Junio 1986 | Edición N°: 912
Por: Redacción Hoy en la Javeriana | Pontificia Universidad Javeriana



La primera observación es que la Universidad Católica debe ofrecer una aportación específica a la iglesia y a la sociedad, situándose en un nivel de investigación científica elevado, de estudio profundo de los problemas, de un sentido histórico adecuado. Pero esto no basta para una Universidad Católica. Esta debe encontrar su significado último y profundo en Cristo, en su mensaje salvífico, que abarca al hombre en su totalidad, y en las enseñanzas de la Iglesia.

Todo esto supone la promoción de una cultura integra, es decir, la que mira al desarrollo completo de la persona humana, en la que resalten los valores de la inteligencia, voluntad, conciencia, fraternidad, basados todos en Dios Creador y que han sido elevados maravillosamente en Cristo (cf. GAUDIUM ET SPES, 61): una cultura que se dirija de modo desinteresado y genuino al bien de la comunidad y de toda la sociedad.

 

Formadora de Hombres

La segunda es que la Universidad Católica debe ser formadora de hombres, realmente insignes por su saber, dispuestos a ejercer funciones comprometidas en la sociedad y a testimoniar su fe ante el mundo (cf. GRAVISSIMUN EDUCATIONIS, 10). Finalidad que hoy es indudablemente decisiva. A la formación científica de los estudiantes conviene, pues, añadir una profunda formación moral y cristiana, no considerada como algo que se añade desde fuera, sino como un aspecto con el que la institución académica resulte, por así decirlo, especificada y vívida. Se trata de promover y realizar en los profesores y en los estudiantes una síntesis cada vez más armónica entre fe y razón, entre fe y cultura, entre fe y vida. Dicha síntesis debe procurarse no solo a nivel de investigación y enseñanza, sino también a nivel educativo-pedagógico.

 

Testigo y educador

La tercera observación es que la Universidad Católica debe ser un ámbito en el que el cristiano sea vivo y operante. Es una vocación irrenunciable de la Universidad Católica dar testimonio de ser de una comunidad seria y sinceramente comprometida en la búsqueda científica, pero también caracterizada visiblemente por una vida cristiana auténtica. Esto supone, entre otras cosas, una revisión de la figura del profesor, el cual no puede ser considerado únicamente como un simple transmisor de ciencia, sino también y sobre todo como un testigo y educador de vida cristiana auténtica. En este privilegiado ambiente de formación, vosotros, queridos estudiantes, estáis llamados a una colaboración consciente y responsable, libre y generosa, para realizar vuestra misma formación.

 

Pastoral de inteligencias y de Liturgia

La implantación de una pastoral universitaria, ya sea como pastoral de las inteligencias, ya sea como fuente de vida litúrgica, y que debe atender a todo el sector universitario de la nación, no dejará de encontrar frutos preciosos de elevación humana y cristiana.

Queridos hijos que os dedicáis completa o parcialmente al sector universitario católico de vuestros respectivos países, y todos vosotros que, en cualquier ambiente universitario, estáis comprometidos en implantar el Reino de Dios:

  • Cread una verdadera familia universitaria, empeñada en la búsqueda, no siempre fácil, de la verdad y del bien, aspiraciones supremas del ser racional y bases de sólida y responsable estructura moral;
  • Perseguid una seria actividad investigadora, orientadora de las nuevas generaciones hacia la verdad, hacia la madurez humana y religiosa;
  • Trabajad infatigablemente para el progreso auténtico y completo de vuestras patrias. Sin prejuicios de ningún tipo, dad la mano a quien se propone, como vosotros, la construcción del auténtico bien común;
  • Unid vuestras fuerzas de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, de laicos, en la programación y realización de vuestros centros académicos y de sus actividades;
  • Caminad alegres e infatigables bajo la guía de la Santa Madre Iglesia, cuyo Magisterio, prolongamiento del de Cristo, es garantía única para no perder el justo camino, y guía segura hacia la herencia imperecedera que Cristo reserva a quien le es fiel.

(Síntesis entre fe y cultura. Encuentro con universitarios, México, 31, 1, 79).