Sobrevivió al terremoto y ahora se la juega toda por Haití
Una comunicadora javeriana que vive en Haití hace 18 años cuenta cómo ha vivido la tragedia ocurrida el pasado 12 de enero. Desde el primer momento sintió que su misión era ayudar a los haitianos y desde entonces no ha parado.
Alba Lucía Sánchez Balmir estudió Comunicación social en la Universidad Javeriana, entre los años 1981 y 1985, y luego trabajó como profesora y como empleada de Javeriana stereo, hasta 1992, año en que decidió casarse con un haitiano e irse a vivir a esta isla caribeña. “Yo caí como en paracaídas, porque no sabía qué me iba a encontrar, me dijeron que era como mi tierra, el Caribe colombiano, pero resulta que no tiene nada que ver, allá la mentalidad es otra, las prácticas culturales son muy diferentes, las playas son distintas y la estructura de los barrios es confusa, con gente de todos los estratos”. Ella, que se desempeñaba como profesora del Liceo Francés de Puerto Príncipe, afrontó desde su llegada situaciones difíciles, como la inestabilidad política, por las constantes dictaduras, el desembarco de tropas estadounidenses, olas de inseguridad y de secuestros y huracanes que dejaban destrozo y dolor, pero nada se compara con el terremoto que el pasado 12 de enero dejó una cifra todavía no clara de muertos, pero que se cree que supera los 200 mil.
¿Cómo vivió ese 12 de enero? Eso nadie lo puede comprender, hay que vivirlo, es imposible; por más que dé detalles nunca van a comprender. Fueron tres temblores de magnitudes muy elevadas, superiores a 6,5 en la escala de Ritcher, el primero fue de 7,3 y fue violento por la fuerza, con movimientos verticales y horizontales de una duración infinita, para mí era como el fin del mundo.
¿Usted dónde se encontraba? Yo estaba dando una clase particular, en una propiedad familiar, con mucho verde, muchos árboles. Cuando vino el primer temblor yo no vi destrucción, yo vi muros como papeles, pero nada se destruyó delante de mí. Los que estaban en la calle sí presenciaron el derrumbe de todo, eso debió ser espantoso. En la ciudad las intensidades fueron diferentes, por el terreno, y por la solidez de las construcciones.
¿Qué hizo en ese momento? Guardé la calma y después del segundo terremoto bajé por la calle y miré hacia el club social, donde yo practicaba yoga; el techo estaba completamente en el suelo, ahí estaba una amiga mía, que era la administradora, francesa ella, y me di cuenta que algo muy grave había pasado. ahí empezó el martirio, yo dije “mi casa se cayó, se murió mi esposo, dónde están mis nietos, mis hijas” y justo en ese momento viene el tercer terremoto y se empieza a sentir un apocalipsis de gritos, de alaridos por todas partes. Caminé hasta mi casa, que afortunadamente no sufrió mucho y me reencontré con mi familia.
Desde ese día Alba Lucía decide que hay que hacer algo por Haití e inicia una labor social. ¿Cómo empezó? al día siguiente salí con mi marido a ver qué daños había en el vecindario y a buscar quién necesitaba ayuda. Encontramos sólo dos casas derrumbadas, pero en la calles, en los espacios abiertos, empezamos a ver la gente de las invasiones durmiendo en el piso, buscando lugares donde no corrieran riesgo de que les cayera algo encima. Vi niños, bebés, me miré con mi marido y nos dijimos: “hay que hacer algo”. Encontramos en el barrio alguien que producía agua potable y empezamos a llevarle agua a la gente, pero todo era insuficiente. Fue una etapa desesperante, dura, de mucha paciencia, porque las ayudas no llegaban.
¿Qué hicieron entonces? Gracias a internet empecé a buscar ayudas, a enviar fotografías, y a decirle a la gente que se organizara mientras tanto, que hiciera listas de las familias, de los niños. aprendí a la fuerza un oficio de labor humanitaria producto del sentido común, sirviendo hasta de mediadora, porque había conflictos entre ellos.
¿Y llegaron las ayudas? La primera ayuda que llegó fue de las Naciones Unidas y ahí fue cuando me encontré con una periodista de Caracol que había sido alumna mía; ella me hizo una entrevista que fue muy importante para mí porque la gente se movió mucho y confió en mí. Y como cinco días después me encontré un carro de la Cruz Roja con la bandera de Colombia que estaba buscando colombianos para regresarlos al país, pero yo les dije que no me podía ir, que me iba a quedar. Hice de todos modos ese contacto y a través de la Cruz Roja llegó luego una ayuda maravillosa.
Ahora que Haití ya no ocupa las primeras planas de los periódicos, ni los titulares de los noticieros, ¿qué está pasando allá? Gracias a la ayuda financiera que llegó, debido a las notas de radio, pude comprar carpas y lonas de plástico para la protección de la gente; se han organizado mejor, y han tratado de buscar mecanismos para sobrevivir y salir adelante. He tenido información de lo que las organizaciones internacionales se está repartiendo las zonas que van a intervenir. Hay mayor limpieza, han hecho letrinas, hay mejoría, pero las necesidades son muchísimas y de diferente tipo y hay que trabajar diferentes frentes simultáneamente. Los servicios de salud se están prestando y vi que a una hora de Puerto Príncipe se están liberando tierras del Estado donde se van a construir albergues menos provisionales y hay gobiernos que han dado pasos para la construcción de nuevos barrios. Hay una cierta planeación que genera expectativas positivas y mucha esperanza, que es lo que no hay que dejar apagar.
Usted es comunicadora y profesora en Haití, ahora tiene un nuevo cargo de labor social, ¿es provisional o piensa que ahora su carrera se va a enfocar más por ese lado? Es posible que yo cambie de actividad, la docencia para mí es una pasión, pero ya estoy tomando todas las disposiciones para la creación de mi fundación; no tengo corazón para decir que empiezo a trabajar y paro acá, no se puede; hay mucho por hacer y mientras yo tenga fortaleza vamos para adelante.