julio 2010 | Edición N°: año 49 No. 1259
Por: Mauricio Solano C. | Profesor de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales



El 7 de agosto de 2010 se posesionará el cuadragésimo séptimo presidente de Colombia, de los elegidos por votación. este honor corresponde a Juan Manuel Santos calderón, quien ganó en segunda vuelta, con más de nueve millones de votos, el derecho a ocupar el Solio de Bolívar. a partir de las 3:00 p.m., el nuevo Presidente gobernará un país que fue administrado durante ocho años por una persona que llegó al poder sin el aval de un partido político tradicional y con la imposición de un estilo muy personalista a su forma de gobernar. Esta característica es fundamental para responder la pregunta que alienta el siguiente artículo: ¿Qué le espera al nuevo Presidente de Colombia? al Presidente Santos le espera una tensa, por no decir dramática, situación en las relaciones internacionales. el gobierno saliente deja una política exterior de carácter aislacionista, donde cada día que pasa Colombia se aleja más de los procesos de integración necesarios en esta época globalizada. es tarea impostergable del gobierno entrante recomponer las relaciones en el vecindario, buscar nuevos socios y amigos políticos, sin descuidar la estrecha relación existente entre la casa Blanca y la casa de Nariño.

Santos también se verá abocado a la consecución de nuevos socios comerciales, a la diversificación de mercados y al fortalecimiento de la política comercial internacional. Debe ser un compromiso impulsar la firma y ratificaciones respectivas de los tratados de Libre comercio que están en proceso, y con el mismo empeño se debería ampliar la frontera y buscar nuevos convenios y tratados. Sumado a la necesidad de apertura de mercados, se encuentra la insuficiencia de la política agraria del actual gobierno, Santos encuentra un sector salpicado por gravísimos actos de corrupción, sin brújula ni visión y que desde hace tiempo ha añorado un reforma agraria que responda a las carencias de sus protagonistas y que contribuya de alguna forma a la resolución del conflicto armado que existe en Colombia.

Al gobierno de la Unidad nacional, como lo proclamó Juan Manuel en el discurso de victoria el pasado 20 de junio, le espera la continuación de la política de consolidación de la seguridad democrática con el reconocimiento de sus falencias, debilidades y la corrección de sus equivocaciones. Le aguarda recoger los frutos del trabajo de más de cuatro años de las Fuerzas militares y la Policía nacional que se deben concretar en éxitos militares y de seguridad como las operaciones jaque y camaleón. Pareciera que algunos sectores del poder en Colombia permanecen atentos a que Juan Manuel Santos logre llegar “al fin del fin”. Sin embargo, con los éxitos sobre seguridad y defensa el presidente que llega debe hacer frente a las acusaciones y demandas ciudadanas sobre violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho internacional Humanitario. es una obligación escuchar las recomendaciones en esta materia y puntualizarlas en políticas, planes y programas específicos para su atención y prevención. Ligado a este tema se encuentra la discusión sobre los logros y desafíos que tiene la vigente Ley de justicia y Paz. Atado a lo anterior se encuentra el problema de la justicia, es improrrogable asumir el examen del sector que conduzca a una profunda reforma y al restablecimiento de las relaciones armoniosas y respetuosas entre las ramas ejecutiva y judicial. Como punto específico se encuentra la elección del Fiscal General. Otro tema grueso es la reforma al sistema de salud, una discusión que abordó el actual gobierno inicialmente por vía del atajo, que tuvo que reversar y al final decidió dejársela al que llega. esta discusión debe abordarse desde la prestación del servicio y desde la viabilidad económica del nuevo modelo que debe proponer el gobierno santista.

Por último, y no menos importante, a Santos le espera la sombra de quien para muchos ha sido el mejor Presidente de Colombia. El reto más grande que tiene el sucesor de Uribe es desprenderse del aura y estilo propios del Ubérrimo. Debe implantar su propio estilo, debe instaurar su carácter tecnócrata sin que sus deseos de unidad nacional y de una diferente forma de gobierno vayan a dar al traste y se pierda en el intento.