Educadores Cristianos: Sed forjadores de hombres libres
La Universidad faltaría a su vocación si se cerrase al sentido de lo absoluto y de lo trascendente, ya que limitaría arbitrariamente la investigación de toda la realidad o de la verdad, y terminaría por perjudicar al hombre mismo cuya más alta aspiración es conocer lo verdadero, lo bueno, lo bello, y esperar en un destino que lo trasciende. Así, pues, la universidad debe convertirse en el testimonio de la verdad y de la justicia, y reflejar la conciencia moral de una nación.
Los universitarios, los intelectuales, los educadores, pueden ejercer un peso considerable en la lucha por la justicia social, un objetivo que hay que perseguir con valentía y vigor, con los medios de la verdadera justicia, llevando a cabo todas las mejorías que impone la ética en las relaciones económicas y sociales, y evitando al mismo tiempo las violencias destructoras de los enfrentamientos revolucionarios. La universidad tiene a su disposición un inmenso poder moral para defender la justicia y el derecho, actuando en conformidad con sus propios medios, que son los del saber competente y de la educación moral. Así mismo la universidad debe tratar de fomentar, en la medida de lo posible, la extensión de los beneficios de la educación superior a todas las clases y a todas las generaciones susceptibles de aprovecharse de ella.
Programa ambicioso, ciertamente; difícil de realizar de una vez; pero se trata de un proyecto ideal que debe inspirar los desarrollos futuros de la universidad, la reforma de los programas y la renovación universitaria.
(La cultura al servicio del hombre Integral. Saludo a rectores y Est. Unlv. Guatemala, 7, III, 83). Juan Pablo II.
CON LA PAZ DE CRISTO POR LOS CAMINOS DE COLOMBIA