Una javeriana en Rostock
Natalia Betancourt Jaramillo: Hola cómo estás, quiero ir a Alemania.
Carolina Valderrama Guerra: sí, sí, pero ¿qué pasó?
NBJ: no, yo me enteré que había posibilidades de un intercambio y quiero hacerlo.
CVH: ¿Y tú hablas alemán?
NBJ: no.
CVH: ¿nada? NBJ: no, nada. CVH: ¿ni hola?
NBJ: no, ni hola. CVH: Pero allá el intercambio es durísimo.
NBJ: no me importa, yo quiero hacerlo, quiero hacerlo, quiero hacerlo.
Esta conversación se dio en noviembre de 2009 entre la estudiante de último semestre de Ingeniería Industrial Natalia Betancourt Jaramillo y la coordinadora de la secretaría de relaciones Internacionales Carolina Valderrama Guerra, y fue el comienzo de una historia con final feliz. A Natalia, bogotana de 22 años, rubia, alta, de ojos claros, con pinta de alemana pero colombiana hasta la médula, se le metió un día en la cabeza que quería ir a Alemania de intercambio, cuando supo que ese país europeo es uno de los más importantes en el estudio de la ingeniería y en el desarrollo de industrias.
En ese momento sabía inglés, porque lo aprendió en el colegio, y sabía francés, porque lo estudió por su cuenta, y quería aprender una cuarta lengua, porque uno de sus mayores intereses además de ser una gran profesional es ser políglota. “Yo estaba empezando a hacer mi proyecto de grado, y un día me llegó un correo de la Facultad con una convocatoria de becas para estudiar de intercambio en Alemania. Yo sin mirar nada de requisitos, de una vez dije quiero hacerlo, quiero, quiero, quiero”, afirmó natalia con la misma efusividad que seguramente tuvo el día que leyó su email.
Fue y lo habló con sus padres, y recibió de su mamá una frase que Natalia le suele escuchar cuando le comenta de sus planes ‘descabellados’. “ah no hables bobadas”. ella siguió para adelante con su idea y aplicó por este beca que le ofrecía la Universidad de rostock, en convenio de cooperación académica con la Universidad Javeriana. “Carolina Valderrama me vio tan entusiasmada que me apoyó en todo. Yo estaba con toda la energía y presenté los papeles que me pidieron: una carta de motivación en alemán, una hoja de vida en inglés y en alemán, el certificado de notas en inglés, traducido al alemán, una carta de recomendación del decano o del director de carrera, y la lista de las materias que quería estudiar”.
Natalia de inmediato empezó a estudiar alemán y su ansiedad la llevó a pasar cada miércoles por la secretaría de relaciones Internacionales para preguntar novedades sobre la convocatoria. “Pasó todo noviembre, todo diciembre y más de medio enero y no tenía respuesta, hasta que más o menos el 20 me llamaron a decirme que había sido aceptada”. la emoción no pudo ser plena en ese momento, porque todavía hacía falta que la Universidad de rostock enviara un representante para firmar el convenio. Sören Koeppe llegó en febrero, entrevistó a Natalia y firmó el acuerdo que la llevó en abril de 2010 a cumplir su sueño. Intensificó sus clases de alemán hasta alcanzar un nivel turístico y de comprensión de lectura, gestionó la visa y se fue. Ella sólo tuvo que pagar sus pasajes y el seguro porque la beca le cubrió sus estudios, alojamiento y viáticos mensuales por 650 euros, que eran más que suficientes para todos sus gastos personales. Cuando llegó a rostock, una ciudad de 200 mil habitantes, la Universidad la ubicó en un alojamiento con dos alemanas y una lituana. al comienzo le costaba mucho comunicarse, pero siguió estudiando alemán y al final terminó hablando muy bien, haciendo amigos y hasta haciendo exposiciones. su día consistía en caminar hasta la Universidad, aunque luego alquiló una bicicleta para movilizarse como lo hacían los demás estudiantes, pues la puntualidad es una de las principales características de los alemanes.
Grababa todas las clases y luego se iba para su casa a escuchar para intentar traducir lo que no entendía. Con este método no tuvo problemas para ganar todas las materias y presentar exitosamente los exámenes. “Pude defenderme con mis conocimientos, lo que demuestra que la calidad que tenemos acá es excelente, la diferencia es que allá la gente estudia muchísimo más. Los profesores son de muy buena calidad allá y acá, pero allá se invierte mucho en investigaciones y eso se nota”, contó. En la Universidad, una institución que está distribuida por facultades en toda la ciudad, y que es una de las más antiguas del norte de Europa, pues fue fundada en 1491, estudian personas de muchas nacionalidades, pero sólo había dos colombianos, y muy pocos españoles con los cuales hablar en español. Todo lo que aprendió para su profesión, más lo que pudo compartir de la cultura alemana, la dejaron enamorada de ese país y aspira a aplicar nuevamente para obtener una beca de maestría o realizar una pasantía, una vez se gradúe en octubre.
“Las posibilidades son todas, gracias al convenio se ofrecen dos becas anuales, sólo se necesita querer, inscribirse, pasar los papeles y esperar la respuesta. obviamente es mejor saber alemán”, concluye Natalia entre risas, recordando la forma como empezó su aventura.