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Y tú ¿Qué haces en tu vida cotidiana para aportar a que la Universidad sea un espacio seguro para las mujeres y las personas LGBTI?

La importancia de ser referentes en la transformación de estereotipos y la eliminación de prácticas de discriminación en espacios educativos

Diana Patricia Pulido Martínez

Antropóloga-Pontificia Universidad Javeriana

Magister en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social-Universidad Santo Tomás

Nací y crecí en una familia que no tenía mucha información para orientarme frente a las sensaciones que experimentaba cuando era niña relacionadas con la intensidad con la que me vinculaba con mis amigas y el profundo amor que llegué a sentir en algunos de estos vínculos gestados en los años que pasé en un colegio femenino, de monjas. Fue por esto por lo que entrada la adolescencia me vi confrontada con el hecho de haber sido llamada “lesbiana” por primera vez por parte de una niña a la que recién comenzaba a conocer y ante el total desconocimiento de mi parte de su significado, las opiniones de las personas cercanas fueron llenando el sentido de esa palabra. “Algo malo”, “antinatural”, “pecado”, “enferma”, “rara” aparecieron como sinónimos al consultar qué significaba ser lesbiana, nunca nadie me dijo que era una posibilidad ni me explicó que se trataba del amor entre mujeres, yo solo sabía que era algo vergonzoso en lo que no me podía convertir.  Nací en 1990 y no recuerdo haber tenido mayores referentes lésbicos durante mis primeros años de vida ni en mi familia, ni en mis contextos cercanos, ni en los medios de comunicación. Esto, junto a la falta de información clara y libre de prejuicios, generó un enorme rechazo hacia mí misma y hacia todo lo que pudiera ver afuera que se conectara con la “perversa idea” del lesbianismo. 

La llegada a la universidad no cambió de manera radical mi forma de aproximarme a esta área de mi vida hasta más adelante, cuando se empezaron a abrir debates desde la academia relacionados con las orientaciones sexuales y las identidades de género no normativas. Estudiar antropología trajo cuestionamientos frente a diferentes temas, pero el que resultó más interesante para mí se relacionaba con los estudios del cuerpo y los estudios feministas, allí florecieron mis primeros escenarios de autoidentificación que estuvieron vinculados a comprender el papel y los aportes de las mujeres en distintos espacios de la vida social y en cómo había experimentado siendo una mujer gorda, diferentes prácticas que habían sido muy violentas para “corregir” un cuerpo que no se apegaba a la norma, no solo corporal, sino también con relación a “como debería verse una mujer”. La aprobación interna para conectar con estos temas desde lo académico vino de haber tenido como referente a mi mamá, una mujer que rompió con algunos estereotipos asociados al género y se construyó a sí misma desde la fuerza y la independencia, una mujer a la que siempre he admirado y que con su existencia me permitió entender que la fuerza, la autonomía y la independencia no eran cualidades exclusivamente masculinas y podía usarlas también a mi favor. 

Una primera puerta que se abrió para mí, para entender el mundo más allá de la hetero cisnorma, fue haber tenido como docente a Andrea García, profesora trans que estuvo vinculada al departamento de antropología de la universidad. Las clases, los textos, las salidas de campo y las reflexiones que Andrea traía me abrieron los ojos frente cosas del mundo que nunca supe cómo nombrar, que no sabía cómo entender y que habían atravesado mi vida como preguntas en algún momento siendo atendidas a partir de la censura y el silenciamiento. El efecto de usar como estrategia de supervivencia el ignorar tus propios deseos y necesidades es que intentar reconectar con ellos, más adelante, es un camino personal difícil y doloroso y es también una consecuencia violenta y silenciosa que experimentamos las personas de los sectores LGBTI que crecimos en contextos donde aprendimos a definir nuestra identidad a partir de la vergüenza. 

La ruptura final, y tal vez la más importante, vino hacia los últimos semestres, cuando conocí Stonewall Javeriano y la Colectiva Lobas Furiosas; en mi caso, fueron las organizaciones y el hecho de encontrar pares como yo lo que me fue entregando la confianza para dejar de estar oculta y en silencio frente a mi propia identidad. El mayor logro para mí en su momento fue poder empezar a nombrarme lesbiana, a narrarme desde esta categoría política, como la apuesta por amar a otras mujeres y subvertir la norma social que elimina el reconocimiento de la diversidad. Asumir el lugar de auto enunciación de manera activa se convirtió en una apuesta que sigue vigente hasta el día de hoy y no solo está vigente por mí misma, sino porque lo que no se nombra no existe y es mi forma de aportar a la construcción de un mundo donde ninguna mujer lesbiana, sin importar su edad, tenga que esconderse por sentir miedo, vergüenza o rechazo. 

Así, creo que una forma en la que podemos asumir una posición activa en la eliminación de las violencias basadas en género y otros tipos de discriminación es convertirnos en agentes de cambio de manera activa: tener cuidado con las ideas que reproducimos de forma cotidiana: chistes, comentarios sarcásticos, memes; informarnos para ser y promover espacios seguros en los que quienes tenemos a nuestro alrededor puedan expresar libremente su identidad; promover conversaciones en nuestros entornos en las cuales se valore la diversidad y la construcción de relaciones basadas en el respeto. Por otra parte, la posibilidad de tener referentes visibles es una enorme ventana que se abre para que el camino de construcción de la propia identidad esté enmarcado en el bienestar y la aceptación personal. Los contextos educativos son fundamentales para permitir que esto ocurra: el apoyo a los grupos y espacios estudiantiles que promuevan la lucha por la prevención de las violencias basadas en género y las prácticas de discriminación; la contratación de docentes mujeres y trans en sus diferencias y diversidades; la incorporación del trabajo de mujeres diversas y personas trans en los contenidos de las clases, debates y escenarios de construcción del conocimiento; y el trabajo constante en la creación, implementación y ajuste de protocolos y lineamientos que permitan garantizar espacios educativos seguros para las mujeres en sus diversidades y las personas de los sectores LGBTI. 

Y tú ¿Qué haces en tu vida cotidiana para aportar a que la Universidad sea un espacio seguro para las mujeres y las personas LGBTI?