Editorial
Con frecuencia escuchamos en los medios de comunicación hablar del poder público, una expresión que hace referencia a ese ámbito de la sociedad que incluye al gobierno, llamado también el ejecutivo, a los organismos responsables de la administración de justicia y los jueces, al Congreso de la República, que tiene a su cargo la tarea legislativa, y, por supuesto, a los organismos de control. En verdad, no se trata de uno solo, sino de varios poderes, que deben guardar cierto equilibrio y armonía para desarrollar mejor la tarea que les corresponde. A diferencia del sector privado, en el cual la actividad está orientada por los intereses de particulares, y en muchas ocasiones por su beneficio económico, en el sector público todo está determinado por el bienestar de la sociedad en general y el progreso de la nación. Bajo este criterio debe actuar todo servidor público.
Para la Universidad Javeriana siempre ha sido grato registrar la presencia de sus egresados en el estado, y en particular, en altos cargos del gobierno. Se trata de una muestra de aprecio y un voto de confianza que se explica, no solo por la institución que ha acreditado sus estudios universitarios, sino también por las cualidades y la trayectoria profesional de cada persona, por sus méritos individuales. Es un honor para ellos alcanzar estas posiciones en el estado, y también lo es para su Alma Mater. Grande es, entonces, la responsabilidad de estos hombres y mujeres que entran en la escena política, que tienen bajo su responsabilidad importantes decisiones que afectan de manera significativa el desarrollo del país y, por su- puesto, el erario público. Al integrarse al gobierno o a las cor- tes, por ejemplo, cada uno puede hacer su aporte al debate de los grandes temas nacionales, con base en sus conocimientos y experiencias, y también en sus principios y valores. De esta forma, tiene la oportunidad, no sólo de ayudar a crear mejores condiciones de vida para todos los colombianos, sino también de asegurar la dignidad del poder público.
Para nadie es un secreto que en la actualidad, el servidor público debe enfrentar serias amenazas que surgen de la corrupción, ese flagelo que ha hecho de las suyas, no solo en nuestro país, sino en todos los rincones del planeta, y en muy diversos escenarios. A diario las noticias dan cuenta de uno y otro escándalo, de carteles o carruseles que no son otra cosa que organizaciones orientadas a saquear las arcas públicas. Se trata de personajes sin escrúpulos que solo ven en los cargos oficiales la oportunidad de enriquecerse sin esfuerzo y hacer favores a sus amigos, que ofrecen o aceptan dádivas a cambio de una determinada decisión. A tal nivel se ha llegado, que en la contratación estatal, por ejemplo, ha hecho carrera la sigla CVY, que corresponde a la expresión ‘cómo voy yo’, pregunta abierta y descarada por el beneficio que obtendría una de las partes, lo que equivale en términos coloquiales, a la denominada ‘tajada’ que se encuentra detrás de un proceder en particular.
Toda esta situación ha llevado a un cierto descrédito generalizado de los funcionarios públicos y de la llamada ‘clase política’, así como a que algunos profesionales muy competentes no quieran aceptar responsabilidades en el manejo del estado. Pero no es apartándonos de este sector como podemos ayudar a recuperar la dignidad del servicio público y la política, espacios donde deberían congregarse los mejores ciudadanos del país y dar ejemplo a sus conciudadanos.
Queda claro, entonces, el desafío que hoy encuentra un servidor público. Es una seria prueba a su rectitud y entereza. En el caso de la Javeriana, sabemos con seguridad que la formación de nuestros egresados estuvo arraigada en los cuatro pilares de la educación jesuítica, que en sus términos latinos corresponden a utilitas, humanitas, iustitia y fides. Se trata de cuatro dimensiones o finalidades, que conjugan, primero, la competencia profesional; en segundo lugar, la dimensión ética; por otra parte, el respeto al estado de derecho y la inclusión social; y finalmente, una antropología trascendente que se refleja en el reconocimiento de la dignidad sagrada de todo hombre, así como en la defensa y promoción de los derechos humanos.
Al celebrar la presencia de un grupo selecto de egresados en altas posiciones del gobierno nacional, es oportuno reflexionar sobre el sentido del servicio público. Vivimos un momento delicado de nuestra historia, de grandes inversiones y no menores apuestas, que con esperanza hace una sociedad empeñada en superar el conflicto para dedicarse a la construcción de la paz.
Para nadie es un secreto que en la actualidad, el servidor público debe enfrentar serias amenazas que surgen de la corrupción, ese flagelo que ha hecho de las suyas, no solo en nuestro país, sino en todos los rincones del planeta, y en muy diversos escenarios.