Enero - Febrero del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1304
Por: Alicia del Socorro Durán* | Profesora de la Facultad de Psicología.



Para  tratar  de  entender  los  recientes episodios  de  violencia  contra  los  niños ocurridos en nuestro país requerimos de una mirada compleja de estas situaciones. Es importante tener en cuenta que esta comprensión implica ver el individuo/sujeto,  las  relaciones  de  estos  individuos  con  otros  y  con  su  entorno  y el contexto tanto micro como macro en donde estos episodios suceden. No quisiera que los argumentos que siguen se vean como justificaciones sino más bien como necesarios para comprender la situación y nos den guías acerca de qué se puede hacer para prevenir estos atroces episodios de violencia contra los niños y contra muchos otros colombianos.

Estamos inmersos en una sociedad  donde  los  hechos  de  violencia  se han  vuelto  parte  de nuestra vida cotidiana y no nos sorprenden en general; sólo cuando nos tocan directamente   o   se vuelven  tan  atroces y  absurdos  como  la matanza  de  los  niños   en   el   Caquetá reaccionamos.    Esto no  implica  que  seamos  una  sociedad violenta;  en  todas  las  sociedades  hay episodios de violencia comunidades, ni son tolerados como está  sucediendo  en  nuestro  país,  en donde el respeto por la vida y por el otro no es importante, en donde impera y se premia el bien individual al bien común. Colombia es un país donde alrededor del 30% de la población vive en la pobreza y hay bajos niveles de educación en  muchos  sectores  de  la  población; estas  condiciones  de  vulnerabilidad  a veces  se  han  usado  como  explicación de  la  violencia,  sin  embargo  la  pobreza no explica la violencia. Encontramos en muchos lugares personas pobres, sin educación  y  con  pocas  oportunidades, en donde la violencia no es parte de sus vidas. Hay elementos culturales, psicosociales y estructurales que parecerían más  importantes  de  revisar  para  una mejor  comprensión  de  este  fenómeno. Colombia es un país donde se premia “al vivo”, al que logra hacer lo que quiere sin importar su impacto sobre los otros, donde  la  plata  fácil  no  es  reprochable sino  que  es  hasta  bien  vista,  donde  se priman los intereses individuales sobre los   colectivos   (aun dentro  de   nuestros “honorables” dirigentes),   donde   las polaridades abundan y  cada  uno  defiende   su   posición   sin tratar   de   conciliar, donde el  gana- gana (que    implicas pierde-pierde) no es  concebido  como  una  alternativa  de conciliación pues lo importante es ganar así el otro pierda. Donde el sistema de creencias patriarcales, a pesar de las aperturas  que  se  han  dado,  todavía  es muy  importante  e  impacta  la  familia, la  escuela,  el  trabajo  y  casi  todas  las instituciones; sistema de creencias que implica que el hombre tiene el derecho sobre la mujer, los niños, los jóvenes y los ancianos; que la voz de los mayores sea más importante que la de los niños; y en términos generales que el de mayor “poder” esté por encima de los demás.

Colombia  es  un  país  que  legisla  sobre todo, aun sobre lo innecesario, pero donde la justicia no opera, no se cumple u opera para muy pocos (los que no pueden  pagar,  los  que  no  pueden  sobornar). Un país donde casi siempre se legisla para privilegiar a pocos. Un país donde  el  control  social  no  opera  pues los valores que permiten equidad y convivencia pacífica no existen o existen en muy  pocos  ciudadanos.  Un  país  donde la vida no importa y se puede negociar con ella. Un país donde el gobierno no cumple con sus compromisos. Cárceles que no rehabilitan sino que enseñan aextorsionar, a matar. Leyes que castigan en  lugar  de  buscar  otras  alternativas que  le  den  oportunidad  de  trabajo  y mejor vida a los más vulnerados.

El  gobierno  tiene  que  regular,  pero ¿cómo lo hace? ¿Para qué lo hace? ¿Qué busca? Tal vez estos son los puntos donde debería haber mayor reflexión, pues desde  la  psicología  estos  contextos  al igual que las relaciones que establece la persona desde que nace con los encargados de su cuidado, su familia y todos aquellos que lo rodean durante su vida son muy importantes en la construcción de un sujeto que ve la violencia como algo natural y un medio de lograr lo que quiere o por el contrario algo no deseable e importante de no replicar.