mayo 2010 | Edición N°: año 49 No. 1257
Por: Augusto Ramírez Ocampo | Director del Instituto de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales



Cuando está revista, amigo lector, esté en sus manos probablemente se habrá hecho realidad el presagio de las encuestas cuando pronosticaron que la cerrada competencia sólo se resolvería en la segunda vuelta, procedimiento establecido por la reforma de la Constitución del 91. Gracias a la declaratoria de inexequibilidad del referendo para convalidar una segunda reelección del presidente Uribe, la Corte Constitucional, nacida también de la Carta del 91, rescató la democracia colombiana al defender uno de sus principios básicos: El principio de la alternatividad en el poder. Una presidencia imperial de 12 años hubiera minado irreparablemente la verdadera participación ciudadana en la elección del primer magistrado de la Nación. Ahora en cambio estamos respirando la democracia a pleno pulmón.

Pese a las graves falencias ocurridas durante las elecciones del Congreso, cuyos resultados aún son inciertos por los muchos vicios del proceso, han aparecido en la escena política una candidata y ocho candidatos en una civilizada refriega electoral, enaltecida por la controversia abierta, en donde los debates se producen respetuosa e inteligentemente a la luz de los foros mediáticos. Contrasta esta situación con la de los vecinos sometidos a una sola voluntad autocrática. La próxima contienda, girará entorno a Juan Manuel Santos y Angelino Garzón, enfrentados con Antanas Mockus y Sergio Fajardo, acompañados de Enrique peñalosa y Lucho Garzón. Los primeros con una fuerte representación parlamentaria que les asegura una holgada gobernabilidad y los otros contarán con una pírrica representación en el Congreso lo cual pondrá a prueba la forma de gobernar según la vieja tradición colombiana de armar mayorías ad hoc a base de negociaciones con la mal llamada gobernabilidad al menudeo.

Es de admirar el entusiasmo de la juventud colombiana expresada en las aulas universitarias con esta recuperación de la capacidad para decidir sobre los destinos nacionales cifrada en el voto, que es la primera y más preciada arma de la participación. Como consecuencia la abstención, vicio de nuestra democracia, deberá ceder terreno el próximo 20 de junio. infortunadamente las elecciones parlamentarias demostraron todas las falencias de nuestro sistema electoral que sigue sometido a manipulaciones groseras como la compra de votos o copar los registros electorales, maniobras amparadas por la carencia de jurados idóneos. En las nuevas elecciones la juventud deberá comprometerse a ejercer una vigilancia constante sobre las urnas e inscribirse para servir como testigos electorales.

La opinión pública ha tomado conciencia de su fuerza. Colombia dará un paso trascendental para su futuro democrático. Cualquiera que sea el resultado, el país será distinto y las costumbres políticas corruptas no prevalecerán con el peso actual en la balanza del poder.