Mediados de marzo de 2020. Una lluvia de preguntas inundaba los correos de las diferentes instancias de acompañamiento al docente en la Pontificia Universidad Javeriana.

– Necesito una herramienta para dar mis clases en línea, ¿Qué debo usar? Necesito grabarme para que mis estudiantes puedan consultar mi material después de clase, ¿en qué lo hago?

Con el choque causado por la pandemia COVID-19 entre lo digital y las comunidades educativas alrededor del planeta, una larga lista de necesidades, ansiedades y miedos traducidas en estas y otras preguntas, se acumulaban en las cabezas y buzones de un sin número de profesores y administrativos del sector en todo el mundo. Según datos obtenidos entonces por el equipo de ambientes virtuales de aprendizaje del Centro Ático[1], 4 de cada 10 solicitudes atendidas en ese primer mes de la emergencia trataban sobre herramientas de teleconferencia o videollamada para clases magistrales sincrónicas; 2 de 10, con la creación de cursos o aulas virtuales; otras 2 con el acceso a las grabaciones de clases anteriores y las demás con incidentes menores relacionados con las credenciales, usuarios y contraseñas. La preocupación general era “¿qué debo hacer?”. ¿Cómo seguir desde ahí?

Categorías de solicitudes

La evolución de las preguntas

Cómo ayudarles se volvió la prioridad de instituciones como la PUJ, pero a medida que el virus forzaba al mundo a cambiar, así lo hacían las preguntas que llegaban. Algunas similares a estas:

“¿existe un sustituto definitivo a la interacción entre docentes y estudiantes en las aulas presenciales?, ¿es igual dar una clase a través de algo tan complejo como un navegador de Internet, a darla en una interfaz conocida como el aula, el pupitre y el tablero?, ¿se pueden aumentar los momentos prácticos y el diálogo con los estudiantes cuando, por naturaleza, solo respondemos asertivamente a los rostros y a las emociones que reflejan?”.

De a poco se abandonaba la cuestión sobre la migración de lo presencial a lo virtual; la preocupación pasa a ser el acompañamiento al estudiante y su experiencia de aprendizaje.

Las respuestas ya no podían ser “sí” o “no”. En el afán de alivianar sus cargas, todas las instituciones educativas tuvimos éxitos y fracasos buscando respuestas en territorios inexplorados con cientos de herramientas, botones y funcionalidades sin estudiar. Sin embargo, como muchos docentes descubrieron en ese momento, la tecnología y la Internet influyen profundamente en las formas como nos comportamos, pensamos, actuamos y vivimos. También en las cosas que nos preguntamos y las respuestas que buscamos.

Esa es la cultura digital. Una serie de criterios, experiencias y aprendizajes vinculadas a las TIC[2] que median entre lo que hacemos, lo que consumimos, lo que producimos y nuestra relación con los demás. El primer chispazo de conciencia de esta es una fascinación curiosa por lo narrativo, lo co-creativo, lo participativo, lo convergente y lo multidisciplinario.

De repente, muchos profesores se encontraron experimentando, fracasando (sin miedo y con la convicción de mejorar) y teniendo éxito en la implementación de nuevas estrategias pedagógicas, metodologías de trabajo colaborativo, adopción de herramientas de producción digital y curaduría de contenidos en ese Libro de Arena que es la Internet para llevar a sus clases. A veces solos, muchas veces con el acompañamiento de otros pares en comunidades de práctica docente, otras varias en compañía de centros como Ático, el CAE+E, las Facultades y la misma Vicerrectoría Académica entre otros actores. Pero ¿tuvo que pasar una pandemia para que esas preguntas evolucionaran en las mentes de los profesores?

La curiosidad, la puerta al laboratorio en Cultura Digital

El argentino Carlos Scolari[3], profesor y experto en comunicación digital de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona, diría que las aulas de clase son como interfaces, deben adaptarse y evolucionar según los usos que de estas hacen profesores y estudiantes. Desde ese punto de vista la pandemia forzó, como parte de la evolución de estas interfaces, el rol funcional del profesor dentro del aula (virtual o no). Ellos y ellas, conscientes de ese cambio, empezaron a adaptar sus modelos pedagógicos a unos más preocupados por la comunicación asertiva con el estudiante, cuya atención, como la de cualquiera conectado a Internet, pasó a ser considerada un recurso limitado.

¿Cómo lo hago?, es ahora la pregunta en sus cabezas, la misma que otros cientos de educadores ya habían tenido, pero que se veían incrementadas por el efecto aislante del virus.

En agosto de 2020, muchos de esos profesores se acercan al Centro Ático con la intención de profundizar en esas preguntas inscribiéndose al Laboratorio en Cultura Digital, una iniciativa que este 2021 cumple 6 años y que busca -a través de una experiencia multidisciplinaria, creativa, colaborativa, divertida y, muchas veces, incómoda, acercar a los docentes a la cultura participativa; al fenómeno de la apropiación de contenidos por parte de los fans, los seguidores y prosumidores; a la producción de contenidos digitales preocupados por el disfrute y aprendizaje de sus destinatarios; y a los cuestionamientos propios de la era convergente, donde se integran las disciplinas, los formatos, las plataformas, las interfaces y los espacios. Allí comprobaron la naturaleza de su evolución: tienen más curiosidad por los procesos, que ansiedad por las respuestas absolutas.

Emociones de los profesores frente a lo digital

En una encuesta respondida por 30 de los 46 graduados del laboratorio de ese año sobre las diferentes emociones que les producía el reto que para ellos imponía la pandemia frente a lo virtual y la cultura digital, 24 de ellos respondieron “me siento curioso”. Otras, elegidas por ellos de una lista en la que podían elegir varias de entre 30 distintas, fueron: Interesado (20), expectante (14), Inspirado (9) y entusiasmado (9). “Lo digital, lo virtual, es algo que a los profesores nos ha puesto a repensar métodos y contenidos de lo que enseñamos en las cátedras. Es un reto importante que asumo con curiosidad y alegría” dijo en septiembre Mireya Gabriela Pacific, profesora de cátedra en el departamento de Artes Visuales.

Como todo el año 2020, el Laboratorio fue difícil. También fue su primer año completamente virtual. El cansancio por la conexión constante con las pantallas y el trabajo extra que para muchos profesores significó repensar sus clases para enfocarlas a lo no presencial, hizo que esta fuera la primera versión con casi un 30% de deserción. Según un informe de la UNESCO[4] presentado en octubre del 2020 y actualizado en febrero de 2021 sobre las consecuencias adversas del COVID-19 en la educación, entre las que más afectan a los profesores están: la confusión y el estrés frente a la inseguridad laboral, la falta de conexión con sus estudiantes, la difícil transición de lo presencial a las plataformas digitales, y los retos de crear, mantener y desarrollar el aprendizaje a través de contenidos no sincrónicos cuando no hay en ellos una cercanía con la cultura digital.

Taller sobre Cultura Digital 2019

No obstante, el laboratorio, que usa una metodología enfocada en la conceptualización y desarrollo de proyectos digitales dirigidos a la necesidad de un destinatario específico, termina con una evaluación muy positiva por parte de sus participantes, quienes ahora tienen algo claro sobre las herramientas digitales: aunque “cacharrear” (un verbo insignia del laboratorio) con ellas es importante, importan más las intenciones al usarlas y el proceso colaborativo y participativo de construir con ellas. Someterse a esa idea los acerca más al estudiante y los pone en un lugar importante frente a la creación de comunidades de aprendizaje, donde el aula es tan participativa como las redes sociales, tan inmersiva como los videojuegos y tan apasionante como el cine.

 

[1] Quienes junto a otras oficinas como la DTI y el CAE+E entre otras, atendieron la emergencia de activación virtual con profesores de la modalidad presencial en los primeros seis meses de la pandemia.
[2] Tecnologías de la Información.
[3] SCOLARI, Carlos. Las leyes de la interfaz. Diseño, ecología, evolución, tecnología. (2018)
[4] En línea: adverse consecuences of school closures, consultado el 17 de marzo de 2021. https://en.unesco.org/covid19/educationresponse/consequences