Noviembre 2015 | Edición N°: Año 54 N° 1313
Por: Catalina Rodríguez B. | Estudiante de cuarto semestre de Derecho



Generalmente  cuando  se  escucha  la  palabra  juez  se  piensa en una persona intachable que solo busca el bien común y la equidad. Cuyo objetivo es internarse en ese trabajo para mejorar la situación de la sociedad en la que habita y que lo logrará bajo rectitud, honradez y objetividad. En pocas palabras cuando se piensa en un juez, se imagina a la justicia y a la integridad personificada.

En  la  historia  de  Colombia  hemos tenido  jueces  impecables  que  nos  han hecho creer en la justicia y en nuestro gobierno. Sin embargo, las figuras de los jueces decaen día a día en el país con numerosos escándalos que son casi imposibles de creer.

Lo que más ha llamado la atención en el último año es ver como la Corte Constitucional, que debería ser la institución más confiable de un país, ha marcado en las personas un sentimiento de desagrado y decepción.

¿Cómo es posible que el órgano de la justicia, que salvaguarda nuestra Constitución,  haya  perdido  la  característica de rectitud, seguridad y certidumbre?

¿Cómo  se  pueden  poner  conflictos personales en manos de jueces de menor jerarquía cuando los máximos tribunales están tan desprestigiados?

Se  puede  empezar  a  creer  que  gran parte  de  las  desgracias  que  pasan  en Colombia se deben a la ineficiencia judicial o peor aún a la corrupción judicial. Los escándalos han salido a la luz y son conocidos por el país, aparecen cada vez más espectáculos que dejan a la justicia colombiana como una institución totalmente degradada.

Hace  poco  se  reveló  en  Barranquilla, como los jueces al parecer manipulaban y  vendían  decisiones  relacionadas  con procesos penales y solicitudes de libertad  condicional.  Se  les  ha  acusado  de cometer  varios  crímenes  en  los  cuales se  encuentran  falsedad  de  documento  y  concierto  para delinquir.

¿Dónde está  la  dignidad  de los jueces?, ¿tendrán conciencia   o   tranquilidad? Cuando   un   grupo de personas se asocia para cometer un  delito  se  puede  pensar  que  la  asociación criminal actúa con preparación, con mala fe y que tiene una experiencia anterior.

Si los delincuentes infringen la ley, los ciudadanos de bien deberíamos tener la tranquilidad de que van a ser juzgados para que la falta no se cometa nuevamente. Sin embargo, ¿qué pasa cuando los que cometen actos al margen de la ley son los mismos que tienen la facultad de juzgar y castigar?

Lamentablemente este año se demostró  con  el  examen  de  la  rama  judicial que  estamos  en  muy  malas  manos  y la situación solo empeora. Este año de 27.690 personas que hicieron la evaluación, solo 1.341 jueces y magistrados la aprobaron y además se presentaron varias denuncias por irregularidades en los exámenes, entre ellas la previa venta de preguntas y respuestas.

Se  necesita  una  transformación.  Un país  sin  justicia  no  tiene  tranquilidad, no tiene orden, no tiene libertad. No hay paz sin justicia. Y aunque el tema está en  primera  plana  de  noticieros  y  periódicos,  nadie  se  ha tomado la molestia de  adoptar  medidas al respecto. No se ha propuesto   una   cura por   parte   de   algún interesado   en   mejorar el país. ¿Se necesitará un cambio profundo  en  la  forma  de  preparar  y educar a los nuevos jueces? ¿Se requerirá una reforma constitucional? o ¿hará falta que el pueblo se pronuncie y exija respeto por su soberanía?

La  solución  no  se  ha  encontrado,  se vive  con  incertidumbre  e  inseguridad. Solo el derecho que tenemos como ciudadanos nos ayudará a combatir las injusticias.