El motivo es ¡Jesús!
Circulan desde ahora las tarjetas y los mensajes propios de la Navidad y el fin de año, con textos que en diferentes idiomas e incluso, escritos con alfabetos que nos resultan extraños, expresan sentimientos de alegría y gratitud, así como buenos deseos. Ahora no todos son impresos ni requieren sobres con estampillas y sellos de oficinas de correo. La tecnología nos brinda hoy por hoy, maravillosos medios de comunicación que al instante nos ponen en contacto, sin importar las distancias. A las tarjetas y mensajes se les unen los regalos, a veces envueltos y con moños, en ocasiones no esperados, que por lo general son motivo de regocijo y contribuyen a crear el espíritu de esta temporada que se hace evidente también por la música que de nuevo empieza a escucharse, villancicos y tonadas que exigen cascabeles, por las decoraciones especiales en los hogares y las calles, las luces y los adornos, entre los cuales, por supuesto, sobresale el pesebre. Esta tradición antiquísima, muy arraigada en el pueblo colombiano, todavía convoca a la familia alrededor de un sitio donde se recrea el lugar de un nacimiento anunciado y se espera con ansiedad aquella fecha señalada en el calendario anual.
Por otra parte, las vacaciones de fin de año nos permiten un merecido descanso: se puede viajar, conocer lugares atractivos, visitar a familiares y amigos que hace tiempo no vemos, o simplemente, permanecer en casa con el despertador silenciado y sin la rutina y fatiga que nos impone la vida laboral o estudiantil. Es en verdad, un alto en el camino para recuperar fuerzas, renovar el aliento y retomar la marcha apenas unas pocas semanas después.
Ahora bien, todas estas actividades extraordinarias que marcan el desarrollo de este período del año que en algunas zonas del mundo coincide con la nieve y el frío del invierno, ofrece la oportunidad de la fiesta y el gasto desmedido, el derroche al que convoca la sociedad de consumo y el mundo comercial que se mueve al compás del interés económico y ofrece todo tipo de facilidades al respecto. En medio de la euforia, no sólo olvidamos que las facturas llegarán mañana, sino también, qué celebramos, de qué se trata en verdad, qué es lo sustancial, cuál es ¡el motivo!
Pues bien, en una de esas tarjetas de navidad se puede leer lo siguiente: “Jesús es el motivo de esta temporada”, afirmación que nos recuerda el punto central de todas estas festividades. En efecto, el 25 de diciembre aparece en todas las agendas del mundo como el festivo que corresponde al Día de Navidad, del nacmiento de Jesús, el hijo de José y María, el nazareno, Dios hecho hombre, origen del Cristianismo que no sólo dividió en dos los textos de las Sagradas Escrituras, sino que también partió el curso de la historia. Sin Jesús, este período de fin de año es otra cosa muy distinta.
Y ¿quién es Jesús? Esta pregunta que puso en aprietos al procurador romano enfrentado al hombre arrestado, indefenso y humillado que le presentaron para que determinara su suerte, que sacudió también a los primeros discípulos del hombre que se hizo conocer en Galilea por su mensaje y sus milagros, sigue teniendo vigencia hoy en día. La respuesta la dio el propio Jesús a Pilato: “Soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37). Benedicto XVI, en su homilía con motivo de la solemnidad de Cristo Rey, parte de estos planteamientos para recordarnos que “Jesús habla de rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad”, cosa que es incomprensible para Pilato porque como lo explica el Santo Padre: “¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza?”. La conclusión del Papa es clara: “Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor (cf. I Jn 4,
8-16) y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios”.
En este contexto, las celebraciones de fin de año, sin necesidad de renuncias al festejo y el descanso, pueden orientarse también al redescubrimiento de Jesús en nuestras vidas, de tal forma que podamos darle espacio y acogerlo para que transforme en nosotros “mentalidad, juicios de valor, opciones y acciones concretas”. Así lo señaló también el Santo Padre en reciente catequesis, al referirse a la fe como “encuentro con Dios que habla y actúa en la historia… No es espejismo, fuga de realidad, cómodo refugio, sentimentalismo, sino implicación de toda la vida y anuncio del Evangelio, Buena Noticia capaz de liberar a todo el hombre”
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Sea esta la ocasión para reiterar nuestro agradecimiento a todos por su labor en la Universidad, para desearles un buen descanso y lo mejor para el nuevo año.
Y no olvidemos: Jesús es ¡el motivo!