Cátedra Unesco de Comunicación

Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2020

ISBN: 978-958-781-870-3    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818703
Cómo citar este libro: Pereira, J. M. y Gutiérrez, G. E (eds.). (2023). Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia. Cátedra Unesco de Comunicación 2020. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Distopías contemporáneas, Black Mirror y el orden vírico digital

Fernando Andrés Castro Torres1Candidato a doctor en Ciencias Humanas y Sociales. Magíster en Comunicaciones. Historiador y periodista. Profesor investigador en Colegiatura Colombiana y catedrático de la Universidad de Antioquia. Contacto: facastro@unal.edu.co

Resumen

El orden vírico contemporáneo propio del contexto del covid-19 representa para la metamorfosis del mundo (Beck, 2017) el impulso determinante para dar el giro a lo 5.0: una figura que desde hace un lustro se ha constituido en el futuro de los procesos de subjetivación humana mediante la inteligencia artificial, la biotecnología, lo posorgánico y lo transhumano (Diéguez, 2019; Sadin, 2020; López Portillo, 2018; Calvo, 2018).

La serie Black Mirror, producto audiovisual icónico del tiempo actual, se ha convertido en un referente para reflexionar sobre los impactos de la cultura digital en la vida cotidiana de la humanidad. Desde allí se cuestionan el rol de lo humano, lo sensible y lo biológico y los impactos de la tecnología no solo en la vida material, sino también en la psique y en el universo sociocultural del ser humano del siglo xxi (Barraycoa y Martínez, 2018; Lerardo, 2018; Lott, 2017). Así mismo, el carácter distópico de la comunicación digital en la narrativa mediática de Black Mirror permite comprender cómo lo viral genera una disrupción para la instauración de un orden global por completo dependiente de las innovaciones de la tecnología digital.

El contexto mediático y relacional que presenta el covid-19 potencia exponencialmente los impactos de la web social, semántica y ubicua, del microtargeting, la dividualidad y la digitalización de la vida cotidiana. Por su parte, Black Mirror expresa un contraste que oscila entre la pesadilla y la fascinación, entre las distopías tecnológicas y los comportamientos humanos que los esclavizan desde su psique y su biología.

Palabras clave: comunicación digital, microtargeting, subjetivación, relaciones de poder.

Introducción

La reconocida serie Black Mirror expresa un contraste que oscila entre la pesadilla y la fascinación, entre las distopías tecnológicas y los comportamientos humanos que los esclavizan desde la psique, y que, además, se potencian y se complejizan en el uso, las prácticas y la apropiación de las tecnologías de la información y de la comunicación (tic) digital. Los espejos negros han llegado; hacen parte de la vida del individuo contemporáneo, permean toda su existencia y median su universo relacional, y habrá que plantear alternativas que no siempre sean orientadas por la distopía y por el miedo; un trabajo necesario.

Desde la perspectiva de lo distópico en que se proyecta la apropiación sociocultural de la comunicación digital, se consolidan ciertas líneas de trabajo que se vislumbraron al final de la segunda década del siglo xxi, relacionadas con el mejoramiento del ser humano desde lo biológico y, también, desde su psique, y que con la crisis global generada a raíz de la pandemia se han reforzado como asuntos de primer orden, necesarios y fundamentales para la supervivencia de la especie.

Ello implica una mejora al ser humano que pasa por factores no solo biológicos, sino también aptitudinales, emocionales y comunicacionales. Es en este escenario donde la comunicación digital encuentra nicho posible para entrar en la conversación.

El orden contemporáneo del mundo se refleja en el concepto de lo viral, desde los contenidos comunicacionales, pasando por los virus informáticos y llegando a la realidad pandémica actual; es un orden vírico: la forma como se reproducen las palabras, los contenidos y las situaciones. Y como respuesta prospectiva, el transhumanismo surge como alternativa emancipadora… ¿o distópica?

Biotecnología para el mejoramiento del ser (trans)humano

En el marco de la comunicación digital, el mejoramiento del ser humano vía tecnología surgió de la mano con algunos conceptos que esbozarían una proyección de la web 5.0, la cual podía ser comprendida, inicialmente, como un mejoramiento de las competencias conductuales y actitudinales del ser humano, desde la relación con desarrollos tecnológicos con alto impacto biológico. Haciendo una revisión al estado del asunto en la contemporaneidad, el propósito se mantiene a lo largo del tiempo, y cada vez con mayor énfasis en el mejoramiento de lo biológico y de la psique del ser humano. El escenario contemporáneo de pandemia, muertes, confinamientos y crisis global soporta y soportará tales ambiciones de forma cada vez más contundente.

Lo que se conoce de las trayectorias y de las distintas corrientes de pensamiento sobre el transhumanismo lo expone, de forma muy clara, Antonio Diéguez (2019), en el texto que lleva por nombre Transhumanismo, la búsqueda tecnológica del mejoramiento humano. Allí plantea, en primera instancia, la necesidad de reconocer que el transhumanismo no es un movimiento homogéneo, sino que de él existen diversos enfoques y orientaciones; cada uno, con una apuesta diferente respecto a lo que son o serán el transhumanismo y su impacto en la sociedad:

Es útil distinguir entre un transhumanismo cultural o crítico (que suele preferir el apelativo de posthumanismo) y un transhumanismo tecnocientífico. El primero estaría inspirado en la crítica postmoderna al ideal humanista realizada por autores como Foucault, Derrida y Deleuze […] En cuanto al transhumanismo tecnocientífico […] tiene a su vez dos vertientes. La primera de ellas, y quizás la más difundida, está inspirada en los trabajos especulativos de científicos e ingenieros provenientes en buena parte del campo de la inteligencia artificial […] la segunda es la que tiene una base biológica y médica, sobre todo farmacológica y genética. Está representada fundamentalmente por los defensores del “biomejoramiento humano” o “mejoramiento biomédico”. (Diéguez, 2019, pp. 42-45)

Partiendo del enfoque crítico, se podría afirmar que es un análisis del presente, en tanto no hay que esperar: ya nos encontramos en un mundo del transhumanismo, una problemática presente en autores como Éric Sadin, con su trabajo La humanidad aumentada (2018) o, incluso, en Paula Sibilia, que una década atrás problematizaba el asunto en El hombre posorgánico (2005); es decir, se trata de llamar la atención sobre las reflexiones que ponen de presente la necesidad de investigar sobre el transhumanismo en la contemporaneidad (no se pretende acá realizar un estado del arte sobre este asunto), y no necesariamente ver el transhumanismo como un asunto del futuro o como una ficción propia de un capítulo de Black Mirror: es una manifestación de los escenarios en lo que el individuo contemporáneo hace explícita su manera de apropiación sociocultural de la comunicación digital, en el presente y, claro, también en el futuro.

En este sentido en el que debe entenderse la proclama de que el posthumano no es una entidad que haya que esperar en el futuro, sino que ya somos posthumanos. ‘Posthumano’ —explica Rosi Brasidotti— es ‘término útil para explorar modos de comprometerse afirmativamente con el presente’. (Diéguez, 2019, p. 43)

Es claro el enfoque del transhumanismo desde el presente: guarda una estrecha relación con el concepto de cyborg, con el individuo contemporáneo como una hibridación entre máquina y humano, y con intervención del mundo no solo material, sino también biológico, desde las posibilidades de alterar estados de conciencia o funciones cerebrales a partir de fármacos.

En algunos sentidos, ya nos encontramos en la época transhumana. Hay prozac, Ritalín y Modafinil para la depresión, la concentración y el estado de ánimo, esteroides para los atletas, implantes neurológicos, anteojos de realidad aumentad, oídos biónicos, órganos artificiales, extremidades cibernéticas, manipulación genética, sensores e interfaces ligadas a internet y mucho más. (López, 2018, p. 217)

Por su parte, otra corriente del transhumanismo, la tecnocientífica, es la que mayor divulgación y alcance tiene no solo porque sus matrices teóricas se fundamentan en las ciencias duras, sino también porque desde esta corriente se plantean promesas de redención o esclavitud social. Por un lado, genera esperanza y, por otro, curiosidad y miedo; en los tres casos, movilizadores típicos de la conducta humana. La vertiente del transhumanismo tecnocientífico tiene en las ingenierías su primer enfoque de concreción: desde acá se plantea el concepto singularidad, que se trata de una inteligencia superior a la humana y a la artificial, un nuevo tipo de generación de pensamiento, memoria y aprendizaje autónomo; desde esta vertiente se plantea la posibilidad de mejoramiento de la especie por medio de innovaciones tecnológicas que permitirán potenciar la mente humana y una relación de dominación frente a máquinas superdesarrolladas, creadas para servir al ser humano.

La singularidad señala Raymond Kurzweil […] designa el advenimiento, en algún momento futuro, del primer sistema supertinteligente capaz de perfeccionarse a sí mismo, o capaz de fabricar otros sistemas más inteligentes que él, los cuales a su vez puedan hacer lo mismo, y así sucesivamente en un crecimiento exponencial de la inteligencia alcanzada en cada fase de que terminará por hacer de todo el universo una entidad global inteligente. (Diéguez, 2019, p. 70)

La otra vertiente del transhumanismo tecnocientífico, y que proviene de las matrices de conocimiento biomédico, se fundamenta en el mejoramiento de las condiciones fisiológicas y psicológicas del ser humano: “La biotecnología, la medicina, la neurotecnología y la nanotecnología seguirán impulsando a la humanidad hacia una mayor longevidad y, más claramente, hacia capacidades físicas, intelectuales, psicológicas y sensoriales superiores” (López, 2018, p. 217).

Es evidente que el escenario planteado por el transhumanismo, cualquiera sea su enfoque, pone de presente incertidumbres sobre el futuro y sobre el presente, saca a relucir preguntas como: ¿quiénes somos? ¿transhumanos, individuos contemporáneos o los dos al mismo tiempo? ¿Cómo pensamos y creamos conocimiento, y para qué, desde el transhumanismo? y ¿Qué impactos están teniendo la tecnología y la comunicación digital en las representaciones colectivas, en los procesos cognitivos y en el universo relacional del ser humano? Dicho de otro modo, como se cuestiona el filósofo español Manuel Calvo (2018), “el transhumanismo podrá más, pero ¿será más? Esto es, el transhumano será un humano con más poderes (mentales, biológicos, etc.), pero ¿será más humano? ¿ganará en humanidad?” (p. 146).

Llegar a este punto implica reconocer y aceptar que el futuro es una realidad hoy, que el orden vírico es el orden global de la actualidad y el transhumanismo, una respuesta que, en el contexto de la pandemia, se plantea como pertinente y necesaria.

Un futuro posible y la construcción de realidad social

Black Mirror recrea, resignifica y recuerda, desde una memoria social, no solo el presente: también sirve de proyección distópica de un futuro posible, y de alguna manera funge como cura contra la incertidumbre. La serie inglesa, emitida por Netflix, materializa una acción comunicativa, cumple la función institucionalizadora derivada de la creación de contenidos que construyen realidad social; en tal sentido,

En sus relatos transcurre lo subjetivo y lo emocional, lo cotidiano y lo vivencial, lo cercano y lo inmediato, mezclado con recursos realistas que se extraen de la racionalidad y la perspectiva totalizadora que acompaña al mundo de la economía y la política propias de los programas informativos. En sus guiones priman los sentimientos, el amor y el odio, como ingredientes que permiten que el espectador se sumerja en historias realistas y cotidianas, cercanas a su entorno y significativas porque le permiten reconocerse allí e interactuar con los personajes y sus conflictos, puesto que se identifica con ellos. (Lozano et al., 2015, p. 233)

La anterior referencia bien podría corresponder a la serie en cuestión, pero no, de hecho, hace parte de un análisis de los impactos y la función que cumplió la telenovela en América Latina; es una producción ligada a las investigaciones realizadas por los teóricos de los estudios culturales latinoamericanos (Martín-Barbero, García Canclini, De la Roche, etc.) sobre el papel de la telenovela en la región, como producto comunicacional modelador de la realidad nacional y de su cultura, y como representación de sus imaginarios sociales.

Desde esta perspectiva, se puede comprender el rol que interpreta la comunicación como proceso de construcción de sentido, como expresión propiamente de lo humano, como fenómeno de representación social y de memoria colectiva: permite construir una realidad social. Para el caso de Black Mirror, la serie refleja no solamente los desarrollos tecnológicos de futuro, sino también el abanico de comportamientos humanos que los atraviesan en relación, por ejemplo, con el transhumanismo.

La comunicación […] es un tejido de mediaciones, un recurso para generar sentido a la interacción humana y que se materializa en la palabra, que toma cuerpo en diversos soportes, en la comunicación directa que se concreta desde la facilitación, en el desarrollo sistémico y la organización como conjunto social. La comunicación se nutre de las mediaciones sociales que generan sentido para el individuo y el grupo social desde las interacciones humanas, desde los propósitos comunes y desde el lazo social que se recrea y resignifica en la medida en que la tendencia evolutiva se concreta en cualquier tipo de organización humana. (Castro y Vargas, 2020, p. 92)

La comunicación gestiona relaciones desde la creación de sentido; en ese orden de ideas, Black Mirror, tal cual lo señala Torres Cubeiro (2017), está insertada como producto audiovisual en un proceso en el que la comunicación social se construye y, cabría complementar, también construye, desde su producción, una realidad. “Es cierto que Brooker y sus episodios de Black Mirror aportan una visión crítica de los efectos perversos de la tecnología... Pero al hacerlo están construyendo la sociedad, al hacer aún más íntimo el temor a los videojuegos” (p. 203).

Ahora bien, la construcción de un imaginario colectivo es parte del impacto y así sucede con la función de Black Mirror sobre el paisaje contemporáneo del transhumanismo y el orden vírico, ampliamente dominado por el ecosistema de la comunicación digital; “Los medios de comunicación con audiencias planetarias e impactos globales. [dinamizan] los imaginarios sociales como el ‘cemento social’, supliendo la función realizada previamente por la ideología o la religión” (Torres Cubeiro, 2017, p. 202).

La construcción de la realidad social —así como la de una relación con la tecnología fundada sobre miedos y desde una intimidad paranoica y esquizofrénica— hace parte del entramado institucional que fundamenta y sustenta dicha relación desde la producción de la serie inglesa. “La escuela, los medios masivos, la iglesia y otras instituciones inculcan/legitiman los imaginarios dominantes y, por lo tanto, controlan la circulación de determinados símbolos, esquemas interpretativos y discursos legitimadores en la sociedad” (Baczko, 1991, p. 38).

La relación entre instituciones, discursos y sujetos determina la voluntad de verdad con la cual la comunicación se estructura, la estrategia a la que responde y las representaciones desde donde se construye. En tal sentido, los contenidos del universo de lo digital recrean y proyectan la realidad; como se dijo, una serie como Black Mirror lograr despertar tantas emociones por lo real del presente, por lo determinista de la tecnología frente al comportamiento humano y por la capacidad transformadora del transhumanismo.

Desde esa perspectiva tanto los imaginarios como las representaciones o las concepciones influyen significativamente en la reproducción de las ideas sociales, en la construcción de la realidad social y toman cuerpo en la institución: allí se usan, se producen y se ponen en circulación, lo cual supone que estas representaciones son tomadas como estructurantes de lo real y de las prácticas sociales. El imaginario crea, atrapa y elabora la vida en la medida en que es una realidad cognitiva y perceptiva que tiene efectos sobre el mundo material, aparece reflejado en los objetos, en los discursos y en las prácticas sociales, en forma de elementos o expresiones que circulan por la vida social, que se ocupan de los deseos y de cómo estos se instalan como modos de ser de una comunidad específica (Bocanegra, 2008).

Ni los discursos mediáticos ni la narrativa de Black Mirror escapan de la lógica de construcción y reproducción de un modelo de sociedad determinado por las prácticas discursivas hegemónicas. Sea de forma crítica o distópica, y siguiendo la teoría de Luhmann, podemos afirmar que las series de televisión construyen la sociedad —igual lo hace Black Mirror— (Torres Cubeiro, 2017, p. 206).

Conclusiones

Los espejos negros representan el componente del dispositivo que permea la existencia del individuo contemporáneo 7/24; la relación con las pantallas es cotidiana y cada vez más significativa, viéndolo desde la apropiación sociocultural de la comunicación digital. En tal sentido, distopías futuristas han marcado la literatura y la ciencia ficción: ambas expresan una convergencia desde el miedo, el sentido apocalíptico de la esclavitud del ser humano frente a los robots, los dispositivos y las tecnologías.

La realidad social, la cotidianidad del ser humano y los procesos históricos son condición de posibilidad para la emergencia de procesos comunicacionales desde lo digital; esta última es un escenario para explorar el universo infinito de lo posible desde lo virtual, que no deja de ser una capa de la realidad.

La realidad social se construye desde los escenarios recreados y proyectados desde los productos comunicacionales, como, por ejemplo, la serie Black Mirror, la cual modela relaciones, consolida imaginarios y legitima imaginarios sociales.

Referencias

Baczko, B. (1991). Los imaginarios sociales memorias y esperanzas colectivas. Nueva Visión.

Beck, U. (2017). La metamorfosis del mundo. Paidós.

Bocanegra, E. (2008). Del encierro al paraíso. Imaginarios dominantes en la escuela colombiana contemporánea una mirada desde las escuelas de Bogotá. Revista Latinoamericana de Ciencias, Sociedad, Niñez y Juventud, (6). https://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/alianza-cinde-umz/20130710073003/ArtElsaMariaBocanegraAcosta.pdf

Calvo, M. (2018). Filosofía para la era digital. Editorial Almuzara.

Castro, F. y Vargas, V. (2020). La comunicación organizacional un proceso que transforma y se transforma. En: Estrategias y metodologías de creación/comunicación (pp. 87-103). Fondo Editorial Colegiatura.

Diéguez, A. (2019). Transhumanismo. Herder.

Lerardo, E. (2016). Sociedad pantalla: Black Mirror y la tecnodependencia. Continente.

López-Portillo, J. (2018). La gran transición. fce.

Lott, E. (2017). Black Mirror: The Cultural Contradictions of American Racism. Belknap press.

Lozano-Cárdenas, F., Maldonado-Estévez, E. y Mendoza Bernal, M. (2015). Telenovela colombiana e imaginarios de nación. Opción, 31(78), 224-239. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=310/31044046014

Martínez-Lucena, J. y Barraycoa, J. (2018), Black Mirror: porvenir y tecnología. Editorial uoc.

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Sibilia, P. (2005). El hombre postorgánico. fce.

Torres-Cubeiro, L. (2017). Black Mirror: porvenir y tecnología. uoc.