Noviembre- Diciembre 2010 | Edición N°: año 49 No. 1263
Por: Eduardo Díaz Amado* | * Profesor, Instituto de Bioética, Universidad Javeriana. Médico, filósofo y especialista en bioética. Acaba de terminar una maestría en Historia y Filosofía de la Ciencia y la Medicina en la Universidad de Durham, Reino Unido, donde es actualmente estudiante de doctorado.



En El tema de las drogas el discurso de “penalización + acción policivo/militar” es el mantra que repiten sin cesar políticos, gobiernos de turno y “expertos” de diversas disciplinas. Pero aunque decirlo siga siendo “políticamente incorrecto” y despierte la furia de los “adalides del bien y la justicia”, después de tanto muerto y destrucción por cuenta de la “guerra anti-drogas” más que por su uso mismo (además de Colombia, miremos los casos de México y rio de Janeiro), re-evaluar su pertinencia y eficacia se torna un imperativo moral. En este sentido deseo señalar tres elementos para re-pensar el problema. El primero es reconocer en esta guerra una biopolítica, que entronizada en la Modernidad, esconde una obsesión de dominio del cuerpo y en la que el placer y el disfrute no-productivo de éste son objeto de una férrea administración y control. La estrategia biopolítica incluye apelar a la salud, a la protección de la niñez y la juventud, y a la moral. Pero veamos. Así como el deber de la sociedad es ayudar oportuna y eficazmente a quienes desean superar una adicción, también lo es respetar la decisión de quienes disfrutan teniéndola. lo innegociable debe ser la prohibición de dañar a los demás. En una sociedad democrática y pluralista las personas son libres, incluso para equivocarse. Ahora bien, proteger a la niñez y la juventud… Proteger debe significar aquí transformar las pésimas condiciones sociales en las que crecen muchos de nuestros niños y jóvenes, ofreciéndoles educación y espacios de vida con calidad más que un policía en cada esquina (que no hay).

El segundo es que hay guerra porque hay prohibición. Este argumento es difícil de aceptar porque es contraintuitivo. F. Savater ha planteado, en sus Tesis sociopolíticas sobre las drogas, que el problema de la droga es el problema de su persecución, que se tiñe además de totalitarismos, pseudo-argumentos y ejercicios de poder. ¿Por qué es tan “incorrecto” pensar la despenalización? Si se adoptara una postura no hegemónica podríamos ver que la guerra anti-drogas es también un negocio en sí mismo, incluso más lucrativo que el delito que dice combatir, que sirve además de excusa para intervenir, vender armas y legitimar determinadas políticas mientras se desechan otras. Las drogas se han convertido en el leitmotiv cuando se habla de los problemas de Colombia, igual que lo son las “amibas” cuando los colombianos hablan de sus “males de estómago”. Para lo primero, más represión y armas, para lo segundo más purgantes, aunque claro, en ambos casos el problema está en otra parte. Algunos calculan que apenas un 30% del dinero ilícito de las drogas retorna a los países productores mientras que el restante 70% permanece en los bancos de los países que dicen apoyarnos en esta lucha. Cuando un problema social se “eterniza” la pregunta del millón es ¿y quién se beneficia de todo esto?, porque generalmente ahí está la explicación de su perpetuación.

Finalmente, reconstruir nuestra identidad nacional. Según Borges ser colombiano es un acto de fe. Creer es fundamental, pero en este caso las creencias sí que deben ser las correctas. no basta con creer que Colombia es pasión o que somos el país más feliz del mundo. A veces los slogans sólo sirven de maquillaje mientras lo esencial permanece inalterado. la “cultura narco” no se supera con comerciales en la TV para que seamos buenas personas. Ya lo dijo Aristóteles, no se puede ser bueno en la sociedad injusta. la lucha efectiva contra las drogas implica esfuerzos, dineros y políticas para promover el surgimiento de un nuevo tipo de ciudadano, con oportunidades, capaz de auto-gobernarse y de respetar las decisiones de los demás. Uno sólo deja un negocio cuando quiebra o cuando encuentra otro mejor, y el mejor negocio del mundo es construir una sociedad justa…
¿O tenemos que esperar a la quiebra total para entenderlo?