Arlequín colorado y otras 4 ranas que habitan los páramos colombianos

En los páramos colombianos se han registrado 137 especies de ranas y 5 de salamandras, pero solo se tiene información detallada de unas pocas. Aquí les contamos sobre cinco de ellas.

Por: Valeria Torres Arias y John Alexander Clavijo Sánchez*

Foto: Khristian Venegas Valencia | Mapas: Manuela Guerrero

Los croares y saltos de unos pequeños animales de patas largas inundan de vida los fríos páramos colombianos. Estos ecosistemas a simple vista parecen inhóspitos y desolados, sin embargo, son el hogar de alrededor de 137 especies de ranas que, gracias a sus pieles coloridas y brillantes, destacan en medio de tanta vegetación.

Las hay de tonos cafés y verdosos, otras son rojizas con ojos naranja e incluso una tiene manchas blancas y negras como las de una vaca. Pero a pesar de tanta diversidad, la información que se ha obtenido sobre ellas es escasa.

Los investigadores javerianos Liliana Saboyá-Acosta y Nicolás Urbina-Cardona estudiaron 405 artículos sobre anfibios que fueron publicados entre 1863 y 2021. De allí, encontraron que de las 142 especies de este grupo de animales que hay en los páramos colombianos (137 ranas y 5 salamandras), solo hay información medianamente detallada de 28 de ellas. El número es aún menor si se buscan datos más específicos como distribución geográfica, abundancia, fisiología y requerimientos ecológicos, elementos esenciales para el diseño e implementación de estrategias de conservación eficaces.

A partir de estos hallazgos, Pesquisa Javeriana revisó los biomodelos validados por el Instituto Humboldt y los diferentes volúmenes del Catálogo de Anfibios y Reptiles de Colombia – CARC,  publicado por la Asociación Colombiana de Herpetología (ACHerpetologia), para describir cinco especies de ranas que habitan los páramos colombianos.

1. Atelopus carrikeri (Arlequín colorado)

Ranas de páramo
Atelopus carrikeri (Arlequín colorado) / Foto: Luis Alberto Rueda-Solano

Categoría de riesgo: Peligro crítico (PC)

Esta especie endémica de Colombia habita únicamente los páramos y subpáramos de la Sierra Nevada de Santa Marta, en un rango altitudinal entre 2350 y 4800 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.). Los machos adultos miden entre 41,1 y 46,7 milímetros de cabeza a cola, mientras que las hembras oscilan entre 52,4 y 62,1 milímetros. Tiene patas delanteras cortas y piel lisa que contrasta con las pequeñas protuberancias que adornan sus flancos.  La singularidad de su anatomía se evidencia en la forma redondeada de las puntas de sus dedos, tanto en sus patas delanteras como traseras.

Esta rana suele estar activa tanto de día como de noche. Vive cerca de las quebradas del páramo y usa las pequeñas cuevas entre las rocas de las riberas como refugio. En los momentos más soleados y secos del día se esconde en quebradas subterráneas.

Su dieta se compone principalmente de artrópodos, como insectos y arácnidos, y tiene un desarrollo corporal lento y meticuloso.

Una enfermedad infecciosa llamada quitridiomicosis, causada por un hongo, tiene en riesgo al Arlequín colorado. Además, actividades como la agricultura y el pastoreo de ganado han ocasionado la destrucción de su hábitat, por lo que muchas de estas ranas han desaparecido.

2. Pristimantis calcaratus (rana espinosa de San Antonio/rana duende espinosa)

Pristimantis calcaratus / Foto: Óscar Mauricio Cuellar

Categoría de riesgo: Vulnerable (VU)​

En la locación El Duende, los imponentes Farallones de Cali y la región de Tatamá, se encuentra la Pristimantis calacaratus. Al igual que en muchos anfibios, las hembras son más grandes que los machos, pero a diferencia de muchos de ellos, no tienen renacuajos, es decir, de sus huevos salen pequeñas ranitas totalmente formadas.

Esta especie es única en Colombia y en su recorrido por la cordillera occidental atraviesa Risaralda, Valle del Cauca y Cauca, explorando altitudes que varían desde los 1400 hasta los 2700 m.s.n.m. No obstante, está altamente amenazada debido a que es una especie que solo se encuentra en ambientes poco intervenidos y es susceptible a cambios en la composición de su hábitat. Sus poblaciones también disminuyen por la degradación de los bosques de niebla, generalmente causada por el desarrollo agrícola y la plantación de cultivos ilícitos.

3. Pristimantis paisa

Pristimantis paisa / Foto: Khristian Venegas Valencia

Categoría de riesgo: Preocupación menor (LC)​

En Antioquia y las altitudes que abrazan la cordillera Central se encuentra la rana terrestre Pristimantis paisa. Su tamaño es pequeño ya que las hembras se extienden entre 27,5 y 30,7 milímetros, mientras que los machos adultos se sitúan en un rango de 19,9 a 24,2 milímetros. Los ojos son grandes y dorados, con una franja gruesa de color cobrizo y pupila horizontal.

Puede ser observada sobre hojarasca o vegetación baja, al interior o en márgenes de bosques secundarios, en zonas húmedas y, en algunos casos, sobre musgo en las riberas de quebradas y riachuelos. También es endémica, es decir, solo vive en Colombia. Se distribuye al norte de la cordillera Central (departamento de Antioquia), en altitudes que van desde 1800-3100 m.s.n.m. La ganadería, la agricultura, la deforestación y el crecimiento urbano amenazan con dejarlas sin un sitio donde vivir.

4. Dendropsophus luddeckei (Guarnizo)

Ranas de páramo
Dendrosophus luddeckei (Guarnizo) / Foto: Giovanni Chaves Portilla

Categoría de riesgo: Preocupación menor (LC)​

Puede encontrarse en los páramos de Boyacá, Casanare, Cundinamarca y Arauca. A pesar de ser una especie de rana nocturna, se le puede observar tomando el sol durante el día para obtener la energía necesaria para moverse, ya que al igual que los animales de “sangre fría”, como los insectos, anfibios y reptiles, necesitan ayuda del sol para activar su metabolismo. Suele confundirse con su pariente famosa, la Dendropsophus molitor, una rana que aparece en el logo del Acueducto de Bogotá.

Es una especie común, se encuentra en las tierras altas de los Andes, hasta a 4100 m.s.n.m. Se caracteriza por sus ojos intensos de color miel, sus brazos y dedos cortos y su piel verde aperlada. Su desarrollo es indirecto, lo que quiere decir que de sus huevos salen renacuajos y, luego, al crecer se transforman en ranas.

5. Pristimantis buckleyi (Cutín de Imbabura)

Ranas de páramo
Pristimantis buckleyi / Foto: Andrés Mauricio Forero Cano - Proyecto Naturphilosophie | Conocer para Conservar

Categoría de riesgo: Preocupación menor (LC)​

En los Andes de Ecuador y Colombia se encuentra la rana Pristimantis buckleyi. Su piel está pintada de colores opacos, como el amarillo quemado, el ‘café tierra’ y el gris oscuro. Los machos tienen proporciones distintas a las hembras, ya que los primeros oscilan entre los 23,8 y 38,7 milímetros mientras que las segundas pueden llegar a medir hasta 48,8 milímetros. 

Además, esta rana puede llegar a ocupar altitudes de 2400 a 3700 m.s.n.m. viviendo sobre hierbas o escondiéndose entre las hojas de las bromelias gigantes. Actualmente, son abundantes y se encuentran en un buen estado de conservación.

Cada una de estas ranas cuenta una historia de adaptación y resiliencia que les ha permitido sobrevivir en condiciones extremas. La labor de académicos como Liliana Saboyá-Acosta y Nicolás Urbina-Cardona, y muchos otros investigadores e investigadoras, no solo ilumina las páginas desconocidas de estos relatos, sino que también nos recuerda que no se puede proteger algo si no se conoce.

Solo al comprender las necesidades, amenazas y roles que cumplen estos anfibios en los ecosistemas que habitan podemos trazar planes de conservación robustos y efectivos que permitan que sus cantos perduren en el tiempo.

* Este texto periodístico es un trabajo desarrollado por María Camila Botero y Jacobo Patiño, periodistas de Pesquisa Javeriana, en conjunto con Manuela Guerrero, diseñadora del mismo medio, Valeria Torres Arias y John Alexander Clavijo Sánchez, estudiantes de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana y Claudia Mejía, profesora de la misma institución. Consulte nota complementaria haciendo clic acá.