Cátedra Unesco de Comunicación

Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2020

ISBN: 978-958-781-870-3    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818703
Cómo citar este libro: Pereira, J. M. y Gutiérrez, G. E (eds.). (2023). Comunicación, información y lenguajes en tiempos de pandemia. Cátedra Unesco de Comunicación 2020. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Nuevas ruralidades, identidades territoriales y dinámicas sociales: un estado del arte

María Isabel Franco Ospina1Universidad Católica de Oriente. Contacto: isabel.ospina9802@hotmail.com y Katherin Ramírez Marín2Universidad Católica de Oriente. Contacto: katerama1222@gmail.com

Resumen

Las nuevas ruralidades son formas de habitar el campo, que emergen con motivo de los complejos procesos de globalización, donde lo local y lo global empiezan a fundirse en el horizonte del territorio y de las experiencias de vida de sus habitantes. El presente estado del arte revisa las investigaciones que sobre este tema se han presentado desde 2000 hasta hoy, principalmente en el contexto latinoamericano. Este escrito es apenas la primera parte de nuestro trabajo de grado en comunicación social, que tiene como objetivo conocer los diferentes tipos de ruralidad, y la evolución del campo en los últimos años, pretendiendo aportar, desde la academia, una mirada multifuncional de la nueva ruralidad identificando las diferentes maneras como este fenómeno se presenta en la sociedad rural, para comprender las transgresiones culturales que se generan en la identidad territorial en personas mayores de 45 años de las veredas Mampuesto y Abreo, del municipio de Rionegro, Antioquia, por la convergencia de las poblaciones rurales y las citadinas, que construye así una nueva ruralidad. Partiendo de la nueva ruralidad como un suceso que ha venido creciendo e impactando fuertemente la cultura en los últimos años, y en relación con el objetivo de desarrollo sostenible (ods) 11 que enmarca las ciudades y las comunidades como centros sostenibles, a causa de la preocupación por el crecimiento urbanístico acelerado, se opta por ofrecer una mirada que va más allá de lo funcional, enfocada desde una perspectiva más humana y comunicacional, utilizando técnicas de revisión documental, historias de vida y grupo focal, con la participación de personas mayores de 45 años, habitantes de las veredas Mampuesto y Abreo, quienes en el proceso irán descubriendo su propia identidad territorial.

Palabras clave: nueva ruralidad, dinámicas sociales, feminización, desagrarización.

Introducción

Partiendo de las dinámicas sociales como una forma de reconocer la identidad de las personas según el contexto al cual pertenecen, es posible afirmar que las transformaciones sociales se dan gracias al cambio que se genera en las dinámicas sociales en el desarrollo de las actividades diarias. Uno de los contextos que se ha transformado fuertemente con el impacto de la globalización es la ruralidad, entendida como una forma de vivir y habitar el campo desde lo sociopolítico, lo económico y lo ambiental.

Con el paso de los años, han surgido ciertas tendencias de migración citadina hacia el campo, las cuales han transformado las anteriores variables y generado cambios en las dinámicas sociales de la población campesina; jubilados, veraneantes y empresarios, por ejemplo, han decidido que el campo es un mejor lugar para vivir, descansar e, incluso, desarrollar actividades económicas, lo que, por supuesto, trajo de inmediato consecuencias en las dinámicas socioterritoriales del campo y sus habitantes nativos, pues todos los que venían llegaban para quedarse, y trajeron consigo sus costumbres, su estilo de vida y su estrato, que se mezclaron con las viejas tradiciones, el estilo de vida y el estrato de las familias que han habitado toda su vida el campo; todo ello genera un nuevo aire en la identidad territorial.

Al hablar de nueva ruralidad, un entramado de estudios, investigaciones y análisis de las dinámicas sociales que componen este fenómeno sale a flote desde diversas perspectivas, pues tiene un espectro tan amplio que da la posibilidad de analizarla desde diferentes disciplinas.

Se trata de un proceso de reubicación del espacio, impulsado por megatendencias producidas en el marco de la globalización, y que deviene en la reubicación de los territorios como consecuencia de los procesos de mundialización. Así, los impactos ligados a la industrialización, la globalización y el desarrollo van a ser de fundamental importancia para analizar la incidencia que empieza a tener la nueva ruralidad en el mundo, observada desde diferentes factores de la cotidianidad, los cuales conllevan un amplio abanico de efectos que suponen el surgimiento de nuevas dinámicas sociales que, a su vez, llevan al enriquecimiento y la construcción de identidades dentro de los diferentes territorios rurales.

Es importante hablar de ruralidad e identidad territorial en clave de comunicación, pues si bien nos encontramos en un mundo globalizado, donde los intangibles adquieren cada vez más sentido y más valor en las sociedades contemporáneas, el presente estado del arte no pretende más que demostrar la existencia de diferentes tipos de ruralidad y cómo los espacios pueden llegar a transformarse de forma positiva al verse influenciados por otras culturas, pues aunque bastante se ha hablado del campo y de la globalización, no se ha considerado una mirada desde las ciencias sociales y humanas como la comunicación, que analicen las interacciones sociales que devienen de esta convergencia de culturas.

Tras la revisión documental, fueron hallados varios aspectos importantes que conciernen a la neorruralidad; entre ellos destacaron: la nueva ruralidad, equivalente a las nuevas actividades desarrolladas en el campo; las prácticas que llevan a la desagrarización del campo y —por último— cómo esas nuevas acciones devienen en un nuevo papel para la mujer.

Podemos entonces afirmar que hay una transformación de lo rural que globalmente puede leerse en clave de desagrarización, feminización y resemantización. Como veremos en la de resultados, esto último engloba una serie de problemáticas que devienen un conjunto de procesos transformadores del campo que demuestran la existencia contundente de una nueva ruralidad, y cómo esta influye de manera directa en el cambio de las dinámicas sociales y la transformación de la identidad territorial, de los cuales en este trabajo destacamos la desagrarización, mediante la que lo rural sufre un cambio en los usos y las vocaciones del territorio, y surge un nuevo rol social para la mujer.

Ahora bien, la metodología fue un estado del arte, donde se hizo un rastreo bibliográfico de más de 40 artículos científicos analizando las perspectivas y las posibilidades de la ruralidad en el contexto latinoamericano, así como plasmando la información en fichas bibliográficas, para posteriormente construir este escrito. Sin embargo, eso no es todo: el presente trabajo de investigación tiene tres momentos. El primero es el ya mencionado estado del arte. El segundo consiste en identificar cuáles dinámicas sociales se dan específicamente entre personas mayores de 45 años en las veredas Mampuesto y Abreo, del municipio de Rionegro, y que han llevado a la conformación de la nueva ruralidad por medio de las historias de vida; en esta etapa del proyecto se emplea dicho método porque permite una investigación holística y un análisis cualitativo. En el tercer momento se trata de definir la identidad territorial y las dinámicas sociales que tienen los pobladores nativos de las veredas Mampuesto y Abreo, del municipio de Rionegro, antes y después del impacto de la nueva ruralidad aplicando el instrumento de grupo focal, para, finalmente, disponer de la posibilidad de comprender el valor que las personas les dan al espacio rural y a su forma de vida, así como algunas características que pueden ser parte de su identidad.

A continuación presentamos los tres principales resultados exploratorios de nuestro estado del arte.

Resultados

La nueva ruralidad se expresa hoy como la revalorización del campo y la desvalorización de la ciudad, pues, precisamente, este fenómeno trae consigo una dotación de sentido propio para el espacio rural: un espacio al que se ha querido vincular y desarrollar como si fuera igual a lo urbano, pero que en realidad es diferente de aquel, y lleno de potencialidades que se han ido desarrollando dentro de sus propias lógicas.

La nueva ruralidad, entendida como las nuevas prácticas en el campo

Al respecto, lo que se lee es resignificación del campo gracias al análisis de otras investigaciones que abordan la nueva ruralidad desde diferentes perspectivas, pues cuando hablamos de nuevas prácticas en el campo, nos referimos a la transformación de las dinámicas sociales, y esto aborda aspectos tanto sociopolíticos como económicos y ambientales.

La globalización ha hecho que los moradores rurales tengan un poco más de acceso a la educación, a herramientas digitales como un smartphone e internet y también a que se mantengan en contacto asiduo con personas (migrantes citadinos o extranjeros) con diferentes sistemas culturales, que, de una u otra manera, afectan e irrumpen en la cotidianidad del campesino (no necesariamente de manera negativa): “la nueva ruralidad vista desde la mirada juvenil ha sido construida, en parte, gracias a la influencia de internet” (Rojas, 2007).

Esta influencia y ese irrumpir de la globalización en el campo se manifiestan en cosas como el cambio de las actividades productivas, donde se evidencia que el campo ya no depende económicamente de la agricultura, sino que ha mutado a otras prácticas no agrícolas para su sustento (con los subsecuentes peligros que esto representa para las economías nacionales y locales). Además, se puede observar cómo las personas del campo han ido implementando espacios que les permiten ir más allá de la vida productiva agropecuaria, y así han posibilitado su participación en espacios políticos y en otros casos realizar diferentes actividades que aportan a su desarrollo económico; sin embargo, también se han ido desligando de unas dinámicas y, por otro lado, vinculándose a otras que empiezan a tener un tinte de ciudad, lo que puede no ser tan bueno para la naturaleza.

Dados los notorios cambios en el contexto rural, podemos hablar de una modernización del campo, desde diferentes aspectos, como la metropolización o urbanización, que consiste en el asentamiento de comunidades no rurales en territorios rurales, con otras características socioeconómicas y culturales, que, en definitiva, modifican el paisaje de la ruralidad y las interacciones sociales que allí se dan, entre rurales y neorrurales. A este proceso también se le da el nombre de periurbanización (Rueda, 1998; Orellana, 2012), y ha sido estudiado, principalmente, en Europa y las grandes ciudades de Latinoamérica, específicamente, en los casos de Galicia (Couceiro y Vázquez, 1999), Francia (De Miguel, 1994), Córdoba (Tecco, 1999) y Guadalajara (Entrena Durán, 2005).

Desde las décadas de 1970 y 1980, el asentamiento ha experimentado un incesante contacto cotidiano con las dinámicas, productos y valores citadinos. La urbanización es visible en sus calles, sus viviendas, clínicas, parques, carreteras, escuelas, medios de comunicación y de transporte, en su diversificación laboral y en los nuevos estilos de vida y expectativas de sus habitantes. (Wejebe, 2011, p. 112)

Por otro lado, el acceso a internet y a una información más democrática ha influido en varios factores como el empoderamiento ciudadano, la búsqueda de alternativas de desarrollo sostenibles para las comunidades y el emprendimiento y en una visión de un campo moderno gracias a los jóvenes, que hoy, más que nunca, pueden cambiar la situación de precariedad del campo porque tienen más posibilidades que las que tuvieron sus antecesores.

Los jóvenes rurales, quieren ser campesinos pero no necesariamente agricultores, apelan alcanzar nuevas y mejores oportunidades, tanto o mejores que las de los jóvenes urbanos. Hoy ya no son solamente los jóvenes del campo, son las juventudes rurales vinculadas a otros lenguajes, gustos o preferencias, son los nuevos actores de un campo que mutó, que no quedó inmóvil, estático y anquilosado. (Alzate, 2015, pp. 9-10)

Aparte de la desagrarización, la urbanización, los jóvenes y el internet, se dan otras dinámicas interesantes, como el empoderamiento comunitario, donde los habitantes rurales oponen resistencia frente a las injusticias que son cometidas en sus tierras, gestionan proyectos para el beneficio de sus comunidades y buscan la sostenibilidad de sus tierras promoviendo el cuidado del medio ambiente y la conservación de las especies endémicas.

El proceso de recuperación de variedades locales es una manifestación de las diversas formas en que el medio rural vive el proceso de su reconfiguración, de resignificación de su cultura y revalorización de sus potenciales, hasta hace poco desacreditados e invisibilizados. (Acosta y Rodríguez, 2014, p. 115)

Lo anterior demuestra un fuerte arraigo por el territorio y un cambio en las mentalidades de los campesinos, que se desplazan cada vez más de la ignorancia y el silencio hacia el conocimiento y la participación, pues los procesos de movilización y participación ciudadana también son cada vez más comunes en el contexto rural, como sugieren Farah y Pérez (2003):

Lo rural trasciende lo agrario. En las nuevas concepciones del desarrollo rural en América Latina se va más allá de la consideración de la mitigación de la pobreza y se orienta hacia una visión de lo regional y la sostenibilidad, no solo de recursos naturales, sino también económica, política, social y cultural. También se incorpora el concepto de empoderamiento de las comunidades campesinas, buscando que los pobladores rurales y las distintas organizaciones se doten de poder para que puedan ejercitar sus derechos frente al Estado. (p. 147)

Finalmente, podemos decir que gracias a la nueva ruralidad es posible ver el campo como un espacio muy amplio, lleno de posibilidades y de experiencias de vida comunitaria, donde se da una resignificación del concepto de ruralidad, el cual está mediado por las interacciones y las identidades de sus habitantes, y genera así nuevas ruralidades y dinámicas que fortalecen la construcción del territorio. De esta manera, al observar cómo los citadinos impactan un territorio rural y cómo esa confluencia de dinámicas sociales empieza a intervenir en las diferentes identidades, tanto las locales como las foráneas, es donde se empieza a abordar el concepto de nueva ruralidad, o neorruralidad, con la intención de verlo fuera de lo propuesto por la globalización, y más, como un conjunto de costumbres que refuerzan o transforman la identidad a un territorio.

Una de esas nuevas prácticas lleva a la “desagrarización” del campo

La desagrarización del campo se halla estrechamente relacionada con el hecho de que los pobladores rurales no dependan económicamente de la agricultura, aunque sigan relacionados de manera directa con ella, bien sea por gusto, por tradición o por hobby. Pero su fuente económica se basa en otras actividades comerciales, entre las que se pueden identificar las artesanales, el emprendimiento o el turismo.

En la ruralidad se han venido instalando paulatinamente actividades económicas que venden un estilo de vida hipster, donde se ve el campo como un lugar atractivo para vacacionar, reflexionar, meditar, practicar deportes extremos o instalar fábricas; en otras palabras, un lugar para un público exclusivo. Esto trae ventajas para los pobladores nativos, en el sentido de que genera nuevos empleos y nuevas dinámicas territoriales.

Hoy en día, el mundo rural se ve como el ámbito en el cual se desarrollan múltiples actividades económicas y sociales, a partir de los recursos naturales y de los diferentes pobladores que allí se encuentran. Actividades ligadas a procesos de agroindustrialización, turismo, agroforestería, pesca, explotaciones mineras y elaboración de artesanías son apenas algunos ejemplos de la gran variedad de actividades económicas, que no eran claramente reconocidas por la visión sectorial sobre el mundo rural. (Pérez, 2004, p. 181)

Esta transformación, más que un proceso de desarrollo, supone un cambio de paradigma hacia lo que son el campo y la vida campesina como tal, pues en los últimos 20 años ha venido ocurriendo esta desagrarización del campo, tras las modificaciones en las actividades económicas y productivas no rurales, frente a las que hay un cambio en la disposición del uso de los recursos, de los espacios, de los servicios y de la sociedad.

Las actividades no agrícolas hacen referencia a todo el conjunto de actividades no agrícolas, que son realizadas bajo el régimen de autoempleo o como asalariado, sin contar aquellas actividades agrícolas asalariadas. Entre ellas podemos encontrar el servicio doméstico, la venta ambulante, el empleo en el sector turístico (hoteles, administración de cabañas, excursiones) o en el sector comercial. (Martínez, 2010, p. 5)

El turismo y la migración son los aspectos que han influido directamente en esta transformación social, en hacer que el campo se ajuste a las nuevas dinámicas y adopte actividades que no estén relacionadas con lo agrícola, sino que les apunten a las nuevas necesidades que trae consigo el entorno. Y si bien hay algunas que no dejan de estar relacionadas con el campo, el enfoque se vuelve un poco más doméstico y comercial, buscando responder a los estilos de vida que traen consigo las personas de afuera.

Aunque el campo y la ciudad están cada vez más unidos y se borran los límites entre lo urbano y lo rural, gracias las nuevas dinámicas sociales globales, también es muy cierto que hoy se presentan una revalorización del campo y una desvalorización de la ciudad, donde el espacio rural ha ganado participación e inclusión en otros sectores en los que antes no se veía involucrado: “la revalorización del espacio rural desde el caso particular de su creciente capacidad de absorber flujos de población impulsados por la necesidad de ocio y turismo, actividades pertenecientes al sector de servicios comúnmente asociadas con el espacio urbano” (Gordziejczuk, 2015, p. 106).

Cambiando así el panorama, el campesino ya no es la persona que solo pensaba en sus tierras, sus cultivos y su ganado: ahora hay otras realidades en mente, mucho más ambiciosas, pues se ha convertido en un actor social más consciente de su entorno, que comparte con otros contextos sociales a los cuales no puede ser ajeno. Debido a la bifurcación cultural entre campo y ciudad, pueden lograrse muchas cosas, y eso es algo muy positivo para el sector rural: buscar otras alternativas de expresión y económicas, que le den poder y voz en la sociedad.

Esas nuevas prácticas devienen en un nuevo papel para la mujer

Hay un tema que está cogiendo fuerza, y es el papel que la mujer empieza a tener en el campo tras la llegada de este fenómeno, pues tras la globalización, el hombre ha tenido que migrar a nuevas formas de subsistencia, y así dejar a la mujer encargada de las actividades del campo y dar espacio a una participación económica e incluso política por parte de ella.

La neorruralidad ha traído consigo diversos elementos que han dado a las mujeres herramientas para tener una posición más equitativa en el espacio rural. Dentro del marco legal e institucional, empieza la implementación de la equidad de género, y así lo deja ver Osorio (2011): “La integración de la perspectiva de género dentro de la discusión de la nueva ruralidad [...] cobra un sentido normativo en el marco institucional y constituye una discusión central de las políticas públicas orientadas a reducir la desigualdad social de género” (p. 159). Las políticas que empiezan a regir en torno a la mujer le dan la oportunidad de tener acceso a la educación y buscan que pueda desarrollarse económicamente.

El desarrollo económico de la mujer neorrural está ligado a la producción agrícola y a diferentes actividades que se derivan del campo; la elaboración de productos artesanales y el turismo son algunas de ellas: actividades comúnmente realizadas para brindar servicios y productos a las personas que van a disfrutar del campo. En este aspecto, las mujeres se hallan estrechamente ligadas a dinámicas rurales (Osorio, 2011).

Existe una intensificación de la mano de obra de las mujeres en las tareas agrícolas, originándose así la feminización de la agricultura. Paralelamente, se han incorporado en las diferentes actividades (artesanías, pesca, turismo rural, entre otras) que antes eran tradicionales y que se han transformado bajo una lógica mercantil. (Osorio, 2011, p. 161)

El papel de la mujer en la nueva ruralidad no solo se limita a los aspectos productivos, sino que se ha venido desarrollando en el aspecto político, realizando tareas y participando de actividades que anteriormente se consideraban únicas del género masculino. Así lo evidenciaron Farah y Pérez (2003) en su investigación realizada en Colombia:

El cambio importante que se viene dando en el caso de Boyacá es el aumento de la participación de las mujeres en actividades comunitarias como juntas de acción comunal, promoción social y grupos culturales. Incluso hay municipios en donde las mujeres han pasado a ser presidentes de las juntas de acción comunal o miembros de los consejos directivos de dichas juntas o de las juntas administradoras de los acueductos veredales, entre otras. (p. 147)

La incidencia de la mujer en estas actividades es vista como un factor importante en la neorruralidad, pues se dan nuevas dinámicas que pueden tener impacto en la identidad de las mujeres, y el hecho de que exista una intervención en aspectos políticos y culturales por parte de ellas implica, necesariamente, cambios en su entorno, los cuales tienen impactos en las decisiones que se toman en torno a los diferentes territorios que habitan.

En ese orden de ideas, lo que se ve asomar es una fusión entre los términos de lo rural y lo urbano. Si la segunda mitad del siglo pasado vio el auge de la población rural en su desplazamiento a los entornos urbanos, parece ser que este siglo verá un movimiento contrario y complementario: el de la gentrificación de lo rural como una zona residencial para habitantes urbanos que quieren escapar (un poco) de los rápidos y agitados ritmos de las ciudades.

Por ello, debemos revisar con cuidado cómo la migración de citadinos al campo va a modificar diferencias conceptuales que, hasta hace poco, tenían algún sentido. Es más: lo que se ve con mayor claridad apunta al desvanecimiento de categorías supuestamente excluyentes, como “rural” y “urbano”, que en sus aspectos físicos ya muestran una fusión de horizontes, y que —más aún, en el plano digital— carecen por completo de sentido.

Siguiendo esa ruta de hallazgos, corresponde entonces revisar cómo esas modificaciones del territorio se convierten en puntos de debate y reconversión de las dinámicas sociales que habitualmente se asociaban al campo, y específicamente a lo rural, como opuesto a lo urbano. Ahora que, como ya vimos, esas fronteras —físicas y simbólicas— se trasladan de sus tradicionales puntos de referencia, se requiere una discusión en términos de las consecuencias que tienen estos movimientos de resignificación del espacio, las nuevas oportunidades que surgen desde ellos y los retos que esto implica desde la educación.

Conclusiones

Los anteriores resultados muestran cómo las nuevas representaciones sociales que se dan en el campo gracias a la nueva ruralidad son producto de la convergencia entre culturas exógenas y las tradicionales, y son estas mismas las que logran crear nuevas dinámicas sociales. También se evidencia, sobre todo, una evolución social de un espacio que estuvo silenciado por muchos años.

Aunque son muchas las preocupaciones sobre las consecuencias que pueda traer la nueva ruralidad al campo —específicamente, en cuestión de la identidad campesina— por otro lado, hay una amplia gama de oportunidades que pueden fortalecer el tejido social del campo en todos los sentidos: cultural, educativo, político económico y ambiental.

Debemos comprender que el desarrollo es un proceso lento, y no se da de la misma forma en todos los contextos. El campo se prepara para un mundo globalizado donde debe recibir a personas de todo el mundo que buscan experiencias, pues no debe ser apático a los cambios: si bien la materia se transforma, lo intangible también, y el campo lo ha hecho bien; hoy enfrenta y recibe una nueva ruralidad dejando atrás estigmas y prejuicios.

Referencias

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