El Papa Francisco en Latinoamérica
“La presidenta Cristina Fernández defiende que el Papa es argentino, y tiene toda la razón, Dilma Rousseff sostiene que Dios es brasilero, y de seguro que sí, pero el paraíso está en Ecuador”. Con este apunte humorístico, el Presidente Correa le daba la bienvenida a Quito a Francisco, mientras él sonreía muy gustoso. Muerto de cansancio por 13 horas de viaje y 4 de encuentro con la multitud, Francisco, quien se halla descansando en la Nunciatura quiteña, no aguanta las ganas y sale a la puerta para acoger a la gente que lleva horas orando y cantando mientras el Papa reposa. Estos gestos y acciones de gran calor humano nunca los habíamos visto antes en una Papa. Por esto Francisco cambió el canal, o sea que ahora ser Papa es algo muy diverso, respira una ilimitada humanidad, así como Jesús, lo que a todos, creyentes y ateos, nos tiene muy gozosos.
En la totalidad de sus viajes el Papa argentino ha pedido que no se le brin- den honores militares a pesar de que así lo ordena el protocolo diplomático para recibir a un jefe de estado como es él. Bergoglio ante todo es un Pastor, por ende, según lo informado por la prensa oficial de El Vaticano, con estos viajes a Ecuador, Bolivia y Paraguay, Francisco manifiesta su cercanía y solidaridad con los pobres y olvidados, de la que se suele llamar la “periferia” del mundo. Los anteriores Obispos de Roma recibieron tales honores en sus visitas internacionales. En vez de fusiles, en Quito la calle de honor que acogió al Sucesor de Pedro tan pronto bajo de la aeronave, estaba compuesta por niñas y niños campesinos e indígenas de extracción humilde.
A la misa en la capital ecuatoriana asistieron un millón de personas, concentración humana extraordinaria en cualquier lugar del planeta. En su homilía subrayó como “es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros… en una búsqueda estéril de poder, de prestigio, placer o seguridad económica, y esto a costillas de los más pobres, de los más excluidos, de los más indefensos, de los que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días”. Continuando con este horizonte durante su encuentro con estudiantes y docentes en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, denunció cómo “un pobre que muere de frío y de hambre hoy no es noticia, pero sí las bolsas de las principales capitales del mundo bajan 2 o 3 puntos se arma el gran escándalo mundial. Yo me pregunto dónde está tu hermano”.
La agenda de sus tres visitas ha estado llena de encuentros con los pobres, desvalidos y excluidos de esta sociedad, ya sea en barrios marginados, cárceles, ancianatos, o con obreros, campesinos y enfermos abandonados. En Quito departió con un grupo de adultos mayores y en Bolivia consoló a infantes enfermos terminales. Como en todas sus visitas, ahora en América Latina Francisco se desplaza en el carro más sencillo y sin blindaje.
En su discurso de llegada al aeropuerto de La Paz, Bergoglio reconoció los grandes avances sociales de la sociedad boliviana. Y yendo para la ciudad se detuvo en el sitio donde se encontró en 1980 el cadáver del presbítero jesuita Luis Espinal, brutalmente asesinado por sus posturas críticas frente al orden establecido y en defensa de los derechos humanos. En este lugar Francisco realizó una oración en la que manifestó: “Me detuve aquí para saludarlos y sobre todo para recordar. Recordar un hermano, un hermano nuestro, víctima de intereses que no querían que se luchara por la libertad de Bolivia. El P. Espinal predicó el Evangelio y ese Evangelio molestó y por eso lo eliminaron”.
A manera de epílogo, traigo a continuación algunas de las afirmaciones de Francisco en su discurso al II Congreso Mundial de Movimientos Populares en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia: “Digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra… Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de “las tres t”, ¿de acuerdo? (trabajo, techo y tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!”.
“La agenda de sus tres visitas ha estado llena de encuentros con los pobres, desvalidos y excluidos de esta sociedad, ya sea en barrios marginados, cárceles, ancianatos, o con obreros, campesinos y enfermos abandonados”.