar y percibir propiedades de las imágenes y los sonidos, que pueden ser a su vez utilizadas en la producción académica escolarizada.

La Cibercultura como otra mediación cognitiva, es una especie de interfaz mental constituida por otro tipo de conocimientos procedimentales con los cuales podemos acceder, producir y reproducir nuevos conocimientos. Por ejemplo, conectarse a internet para recibir y responder correos electrónicos; abrir varios archivos y trabajar con ellos simultáneamente; utilizar aplicaciones especificas como Excel, Word, PowerPoint u otras; crear un blog; diseñar, producir y editar imágenes; usar las redes sociales para interactuar. Pero también, innovar, originar nuevo software para atender a determinadas necesidades.

Para emplear adecuadamente estas tecnologías es indispensable leer desde la perspectiva de la configuración digital en la pantalla y toda su iconografía, por ejemplo: diferenciar la barra de tareas de la barra de herramientas, reconocer cada ícono, aprender sus funciones, saber cómo y cuándo utilizarlos…

Otras características de la Cibercultura como parte del ecosistema social en el que se ha constituido son la multisensorialidad desarrollada y requerida en tanto extensiones de nuestros sentidos y como producto de la convergencia de medios de comunicación e información; la rastreabilidad en la medida en que toda acción en la internet deja una huella que permite ser rastreada, monitoreada; la virtualidad como mundo simulado y representado digitalmente; la instantaneidad e inmediatez para la circulación de información; la ubicuidad como la posibilidad de estar en todas partes y poder acceder desde cualquier lugar donde se cumplan las mínimas condiciones técnicas

Otro tanto ocurre con el hipertexto electrónico propio de la Cibercultura, ensamblado con el lenguaje verbal y otros sistemas de comunicación no verbales como la música, el diseño gráfico, los colores, la imagen fija o en movimiento, que requieren ser reconocidos en sus usos, funciones y significados. Si el texto impreso establecido por la Cultura Escrita occidental se caracteriza por la linealidad y la secuencialidad, (leemos y escribimos de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo), el hipertexto electrónico propio de la Cibercultura, alteró ese esquema en la medida en que rompe con la linealidad y puede conducir incluso a la dispersión y la divagación total al pasar de un link a otro que nos conduce a lo imprevisto, lo cual ha generado una nueva forma de leer. Pero el hipertexto contiene también al texto “tradicional” en el que la linealidad y la secuencialidad siguen imperando, como cuando leemos en la red un artículo periodístico, académico o de cualquier índole. A pesar de sus diferencias, es necesario trabajar con ambos en los proyectos pedagógicos si queremos superar la falsa dicotomía con la que algunos oponen la Cultura Escrita a la Cibercultura, y pensarlas mejor como complementarias bajo determinadas condiciones, recordando que la Cibercultura ha llevado al máximo la relación texto- imagen, como lo apreciamos por ejemplo en los memes donde se condensan la agudeza y la inteligencia de la caricatura, junto a la economía del lenguaje verbal y la riqueza de la imagen.

Reconociendo la importancia de las TIC para el aprendizaje de diferentes tipos de conocimientos y el mejoramiento de la educación, es necesario también fortalecer la relación de estudiantes y profesores con la Cultura Escrita para el acceso y la producción de otros saberes. Teniendo en cuenta los resultados desfavorables en las Pruebas Saber y en las Pruebas Pisa, nos preguntamos si éstas ¿evalúan las habilidades de los estudiantes para manejar las TIC? ¿Evalúan sus conocimientos tecno-culturales relacionados con el computador y la navegación por internet? O ¿Evalúan conocimientos y habilidades relacionados con la Cultura Escrita para la comprensión y el análisis crítico de un texto, la capacidad de inferir y la expresión de un pensamiento relativamente autónomo?

De ahí que sea necesario analizar la articulación entre la Cultura Escrita y la Cibercultura, para contribuir a cerrar las dos brechas cognitivas, sin que esto signifique la eliminación de las desigualdades socioeconómicas. Para ello es indispensable la investigación en el aula, en la relación estudiantes- maestros, analizarlas una junto a la otra, indagar sus tensiones y sus articulaciones en las prácticas sociales, específicamente en la educación, con el fin de crear un espacio en el que se encuentren “nativos” e “inmigrantes digitales” (generación net) y fortalezcan su relación con ambas mediaciones.

Consideraciones finales

En esta nueva era de un capitalismo rizomático, nómada y flexible, de flujos y redes, las puertas para el desarrollo del pensamiento crítico están más abiertas que nunca. Contra las visiones pesimistas, para las cuales casi todo está perdido, la Cibercultura es un espacio de confrontación tan real como el que ha vivido la humanidad durante los 500 años bajo el imperio del texto impreso con el que se consolidó la Cultura Escrita.

Las miradas alternas de la sociedad desplegadas desde la cultura escrita o incluso a través del arte, pueden abrirse campo junto a los discursos contra hegemónicos y las resistencias emergentes, considerando que la profundización de la democracia participativa en el país requiere de ciudadanos conocedores de las Tic para movilizar ideas, imágenes, y formas de actuar en el mundo virtual, de manera simultánea con las movilizaciones físicas en el mundo real. En esta duplicidad del mundo que es el ciberespacio, las luchas, las resistencias y las reivindicaciones políticas, también se duplican.

Referencias

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1 El concepto de Cultura Escrita tiene su equivalente en el término Literacy, en inglés, “letramento” en portugués, “literacies” en francés y “letrismo” en algunas traducciones al español (Emilia Ferreiro, 1999). En la bibliografía sobre el tema, literacy es utilizado en dos sentidos: uno que se traduce como alfabetización, o la condición de alfabetizado determinada por el saber leer y escribir. El segundo uso de Literacy, usado por Ferreiro, designa ya no sólo la condición de alfabetizado sino un sistema de habilidades cognitivas, adquiridas mediante la interacción sistemática con la lectura y la escritura, para procesar información textualizada, interpretarla, comunicarla y producir nuevos textos. Este segundo uso es el que más se aproxima a la noción de Cultura Escrita que presentamos aquí.

2 La serie consignada en los últimos párrafos (de la a a la j) hace parte de los hallazgos, propios de nuestra pesquisa empírica durante varias décadas. Se han obtenido, por un lado, gracias al uso de la teoría de la enunciación, que sirvió como una de las dimensiones del marco teórico, inspirado en los autores que la han desarrollado: M. Bajtin; O. Ducrot; Z. Todorov; E. Benveniste y E. Verón. Por otro lado, nos basamos también en las teorías de la psicología cognitiva sobre la inferencia y el conocimiento. Los aportes de la semiótica discursiva y de la teoría de la argumentación han complementado el modelo analítico construido. La compleja articulación entre las diversas categorías provenientes de la lingüística, la semiótica, la filosofía del lenguaje (J.Searle), la psicología cognitiva, lo mismo que la historia de la escritura, han permitido ensamblar un largo programa de investigación. La conjugación entre ellas y los resultados empíricos de la investigación han proporcionado el soporte teórico y metodológico para desarrollar el concepto de Cultura Escrita aquí propuesto.

3 E. Ferreiro: Pasado y presente de los verbos leer y escribir. Pág.16.


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