Todas las universidades jesuitas se encontraron en México
La Universidad Iberoamericana de Ciudad de México recibió del 21 al 24 de abril a representantes de 141 instituciones de los cinco continentes.
El reciente encuentro de todas las universidades jesuitas del mundo en la Universidad iberoamericana de Ciudad de México – 21 a 24 de abril – fue una excelente oportunidad para constatar en vivo y en directo la fortaleza y el influjo social y educativo de las instituciones de educación superior fundadas o regentadas por la Compañía de Jesús. Una rápida vista panorámica nos permite ubicar estadísticamente la realidad de estas instituciones: 31 en América Latina, 28 en Estados Unidos, 6 en Canadá, 33 en Europa y Líbano, 7 en áfrica, 18 en la india, 18 en otros países de Asia y Oceanía, para un total de 141 universidades o facultades de estudios superiores. Dentro de estas se cuentan las grandes y muy notables como la Gregoriana en Roma, Comillas en Madrid, el Ateneo de manila, Unisinos y la pUC en Brasil, Georgetown en Washington, Fordham en New York, Deusto en Bilbao, la Javeriana en Bogotá y Cali, Rafael Landívar en Guatemala, Loyola marymount en Los ángeles, Beijing Center en Pekín, dentro de las más destacadas, junto con una serie notable de facultades de filosofía y teología, escuelas de formación técnica superior y otras instituciones de formación científica y profesional.
Convocados por el superior General de la Compañía de Jesús, padre Adolfo Nicolás, S.J., rectores y directivos de estas entidades se reunieron bajo el lema de “redes de educación superior jesuita para el mundo globalizado: delineando el futuro para un mundo humano justo y sostenible”, línea transversal que permitió abordar a través de ponencias, paneles, reflexiones grupales y plenarias asuntos de trascendencia en la cultura global como las implicaciones del apostolado intelectual y universitario de la educación jesuítica, el diálogo teología-ciencia-cultura, la universidad jesuita como nuevo proyecto humanista, la identidad de nuestras instituciones en un mundo plural y secularizado, lo mismo que realidades de fondo para la construcción de un mundo justo y participativo como la problemática del cambio climático, el desarrollo sostenible, ecología y eco-justicia, derechos humanos, exigencias éticas del comercio internacional, nuevos modelos de planificación económica, educación incluyente, todo en la óptica de construir redes globales y regionales para aunar esfuerzos en la línea de responder desde la docencia, investigación y dinámica formativa a estos retos de la cultura global, que tiene el serio riesgo de hacerse unilateral cuando las decisiones y procesos dominantes se originan en países del primer mundo subestimando los requerimientos de América Latina, de áfrica y de algunos países asiáticos.
Dos decretos de la reciente Congregación General XXXV de la Compañía de Jesús – nuestro máximo organismo de legislación y de determinación misional y apostólica – nos permiten comprender mejor el contexto de este importante evento en México: el decreto número 3 “Desafíos para nuestra misión hoy: enviados a las fronteras” y el número 6 “La colaboración en el corazón de la misión”.
El primero propone las grandes líneas de acción convocando a los jesuitas y a sus colaboradores laicos a establecer relaciones justas en la humanidad, destacando la reivindicación de la dignidad de todos los seres humanos y muy particularmente de los que son severamente afectados por la pobreza, la violencia y la exclusión social. En este orden de cosas, estas universidades e institutos superiores están ante el reto de proponer una construcción del conocimiento y una formación académica de alta calidad para formar a los hombres y mujeres aptos para generar transformaciones de alta significación en los campos de la economía, el ordenamiento jurídico, la cualificación de la salud, educación y vivienda, y la atención permanente y pertinente a los asuntos ambientales.
El segundo es consciente de que este sistema de universidades, facultades, escuelas superiores y demás, están constituidos, en cantidad y calidad, por grupos numerosos de laicos, docentes, investigadores, científicos de nota, intelectuales , que hacen posible el servicio de estas instituciones a través de lo propio suyo que es la generación de conocimiento y la formación de profesionales y postgraduados que, en estrecha cooperación con los jesuitas, se sientan partícipes de la misma misión, dentro del respeto debido al ecumenismo y a la libertad religiosa, a la autonomía de la ciencia y al saludable pluralismo que identifica la vida académica. Dentro de las ponencias presentadas merece destacarse la central, justamente a cargo del p. Nicolás “profundidad, universalidad y ministerios ilustrados: desafíos para la educación superior jesuita hoy”, cuya versión en inglés ya está en circulación. parte el superior General de la pregunta por la validez y legitimidad del trabajo jesuítico en la educación superior y, respondiendo, afirma esta misión en las dimensiones de promover la profundidad del pensamiento y de la imaginación, redescubrir la universalidad y renovar el compromiso de los jesuitas y de todos los que trabajan con ellos en el ministerio de la inteligencia y del cultivo de la ciencia, siempre manteniendo como sustrato de su presentación la conciencia de una resignificación equitativa y humanista de la globalización.
Días de encuentro y de diálogo profundamente esclarecedores en orden a tener muy nítido el sentido de nuestra presencia en este apasionante mundo de la educación superior, como quiera que no se trata de formar unas élites eruditas volcadas sobre sí mismas sino de proyectar toda nuestra fuerza institucional en la formación científica y tecnológica de los generadores de una globalización altamente incluyente y equitativa.
El elemento de identidad naturalmente cristiano, serenamente afirmado y vivido, por su misma naturaleza entra en diálogo con la diversidad cultural y religiosa, lo mismo que con la libertad propia del quehacer científico, y propicia la conformación de comunidades de conocimiento que significan en su interior las relaciones de respeto y de encuentro constructivo siempre con los ideales puestos en la construcción de una humanidad excelente.