1 de Septiembre del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1311
Por: Ángela María Jaramillo | Javerianos por la Justicia y por la Paz. Centro de Fomento de la Identidad y Construcción de la Comunidad.



Septiembre de 2015 supera todas las estadísticas históricas de acciones por la paz promovidas en Colombia.

Los  informes  del  CINEP/PPP  sobre Movilización por la Paz en Colombia, dan cuenta de las innumerables acciones por la paz que se realizan desde  agosto  hasta  octubre  de  cada año,  llegando  a  su  máxima  expresión en el mes de septiembre. Este fenómeno puede deberse a la multiplicidad de acciones que se concentran en esos meses; por ejemplo la segunda semana de septiembre se realiza la Semana por la Paz a nivel nacional; en el marco del 21 de septiembre -Día Internacional de la Paz- se lleva a cabo el Congreso Nacional e Internacional de REDUNIPAZ y por el estilo, muchas otras acciones de paz promovidas  por  sectores  académicos, empresariales, gubernamentales, sociales, entre otros.

Lo que será un hito en nuestra historia, es que septiembre de 2015 superará todas las estadísticas al respecto; porque  sin  lugar  a  dudas,  éste  ha  sido  el año y el mes en el que más acciones de paz se han realizado, más trinos de paz ha habido, más muestras de voluntad de paz  se  han  visto  y  lo  más  importante, los  anuncios  que  se  hicieron  el  23  de septiembre desde La Habana (Cuba) en cuanto al comunicado conjunto sobre la Jurisdicción  especial  para  la  paz.  Gran avance en todo este proceso.

No  obstante,  es  importante  recordar que un proceso de paz en Colombia, va más  allá  de  los  acuerdos  con  los  grupos armados al margen de la ley y exige de todos y  cada uno, liberarnos de las ideologías y de los sistemas que nos impiden pensar en un proyecto de nación diferente,  capaz  de superar las violencias endógenas  que han    dejado    a    su paso  víctimas,  desplazados,  inequidad, crisis    humanitaria, etc.  También  es  imperante desarmar nuestros   corazones y   lenguajes,   abrirnos  al  perdón  y  la reconciliación, pasosnecesarios para sentirnos y soñarnos de una manera distinta.

Más  allá  de  las  estadísticas  y  de  las tendencias  en  las  redes,  percibo  en  el ambiente  un  cierto  aire  de  esperanza, ahora  un  poco  más  generalizada.  Aún quedan dudas y preguntas por hacer sobre el proceso, los acuerdos, la voluntad, los   procedimientos,   las   metodologías de  implementación,  etc.  Pero  aún  más allá de eso a mí me surge una pregunta ¿cuál es el tipo de esperanza que está creciendo en los colombianos, la activa o la pasiva?

 

Una esperanza activa

La esperanza tiene relación con el sentido de la existencia, es la que dota de significado  los  sueños.  Me  voy  a  apoyar en una reflexión de Ronaldo Wright, Psicólogo  Social  y  Abogado,  quien  escribió en su blog el domingo 27 de septiembre de 2009:

“La creciente insatisfacción con nuestra actual forma de vida, con su pasividad  y  muchas  veces con su silencioso aburrimiento, nos ha llevado a intentar este  breve  bosquejo sobre   el   fenómeno de la esperanza y de la  ilusión.  Pensamos la   esperanza   como el    estado    anímico en  que  se  presenta como  posible  lo  que se   desea;   mientras que en la ilusión se suele esperar algo pero sin fundamento racional ninguno. El  iluso  es  propenso  a  ilusionarse;  en cambio, el esperanzado cree firmemente que le sucederá una cosa favorable. Estas   primeras   consideraciones   nos permiten vincular a la esperanza con lo activo  (accionar  que  produce  efectos) y a la ilusión con lo pasivo, con cierta parálisis  de  quien  no  hace  por  sí  cosa alguna (recibir la acción sin cooperar)”. Estas palabras con las cuales estoy de acuerdo, me llevan a afirmar que la esperanza  pasiva  o  ilusión  desvinculante y  paralizante  le  hacen  mucho  daño  al proceso  de  paz  que  vive  actualmente Colombia. No sé qué le puede hacer más daño a los acuerdos de paz que surjan de  La  Habana:  si  una  continua  crítica destructiva y un rechazo sistemático a los pequeños avances o el silencio abru- mador  de  las  personas  que  no  opinan, no proponen, no hacen y no son capaces de sentir diferente.

A veces creemos que desde lo que somos  y  hacemos  no  podemos  aportar  a la  paz  y  esa  decisión,  sin  fundamento racional alguno, nos pone en el lugar de la ilusión o esperanza pasiva. Y nos llva a emitir frases como “esperemos que sea  cierta  tanta  belleza”,  “amanecerá y  veremos”;  además  nos  sumergimos en conversaciones sin fundamento, sin conocimiento  de  causa  con  frases  que inician  con  “yo  escuche…”  “un  amigo dijo…”,  etc.,   que  nos  dejan  en  el  “yo opino…”.

Para concluir esta reflexión, considero que la esperanza para que sea activa, exige  de  mi  cooperación,  de  mi  compromiso.  Un  compromiso  que  incluso puede ser sencillo y cotidiano. Yo creo la paz en la que creo. Me explico: si yo creo (esperanza) en una paz que requiere transformaciones sociales profundas yo debo crear (activo) nuevas maneras de relacionarme con los otros; de acoger,  aceptar  y  honrar  las  diferencias; de  contratar  y  tratar  a  la  señora  que colabora en con el aseo de mi casa; de orientar una clase; de relacionarme con mis hijos, pareja, estudiantes, etc. Dejo planteado el deseo de que siga creciendo la esperanza activa en cada uno de nosotros

 

» No sé qué le puede hacer más  daño  a  los  acuerdos de  paz  que  surjan  de  La Habana:  si  una  continua crítica   destructiva   y   un rechazo  sistemático  a  los pequeños  avances  o  el  silencio   abrumador   de   las personas  que  no  opinan, no proponen, no hacen y no son capaces de sentir diferente”