1 de Mayo del 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1307
Por: Carlos Julio Cuartas Chacón | Asesor del Secretario General.



El 22 de mayo de 1965 el español Pedro Arrupe fue elegido General de la Compañía de Jesús en reemplazo del P. Jean Baptiste Janssens.

En  la  historia  reciente  de  la  Compañía  de  Jesús  sobresalen  especialmente   dos   reuniones   de   la Congregación  General,  asamblea  representativa de la orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola: la XXXI, rea- lizada  en  dos  periodos,  mayo-julio  de 1965, y septiembre-noviembre de 1966; y la XXXII, que tuvo lugar entre diciembre de 1974 y marzo de 1975. En la primera, convocada tras la muerte del P. Jean Baptiste Janssens, quien había sido General desde 1946, es elegido el 22 de mayo, su sucesor,  el  P.  Pedro  Arrupe,  español  de 58 años de edad, cuya labor en ese cargo que ejercería durante 18 años y cuatro meses,   dejaría   una huella   profunda   en la Compañía y en la Iglesia. Sería él quien convocaría una nue- va Congregación Ge- neral,  la  XXXII,  con el fin de repensar la misión de la Compañía de Jesús de acuerdo con las nuevas realidades del mundo, la cual sería recogida en la conocida fórmula “servicio de la fe y promoción de la justicia” (Decreto IV), que desde entonces define y orienta la vida de los jesuitas y sus obras en todo el mundo.

El padre Pedro Miguel Lamet, S.J., en la nueva edición de su biografía del padre Arrupe (Mensajero, 2014), piensa en él como en «un hombre para todas las épocas»,  según  el  título  de  la  película de Fred Zinneman, y afirma que 25 años después de la publicación inicial de su libro,  se  puede  “comprobar  que  este vasco  universal  se  adelantó  proféticamente a los retos que hoy nos presenta el siglo XXI”. En el prólogo, escrito por el P. Adolfo Nicolás, S.J., y titulado “El «magis»  del  padre  Arrupe”,  afirma  el Padre  General  que  “la  figura  de  Pedro Arrupe, lejos de quedar arrumbada en el olvido, se ha ido haciendo más presente  en  muchos  con  el  paso  del  tiempo. (…) Su persona y su ejemplo siguen vigentes.  Y  sus  convicciones  y  propuestas, que nacen de la autenticidad   de   su vida,  responden  más que  nunca  a  la  problemática actual y a los desafíos del siglo XXI.   Se   adelantaba a  su  tiempo  cuando decía:  «No  podemos responder  a  los  problemas  de  hoy  con soluciones de ayer». No se resignaba a posturas a la defensiva. Deseaba hombres de esos que «tienen el futuro en la médula de sus huesos»”.

El Padre Arrupe, cuya renuncia al cargo de General de la Compañía de Jesús había sido aceptada el 3 de septiembre de 1983, falleció el 5 de febrero de 1991. En  nuestra  Universidad,  en  el  edificio que lleva el nombre de este insigne jesuita,  se  encuentra  su  busto  en  bronce y unas palabras suyas que a todos interpelan, tomadas de la carta escrita el 16 de mayo de 1962, cuando era provincial en Japón (Pedro Arrupe – Así lo vieron, Sal  Terrae,  1986):  “¿De  qué nos  valdría realizar obras aparentemente excelentes, pero impregnadas de un espíritu mediocre? ¡Qué grande es, en nuestro siglo, el peligro de sucumbir a la intoxicación de las meras apariencias y de la propaganda! ¡Qué triste sería el que la calidad de nuestras actividades se transformara en una especie de ostentosa envoltura para conferir  un  mínimo  de  dignidad  a  una trivial mediocridad de espíritu”.

“La   figura   de   Pedro Arrupe,  lejos  de  quedar arrumbada  en  el  olvido, se  ha  ido  haciendo  más presente  en  muchos  con el  paso  del  tiempo.  (…) Su  persona  y  su  ejemplo siguen vigentes”.