Marzo 2020 | Edición N°: Año 59 N° 1355 – Marzo 2020
Por: Redacción Hoy en la Javeriana | Dirección de Comunicaciones



Lo que ha sucedido en las últimas semanas es algo absolutamente extraordinario, desconocido para los hombres y mujeres que habitamos este planeta: todos, casi sin excepción, hemos sido amenazados gravemente. En efecto, cada uno de nosotros tiene la posibilidad de contagiarse con el virus que brotó en un remoto lugar de China y que, en un abrir y cerrar de ojos, se esparció por todas partes. El sentimiento que nos embarga, una mezcla de miedo, ansiedad, también de preocupación por la salud propia, la de familiares y amigos, es bien distinto al de otros momentos dramáticos que en el pasado habían captado la atención mundial.

La aparición del coronavirus y el confinamiento impuesto como medida de prevención, nos han recordado con rigor a todos los seres humanos nuestra vulnerabilidad, condición que a veces olvidamos por la agitación de la vida, los triunfos obtenidos y las seguridades alcanzadas. Por otra parte, nos ha hecho ver que aquí no cabe un “sálvese quien pueda”; que en esto todos estamos juntos y que la solución del problema depende de cada uno, de la responsabilidad individual con que asumamos el cuidado personal y el de quienes nos rodean. Los informes diarios sobre la evolución de la pandemia nos confirman de manera contundente que formamos una sola comunidad y que todo está conectado entre sí.

La respuesta ante esa situación catastrófica, -el creciente número de contagiados y de muertos es alarmante-, no se ha hecho esperar. En primer lugar, la ciencia, con todos sus recursos, ha estado presente para atender a los enfermos en hospitales y centros de salud que se ven desbordados. Los médicos, enfermeros y todo el personal de soporte han demostrado que su vocación está por encima de su bienestar personal. Por su parte, los investigadores corren para encontrar vacunas y medicamentos adecuados. Del mismo modo, las autoridades, en todos los niveles y en distintos ámbitos, han hecho lo posible para asegurar, no solo el control de la enfermedad, sino también el suministro de bienes y servicios para la población en general, lo cual solo se puede realizar con el concurso de muchos hombres y mujeres de la ciudad y el campo. Ahora bien, ha sido determinante en esta crisis la conducta de la gente, atendiendo las medidas impuestas, pensando siempre en el bien común y el interés general, y en particular, en los más vulnerables, los de mayor edad y los más pobres. Esta es una de esas horas en las cuales debemos actuar con sensatez, guiados en todo momento por la responsabilidad y la solidaridad, dos poderosas armas al servicio de la humanidad.

Debemos actuar con sensatez, guiados por la responsabilidad y la solidaridad, dos poderosas armas al servicio de la humanidad.

Por fortuna, hoy contamos en el país con una infraestructura y unos recursos que de manera virtual nos permiten seguir llevando adelante buena parte de las actividades ordinarias. En el caso concreto de nuestra Universidad, nos hemos movilizado rápidamente para procurar, de la mejor forma posible, la continuidad de la vida universitaria, apoyados en las tecnologías de información y comunicaciones que de tiempo atrás venimos impulsando. Sin duda, esta crisis nos ha llevado a fortalecer estos procesos. Cabe resaltar que el Hospital Universitario San Ignacio, Javesalud, las Facultades de Medicina, Enfermería y Ciencias así como el Instituto de Salud Pública vienen prestando especial atención a todo lo relacionado con el coronavirus. Igualmente, bajo la coordinación del Centro Javeriano de Emprendimiento, las Facultades de Ingeniería y de Arquitectura y Diseño han redoblado su trabajo sobre respiradores mecánicos.

Una consideración que no podemos dejar de hacer como universidad católica y jesuítica, se refiere al lugar que ocupa la fe en estos días de tribulación. El papa Francisco, en una ceremonia histórica y conmovedora, que tuvo lugar “al atardecer” del viernes 27 de marzo, en una plaza de San Pedro desierta, nos hizo llegar un extraordinario mensaje, que nos anima a unir la confianza en Dios con el esfuerzo humano, la misericordia que viene de lo alto con el amor y la generosidad entre nosotros, de tal forma que no perdamos la calma, reine la serenidad y siempre brille en el mundo la luz de la esperanza. Dijo el Santo Padre que “abrazar la Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad”.

Esta situación excepcional, tarde o temprano, llegará a su fin. Se ha dicho que entonces el mundo ya no será como antes: ciertamente, será mayor nuestra conciencia acerca de la vulnerabilidad de los seres humanos, lo mismo que de nuestras fortalezas, que no son pocas. Como lo señaló el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, esta pandemia “nos ha quitado mucho, pero también nos está dando algo especial: la oportunidad… de trabajar juntos, de aprender juntos, de crecer juntos”.