¿Cómo comprender la violencia contra los niños?
Para tratar de entender los recientes episodios de violencia contra los niños ocurridos en nuestro país requerimos de una mirada compleja de estas situaciones. Es importante tener en cuenta que esta comprensión implica ver el individuo/sujeto, las relaciones de estos individuos con otros y con su entorno y el contexto tanto micro como macro en donde estos episodios suceden. No quisiera que los argumentos que siguen se vean como justificaciones sino más bien como necesarios para comprender la situación y nos den guías acerca de qué se puede hacer para prevenir estos atroces episodios de violencia contra los niños y contra muchos otros colombianos.
Estamos inmersos en una sociedad donde los hechos de violencia se han vuelto parte de nuestra vida cotidiana y no nos sorprenden en general; sólo cuando nos tocan directamente o se vuelven tan atroces y absurdos como la matanza de los niños en el Caquetá reaccionamos. Esto no implica que seamos una sociedad violenta; en todas las sociedades hay episodios de violencia comunidades, ni son tolerados como está sucediendo en nuestro país, en donde el respeto por la vida y por el otro no es importante, en donde impera y se premia el bien individual al bien común. Colombia es un país donde alrededor del 30% de la población vive en la pobreza y hay bajos niveles de educación en muchos sectores de la población; estas condiciones de vulnerabilidad a veces se han usado como explicación de la violencia, sin embargo la pobreza no explica la violencia. Encontramos en muchos lugares personas pobres, sin educación y con pocas oportunidades, en donde la violencia no es parte de sus vidas. Hay elementos culturales, psicosociales y estructurales que parecerían más importantes de revisar para una mejor comprensión de este fenómeno. Colombia es un país donde se premia “al vivo”, al que logra hacer lo que quiere sin importar su impacto sobre los otros, donde la plata fácil no es reprochable sino que es hasta bien vista, donde se priman los intereses individuales sobre los colectivos (aun dentro de nuestros “honorables” dirigentes), donde las polaridades abundan y cada uno defiende su posición sin tratar de conciliar, donde el gana- gana (que implicas pierde-pierde) no es concebido como una alternativa de conciliación pues lo importante es ganar así el otro pierda. Donde el sistema de creencias patriarcales, a pesar de las aperturas que se han dado, todavía es muy importante e impacta la familia, la escuela, el trabajo y casi todas las instituciones; sistema de creencias que implica que el hombre tiene el derecho sobre la mujer, los niños, los jóvenes y los ancianos; que la voz de los mayores sea más importante que la de los niños; y en términos generales que el de mayor “poder” esté por encima de los demás.
Colombia es un país que legisla sobre todo, aun sobre lo innecesario, pero donde la justicia no opera, no se cumple u opera para muy pocos (los que no pueden pagar, los que no pueden sobornar). Un país donde casi siempre se legisla para privilegiar a pocos. Un país donde el control social no opera pues los valores que permiten equidad y convivencia pacífica no existen o existen en muy pocos ciudadanos. Un país donde la vida no importa y se puede negociar con ella. Un país donde el gobierno no cumple con sus compromisos. Cárceles que no rehabilitan sino que enseñan aextorsionar, a matar. Leyes que castigan en lugar de buscar otras alternativas que le den oportunidad de trabajo y mejor vida a los más vulnerados.
El gobierno tiene que regular, pero ¿cómo lo hace? ¿Para qué lo hace? ¿Qué busca? Tal vez estos son los puntos donde debería haber mayor reflexión, pues desde la psicología estos contextos al igual que las relaciones que establece la persona desde que nace con los encargados de su cuidado, su familia y todos aquellos que lo rodean durante su vida son muy importantes en la construcción de un sujeto que ve la violencia como algo natural y un medio de lograr lo que quiere o por el contrario algo no deseable e importante de no replicar.