
Jóvenes: Sois generación privilegiada
*Foto: Juan Pablo II habló a los jóvenes, a los intelectuales y en Cartagena recordó la obra social de San Pedro Claver. Los tres temas se relacionan con nuestra Universidad. Como un homenaje a su presencia entre nosotros, Hoy en la Javeriana, publica los textos referentes a las tres intervenciones.
Juan Pablo II, Campin, Bogota 2 – VII- 86
!Vosotros sois la sal de la tierra!
iVosotros sois la luz del mundo! (Mt 5, 13-14).
1. Queridos jóvenes de Colombia: Os saludo con las palabras que Jesús dirigió a la multitud en el Sermón de la Montaña.
También vosotros sois multitud, una multitud inmensa de discípulos de Jesús a los que el Papa dirige con afecto y con gran confianza un saludo de Paz. iSed la sal de la tierra! ¡Sed la luz del mundo! De esta tierra de Colombia; de este mundo latinoamericano al que pertenecéis. Contemplando esta inmensa juventud el Papa quisiera fijar la mirada en cada uno de vosotros, dirigiros la palabra a cada uno en particular, porque a todos y cada uno de vosotros os ama Dios inmensamente y espera la respuesta personal e irrepetible que brota de vuestro corazón generoso.
Por ser discípulos de Jesús y por ser jóvenes sois el futuro de la Iglesia, una promesa para vuestra patria, para el mundo entero.
Sois discípulos de Jesús, cristianos unidos vitalmente a Él por la fe viva y por la gracia del bautismo, por la coherencia de un comportamiento evangélico. Nadie puede llamarse discípulo de Jesús si no escucha sus palabras, si no sigue sus pasos. Sólo de este modo seréis sal de la tierra y luz del mundo. Sólo así podréis ser de verdad jóvenes, con la perenne juventud del Evangelio, Sois, con esta juventud evangélica, gozo y esperanza de la Iglesia y del mundo. En vosotros brota el renuevo de la comunidad de los creyentes y representáis el relevo de los que construyen la ciudad temporal. La fe tiene que alentar en vuestros corazones y en vuestras obras, llena de vigor y lozanía.
2. Sois una generación privilegiada. Con vosotros concluye un milenio y empieza otro: el tercer milenio cristiano. También en vosotros culminan quinientos años de evangelización de este nuevo mundo que es América Latina, y da comienzo una renovada empresa evangelizadora que proyectará a la Iglesia de Jesucristo hacia el futuro, precisamente desde vosotros, los jóvenes de este continente de la esperanza.
Habéis querido prepararos a este encuentro con el Papa mediante ¡ornadas de reflexión y estudio sobre la Carta Apostólica que, con ocasión del Año Internacional de la Juventud, dirigí a los jóvenes y a las jóvenes del mundo; y también sobre el mensaje de la XVIII Jornada Mundial de la Paz, que tenia como lema «La paz y los jóvenes caminan juntos», Me alegra saber que dichas reuniones, a nivel de grupos, —como me habéis comunicado en la carta que me enviásteis el día de Pentecostés— han contribuido a crear mayor unidad entre los jóvenes colombianos.
Sé que muchos de los aquí presentes habéis crecido en situaciones frente a las cuales no dejáis de manifestar vuestra disconformidad. Sois Conscientes de los problemas de vuestra patria y no queréis resignaros ante a la corrupción, la injusticia y la violencia. Queréis un cambio radical porque deseáis una sociedad más acogedora, en la que todos los colombianos puedan compartir y disfrutar de los bienes que Dios creó para todos y no sólo para unos pocos. Deseáis la paz y la concordia entre todos para poder afrontar el futuro con menos angustia y con mayor certeza.
Seréis luz en medio de tantas sombras si os dejáis iluminar por Cristo «Luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1, 9). Seréis sal en medio de tantos sinsabores, si os dejáis penetrar por la sabiduría del Evangelio.
Vuestra juventud se desenvuelve en un período de cambios acelerados y profundos, que han traído un indiscutible progreso en muchos campos, pero que han acarreado también trastornos y desfases que han originado dolorosos conflictos que aquejan a vuestro país.
Vosotros, queridos jóvenes, sufrís por causa de esos conflictos. Sois víctimas de esos procesos contradictorios, y en todo caso sentís a veces perplejidad y desconcierto frente a tanto desequilibrio económico y tanta injusticia social, frente al desempleo creciente y la pobreza insultante que aflige a no pocos de vuestros hermanos y hermanas en un suelo tan fértil como el de Colombia, y en una patria como la vuestra, tan rica en recursos materiales y humanos.
3. Vosotros mismos sois parte de ese caudal de recursos. Con una juventud estudiosa, trabajadora, esforzada y responsable, la sociedad y la Iglesia en Colombia, pueden mirar, con fundada confianza, hacia un futuro mejor.
Pero junto a tantas esperanzas depositadas en vosotros no se pueden ignorar las fuertes tentaciones que os acechan en vuestro camino. Ahí está la atracción que puede ejercer el enriquecimiento fácil y rápido, por caminos que son contrarios a la ley y a la moral cristiana; la tentación de la evasión que puede llegar a hundiros en la alienación de la droga, el alcoholismo, el sexo y otros vicios lamentables. Hay quienes pretenden seduciros con ciertas actitudes de conformismo, indiferencia pasiva y escepticismo, arrancando de vuestra juventud los más nobles ideales humanos y cristianos. Y no falta quien proclama, como solución última y desesperada, la violencia armada de la guerrilla, en la que ha caído buen número de compañeros vuestros; unas veces contra su propia voluntad; otras, obnubilados por ideologías inspiradas en el principio de la violencia como único remedio a los males sociales. En muchos casos se ha llegado al absurdo de luchar hermanos contra hermanos, jóvenes contra jóvenes, arrastrados por esa violencia ciega que no respeta ni la ley de Dios ni los principios elementales de la convivencia humana.
Estas y otras tentaciones os acechan. Como cristianos, podéis y debéis superar la prueba. Sabed que sois sal de esta tierra, que no se puede desvirtuar (cf. Mt 5, 13). Sois luz que tiene que brillar y ciudad situada en la cima del monte (cf. lb 14). La renovación que deseáis tiene que empezar en vuestro corazón y en vuestras vidas mediante una sincera conversión a Cristo y a su Evangelio. La respuesta del cristiano a cualquier reto del mundo; su fuerza ante la tentación, se fundamenta en Cristo y en el ejemplo que él nos dió. En el desierto, ante el tentador, lucha y vence. Con El podéis luchar y vencer.
4. Cristo rechaza la propuesta de conseguir poder y gloria a cambio de idolatría. Responde al tentador con una frase de la Escritura que hoy sigue conservando todo su significado: «Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto» (cf. Lc. 4, 8). También vosotros, jóvenes, estáis llamados a mantener vuestra fe en un solo Dios, en medio de tantas propuestas de idolatría. iNo os entreguéis a los ídolos modernos! iNo renunciéis a lo más valioso de vuestra existencia, que es vuestra identidad cristiana! iMantened firme vuestra adhesión al Señor Dios, el único adorable, el único dueño de la vida y de la muerte, el que da plenitud de sentido a nuestra peregrinación por la tierra y a nuestra actividad humana!
iNada es digno de adoración fuera de Dios, nada es absoluto fuera de Él! Ni la riqueza, ni los placeres, ni la ciencia, ni la tecnología, ni la fama, ni el prestigio, ni las utopías políticas pueden convertirse en valor supremo.
Solo Dios es capaz de saciar la sed de vuestros corazones: «Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás» (Cf. Mt 4, 10). Jesús rechazó la tentación para consagrarse por entero al servicio del Padre. Con su victoria dio principio a nuestra victoria. Con Él y como Él decid sí a Dios, a su Reino, a su amor. Sin la fe en Dios, nuestro Padre, caeríais en el materialismo, insidiosa ideología de este mundo, de la cual derivan todas las alienaciones y desviaciones que hacen de la vida un absurdo y desembocan en la desilusión o la violencia.
5. El conocimiento de Dios nos llega por medio de Cristo, su Verbo Eterno, verdadero Dios y verdadero hombre. El es la luz verdadera, la Verdad y la Vida. El es para vosotros, mis queridos jóvenes, respuesta veraz y exhaustiva a los interrogantes más profundos de la existencia y de la historia humana. El encuentro personal con Cristo sella profundamente nuestro ser. Cristo da sentido a nuestra humanidad y la abre a la plenitud de la vida divina de los hijos de Dios. El es la esperanza de los pueblos, porque su doctrina es la única capaz de transformar los corazones y las estructuras; la única que puede liberar a los oprimidos y desencadenar una auténtica revolución de amor a nivel planetario, siempre que se sigan sus pasos, se imite su vida, y se pongan en práctica sus palabras.
6. Quien cree en Cristo lo confiesa presente en la Iglesia que es su Cuerpo. No es posible separar de Cristo a la Iglesia; no se puede disociar a Jesús de su Iglesia. La identidad cristiana, que tiene su raíz en el bautismo, que os ha incorporado a la fe de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, os hace sentir miembros del mismo Cuerpo, hijos de la misma Madre, la Santa Madre Iglesia. No seáis indiferentes a la Iglesia, Madre vuestra. Reconoced en ella a Cristo, pues es ella la que lo hace presente, la que os ofrece en su palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía, la que os ayuda a sentirse miembros de una familia que es a la vez la de esta tierra y la que vive ya en la gloria. Es verdad que, mientras peregrina por la tierra, está sometida a la debilidad del pecado de sus propios hijos, pero ¿qué hacéis vosotros mismos para que brille mejor la luz de Cristo en el rostro de su Iglesia? Sentíos plena-mente responsables de la vida y misión de la Iglesia; sed esa presencia nueva que vosotros mismos deseáis. Sed santos con su santidad para que ella sea santa con vuestra conversión y vuestro testimonio. Sed críticos, pero con ese amor y esa coherencia propia de los hijos que aman de verdad a la Madre.
7. Sea bien visible vuestra identidad cristiana a través de la presencia, el servicio, la comunión, la colaboración dentro de vuestras comunidades eclesiales, en las parroquias, en las veredas, en los grupos y movimientos apostólicos, para que con vosotros sea también visible la presencia de Cristo en medio de los jóvenes. Sed los evangelizadores de Cristo en medio de vuestros compañeros de estudio, de trabajo, de deporte.
Bajo la guía de vuestros Pastores, sois también responsables de la misión que Jesús mismo tiene encomendad su Iglesia y que es intrínsecamente propia de todo bautizado.
La misión de la Iglesia es asimismo misión de justicia, de compromiso con el hombre, de defensa de sus derecha y de su dignidad, porque el hombre es imagen de Dios. La misión evangelizadora de la Iglesia se proyecta hasta la vida de los hombres en todas sus dimensiones ya que el amor que impulsa a la Iglesia a comunicar toda la participación en la vida divina mediante la gracia, le ha, también alcanzar por la acción eficaz de sus miembros:, verdadero bien temporal de los hombres, atender las necesidades, proveer la cultura y promover una libera de todo lo que impide el desarrollo de las personas (Instrucción sobre libertad cristiana y liberación. 63).
8. Para realizar plenamente esta tarea que brota ti, mandamiento del amor y del mensaje de las bienaventuranzas, la Iglesia tiene necesidad de vosotros, querido; jóvenes de Colombia.
El fruto de la justicia es la paz. El don de Jesucristo resucitado es la paz: «la paz os dejo, mi paz os doy» u. 14, 27). Haceos acreedores de la bienventuranza que, Señor promete a los que trabajan por la paz (cf. Mt 9). No os dejéis seducir por la tentación de la violencia que siempre engendra otra violencia más terrible y jamas logra los resultados que prometen sus instigadores. Que la paz y los jóvenes caminen siempre juntos, que los jóvenes sean en Colombia artífices convencidos de una nueva era de paz social en la justicia, en la igualdad,en el amor que vence toda violencia y recompone todas las cosas según el designio de Dios.
Os lo digo a vosotros, jóvenes trabajadores, campesinas, estudiantes: sed artífices de paz.
Os lo grito desde aquí también a vosotros, jóvenes que quizá habéis emprendido el camino de la guerrilla o abrigáis simpatías por ella: apartaos de los caminos del odio y de la muerte y convertíos a la causa de la reconciliación y de la paz.
Os lo pido a vosotros, los que buscáis trabajo y no lo encontráis, los que por un misterioso designio de la Providencia vivís en el dolor de la enfermedad, los que estáis en las cárceles o bien os sentís marginados: trabajad también vosotros por la paz, con vuestro esfuerzo, vuestro sufrimiento, vuestra oración. 9. En nombre de Jesucristo, Príncipe de la Paz, os exhorto a que emprendáis una gran cruzada de reconciliación fraterna, de diálogo constructivo, de cooperación social, para que prevalezca el entendimiento entre todos y se instaure una justicia, un progreso digno de los hijos de Dios. iSed constructores de la paz y serés de veras hijos de Dios!
Queridísimos jóvenes antes de terminar este encuentro quisiera, en nombre del Señor, lanzaros un desafío comprometeros en un pacto de fidelidad al Evangelio, que sea como el eco y la prueba de adhesión a Jesucristo que hicisteis en el bautismo.
Él os llamado sal de la tierra. Os aliento por ello a darle una respuesta con las obras de una vida nueva.
¿Queréis ser en todas partes testigos de Jesucristo? ¿En vuestra familia, en vuestros lugares de estudio y de trabajo? ¡Todos, todos!
¿Queréis ser fieles a Jesús y a su doctrina en vuestra vida personal, en el respeto de vuestro cuerpo, en las relaciones de amistad, en vuestros noviazgos? ¿Queréis?
¿Queréis ser testigos de Cristo respetando la vida humo na que es siempre sagrada, y defendiendo los derecho’ de toda persona que es imagen viva de Cristo? ¿Queréis? ¿Queréis ser testigos de Cristo en vuestros quehaceres en vuestro descanso, en la solidaridad del trabajo y es el deporte? ¿Queréis?
10. La gracia de este encuentro, queridos jóvenes, amigos, es precisamente la presencia de Jesús, aquí y ahora en medio de nosotros, porque estamos reunidos en su nombre (cf. Mt 18, 20).
Cortesia de EL ESPECTADOR