Creciendo la esperanza
Septiembre de 2015 supera todas las estadísticas históricas de acciones por la paz promovidas en Colombia.
Los informes del CINEP/PPP sobre Movilización por la Paz en Colombia, dan cuenta de las innumerables acciones por la paz que se realizan desde agosto hasta octubre de cada año, llegando a su máxima expresión en el mes de septiembre. Este fenómeno puede deberse a la multiplicidad de acciones que se concentran en esos meses; por ejemplo la segunda semana de septiembre se realiza la Semana por la Paz a nivel nacional; en el marco del 21 de septiembre -Día Internacional de la Paz- se lleva a cabo el Congreso Nacional e Internacional de REDUNIPAZ y por el estilo, muchas otras acciones de paz promovidas por sectores académicos, empresariales, gubernamentales, sociales, entre otros.
Lo que será un hito en nuestra historia, es que septiembre de 2015 superará todas las estadísticas al respecto; porque sin lugar a dudas, éste ha sido el año y el mes en el que más acciones de paz se han realizado, más trinos de paz ha habido, más muestras de voluntad de paz se han visto y lo más importante, los anuncios que se hicieron el 23 de septiembre desde La Habana (Cuba) en cuanto al comunicado conjunto sobre la Jurisdicción especial para la paz. Gran avance en todo este proceso.
No obstante, es importante recordar que un proceso de paz en Colombia, va más allá de los acuerdos con los grupos armados al margen de la ley y exige de todos y cada uno, liberarnos de las ideologías y de los sistemas que nos impiden pensar en un proyecto de nación diferente, capaz de superar las violencias endógenas que han dejado a su paso víctimas, desplazados, inequidad, crisis humanitaria, etc. También es imperante desarmar nuestros corazones y lenguajes, abrirnos al perdón y la reconciliación, pasosnecesarios para sentirnos y soñarnos de una manera distinta.
Más allá de las estadísticas y de las tendencias en las redes, percibo en el ambiente un cierto aire de esperanza, ahora un poco más generalizada. Aún quedan dudas y preguntas por hacer sobre el proceso, los acuerdos, la voluntad, los procedimientos, las metodologías de implementación, etc. Pero aún más allá de eso a mí me surge una pregunta ¿cuál es el tipo de esperanza que está creciendo en los colombianos, la activa o la pasiva?
Una esperanza activa
La esperanza tiene relación con el sentido de la existencia, es la que dota de significado los sueños. Me voy a apoyar en una reflexión de Ronaldo Wright, Psicólogo Social y Abogado, quien escribió en su blog el domingo 27 de septiembre de 2009:
“La creciente insatisfacción con nuestra actual forma de vida, con su pasividad y muchas veces con su silencioso aburrimiento, nos ha llevado a intentar este breve bosquejo sobre el fenómeno de la esperanza y de la ilusión. Pensamos la esperanza como el estado anímico en que se presenta como posible lo que se desea; mientras que en la ilusión se suele esperar algo pero sin fundamento racional ninguno. El iluso es propenso a ilusionarse; en cambio, el esperanzado cree firmemente que le sucederá una cosa favorable. Estas primeras consideraciones nos permiten vincular a la esperanza con lo activo (accionar que produce efectos) y a la ilusión con lo pasivo, con cierta parálisis de quien no hace por sí cosa alguna (recibir la acción sin cooperar)”. Estas palabras con las cuales estoy de acuerdo, me llevan a afirmar que la esperanza pasiva o ilusión desvinculante y paralizante le hacen mucho daño al proceso de paz que vive actualmente Colombia. No sé qué le puede hacer más daño a los acuerdos de paz que surjan de La Habana: si una continua crítica destructiva y un rechazo sistemático a los pequeños avances o el silencio abru- mador de las personas que no opinan, no proponen, no hacen y no son capaces de sentir diferente.
A veces creemos que desde lo que somos y hacemos no podemos aportar a la paz y esa decisión, sin fundamento racional alguno, nos pone en el lugar de la ilusión o esperanza pasiva. Y nos llva a emitir frases como “esperemos que sea cierta tanta belleza”, “amanecerá y veremos”; además nos sumergimos en conversaciones sin fundamento, sin conocimiento de causa con frases que inician con “yo escuche…” “un amigo dijo…”, etc., que nos dejan en el “yo opino…”.
Para concluir esta reflexión, considero que la esperanza para que sea activa, exige de mi cooperación, de mi compromiso. Un compromiso que incluso puede ser sencillo y cotidiano. Yo creo la paz en la que creo. Me explico: si yo creo (esperanza) en una paz que requiere transformaciones sociales profundas yo debo crear (activo) nuevas maneras de relacionarme con los otros; de acoger, aceptar y honrar las diferencias; de contratar y tratar a la señora que colabora en con el aseo de mi casa; de orientar una clase; de relacionarme con mis hijos, pareja, estudiantes, etc. Dejo planteado el deseo de que siga creciendo la esperanza activa en cada uno de nosotros
» No sé qué le puede hacer más daño a los acuerdos de paz que surjan de La Habana: si una continua crítica destructiva y un rechazo sistemático a los pequeños avances o el silencio abrumador de las personas que no opinan, no proponen, no hacen y no son capaces de sentir diferente”