
Julio Garavito, un sabio no tan conocido
Se cumplen cien años de la desaparición del astrónomo, matemático, economista, poeta e ingeniero colombiano Julio Garavito, quien tuvo sus primeros años de formación en el colegio jesuita San Bartolomé.
Cuando en nuestro país hablamos de un sabio, pensamos en Caldas o en Mutis, esos dos hombres que encontramos en los libros de historia de Colombia y quedaron asociados al desarrollo de la investigación científica en las décadas previas a la Independencia. No pasa lo mismo con Julio Garavito.
Cien años después de su muerte, acaecida el 11 de marzo de 1920 cuando tenía 55 años, el nombre de Julio Garavito sigue siendo poco conocido entre nosotros. Tal vez, muchos llegaron a identificarlo como el personaje del billete de 20 mil pesos, de color azul, que circuló desde 1996; y que ahora ha comenzado a desaparecer gracias a la nueva generación de billetes.
A este homenaje nacional se suma el tributo que le hizo la Unión Astronómica Internacional, que en 1970 decidió bautizar un cráter de la Luna con su nombre, gracias a su trabajo como director por 27 años del Observatorio Astronómico de Bogotá.
Así mismo, el Gobierno Nacional creó en 1963 la Orden al Mérito Julio Garavito, máximo honor que reciben un ingeniero colombiano o a una institución relacionada con esta profesión, y que se entrega anualmente en sesión solemne de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, corporación a la que perteneció Garavito, siendo su presidente y también director de Anales de Ingeniería.
Un siglo después de la desaparición de Garavito, es oportuno repasar las palabras que pronunció en 1943, con motivo de la inauguración de su bronce en la Sociedad Colombiana de Ingenieros, Julio Carrizosa Valenzuela, en 1958-1959 decano de Estudios de la Facultad de Ingeniería Civil en nuestra Universidad. Advirtió Carrizosa que “la memoria de Garavito se ha mantenido viva entre sus discípulos y hombres de ciencia, porque el sabio matemático fue antes que todo un maestro, un profesor universitario, no solamente preocupado por la investigación en el vasto campo de sus actividades, sino interesado perennemente por la difusión de los resultados de estas investigaciones al través de sus cátedras sobre análisis, mecánica racional y astronomía, a las cuales vinculó toda su vida”. Luego destacó que “Garavito fue un sabio en el más amplio y noble sentido de la palabra. Un investigador desinteresado de la ciencia. El mismo que pronunció aquellas palabras dignas de figurar en el mismo bronce de su estatua: ‘Quién sólo busca honores no encuentra la verdad’”.
Julio Garavito Armero realizó en su corta vida, una meritoria obra en diversos ámbitos del ejercicio de su profesión, de la investigación científica y la reflexión sociopolítica.
Así fue. En carta del 21 de diciembre de 1919, pocos meses antes de su muerte, Garavito hacía notar cómo “la misión más dificultosa que toca a los obreros de la ciencia es precisamente la de purgarla de los errores introducidos por aquellos que han buscado un renombre en ella mediante hipótesis alambicadas y falsas teorías: esto sin contar con que la ambición es una de las causas que impiden que los hombres sean amigos entre sí”.
La obra de Julio Garavito Armero, que fue también Concejal de Bogotá, abarcó diversas áreas del conocimiento: las Matemáticas, la Astronomía, la Física y también la Economía, logrando una meritoria obra en diversos ámbitos del ejercicio de su profesión, de la investigación científica y la reflexión sociopolítica.