Efectos psicológicos

Los beneficios ocultos del contacto piel a piel

Por: Ximena Montaño R.  |   Ilustraciones:  Phillip Charry


Diferentes estudios científicos han demostrado que el Método Mamá Canguro no solo mejora la sobrevivencia de los bebés prematuros, también es clave en la formación cerebral, emocional y psicológica del niño y de su familia.

La prueba de embarazo marca positivo y desde ese instante empiezan a revolotear en los padres sentimientos como la ansiedad y el miedo a equivocarse. Clandestinamente, como cuando un ruido apabullante interrumpe la calma, van apareciendo preguntas sin respuestas precisas que alientan el nerviosismo; también llegan los consejos del amigo, la prima, el tío, la abuela e incluso el vecino en su deseo por traer tranquilidad. Y, aunque en el 90% de los casos el embarazo cursa sin problema, no siempre es así.

Según la Organización Mundial para la Salud (OMS), cada año nacen en el mundo unos 15 millones de bebés de forma anticipada, es decir, en 10 nacimientos, más de uno se da antes de la semana 37 de gestación; ellos son denominados niños prematuros o pretérmino. Otros nacen en la deseable semana 40, pero con un peso por debajo de los 2.500 gramos: se trata de bebés pequeños para su edad gestacional, indica Martha Cristo, máster en psicología clínica y profesora de la Pontificia Universidad Javeriana.

“En su primer mes de vida estos niños tienen más posibilidades de mortalidad infantil y, si sobreviven, pueden presentar algún tipo de problema a nivel físico, neurocomportamental, psicosocial o problemas crónicos en la edad adulta”, explica. Todo se inicia con las contracciones antes de tiempo y, aunque dolorosas, la premura se centra no solo en que el dolor desaparezca sino en que el bebé no nazca en ese momento. Sin embargo, en el hospital, se esfuman las posibilidades de detener el parto para que el pequeño alcance la deseada semana 40; a las pocas horas la mujer es intervenida y da a luz.

Lo que sigue es una mescolanza de sentimientos, es la grandeza de haber traído una vida al mundo acompañada de la fatiga que implica. El amor puro y genuino, pero también el desconsuelo: “Soy una mala madre, no pude traerlo bien, no está sano por mi culpa”, son algunos de los relatos que Martha Cristo escucha en el Programa Madre Canguro Integral (PMCI) del Hospital San Ignacio de Bogotá, pues acompaña casos como estos a diario.

Ahora es momento de verlo por primera vez, el corazón se acelera y los picos de emoción detonan, no hay amor comparable. Pero la imagen idealizada que los padres empezaron a soñar cuando supieron que tendrían un hijo se desvanece de sopetón. El niño o niña regordete, de cachetes rosaditos, de ojos abiertos y manos suavemente expresivas ahora es un pequeño que revela más fragilidad de la imaginada. Su piel es delgada, fina, arrugadita y sus uñas blandas dejan ver unas manos débiles y sin fuerza. En algunos casos la proporción de su cabeza puede parecer grande para el tamaño de su cuerpo, su tono muscular es bajo y tiene poca cantidad de grasa, por lo que sus movimientos son limitados. El momento tan esperado de ver a su hijo después de dar a luz se convierte en un caos desconcertante, donde el amor está acompañado de culpa, mucha culpa y angustia por lo que sucederá después.

El parte médico indica que el pequeño, además, presenta una inmadurez en sus órganos y esto le dificulta el control autosuficiente de su temperatura corporal, el manejo de la respiración y la alimentación, entre otros problemas. Desde ese momento tendrá que estar internado en una Unidad de Cuidado Intensivo y aferrado a máquinas y cánulas. “La madre siente culpa de ver a este bebe chiquito, con tubos y cables. Ella se siente mal por lo que ve que le pasa a su hijo”, afirma la médica francesa Nathalie Charpak, directora de la Fundación Canguro y coordinadora científica del PMCI.

Uno de los órganos altamente afectados es el cerebro y su desarrollo. De aquí que a lo largo de la vida aparezcan ‘verdades’ como “si al niño le va mal en el colegio, es porque fue prematuro”, “si el niño es irritable, es porque fue prematuro”, “es incapaz porque fue prematuro y toda la vida lo será”. “Le dicen al niño que siempre va a ser especial hasta que él mismo se lo cree”, afirma Cristo.

El cerebro del bebé prematuro

El cerebro del bebé es como un cultivo en plena germinación. Al igual que la semilla, el feto necesita un ambiente y tiempo adecuados para llegar a su punto ideal de formación; sin embargo, si en un momento inesperado ese cultivo recibe un fungicida que impide el crecimiento, un corto circuito se genera en el desarrollo y es necesario brindar los cuidados y tratamientos necesarios a la tierra para que en algún momento la siembra dé sus frutos. Cuando el prematuro nace antes de la semana 37, produce el mismo efecto del fungicida en el cultivo: todo el proceso de desarrollo cerebral se ve interrumpido y es necesario un acompañamiento tan delicado por parte de su madre y familiares como el que el campesino tiene que hacer a su parcela para que las semillas sigan creciendo.

Una de las partes esenciales del cerebro humano son las circunvoluciones o surcos, una especie de hendiduras que empiezan a formarse desde la novena semana de gestación hasta el nacimiento y favorecen la acumulación de neuronas, lo que influye en la capacidad cerebral que tendrá el niño para procesar información en el futuro y desarrollar sus habilidades cognitivas.

A las 26 semanas de embarazo, dichas circunvoluciones no están completamente formadas. “En este momento el cerebro tiene solo unos pequeños surquitos y, a medida que se crean procesos en los que aparecen nuevas neuronas, el cerebro del niño se va convirtiendo en uno más corrugado, con más surcos y, sobre todo,con mayores conexiones cerebrales”, explica Cristo. Mientras el cerebro de un niño que ha nacido a término (semana 40) tiene una estructura cerebral completa, el del prematuro, no.

En el curso de la gestación, a la par que la futura madre se prepara para el momento de dar a luz, el desarrollo del bebé no se detiene. Y es en la semana 34 que procesos casi espléndidos suceden, por ejemplo, las 40.000 conexiones entre una neurona y otra célula que se generan cada segundo, y con ellas, cantidades enormes de información circulando de un lado al otro con gran intensidad.

Para esos días también hay una poda neuronal, proceso que destruye todas las células dañadas, evitando la aparición de enfermedades y permitiendo mejores conexiones. En esa época también se producen las vainas de mielina que cumplen la función de facilitadoras para que la información llegue a su destino y se generen impulsos nerviosos rápidos. Si estas no se forman o se dañan, es como pasar de andar en avión a recorrer largas distancias en carro, pues los impulsos se vuelven más lentos y llegan más tarde. 

Y entre el sexto y el noveno mes de gestación se termina de desarrollar el lóbulo frontal, encargado de que aprendamos, planeemos y pensemos, como también el cuerpo calloso, el cual conecta la información de un hemisferio con otro. “Por ejemplo, si te dicen que tienes que patear un balón con el pie izquierdo, tomas la orden y se va al hemisferio izquierdo donde está el lenguaje. Ahí te imaginas cómo vas a patear, esto lo haces desde tu hemisferio derecho y luego realizas la acción”, explica Cristo.

Pero como el prematuro ha abandonado el útero antes de tiempo, las circunvoluciones no se generan del todo, la mielinización no se complementa y el cuerpo calloso no puede transferir la información de la forma esperada entre un hemisferio y otro. Por esto, a los pequeños que nacen antes de tiempo se les dificulta más controlar sus acciones: “Algunos de ellos no se pueden quedar quietos y tienen problemas de hiperactividad; si escriben, se demoran más y, por lo general, no les alcanza el tiempo para hacer los exámenes; o cuando tienen que hacer alguna cosa, no la hacen con la precisión que la haría un niño a término”, asegura Cristo.

No queda duda de que el bebé prematuro necesita ser asistido para sobrevivir fuera del útero materno, soportar el nuevo ambiente al que se ve enfrentado y terminar de desarrollarse a nivel cerebral, pulmonar y demás órganos a los que les quedó faltando el centavito para el peso. Entonces la solución convencional es quedarse en el hospital hasta que alcance la maduración.

Método Mamá Canguro, la otra solución cargada de amor  

Camila nació prematura y su cuerpo no se desarrolló completamente. Fuera del útero todo le resulta más difícil, moverse con tranquilidad, respirar y comer. La incubadora no es como su mamá, allí la soledad es abrumadora y las voces de quienes solían acercarse a la barriga de su madre para hablarle ya no están. Han cambiado por el sonido titilante de una máquina que lanza un bip intermitente, nada parecido a las canciones de cuna que podría estar escuchando en casa.

Ella lucha por estabilizar la temperatura de su cuerpo y alcanzar el desarrollo completo de su cerebro, pulmones, ojos y oídos; sin embargo, la tensión en sus manos, la expresión facial y su respiración apurada solo son muestra de un alto nivel de estrés. Tendrá que pasar los primeros meses, incluso tres, en este ambiente hasta que se estabilice.

Por su parte, Miguel, que nació en las mismas condiciones que Camila, está recibiendo todos los cuidados necesarios de su madre, padre, abuela y hermano. Pasó sus tres primeros días en incubadora y ahora puede ir a casa en brazos de sus padres; eso sí, tiene que cumplir controles a diario. Esto es posible gracias al Programa que incluye Método Mamá Canguro, creado en Colombia en 1978 como una alternativa para lograr la supervivencia de los bebés prematuros ,ofrecerles mejor calidad de vida y fortalecer el servicio en términos de hacinamiento por la cantidad de casos que se presentaban.

A medida que el método se dio a conocer a nivel internacional, los países desarrollados desconfiaron pues uno de los peligros más temibles no era su eficacia, sino que fuera tan sencillo, artesanal y primitivo, y que proviniera de un país subdesarrollado. Pensaban que estaba dirigido solo a personas de bajos recursos, desconociendo que no hay lugar más pintoresco y favorable para un bebé que el calor humano y el amor de la familia, independientemente de su estrato socioeconómico. Hoy, 41 años después, “más de 30 países en el mundo han implementado esta metodología a partir del entrenamiento recibido en Colombia”, dice Cristo.


Según la OMS, la prematuridad es la primera causa de mortalidad en los niños menores de cinco años en casi todos los países que disponen de datos fiables al respecto.


En este proceso hay pasadizos difíciles. Al inicio, los padres del prematuro solo transitan por callejones oscuros que parecen no tener salida: todos imaginan llevar a su hijo a casa sin ninguna complicación después del parto para luego asumir la vida de padres que siempre soñaron, pero en lugar de esto han tenido que cambiar ese sueño por días y noches en el hospital buscando la mejoría de su hijo. Sin embargo, en el camino van apareciendo los callejones más bonitos que desembocan en una mejora evidente.

El principal atractivo de este mágico recorrido por el mundo maternal y paternal del prematuro son sus componentes que lo hacen casi mítico, pues están basados en lo que Edgar Rey, hijo del creador del método, denomina el triángulo de oro de la neonatología: el amor, el calor y la leche materna. Esto, representado en la posición canguro o contacto piel a piel durante 24 horas al día en posición vertical, asegurando la temperatura adecuada para el bebé; la nutrición canguro, apoyada en la lactancia materna exclusiva (siempre que sea posible) y la procura de una salida temprana del hospital en posición canguro, con un estricto seguimiento ambulatorio en el servicio del PMC.

El Método Mamá Canguro (MMC) tiene dos etapas: una que va de la cero a las 40 semanas de nacido, denominada cuidado canguro, con una parte intrahospitalaria y una ambulatoria, la primera cumpliéndose cuando el niño llega al término o alcanza los 2.500 gramos, según el caso. “En este seguimiento continuamos favoreciendo y protegiendo el desarrollo cerebral con la posición canguro, que es el sello distintivo del MMC, al igual que con la nutrición basada en la leche materna y buscando y detectando patologías propias de esta edad. Apoyamos a la madre en crisis, a la familia, les damos educación continua acerca de temas de interés en salud; además dictamos diferentes talleres para padres adolescentes y para los hermanitos, con el fin de ayudarlos a adaptarse a la nueva situación de la familia”, afirma la pediatra Lyda Teresa Rosero, quien hace parte de la Fundación Canguro desde hace 23 años. 

La segunda fase va desde las 40 semanas hasta que completa los 12 meses, se llama seguimiento de alto riesgo y es ambulatoria. En esta, añade Rosero, “continuamos el seguimiento hasta el año de edad corregida, acompañándolos en su crecimiento y desarrollo. Con exámenes podemos detectar a tiempo problemas auditivos, visuales, neurológicos, etc. Luego los enviamos oportunamente a las diferentes subespecialidades, al igual que las remisiones a las terapias que sean necesarias”. Ambas etapas son complementarias y todo es posible gracias al equipo multidisciplinario que los acompaña.  

Los contrastes emocionales en los padres no se detienen tras el nacimiento, pues durante el proceso surge la confrontación del dolor que perturba las noches porque el bebé no completó su periodo de gestación frente al gran orgullo de verlo mejorar a su lado con el calor del cuerpo humano. Las expresiones son fascinantes: ver cuando madre, padre, hermano(a) o abuela, con ternura y delicadeza, sacan a su pequeño, que no para de llorar, de la incubadora o cuna, según la gravedad. Lo alzan y lo ponen en su pecho haciendo contacto piel a piel, e inmediatamente la respiración agitada, el llanto y la temperatura empiezan a cesar y regularse finalmente por la seguridad que solo el amor le genera.

Este proceso se logra observando y siendo consciente de cada una de las cosas que está pasando con el recién nacido, sus comportamientos y sus llamados. “Cuando yo observo eso, el recién nacido comienza a autorregular sus comportamientos y el cuidador genera un bienestar inmediato en él, se tranquiliza y, paralelo a eso, la interacción entre cuidador e hijo es mejor. En la edad adulta nosotros hablamos por medio del lenguaje, pero la expresión del recién nacido es su comportamiento, por eso hay que observarlo, pues es el sistema por el cual yo lo voy a entender y eso va a influir en su desarrollo”, explica la doctora en Psicología Andrea Carolina Aldana.

Cuando los cuidadores notan las señales que el bebé lanza y las atienden oportunamente, forman niños más seguros. Esa es la llamada sensibilidad en la respuesta materna: “La mamá empieza a tener cada vez más capacidad de notar las necesidades de su hijo; el reto está en interpretarlas adecuadamente y, en eso, ellas se vuelven muy hábiles”, afirma Sara Ratti, magister en psicóloga clínica, quien a lo largo de su carrera se ha dedicado a estudiar las relaciones vinculares.

El masaje que fortalece la vida

La estimulación kinestésica es un masaje que se realiza durante el contacto piel a piel, pero también en la incubadora. Aldana, investigadora del protocolo de masaje y del masaje en posición canguro, explica: “La relación padre e hijo se fortalece y la mamá comienza a observar los comportamientos de su hijo y es mucho más consciente de cada uno de sus movimientos. También se presenta un aumento de peso en el prematuro, pues comúnmente, durante los primeros 10 días de nacido, sufre una pérdida fisiológica de peso; los niños que reciben este tipo de estimulación no la sufren, al contrario, aumentan su peso y eso se evidenció hasta las 40 semanas de la edad gestacional. En escalas de estrés y ansiedad de la madre, vimos que, hacia los 12 meses de estar en el PMC, reportaban menores niveles”.


El aceite recomendado para este masaje es del de girasol. A través de goteros se aplican entre 5 y 7 gotas en la yema de los dedos.


Evidencia comprobada

El método por el que los países desarrollados no daban un centavo hoy está revolucionando el mundo científico y de la salud con sus logros. Está comprobado que con él disminuyen los días de hospitalización, se favorece la estabilidad fisiológica y aumenta el peso del neonato; además, hace niños más tranquilos, que pasan despiertos más tiempo y en alerta, con menos llanto y menores niveles de estrés, expone Aldana.

“La familia que ha venido de una experiencia traumática con el parto prematuro y los riesgos neonatales, se empodera de sus roles parentales. Los padres que han cargado a sus bebés transforman su entorno haciéndolo más estimulante para un mejor desarrollo neuropsicomotor, encuentran más satisfacción al saber que son parte activa en el progreso y desarrollo de sus hijos”, complementa Rosero.

Así mismo, el Programa ha demostrado la importancia de que la madre tenga algún tipo de interacción con su hijo antes de los tres días de nacido, inclusive estando en cuidado intensivo; de lo contrario, no se desarrollará una parte del vínculo entre madre e hijo, dice Cristo, a lo que añade: “Ella tiene que verlo y tiene que sentirlo”.

En este momento, la parte más importante para el mundo científico es el hecho de que el MMC ha demostrado ser un protector cerebral que se extiende hasta los 20 años de vida. Así fue reconocido en el XIII Encuentro Internacional en Método Madre Canguro, que tuvo lugar en la Javeriana entre el 14 y el 19 de noviembre de 2018.

Eso significa que “a través del Programa y el contacto piel a piel le das al bebé un ambiente lo más adecuado posible para que el cortocircuito cerebral que experimenta no tenga efectos tan dañinos, sino que continúe el proceso. Esto lo demuestran estudios con prematuros 20 años después de haber pasado por el Programa, quienes presentan mejores conexiones en el cuerpo calloso que aquellos que no tuvieron acompañamiento”, aclara Cristo.

De hecho, “en el estudio Pediatrics 2017, los resultados 20 años después de haber participado en el PMC, evidencian cómo las familias son más estimulantes y protectoras durante todo este tiempo al aplicar el MMC. Los jóvenes tenían menos comportamientos antisociales y cambios en su estructura cerebral con mayor volumen del núcleo causado, por lo que el MMC debería iniciarse lo más pronto posible para reducir alteraciones médicas y psicológicas”, concluye Rosero.

Aldana, por su parte, explica: “En la edad adulta hay unas decisiones clave que debemos tomar en cuanto al desarrollo profesional o la vida emocional, y a veces encontramos personas inseguras. Posiblemente esto tiene que ver con la autorregulación que tuvo el niño en su infancia”.

Los profesionales en salud son mediadores para ayudar a las madres y familias a fortalecer esos procesos infantiles, pues, como han explicado las expertas, la forma en cómo cuiden a sus hijos incide significativamente en el desarrollo de la edad adulta para tener mejor control de sus emociones, mejores relaciones sociales y no ser víctimas de inseguridades. 

“No buscamos que nuestros niños sean presidentes de la República o científicos, queremos que sean lo mejor que puedan ser, y el Programa Mamá Canguro, aunque no es un reemplazo de los cuidados en salud, es un complemento de lo que debe implementarse en todos los sitios donde se quieran maximizar sus oportunidades. Además, aquí no solo aprenden los papás y salen fortalecidos los hijos, aquí aprendemos todos”, afirma Cristo con una sonrisa en su rostro.