El Padre Arrupe, elegido General hace cincuenta años
El 22 de mayo de 1965 el español Pedro Arrupe fue elegido General de la Compañía de Jesús en reemplazo del P. Jean Baptiste Janssens.
En la historia reciente de la Compañía de Jesús sobresalen especialmente dos reuniones de la Congregación General, asamblea representativa de la orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola: la XXXI, rea- lizada en dos periodos, mayo-julio de 1965, y septiembre-noviembre de 1966; y la XXXII, que tuvo lugar entre diciembre de 1974 y marzo de 1975. En la primera, convocada tras la muerte del P. Jean Baptiste Janssens, quien había sido General desde 1946, es elegido el 22 de mayo, su sucesor, el P. Pedro Arrupe, español de 58 años de edad, cuya labor en ese cargo que ejercería durante 18 años y cuatro meses, dejaría una huella profunda en la Compañía y en la Iglesia. Sería él quien convocaría una nue- va Congregación Ge- neral, la XXXII, con el fin de repensar la misión de la Compañía de Jesús de acuerdo con las nuevas realidades del mundo, la cual sería recogida en la conocida fórmula “servicio de la fe y promoción de la justicia” (Decreto IV), que desde entonces define y orienta la vida de los jesuitas y sus obras en todo el mundo.
El padre Pedro Miguel Lamet, S.J., en la nueva edición de su biografía del padre Arrupe (Mensajero, 2014), piensa en él como en «un hombre para todas las épocas», según el título de la película de Fred Zinneman, y afirma que 25 años después de la publicación inicial de su libro, se puede “comprobar que este vasco universal se adelantó proféticamente a los retos que hoy nos presenta el siglo XXI”. En el prólogo, escrito por el P. Adolfo Nicolás, S.J., y titulado “El «magis» del padre Arrupe”, afirma el Padre General que “la figura de Pedro Arrupe, lejos de quedar arrumbada en el olvido, se ha ido haciendo más presente en muchos con el paso del tiempo. (…) Su persona y su ejemplo siguen vigentes. Y sus convicciones y propuestas, que nacen de la autenticidad de su vida, responden más que nunca a la problemática actual y a los desafíos del siglo XXI. Se adelantaba a su tiempo cuando decía: «No podemos responder a los problemas de hoy con soluciones de ayer». No se resignaba a posturas a la defensiva. Deseaba hombres de esos que «tienen el futuro en la médula de sus huesos»”.
El Padre Arrupe, cuya renuncia al cargo de General de la Compañía de Jesús había sido aceptada el 3 de septiembre de 1983, falleció el 5 de febrero de 1991. En nuestra Universidad, en el edificio que lleva el nombre de este insigne jesuita, se encuentra su busto en bronce y unas palabras suyas que a todos interpelan, tomadas de la carta escrita el 16 de mayo de 1962, cuando era provincial en Japón (Pedro Arrupe – Así lo vieron, Sal Terrae, 1986): “¿De qué nos valdría realizar obras aparentemente excelentes, pero impregnadas de un espíritu mediocre? ¡Qué grande es, en nuestro siglo, el peligro de sucumbir a la intoxicación de las meras apariencias y de la propaganda! ¡Qué triste sería el que la calidad de nuestras actividades se transformara en una especie de ostentosa envoltura para conferir un mínimo de dignidad a una trivial mediocridad de espíritu”.
“La figura de Pedro Arrupe, lejos de quedar arrumbada en el olvido, se ha ido haciendo más presente en muchos con el paso del tiempo. (…) Su persona y su ejemplo siguen vigentes”.