Jueces en Colombia
Generalmente cuando se escucha la palabra juez se piensa en una persona intachable que solo busca el bien común y la equidad. Cuyo objetivo es internarse en ese trabajo para mejorar la situación de la sociedad en la que habita y que lo logrará bajo rectitud, honradez y objetividad. En pocas palabras cuando se piensa en un juez, se imagina a la justicia y a la integridad personificada.
En la historia de Colombia hemos tenido jueces impecables que nos han hecho creer en la justicia y en nuestro gobierno. Sin embargo, las figuras de los jueces decaen día a día en el país con numerosos escándalos que son casi imposibles de creer.
Lo que más ha llamado la atención en el último año es ver como la Corte Constitucional, que debería ser la institución más confiable de un país, ha marcado en las personas un sentimiento de desagrado y decepción.
¿Cómo es posible que el órgano de la justicia, que salvaguarda nuestra Constitución, haya perdido la característica de rectitud, seguridad y certidumbre?
¿Cómo se pueden poner conflictos personales en manos de jueces de menor jerarquía cuando los máximos tribunales están tan desprestigiados?
Se puede empezar a creer que gran parte de las desgracias que pasan en Colombia se deben a la ineficiencia judicial o peor aún a la corrupción judicial. Los escándalos han salido a la luz y son conocidos por el país, aparecen cada vez más espectáculos que dejan a la justicia colombiana como una institución totalmente degradada.
Hace poco se reveló en Barranquilla, como los jueces al parecer manipulaban y vendían decisiones relacionadas con procesos penales y solicitudes de libertad condicional. Se les ha acusado de cometer varios crímenes en los cuales se encuentran falsedad de documento y concierto para delinquir.
¿Dónde está la dignidad de los jueces?, ¿tendrán conciencia o tranquilidad? Cuando un grupo de personas se asocia para cometer un delito se puede pensar que la asociación criminal actúa con preparación, con mala fe y que tiene una experiencia anterior.
Si los delincuentes infringen la ley, los ciudadanos de bien deberíamos tener la tranquilidad de que van a ser juzgados para que la falta no se cometa nuevamente. Sin embargo, ¿qué pasa cuando los que cometen actos al margen de la ley son los mismos que tienen la facultad de juzgar y castigar?
Lamentablemente este año se demostró con el examen de la rama judicial que estamos en muy malas manos y la situación solo empeora. Este año de 27.690 personas que hicieron la evaluación, solo 1.341 jueces y magistrados la aprobaron y además se presentaron varias denuncias por irregularidades en los exámenes, entre ellas la previa venta de preguntas y respuestas.
Se necesita una transformación. Un país sin justicia no tiene tranquilidad, no tiene orden, no tiene libertad. No hay paz sin justicia. Y aunque el tema está en primera plana de noticieros y periódicos, nadie se ha tomado la molestia de adoptar medidas al respecto. No se ha propuesto una cura por parte de algún interesado en mejorar el país. ¿Se necesitará un cambio profundo en la forma de preparar y educar a los nuevos jueces? ¿Se requerirá una reforma constitucional? o ¿hará falta que el pueblo se pronuncie y exija respeto por su soberanía?
La solución no se ha encontrado, se vive con incertidumbre e inseguridad. Solo el derecho que tenemos como ciudadanos nos ayudará a combatir las injusticias.