Las palabras y las actitudes tienen un poder profundo: pueden acompañar o aislar, sanar o herir. En el caso de las personas mayores con trastorno mental, los comentarios burlones, el lenguaje minimizante o la falta de escucha refuerzan estigmas que afectan su dignidad y bienestar. Reconocer cómo hablamos y actuamos frente a la vejez es un primer paso para promover una convivencia basada en el respeto y la empatía.
Evitar frases que invalidan sus emociones, tratarlas con autonomía y hacerlas partícipes de las decisiones son formas simples, pero poderosas, de cuidado. Romper con los estigmas hacia la salud mental y la vejez no solo mejora la calidad de vida de las personas mayores, sino que también fortalece nuestra humanidad y nuestra capacidad colectiva de acompañar con amor y comprensión.
