Yo crecí junto al río, de manera literal y figurada. Junto a una quebrada maltratada por la urbanización desordenada que canalizó a la fuerza un cuerpo de agua que ahora crece sin control e intenta llevarse lo que queda de la casa de mi infancia.

También crecí junto al río a través del sustento diario, de la fruta disponible y el olor a pescado en la cocina de la casa durante los meses de subienda y que impregnaba la tarea de Sociales donde trataba de entender la división política de Colombia y la manera en que algunos departamentos resultaban más afortunados en la lotería de los recursos naturales.

En su recorrido, el río se cruza con poblaciones humanas, dejándole recursos. También se lleva desechos que son testimonio de la vida moderna. Así, mientras el río cuida, provee sustento y conecta, la acción humana amenaza la vida del río y la de otros humanos.

Quizás si mis tareas escolares hubieran considerado un poco más el agua que me rodeaba, que evitábamos “empozar” para prevenir el dengue, que lanzábamos a baldados durante las fiestas populares, las tareas de sociales hubieran resultado más conectadas a la vida que moviliza y trae el río. Un rio que precede a las fronteras políticas de los 32 departamentos y que hoy desde la oficina, no visita mucho mi atención.

Un río es un punto de encuentro de animales, de plantas y de agua, claro. Agua que cae con la lluvia, que viene del hielo de los glaciares y que por la gravedad que domina el planeta baja y baja hasta llegar finalmente al mar. 

En ese recorrido, comenta el profesor Carlos Rivera, limnólogo y profesor de la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana, se genera una variedad de escenarios para la vida, ese gran conjunto de diversidades encontradas es lo que conocemos como un río.

El río también es movimiento. El origen latino de la palabra, rivus, era utilizada para hablar del curso del agua que fluía por laderas o valles. Como las ferias ambulantes, los ríos actúan sobre el territorio que visitan, se llevan algo y luego se van. En su camino, se complejizan y crecen hasta convertirse en los amplios flujos de agua que llegan al mar

La lógica que sigue el río

El agua de los ríos se organiza sobre el territorio en cuencas, terrenos donde el agua que cae se drena y se desplaza siempre en dirección al río más grande. El profesor Carlos Rivera, del departamento de Biología de la Pontificia Universidad Javeriana, explica que una gota de agua que cae en Bogotá drena al río Magdalena. Pasa por el Magdalena Medio, se une con el Cauca y llega al Atlántico. Si estamos más al sur, en Mocoa, el agua que cae ahí drena hacia la Amazonía, llega al río Amazonas y termina en la parte brasileña del Océano Atlántico.

Nosotros vivimos en la cuenca de los ríos y en Colombia hay cinco. Cada una es un universo diferente y biodiverso que sirve a los territorios que cruza, que alimenta, limpia, protege y conecta. “Todos estamos conectados con algún río, siempre necesitamos agua para beber, para regar los cultivos, para los animales y también necesitamos agua para drenar nuestros residuos”, apunta el profesor Rivera.

Para las poblaciones humanas, el abastecimiento de agua, en gran parte provisto por los ríos, es fundamental, aunque depende de factores que varían dependiendo del tiempo y el espacio. Aquí es crucial considerar cómo se distribuye el agua para gestionar su uso. Esto requiere comprender el ciclo del agua, según Jorge Escobar, profesor del departamento de Ingeniería Civil de la Universidad Javeriana y especialista en modelación de flujos ambientales.

El ciclo del agua configura la manera en que el agua se mueve por la tierra, cambiando de estado, lugar y función y para entender lo que nos da el río es clave tener presente las formas que toma el agua.

Por ejemplo, para proporcionar agua para consumo humano, es crucial conocer la demanda de la población y la oferta que brindan los ríos, quebradas y nacimientos a lo largo del año, explica Jorge Escobar. En Bogotá, por ejemplo, la demanda es constante, pero la oferta varía según la temporada. Para manejar esta variabilidad, se construyen embalses como el de Chingaza, que almacenan el exceso de agua durante las temporadas de lluvia.

Lo mismo ocurre en la agricultura, al cultivar productos como mora, lulo o café. Es esencial saber cuánta agua necesitan los cultivos y comparar con la cantidad que proporciona la naturaleza. Si no se consideran ambas cosas es difícil que los cultivos funcionen adecuadamente y la ecuación puede fallar porque no se tiene una visión completa de la oferta natural en relación con la demanda de los usos que le damos al agua, puntualiza el profesor Escobar.

Además, el cambio climático añade variabilidad a la ecuación y cada vez es más difícil predecir el mejor momento para sembrar y para esperar la lluvia. Esto afecta la subsistencia del campesinado que, sumado a la falta de garantías estatales, compromete en muchos niveles la seguridad alimentaria de los habitantes de las cinco cuencas.

El recurso olvidado del río

“Nosotros en este país somos privilegiados con el agua superficial, entonces nadie piensa en aguas subterráneas”, comenta el profesor Escobar. Parte del agua superficial se infiltra en el suelo, se evapora, es transpirada por las plantas o escurre hacia los ríos. A menudo no se considera cuánta agua se infiltra porque, “si en el río siempre hay agua, pues entonces yo para qué pienso en la otra [el agua subterránea]”

Más del 90% del agua dulce disponible en el planeta es subterránea y existe como enormes tanques. Muchas empresas aprovechan esta agua, pero en Colombia con la abundancia superficial, no nos enfocamos en usarla para cubrir la demanda del país.

Cuando no llueve, el agua de los ríos proviene de estas reservas subterráneas, que liberan agua de manera regular y lenta manteniendo el flujo de los ríos. Si consideráramos las aguas subterráneas en la ecuación, podríamos ver el papel crucial que juegan en el equilibrio de los ecosistemas y podríamos evaluar usarla para consumo humano, añade el profesor Escobar.

Lo que fluye del río

Además de mantener la vida por donde pasa, proveer sustento a diferentes especies y transportar recursos, los ríos juegan un papel crucial en la generación de energía en el país. Debido a su tendencia a fluir aguas abajo, los ríos pueden ser represados para crear embalses y generar energía hidroeléctrica. Esta ha sido un motor económico importante para Colombia y ha sostenido gran parte del desarrollo del país, comenta el profesor Carlos Rivera.

Por su parte, Jorge Escobar, considera que predecir el flujo del río con sus bajas, sus altas y sus cambios de intensidad puede ayudar a cuidar los ecosistemas y los servicios que de estos se derivan. Para ello el profesor utiliza herramientas de simulación que pueden ser útiles para prever escenarios futuros y responder preguntas sobre qué podría pasar bajo ciertas condiciones. Lo fundamental, comenta Escobar, es que “la pregunta que se le haga la herramienta sea la adecuada”. Así las respuestas permitirán planificar mejor, por ejemplo, para eventos climáticos extremos.

Una nueva relación con el río

¿Cómo podemos mirar al río con otros ojos? ¿Podemos valorar diferente lo que nos significa la presencia del agua? Para Wilson López, profesor de la facultad de Psicología de la Javeriana, una forma para cambiar los términos de la relación que tenemos con el río es a través de las emociones. Estas juegan un papel crucial en la adopción de comportamientos proambientales y ser sensibles al valor y las necesidades de los ríos puede construir una conexión que promueva el cuidado.

“Yo tengo que hacer que usted se sienta cercano al otro, en este caso al río. Todas las acciones que me acerquen, que me haga sentir que sí, que el río es algo vivo, que es cercano a mí y del cual, yo dependo y él depende de mí (serán beneficiosas)”, puntualiza el profesor.

Más que poseedores del río, es necesario considerarnos parte de un sistema. Para lograrlo, comenta López, es necesario “construir narrativas que hagan que la gente se sienta comprometida emocional y mentalmente”, aunque esto a veces se hace mal al ser “tan apocalípticos” los ejercicios de comunicación. La construcción de discursos que resalten la importancia del cuidado puede influir en el comportamiento de las personas y las sociedades y en eso “el periodismo científico se vuelve a central en cómo comunicar este tipo de cosas”, apunta López.

“Todos estamos conectados con algún río, siempre necesitamos agua para beber, para regar los cultivos, para los animales y también necesitamos agua para drenar nuestros residuos”.

Carlos Rivera, profesor del departamento de Biología de la Pontificia Universidad Javeriana.

La falta de acceso a agua limpia y suficiente puede exacerbar las desigualdades y generar conflictos, lo que subraya la necesidad de abordar estos problemas de manera integral, explica López. Esto constituye un reto pues continuamos en un escenario con amplias fronteras disciplinares donde las preguntas sobre las necesidades del río no caben en un solo pensum académico, subraya el profesor Escobar. Y añade que necesitamos de un conocimiento donde se integren miradas para poder solucionar los retos que traen los cambios del planeta y “asumirlo como una transformación cultural en relación con el cuidado de los ríos”.

En esta misión ni la psicología, la biología, la ingeniería o la política pueden postular una solución definitiva. Se debe dar lugar a todas las miradas, incluidas las no académicas, para conectar con el rio, entender cómo funciona el agua de nuestro territorio, lo que obtenemos del río y también lo que le estamos dejando.

Quizá con estos puntos de encuentro sea posible ajustar el rumbo de nuestra situación ambiental, y quizá también salgan mejor las tareas de sociales del futuro. Unas tareas que logren pensar un país no de divisiones políticas, mapas de ríos y montañas como páginas separadas de un libro, sino como un sistema integrado y frágil que sustenta lo más importante: la vida de todos.

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“Más que agua: todo lo que puede ser el río” es un especial periodístico elaborado por el equipo de Pesquisa Javeriana.

Periodistas: Juan Manuel Rueda Castaño, Diederick Ruka, Karen Corredor Páez y Miguel Martínez Delgadillo
Montaje web: Miguel Martínez Delgadillo l Creación gráfica: Camila Duque Jamaica 
Creación audiovisual: Juan Manuel Rueda Castaño y Diederick Ruka
Editores: Felipe Morales Sierra y Lina Gómez Henao l Editora General: Claudia Mejía R.

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